martes, 20 de julio de 2021

Divertimento veraniego

 

En la carnicería

Un hombre de unos sesenta años, gordote, de aspecto bonachón, habla sin parar con el carnicero, un joven muy correcto.

Mientras éste atiende mi pedido, el hombre habla y habla de cualquier cosa que se le viene a la cabeza.

De pronto, el hablador me pide disculpas por tanto parloteo, y yo, que en realidad me estoy divirtiendo mucho, le digo que no se preocupe. Entonces mira al carnicero y le dice:

—Pero, ¿a que soy simpaticote?

Y el carnicero:

—Hombre, Antonio, claro que sí.

Y el tal Antonio insiste:

—Yo soy más simpático que mi hermano, ¿verdad?

El carnicero, en un aprieto, echa mano de sus dotes diplomáticas:

—Los dos, los dos son muy simpáticos.

Entonces el hombre me mira otra vez y me dice, convencido:

—Yo, yo soy más simpático.

                                                                             *

 

En la carcinería

Un hombre de unos sesaños enta, gordote, de aspecho bonatón, para sin hablar con el carnicero, un jecto muy corroven.

Mientras éste apide mi tendido, el hombre habla y habla de cualcosa quier que se le bieze a la cavena.

De pronto, el hablador me dispide culpas por tanto parloteo, y yo, que en realidad me estoy divirtiendo mucho, le preocupo que no se diga. Entonces mira al carnicero y le dice:

—Pero, ¿a que soy simpaticote?

Y el carnicero:

—Hombre, Antonio, claro que sí.

Y el tal Antonio insiste:

—Yo soy más sirmano que mi empático, ¿verdad?

El carniprieto en un acero, echa mano de sus dóticas diplomanas:

—Los dos, los dos son muy simpáticos.

Entombres el honce me mira otra vez y me dice, convencido:

—Yo, yo soy más sintápico.

*

 

En el negocio de productos cárnicos

Un caballero de mediana edad, de amplias formas y apacible compostura, departe incansable con el responsable de la preparación y despacho de los productos a la venta, hombre de menor edad que el antedicho y de exquisitas formas en el trato.

Mientras el mencionado comerciante atiende mi pedido, el hombre de la amplia figura habla y habla de cualesquiera asuntos que acuden a sus entendederas.

Inopinadamente, el contumaz parlanchín se excusa ante mi persona por su incontenible verbosidad, y yo, que en honor a la verdad estoy disfrutando grandemente, le digo que no tenga por ello congoja ninguna. Acto seguido, el locuaz individuo dirige su mirada hacia el matarife e inquiere:

—Pero, ¿no es cierto que soy extrovertido y cordial?

Y el joven responsable de la cárnica mercancía responde al punto:

—Cómo negarlo, Antonio, sin la menor duda lo es usted.

Y el aludido, empecinado, persevera:

—¿Y no es más cierto que yo supero en gracia personal al otro hijo de mi madre?

El mancebo, en situación comprometida, recurre sin ambages a su habilidad para las relaciones con el prójimo:

—Ambos dos, ambos dos gozan de gran encanto y gracejo.

Entonces el caballero de la dilatada silueta vuelve a dirigir su atención hacia mí y me hace saber, con todo convencimiento:

—Este, este servidor de usted es más expansivo y grato.

*


Málaga