domingo, 23 de junio de 2024

Aniblogsario

En estos días se ha cumplido un nuevo aniversario de Juguetes del viento, y ya he perdido la cuenta de cuántos van. Bueno, es broma, sí sé cuántos van, y ahí está el archivo para confirmármelo: nada menos que dieciséis años.

A mí me da vértigo pensarlo, pero por otro lado me parece algo natural. Esto puede parecer una incoherencia, y quizá lo sea, pero así lo siento yo.

Digo que me produce vértigo porque dieciséis años son muchos para según qué cosas, y yo creo que para un blog son muchos.

Y por otro lado, digo que me parece algo natural porque, como ya he comentado en aniblogsarios anteriores, desde el momento en que nació Juguetes del viento, lo sentí como algo permanente, como algo que formaba parte de mi vida, de mis actividades habituales. Porque no surgió de una necesidad momentánea, ni de un capricho pasajero, ni de un interés temporal ni asociado a otras circunstancias. Este blog surgió como una expresión natural de mis intereses, y como un deseo intrínseco de comunicarme con otras personas a través de asuntos que forman parte inherente de mi persona. Y creo que ésa es la clave de la permanencia de los blogs, lo que hace que los mantengamos activos durante años.

No quiero decir con esto que otros blogs por ser menos duraderos sean menos valiosos. Esto de los blogs es, ante todo, una cuestión muy personal, y cada uno les da el uso que le resulta conveniente o necesario. Y obviamente la duración no lo es todo. La función que cumplan, para sus autores y para sus lectores, es lo que  más importa, y esa función puede verse cumplida en poco tiempo, sin que eso afecte a la calidad del blog.

En el caso de Juguetes del viento sin duda lo más importante no es que lleve activo más años o menos, sino sus lectores. Pero sí es muy importante el hecho de que muchos de esos lectores lleven muchos años acompañándome, algunos prácticamente desde el principio. Y eso no tengo forma de agradecerlo como merece.

Y también es muy importante que a lo largo de todo este tiempo no hayan dejado de llegar, para mi felicidad, lectores nuevos, lo cual influye muchísimo en que el blog siga activo. Por eso, aunque en los últimos tiempos mi ritmo de publicación se haya ralentizado, la ilusión permanece y se renueva con cada visita, con cada comentario.

Así pues, muchas gracias a todos ustedes, amables lectores, por su compañía, por sus aportaciones, por su presencia siempre enriquecedora y estimulante.


ancient writing


jueves, 6 de junio de 2024

Todo queda

 

Miguel y Antonio llevaban varios días observando las obras del pequeño edificio.

—Hay que ver, Miguel, la de años que vivimos tú y yo ahí, como buenos vecinos, y ahora nos encontramos los dos aquí, otra vez.

—Si es que todo queda, Antonio; aunque sea de una manera distinta, todo queda, nada se va para siempre.

—Y tanto que sí... —dijo Antonio, pensativo. Y añadió—: Yo creía que cuando ya no quedásemos ninguno de nosotros, la casa la echarían abajo enterita. Con lo antigua que es... Pero mira, respetan lo que es la fachada y la van haciendo nueva por dentro. Eso está muy bien, ¿eh?

—Sí, me alegra mucho ver mi balcón ahí, como siempre, y tu ventana debajo, con esas rejas tan bonitas.

—Cuántos recuerdos...

—Buenos y malos, ¿eh? No vayamos a ponernos sentimentales y a creer que todo era bueno entonces.

—No, claro, pero es mejor recordar las cosas buenas. Para qué volver a sufrir con las malas.

—Tienes toda la razón, Antonio.

—Y, por cierto, ¿te acuerdas de Encarnita, la del estanco?

—¡Hombre, no me voy a acordar!

Los dos se echaron a reír y un leve suspiro se les escapó del corazón.

—Es que me ha dado alegría ver que el estanco sigue abierto.

—Sí, pero la gracia sería que estuviera Encarnita.

—Pues quién sabe, igual aparece por aquí cualquier día, como nosotros.

—Ojalá —dijo Miguel,

Los dos amigos quedaron unos momentos en silencio, pensando y contemplando cómo la vieja casa en la que vivieron tanto tiempo atrás, Miguel solo y Antonio con su familia, iba rehaciéndose, reanimándose como un fantasma que va cobrando corporeidad.

—Oye —dijo Antonio entonces—, ¿a ti qué te parece todo esto?

—¿Lo de la casa?

—No, hombre, esto nuestro. Que estemos por aquí como si nada.

—Bueno, como si nada tampoco. Pero vamos, que me parece estupendo.

—¿Pero no te intriga? ¿No te parece raro?

—Sí, desde luego... pero me lo tomo tal cual, como uno de tantos misterios que tiene la vida.

—Pues tienes toda la razón, Miguel. Las cosas son como son, y si no está en nuestra mano el comprenderlas, por algo será.

—Equilicuá. Eso de darles vueltas a las cosas se queda para los filósofos, que ellos sabrán si les trae cuenta pensar tanto.

—Bueno, Miguel, entonces, hasta mañana, ¿no?

—Se supone que sí. Hasta mañana.

Y en un instante los dos amigos dejaron de estar donde habían estado hasta ese momento, aunque nadie hubiese reparado en su presencia.

 

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