miércoles, 25 de agosto de 2021

Viajes de verano, verano de viajes

Este verano he visitado varias ciudades europeas, y he tenido ocasión de conocer a personas muy diferentes entre sí. Todas me han interesado, por un motivo u otro, y de hecho, me he centrado más en ellas que en las ciudades en las que habitan.

Mi primer destino, fue, como tantas otras veces, Londres. Allí conocí a unos amigos que me parecieron un poco excéntricos, pero también muy educados,  divertidos e inteligentes. Tuve la suerte de que me permitieran visitar el curioso club al que pertenecen, y pasé unos ratos estupendos escuchando sus peculiares anécdotas.

Desde Londres fui a Hungría, en concreto a Budapest. Me alojé con una pareja acomodada, y aunque traté bastante con la señora de la casa, a quien conocí mejor fue a la muchacha que trabajaba con ellos. Se llamaba Anna y era muy callada, muy reservada. A mí me intrigaba mucho su personalidad, y la paciencia extraordinaria que mostraba ante los desplantes y las exigencias de la señora.  Me parecía admirable ese aguante. Sin embargo, no pude evitar preguntarme si Anna sería capaz de seguir mucho tiempo así. Cuando me marché, las cosas entre Anna y los señores se habían complicado mucho.

De Budapest fui a Praga. Pasé unos días extraños e inquietantes en el barrio judío. Allí conocí a un joven al que nunca olvidaré, sensible, bueno, trabajador, pero infeliz, asediado por inquietudes y dudas, sobre sí mismo y sobre las personas con las que trata habitualmente. Me contó su historia y quedé fascinada por sus detalles, terribles  y conmovedores. Me costó despedirme de él, me hubiera gustado quedarme allí algún tiempo más, pero tenía que seguir camino.

Volví entonces a Hungría, esta vez no a Budapest, sino a una pequeña ciudad llamada Sárszeg. Allí estuve una semana con un matrimonio mayor, dos personas entrañables. Casualmente, cuando yo llegué, su hija, a la que llaman Alondra, se marchaba a pasar unos días con unos parientes, así que sólo la traté un poco al final de mi estancia, cuando regresó, y sólo supe algo de ella de manera inderecta. Pero no me importó no conocerla mejor, porque creo que sus padres son mucho más interesantes que ella.

Ahora, cuando falta poco para que terminen mis vacaciones, me encuentro en Italia. Aquí he entablado amistad con un señor mayor que me está contando muchas anécdotas sobre su vida, sobre cómo empezó a interesarse por los libros cuando era niño, cómo se convirtió en un auténtico bibliófilo,  y cómo llegó a hacerse anticuario y dedicar su vida a los libros. Me encanta hablar con él, y estoy segura de que también me costará despedirme.

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Y por si tienen curiosidad por conocer cuáles han sido los medios de transporte que he utilizado para realizar estos maravillosos viajes, les dejo aquí la información correspondiente:

-G. K. Chesterton. The Club of Queer Trades (El club de los negocios raros).

-Dëzso Kostolány. Anna la dulce. (Xordica ed, 2021. Trad. de Judith Xantús).

-Gustav Meyrink. El Golem (Valdemar, 1994. Trad. de Alfonso Ungría).

-Dëzso Kostolány. Alondra (Ediciones B, 2002. Trad. de Judith Xantús).

-Alberto Vigevani. La febbre dei libri. Memorie di un libraio bibliofilo (Sellerio Editore, 2020).

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Espero que ustedes  hayan tenido también unas vacaciones estupendas.