"Comencé a leer con gran esfuerzo, pero luego, cautivado por la maravillosa fábula, me olvidé de todo... ¿Recompensarán a este bardo escocés en el otro mundo por cada minuto de placer que regala con su libro?"
Por otro lado, también me parece muy importante el detalle de que eso sucediera en una noche difícil, en la que el personaje se encontraba muy inquieto, y de que aunque al principio le costase concentrarse en el libro, poco a poco fuese sintiéndose "cautivado" por la historia que en él se relataba.
Esta idea de que los libros puedan ser un medio de salvación, una forma de ausentarnos de las circunstancias en momentos concretos, me resulta fascinante. Que un narración, una historia escrita, hecha sólo de palabras, tenga esa capacidad de liberarnos temporalmente de nuestra realidad, es algo que, aunque sabido y esperado, nunca deja de asombrarme.
¿Qué poder excepcional es el que hace posible que las mismas palabras que usamos en las situaciones más corrientes o más prosaicas del día a día, tengan la capacidad de transportarnos a situaciones insólitas, a circunstancias que no han existido en ningún lugar ni en ningún momento, y además seamos capaces de vivirlas con la intensidad de una experiencia verdadera ?
En las palabras hay magia, y qué magos excelentes son aquellos que la ejecutan con tal maestría. Por eso yo también creo que merecerían alguna clase de recompensa "en el otro mundo", en algún paraíso ultraterrenal, en algún más allá novelesco que debería existir como colofón a su extraordinario espectáculo de ilusionismo.
*Mijáil Y. Lérmontov. El
héroe de nuestro tiempo (Ed. Akal, 2009. Traducción de Rocío Martínez
Torres).