Veamos sólo unos pocos.
Hay una serie de televisión titulada 'Águila Roja', a la que en un par de ocasiones he llegado por el camino del zapping. Resulta que la serie está ambientada en el siglo XVII, pero ello no es óbice para que los personajes hablen como si se encontraran hoy mismo entre nosotros. El lenguaje no sólo resulta completamente anacrónico, sino que se recrea en la vulgaridad. En uno de los capítulos escuché, en no más de diez minutos, expresiones como:
-Piense con la cabeza, que las cosas pensadas con las tripas suelen ser una cagada.
-¿Sabe lo que más me jode?
-Salga usted, que yo me voy a escoñar.
-Pa haberse matao.
-Vamos rapidito, que estamos de un liao...
-Usted no rije.
-La madre que lo parió.
-No se haga usted el tonto, que sabemos que se la está pegando con la marquesa.
Yo no soy ninguna experta en el habla del siglo XVII, ni mucho menos, pero me resulta difícil creer que se utilizaran entonces tales expresiones.
Y claro, cuando hace pocos días, de nuevo con el mando de la tele en la mano, volví a topar con la serie en cuestión, no pude resistir la tentación de esperar a ver qué nuevas sorpresas me deparaba. Y no me llevé ninguna decepción, no. Ahí estaban los personajes, en especial uno al que llaman ‘Satur’, con sus anacronismos lingüísticos al por mayor.
Así escuché, entre otras cosas:
-Os va a caer la del pulpo.
-Vosotros sois mu pipiolos todavía.
-Para el carro.
-Pa lo pequeñajo que eres, acojonas.
-Un enviado de Antena 3 a Haití, se refiere a los trabajadores de la televisión del país, quienes, según el corresponsal, siguen emitiendo, “en una condiciones lamentables, pero no por ello realmente heróicas”.
Resbalón a la vista. Las condiciones son lamentables y por ello realmente heróicas.
-En el programa ‘Otros pueblos’ de TV2, el 24 de enero dedicaron un reportaje a la ciudad ecuatoriana de Guayaquil. Sobre imágenes de unas turistas en un mercado, dice el narrador que “por cuatro dólares las veraneantas se llevan pescado...”
Este tipo de adjetivos y sustantivos acabados en –ente, -ante o –iente, que tradicionalmente se consideran participios de presente por su origen latino, teóricamente no se deben acabar en –a, ya que se refieren tanto al masculino como al femenino.
Hay algunas formas, como presidenta, clienta o dependienta, que se han generalizado y popularizado tanto que ya dificilmente se pueden considerar erróneas. Pero son casos concretos, así que lo de veraneantas es una exageración. Porque si decimos veraneantas, ¿qué esperamos para decir amanta, cantanta o prudenta? Y ya puestos, iremos al banco a abrir una cuenta corrienta y les contaremos a los niños el cuento de la Bella Durmienta.
-En el Diario Sur (28 de enero), se lee: “Raquetazo a De la Torre”. Y claro, parece que el pobre señor de la Torre ha recibido un golpe de raqueta por parte de algún tenista ofuscado. Mira lo que le pasó a Berlusconi.
Pero no. Es que el redactor tenía el día metafórico, y para referirse a un problema de gestión de unos torneos de tenis, recurrió a esa ambigua figura retórica.
Pero su inspiración da para mucho más, así que insiste:
Y sigue:
“El PSOE cree que la bola entró y que pueden haber «presuntas irregularidades».”
Además de la retórica absurda, obsérvese el patinazo de pueden haber, y obsérvese sobre todo el tono tan poco serio, tan poco profesional y tan de charanga carnavalesca que se emplea en la redacción de una noticia que es meramente política y donde no caben -en teoría- chascarrillos ni burlas.
Qué poca formalidad.
-Y para terminar, un traspiés raro y desconcertante.
En un programa de televisión, una juez habla de la forma en que hay que realizar determinadas actividades. Y dice: “A eso yo lo llamo ‘las tres efes’: eficacia, eficiencia y efectividad”.
¿Las tres efes? ¿Por qué se salta la e?
Y para que no cupiera duda, por si estábamos pensando que se había equivocado, o que habíamos oído mal, la señora lo vuelve a decir no una sino dos veces más.
Inexplicable.