“Seamos hospitalarios con los extraños,
pues tal vez sean ángeles disfrazados”
pues tal vez sean ángeles disfrazados”
Un sencillo letrero con estas palabras recibe al visitante que entra en Shakespeare and Company, como poética bienvenida a todo aquel que se acerca a este peculiar negocio.
La primera vez que supe de la existencia de esta librería, me llamó la atención su nombre, que me pareció curioso, y supuse que se encontraba en Reino Unido, probablemente en Londres. Pero en seguida vi que me equivocaba. Porque Shakespeare and Company se encuentra en pleno París, junto al Sena y frente a la catedral de Notre Dame, y su nombre es, en realidad, lo menos curioso de este lugar.
La librería fue fundada por un joven americano llamado George Whitman, un auténtico enamorado de los libros, que, en 1948, después de haber viajado a la aventura por medio mundo y haber participado en la II Guerra Mundial, se instaló en París, estudió en la Sorbona, e inició un pequeño negocio de préstamo de libros.
Poco después, en 1951 abrió su librería. Eligió como local una modesta edificación del siglo XVI, que originalmente había sido una dependencia de Notre Dame.
Whitman, un hombre de espíritu romántico e idealista, que leía un libro cada día, no quería que su librería fuera un mero negocio de venta de libros, sino un hogar para escritores y amantes de los libros, un lugar de reunión, donde escribir, charlar y leer. Un auténtico refugio literario que tuvo visitantes tan ilustres como Henry Miller, Anais Nin, Simone de Beauvoir, Jack Querouac, William Burroughs...
Constantemente llegaban y siguen llegando a este “refugio” viajeros de todo el mundo, que encuentran en la librería un sitio donde escribir, si es lo que quieren, y donde dormir, si es lo que necesitan, durante unos días o incluso meses. A cambio, se les pide que colaboren en las tareas de la tienda durante dos horas al día.
“Da lo que puedas. Toma lo que necesites”. Otro lema que refleja su manera de hacer las cosas.
Desde hace varios años el negocio está a cargo de su hija Silvia, que, aun conservando el espíritu soñador, desinteresado y utópico de su padre, sabe que para mantener vivo y activo su sueño hay que tener página web, estar presentes en Facebook y Twitter, vender a través de internet, y diversificar su oferta, por ejemplo, añadiendo una pequeña cafetería, porque, según sus palabras, “el café y los libros combinan muy bien”.
En fin, aunque a George Whitman solo le importaran las personas y los libros, lo cierto es que hace falta ganar dinero para que no les vuelvan a cortar la luz ni el agua.
El mes pasado tuve la gran satisfacción de visitar Shakespeare and Company por primera vez.
Vi su peculiarísima fachada desde Notre Dame. La vi allí, con su viejo retrato de Shakespeare presidiendo esa pequeña plaza que forma la ancha acera, con sus arbolitos, su fuente, sus rústicos cajones de libros, y con las docenas de personas, de todas las edades y de todas las procedencias que pululan siempre por allí, entrando y saliendo de la tienda, mirando el escaparate… estando allí, simplemente.
Y hacia allí me dirigí, para hacer yo lo mismo. Me entretuve en la puerta un ratito y después entré. Y aunque teóricamente sabía lo que iba a ver, no pude evitar el asombro que me causó el sinfín de libros que allí encontré, las estanterías atestadas, en las que los libros, desde el suelo hasta el techo, parecen darse codazos entre sí, peleando por su hueco.
En los espacios libres, fotografías, dibujos y carteles dan una grata sensación de calidez hogareña, de humilde confort.
Después subí la empinada escalera de madera, que parece tan gastada e inestable como el resto de esta casita de cuento.
Allí, en la primera planta, estaban la vieja máquina de escribir, la butaca, el piano, el sofá… y las ventanas desde las que se ve Notre Dame. Y, por supuesto, más libros por todas partes.
El creador de este legendario lugar, que en 2006 recibió el título de Officier des Arts et Lettres del gobierno francés, murió en diciembre pasado, a los 98 años de edad, y desde entonces, una pequeña pancarta en la fachada sirve de modesto homenaje.
Aunque quizá para él, el mayor premio, el mejor homenaje, es descansar en el cementerio de Père Lachaise, en compañía de Balzac, Apollinaire, Colette, Oscar Wilde...
• Shakespeare and Company abre todos los días del año, incluidas las fiestas navideñas.
• La mayoría de los libros son en ingles y de segunda mano.
• Ha aparecido en películas como Antes del atardecer (2004) y Medianoche en París (2011).