Tengo
un amigo un poco punk y un poco destroyer que no cree en casi
nada.
Hace
unos días yo le decía que en los libros hay sabiduría y, recurriendo al tópico de “la pluma es más fuerte que la
espada”, añadí que también puede haber mucha rebeldía.
Pero
a él todo esto le parece exagerado pues no cree ni que los escritores sean
sabios ni que los libros puedan cambiar nada.
Yo comprendo
que hablar de escritores y libros, así, a bulto, es arriesgado e injusto,
porque es como darle el mismo valor a una esmeralda que a una piedrecilla del
campo. Pero,
obviamente, cuando yo digo “escritores” no me refiero a cualquier juntaletras
que se inventa una historia y la pone por escrito. Y cuando digo “libros” no me
refiero a cualquier montón de páginas cosidas y encuadernadas.
Lo
que es indudable es que los sabios existen. Son esas personas que ven con mayor
claridad que la mayoría, que perciben la esencia de las cosas, que captan el
detalle fundamental de las circunstancias, que tienen puntos de vista diferentes y saben reflejarlo en palabras.
Yo tengo
mucha fe en las palabras y en la capacidad del lenguaje para representar toda
clase de pensamientos, pero
hay ocasiones en que no encontramos la forma exacta de expresarnos, por muy
amplio que sea nuestro vocabulario y mucha nuestra habilidad para construir frases
impecables.
Aunque
en esos casos lo que falla no son las palabras; el problema es que lo que
queremos expresar, lo que necesitamos
poner en palabras, no son pensamientos sino otra cosa, algo aun más
abstracto e inasible que los pensamientos. Supongo que es lo que llamamos
sentimientos, o emociones.
Por
lo tanto, para traducir “esas cosas” a palabras con precisión, sin que suenen a otra cosa, hace falta algo más que esa mediana capacidad
de expresión que tenemos todos. Hace falta una capacidad extraordinaria de
expresión pero también de discernimiento. Hay que ser capaz de captar la sensación,
identificarla y entenderla.
Y
todo esto es también aplicable a la sociedad, al mundo, a la vida, al
comportamiento en general del ser humano y sus consecuencias.
Y
los que tienen ese algo más, esa capacidad extraordinaria de entendimiento y expresión,
son los escritores sabios y los sabios escritores.
Ellos
sí saben expresar lo más complejo, lo que a los demás se nos queda en un "no sé cómo decirlo"; ellos sí saben darle forma porque lo
entienden mejor, porque tienen la capacidad de penetrar en los entresijos
psicológicos del ser humano y de la vida, abrirse paso entre ellos y salir con
las palabras necesarias para que los demás lo entendamos también y nos sirva de
guía.
Por eso, aunque mi amigo no esté de acuerdo, yo sigo creyendo que la sabiduría está en los libros.
A no ser que la sabiduría consista en otra cosa, claro. Pero yo no lo creo.
A no ser que la sabiduría consista en otra cosa, claro. Pero yo no lo creo.