…salta
la liebre, dice el refrán, parafraseando
el cual podríamos decir que también donde menos se espera salta la palabra. La
palabra rara, curiosa, interesante. Esa palabra que nunca antes habíamos visto,
que no conocíamos y que descubrimos así, de sopetón, en cualquier sitio y por
sorpresa.
Esto
les habrá ocurrido a ustedes muchas veces, sin duda, como a mí misma, ya lo
saben.
Cuando
encuentro una de esas palabras inauditas que me llaman la atención no tengo más
remedio que anotarla; es inevitable, no puedo dejarla pasar, para después, en
cuanto tenga ocasión, intentar saber algo más de ella: su significado exacto,
su origen, sus usos frecuentes, sus diferentes acepciones si las tuviere…
Normalmente
son palabras a las que no voy a poder dar uso,
es decir, que se van a convertir en vocabulario pasivo dentro de mi
diccionario mental, aumentando ese conglomerado de cachivaches inasibles que
algunos llaman conocimientos inútiles. Pero nunca he alardeado de tener un
sentido práctico de la vida, así que me quedo con ellas y las guardo como quien
guarda un recuerdo que le gusta pero que probablemente nunca va a utilizar:
simplemente por el gusto de tenerlo, de saber que existe.
Hoy
traigo aquí, para compartirlas con ustedes, que es lo que más me gusta, unas
cuantas palabras nuevas –nuevas para mí- que han ido saltando ante mis ojos,
cual liebres con ganas de juego, en diversos textos que he
leído últimamente.
La
primera de ellas es la inquisitorial relapso, que según nuestro
diccionario de referencia es aquel que “reincide en un pecado del que ya había
hecho penitencia”. O sea, un auténtico pecador, un reincidente, un obstinado,
un incorregible que peca y repeca aun habiendo sido ya
castigado por ello.
“…
éste debe ser condenado como relapso con todo derecho, porque tras de esta
segunda prueba ya no resulta dudoso que sea culpable del primer error.”
(Jacob
Sprenger. El martillo de las brujas para golpear a las brujas y sus herejías
con poderosa maza: Malleus maleficarum, 1486).
Y
como esto de relapso me suena a lapso y a lapsus, vuelvo a
recurrir a los sabios y descubro que relapso deriva efectivamente de lapso, que
deriva a su vez de lapsus, que significa, ni más ni menos que deslizamiento,
caída, de ahí su sentido de “re-caída en un error”.
Pensándolo
bien, creo que a esta palabra si le podemos dar un uso cotidiano. Sobre todo después
de ver un telediario.
Otra
de mis palabras favoritas desde hace unas semanas es sochantre.
No
me dirán ustedes que no es sonora y contundente. Antes de saber su significado,
a mí esta palabra me sonó a insulto, pero a insulto cabal, merecido y específico.
Un insulto meditado y elegido a conciencia. Pero no, no podemos insultar a
nadie con este vocablo colosal porque nada tiene de ofensivo: el sochantre es
el “director del coro en los oficios divinos”.
Esta
palabra tan curiosa y resonante está formada con la preposición so y el
sustantivo chantre, derivado del francés chanteur, cantor. Por lo
tanto el sochantre es el que está por debajo, el auxiliar, del chantre o
maestro del coro.
“Aquí
hubiera acabado su faena mística el Sochantre, si de improviso no levanta
Isabel sus ojos del suelo…”
(Ginés Alberola. El
sochantre de mi pueblo, 1890)
La
última palabra de hoy es bibliópolo.
Ya
conocíamos al bibliófilo, al bibliómano y al bibliógrafo, y ahora se une a ellos su amigo el bibliópolo,
o bibliopola, tal y como aparece en el diccionario de la RAE, que es un
vendedor de libros antiguos y especialmente de libros raros y curiosos.
Procede del griego bibliopoles, compuesto
por las formas biblion y polein, vender y llega a nosotros a través del latín bibliopola.
“Quintiliano
coloca al frente de sus Instituciones oratorias una carta escrita al
bibliópolo Tryphon, donde se le muestra muy reconocido.”
(Manuel Danvila y
Collado. La propiedad intelectual: legislación española y extranjera
comentada, concordada y esplicada según la historia, la filosofía, la
jurisprudencia y los tratados, 1882).
Relapso, sochantre, bibliópolo. Puede que éstas sean palabras hoy caídas en desuso, pero si a veces vuelven con un nuevo aire las modas del vestir tras pasar un tiempo en el armario del olvido; si se recuperan tradiciones que parecían perdidas para siempre, y si la nostalgia nos hace volver la vista al pasado para darle un nuevo valor a toda clase de manifestaciones del saber y el hacer humano, también podríamos, digo yo, volver a usar palabras arcaicas y renovarlas quizás con acepciones más modernas.
Más
que nada porque suenan divinamente, ¿no les parece?