En
la novela Mr. Mercedes (2014) de Stephen King, un detective jubilado
llamado Hodges recibe, por correo postal, una carta de un asesino en serie escrita a ordenador .
La
carta, por supuesto, no tiene huellas dactilares ni ofrece ninguna otra pista que
pudiera llevar a la identificación del remitente. O eso cree el susodicho.
Pero
Hodges analiza la carta con un método forense muy especial, uno “que no
requiere cámaras, microscopios ni productos químicos especiales”, y que no
busca huellas, ni fluidos corporales, ni cabellos, ni ninguna de esas pruebas
físicas que se analizan en un laboratorio. No,
Hodges analiza la carta utilizando la lingüística forense.
Hace
un par de años quedé embobada, como es propio de mí, al leer un artículo sobre esta
disciplina, de la que no había oído hablar hasta entonces, y que me
pareció fascinante.
Supe
entonces que la lingüística forense consiste en el estudio del lenguaje
aplicado a la resolución de procesos legales; o, dicho de otro modo, el
análisis del lenguaje en relación con la comisión de delitos.
Y
una de sus aplicaciones es precisamente la que vemos en la novela de Stephen
King: el examen del lenguaje con el que se han escrito textos relacionados con casos policiales.
Esos
textos pueden ser cartas y correos
electrónicos de chantaje o amenaza; notas de suicidio; de secuestros; mensajes
de móvil, mensajes en redes sociales y chats; anotaciones de diarios…
Y es que el análisis de un texto desde el punto de vista de la lingüística forense puede
revelar o al menos sugerir información relevante sobre la persona que lo ha escrito: edad, sexo, etnia,
nivel cultural, origen geográfico, profesión, religión, filiación política,
incluso aficiones y otros detalles que se reflejan en nuestra forma específica
de emplear el lenguaje, es decir, nuestro idiolecto.
No
se trata, claro está, de deducir simplemente
que si una persona escribe con faltas de ortografía es alguien de escasa
formación académica.
Los “detectives
lingüísticos” observan y analizan cómo el autor del texto en cuestión
estructura las frases, los párrafos y el texto en general; qué registros de
vocabulario utiliza; la puntuación; el uso de determinados recursos del
lenguaje escrito, como las mayúsculas, subrayados, exclamaciones; errores
significativos o recurrentes, etc. El análisis lingüístico forense permite
extraer conclusiones de todas esas particularidades que imprimimos a nuestros
textos sin darnos cuenta de ello o sin saber cuánto pueden revelar de una
persona.
Todo esto queda bien reflejado en el análisis que Hodges hace de la carta enviada por el asesino llamado Mr. Mercedes. Así, por ejemplo, lo primero en que repara el detective es en el aplomo del remitente, en la seguridad en sí mismo que se trasluce en la carta.
También
observa que utiliza algunas palabras poco habituales y
ciertas florituras de expresión, por lo
cual supone que debe de tratarse de una persona inteligente, leída, a la que le
gusta escribir; que probablemente en el instituto sacara buenas notas en lengua
y a la que le gustara leer sus trabajos en clase.
Por
otro lado, utiliza expresiones relacionadas con el béisbol, lo cual puede
indicar que sea aficionado a este deporte; y obviamente se maneja bien con los
ordenadores, por lo que quizá se trate de una persona no muy mayor. Y es que
además, según percibe Hodges, la carta
tiene en general un cierto aire juvenil...
Claro
está que todas estas conjeturas son sólo eso, conjeturas, suposiciones y
posibilidades, basadas en gran parte en la intuición, pero no dejan de ser también
un punto de partida, algo que permite como mínimo descartar ciertas opciones.
Además, el análisis que hace Hodges es lingüística forense casera; los
métodos y medios tecnológicos de los verdaderos detextives son
obviamente mucho más sofisticados, complejos y refinados. Pero con ello Stephen
King nos da una idea bastante clarificadora de lo que este tipo de análisis
supone para la investigación criminal.
Si
ya la grafología nos sorprende con su capacidad para revelar aspectos
psicológicos del autor de un texto manuscrito, cuánto más fascinante resulta el
hecho de que determinados rasgos de nuestra personalidad, de nuestra identidad,
puedan ser deducidos de un texto escrito por medios mecánicos, incluso si el
texto es un simple mensaje de teléfono móvil, como ya ha ocurrido en casos
reales.
Como
muchas veces hemos comentado aquí, el lenguaje es algo tan íntimo, tan
inherente al ser humano y tan propio de cada uno de nosotros que forma parte de
nuestra personalidad, de nuestra esencia personal. Y aunque un mismo idioma lo
hablen muchas personas, el uso individual que cada uno hacemos de él puede llegar a ser tan revelador como nuestra actitud.
Y es
que, ya lo saben ustedes, el lenguaje es tan poderoso y tan fundamental para la vida humana, que sirve hasta para
cazar a los malos. ¿Se le puede pedir más?