Quizá
hayan observado ustedes que en los últimos tiempos se imponen en el lenguaje
cotidiano, con asombrosa celeridad, palabras y expresiones extranjeras que
hasta no hace tanto no se usaban. Y que esas palabras y expresiones provienen
casi exclusivamente del inglés.
Que
una lengua adopte y adapte palabras de otras lenguas es algo natural y propio
del funcionamiento del lenguaje, y es una fuente de enriquecimiento del
léxico propio y una forma de ensanchar nuestra capacidad de expresión. Es un
intercambio que se produce entre idiomas desde que el mundo es mundo, como se
suele decir.
Pero
a mí me molesta un poquito el hecho de que esas nuevas adquisiciones léxicas
sean en ocasiones una invasión más que un préstamo o una adopción, en el sentido de que no solo se instalan en el
habla común sino que desalojan a otras palabras propias, hasta el punto de que
éstas acaban desapareciendo del uso y cayendo en el olvido.
Esto,
me parece a mí, sucede cuando el idioma propio se ve atrapado entre el
esnobismo y la ignorancia. Es decir, hay muchas ocasiones en que esos préstamos
léxicos son innecesarios porque en nuestro idioma tenemos palabras que
significan lo mismo, y sin embargo muchos dejan de utilizar las palabras propias para lanzarse en brazos del
extranjerismo, bien porque les parece más moderno y de más categoría (o sea,
por esnobismo) o porque desconocen el vocabulario que les ofrece su propio
idioma (o sea, por ignorancia).
Ejemplos
de esto los encontramos en la calle y en los medios de comunicación a todas horas.
¿Recuerdan ustedes cuando se decían palabras como «boletín» o «boletín
informativo», en vez de newsletter? ¿O cuando decíamos «tendencia»,
«tema candente», o «tema de actualidad», en vez de trending topic? Ya
también se está desplazando «vegetariano» a favor de veggie, del mismo
modo que muchos ya no dicen «moderador» ni «bulo» ni «artículo», sino comunity
manager, fake news y paper.
En
fin, los ejemplos son innumerables, pero hoy quiero dedicarle unas líneas a una
de esas palabras intrusas en particular. Se trata de spoiler.
Esta
palabra me causaba, hasta no hace mucho, cierto recelo, porque no acertaba yo a
encontrar la forma española que la tradujera directamente en algunos contextos,
de modo que me preguntaba si no sería éste un caso de préstamo auténtico, es decir,
de préstamo necesario porque en nuestra lengua no teníamos un término equivalente.
Lo cual, la verdad sea dicha, me costaba darlo por sentado.
Como
saben ustedes, spoiler (de spoil, estropear), significa «el que estropea»
o echa a perder, y también «aguafiestas», y se usa modernamente para referirse al
hecho de desvelar una parte importante o crucial de un asunto, una película, obra
literaria, etc. Así decimos, por ejemplo: «Dime de qué va la novela pero sin
hacer spoilers»; «No te cuento más para no hacerte un spoiler», etc.
Pero es
obvio que, antes de que se implantara el uso de spoiler en la lengua
española, tendríamos alguna forma de referirnos a ese hecho de desvelar más de
la cuenta. Y, en efecto, decíamos: «No me destripes la película que aún
no la he visto»; o «El bocazas de Pepito
me ha reventado el final de la serie».
Como
digo, hasta hace poco yo me preguntaba, intrigada, si no existiría en español
la manera de decir eso mismo pero con un sustantivo en vez de con un verbo.
Porque no se decía «No me hagas un destripe», ni «La reseña contiene destripes»,
ni nada semejante.
Y tampoco
servía «aguafiestas», porque sólo se aplica a personas: «Pepito es un aguafiestas,
me ha contado el final de la película».
Pues
bien, no hace mucho, en un momento cualquiera, tuve una especie de revelación y
me pregunté, de repente, si la palabra
inglesa spoiler y la española «expolio» tendrían un origen común o si
estaría yo haciendo otra de mis habituales conexiones inconexas. Desde luego la semejanza entre ambas me pareció evidente, pero ya sabemos que la similitud
entre dos palabras no siempre implica parentesco.
El
caso es que después de que esa idea se presentara en mi cabeza como una visita
que aparece sin avisar, no me quedó otro remedio que indagar un poco. Y así
supe que «expoliar» (despojar, saquear) proviene del latín despoliare,
que a su vez procede de spoliare (robar, saquear, y también
descubrir o revelar), de donde derivó «espolio»,
que después se transformó en «expolio».
Y a
continuación comprobé fácilmente que spoil y por lo tanto spoiler
proceden también, en efecto, de spoliare, por lo que no necesité
más para saber que mi conexión no había
sido inconexa sino certera.
Así
pues, ya puedo decir con todas las de la ley frases como: «El prólogo del libro
es un expolio total», o «Aviso, este artículo contiene expolios».
De
todas maneras, el término spoiler está ya tan asentado en el habla
española que no creo que nunca llegara a ser desplazado por «expolio», pero me
da tranquilidad saber que en español tenemos este equivalente a nuestra
disposición. Quién sabe si en algún momento nos puede venir bien.
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Soldado romano dispuesto a spoliare |