domingo, 17 de noviembre de 2024

La inteligencIA

Pienso mucho últimamente en la inteligencia artificial y todo lo que conlleva y va a conllevar, y la primera conclusión a la que llego siempre es que no sé qué me parece más temible, si la inteligencia artificial o la estupidez natural. Y también me pregunto si la inteligencia artificial no tendrá como contrapartida una estupidez artificial también, al igual que sucede en el caso humano.

Lo que me parece indudable es que si, hasta ahora, todo lo que sucede en el mundo ha dependido de la inteligencia y de la estupidez humana, a partir de ahora todo dependerá también de ese tercer factor, una inteligencia de otra clase que podrá superar a la inteligencia humana pero cuya posible estupidez difícilmente será superior a la estupidez humana.

Que conste que la IA me parece maravillosa en muchos sentidos, por ejemplo en todo lo relacionado con la ciencia médica y en todo lo que requiera una precisión y exactitud que el ser humano no puede alcanzar dada su propia condición humana, que está sujeta a emociones, dudas, deseos, miedos, intereses, olvidos, distracciones y temblor de manos.

Pero la IA también me parece temible por otros aspectos, que tienen que ver precisamente con lo mismo pero al revés: que no tiene emociones, ni recuerdos, ni sentido del humor...


Y sin embargo, lo más inquietante es que la IA pueda llegar a alcanzar tal grado de desarrollo y perfección que acabe siendo capaz de sentir, de pensar, de desear... es decir, de adquirir sentimientos y conciencia propia, como los humanos.

Pero entonces esto me lleva a otra cuestión: si la inteligencia artificial se volviera tan completa, tan compleja y tan humana como para llegar a tener sentimientos, conciencia, deseos, etc., ¿adquiriría con ello también la capacidad de meter la pata como un humano cualquiera? Y en ese caso, ¿no sería mejor quedarnos como estamos?

En fin, ya ven ustedes que  pensar en esto me genera un revoltillo de paradojas que me abruma y me confunde de tal manera que acabo por no saber realmente qué pienso de todo esto.

Entonces, por acotar el pensamiento y limitarlo a algo un poco más manejable, me centro en un uso concreto de la IA, como son los traductores automáticos. Si duda, es maravilloso poder disponer de una herramienta que nos permita comunicarnos con hablantes de cualquier idioma, aunque no sepamos ni una palabra de ese idioma. Esto probablemente implicará, entre otras cuestiones, que desaparezca el aprendizaje de idiomas, asunto que daría para mucha reflexión también.

Pero lo más inmediato es el uso que ya tienen los traductores automáticos. Hace poco leí un artículo sobre este asunto en el que se decía que los traductores automáticos no son fiables en determinadas situaciones delicadas, porque tienen aún ciertas limitaciones. Por ejemplo, pueden confundir palabras de ortografía o sonido similar, y no detectan las erratas, por lo que las palabras mal escritas las toman por otras, y las traducen por ésas sin percibir que no encajan en el contexto. Por lo tanto el uso de traducciones automáticas en sectores como la medicina o el derecho, o en situaciones bélicas, supone un riesgo gravísimo, ya que un error en esas traducciones puede dar lugar a una catástrofe, personal o colectiva.

Y es cierto. Imaginemos que un traductor automático confunde, por ejemplo, las palabras inglesas "probe" y "prove", es decir, que confunde "sondear/investigar" con "demostrar", y desde luego no es lo mismo investigar si alguien ha traficado con drogas que demostrar que ha traficado.

Pero lo triste del asunto es que este tipo de errores también los cometemos los humanos. ¿Acaso no vemos y oímos equivocaciones de este tipo por doquier, en cualquier tipo de texto escrito o discurso hablado?  De hecho, el error que he utilizado como ejemplo es real y lo cometió hace un tiempo un ser humano en televisión. 

Es decir, si nuestro consuelo o defensa ante la apabullante arremetida de la IA es que a veces se equivoca, ya podemos darnos por derrotados, porque nosotros seguiremos cometiendo errores pero la IA sin duda dejará algún día de cometerlos.

 

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viernes, 1 de noviembre de 2024

Traducciones simpáticas

Esta entrada fue publicada originalmente en Juguetes del viento el 22 de octubre de 2012. 


Terminaba la entrada anterior con una referencia a ciertas expresiones que se utilizan en español directamente, es decir, no en textos traducidos, sino elaborados originalmente en español. Son frases que en algún momento fueron traducidas de forma inexacta y que así se siguen reproduciendo.


Una de ellas es “más grande que la vida”,  traducción literal de “bigger than life”, expresión que equivale a extraordinario.
Se utiliza con frecuencia en críticas y comentarios sobre obras artísticas, por ejemplo películas y videojuegos, en frases como “Un cine más grande que la vida”. 

Y siempre con ese sentido de extraordinario, magnífico, sensacional, superior, excelente, sobresaliente, maravilloso, fuera de lo común, grandioso...

¡Anda!, cuántas formas tenemos en español para decir bigger than life sin tener que calcar la expresión inglesa…

Bueno, yo estoy segura de que las personas que han utilizado la expresión en estos textos saben perfectamente que es un ‘transplante’ lingüístico innecesario y tontorrón, pero a lo mejor les parece que queda muy chuli y moderno.

Nuestra segunda expresión del día es “truco o trato”, que, como todo el mundo sabe, es la versión española de “trick or treat”, la famosa fórmula que caracteriza la fiesta americana de Halloween.
Yo tengo dos teorías con las que me intento explicar por qué en un momento dado “trick or treat” se convirtió  en “truco o trato”.
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Primera teoría: lo tradujo alguien que sabía que trick significa truco y que treat significa tratar (verbo), pero no sabía que trick también significa travesura o broma, ni que treat (sustantivo) significa golosina, chuchería, regalo, detalle.

Porque al fin y al cabo de eso se trata: de dar golosinas o regalitos a los niños para que no te hagan una trastada.

Segunda teoría: se eligió esta forma a sabiendas de que “truco o trato” es una traducción muy poco atinada, para mejor imitar el ritmo y la sonoridad de la expresión original.

A colación de esto –y permítanme la tontería- intento yo imaginarme qué pasaría si los americanos nos copiaran a nosotros alguna de nuestras celebraciones tradicionales, propias y arraigadas en la tierra de los siglos. Por ejemplo, los desfiles procesionales de la Semana Santa, o la Feria de Sevilla, los Carnavales de Cádiz, las Fallas de Valencia…

Tendrían que transplantar al inglés expresiones propias de dichas fiestas, con el ridículo resultado de “To the heaven with her!” (¡Al cielo con ella!), cuando levantaran el trono o paso de la Virgen; o “Long live the Captive!” (¡Viva el Cautivo!), cuando pasa por las calles la figura del Cristo hecho preso; o “Excellent there, my soul! (¡Ole ahí, mi arma!); “What a salt-shaker you have!” (¡Qué salero tienes!).
Y cosas así.

La última expresión de hoy es “simpatía por el diablo” ("sympathy for the devil"), locución muy famosa y popular porque es el título de una canción de The Rolling Stones.
Pero, como muchos saben y algunos desconocen, sympathy no significa simpatía, sino compasión.
De hecho, en los diccionarios aparecen sympathy y compassion como sinónimos.
Una vez más, estamos ante una “fotocopia”,  una traducción palabra por palabra, de esas que tanto nos dejan en evidencia.

La expresión “sympathy for the devil” se usa en inglés cuando alguien manifiesta compasión o pena por alguien que no merece esa condolencia.
Si nos compadecemos de un canalla por el castigo que le impone la ley, alguien nos podrá decir que eso es “sympathy for the devil”.

Por otro lado, también se usa esta expresión para referirse a una narración que está planteada desde el punto de vista del malo.

The Rolling Stones, en su canción Sympathy for the Devil, juegan precisamente con los dos usos de la expresión: por un lado, la canción está escrita en primera persona y es el diablo el que se expresa (“Permitan que me presente/ soy un hombre que…”), y por otro, nos pide, él mismo, que tengamos compasión de él, pues quiere que le pongamos freno después de todas las maldades que ha cometido a través de los siglos: “Necesito un poco de control/ así que si se encuentran conmigo/ tengan la amabilidad/ muestren un poco de compasión…”

Como se ve, ni la expresión en sí  ni la canción tienen que ver con que el diablo nos resulte simpático ni nos caiga bien.

Es que el fenómeno de los “falsos amigos” es ciertamente muy curioso e interesante, sobre todo porque  parece un capricho lingüístico, una cuchufleta ideada por un duendecillo  que se divirtiera trasteando con las palabras. Pero es en realidad una mera y lógica consecuencia de la evolución del lenguaje y de los vaivenes que experimentan los significados de las palabras, según el uso que los hablantes hacen de las distintas acepciones de las mismas.
Una cuestión apasionante, ¿a que sí?