Para la primera entrada de
2014 les pedí a unos amigos que compartieran con nosotros algunas de sus
ideas, de sus reflexiones, que nos inspirasen para empezar el año con
pensamientos constructivos y provechosos.
Y
ahora que 2014 acaba, me ha parecido que sería buena idea recurrir otra vez a
mentes preclaras y nobles para que nos ofrezcan nuevos ejemplos de sabiduría y
sensatez.
En
estos días en los que un año se va y otro llega; en los que nos ilusionamos con
nuevos proyectos, nuevas etapas, y en los que se habla de amor, paz y felicidad
entre regalos, banquetes y jolgorio de purpurina, los autores a los que he
pedido un poco de ilustración nos han dejado palabras que hablan de
agradecimiento por las cosas pequeñas; de apreciación por los momentos y los
placeres cotidianos; de comprensión humana, de renovación y de confianza en el porvenir y en
nosotros mismos.
Son Robert Walser, conocido y amado por su sencillez y su ternura; Xavier de Maistre, que me encandila con su franca ingenuidad; Stefan
Zweig, que vuelve a conquistarme con su elegancia literaria y personal; Robert Louis
Stevenson, porque nadie mejor que él para hablarnos de resistencia y coraje
ante la adversidad; Marguerite Yourcenar, que tan bien conoce al ser humano,
y Charles Dickens, que lo sabe todo.
No
me daba apenas cuenta de lo placentero que resultaba todo aquello para mí. Mi
madre se acercó y se sentó junto a nosotros. Sentí la necesidad de decir algo
amoroso o amable, pero ninguna palabra asomó a mis labios. Ella se dio cuenta
de lo que me pasaba, me tomó entre sus brazos y me besó. […] era feliz de poder
comunicarme así con mi madre.
(Robert Walser. Los
cuadernos de Fritz Kocher, 1904)
Un
buen fuego, unos libros, unas plumas, ¡cuántos recursos contra el aburrimiento!
Y aún más, qué placer olvidarse de los libros y las plumas para ponerse a
atizar el fuego, entregándose a alguna dulce meditación o componiendo algunas
rimas para alegrar a los amigos. Las horas discurren ante nosotros y caen
silenciosas en la eternidad sin que sintáis su triste pasar.
(Xavier de Maistre. Viaje
alrededor de mi habitación, 1794)
[…]
no veo por qué he de adoptar el papel de juez; prefiero actuar de defensor.
Personalmente, me causa mayor satisfacción comprender a los hombres que
condenarlos.
(Stefan Zweig.
Veinticuatro horas en la vida de una mujer, 1929)
Mi
paciencia da sus frutos. Sufro menos y la vida se vuelve casi dulce. […] los
periodos de felicidad, los progresos parciales, los esfuerzos de reanudación y
de continuidad me parecen otros tantos prodigios […]; las palabras libertad,
humanidad y justicia recobrarán aquí y allá el sentido que hemos tratado de
darles. No todos nuestros libros perecerán; nuestras estatuas mutiladas serán
rehechas, y otras cúpulas y frontones nacerán de nuestros frontones y nuestras
cúpulas […]
(Marguerite Yourcenar. Memorias
de Adriano, 1951)
El hombre se recupera de su desgracia, comienza a construir los nuevos cimientos de su vida sobre las ruinas de los antiguos, y cuando se le rompe la espada se las arregla con la daga como un valiente.
(Robert Louis Stevenson. Ensayos sobre literatura. 1887)
En la ciudad y en el pueblo hay puertas y ventanas
cerradas contra el frío, hay troncos llameantes apilados, hay caras alegres,
hay una sana melodía de voces.
Que la vileza y el daño queden fuera de los templos de los dioses del hogar, pero acojamos los recuerdos con dulce ánimo; pertenecen al tiempo y a su reconfortante y sereno consuelo.
Que la vileza y el daño queden fuera de los templos de los dioses del hogar, pero acojamos los recuerdos con dulce ánimo; pertenecen al tiempo y a su reconfortante y sereno consuelo.
(Charles Dickens. What Christmas Is as We
Grow Older, 1851)
* * *
Para todos ustedes, amigos de Juguetes del viento, mis mejores deseos para el nuevo año y mi agradecimiento por éste.