A mí ya no me extraña que en la tele, con demasiada frecuencia, se hable mal; que el nivel de exigencia vaya para abajo que corta; que la falta de rigor y de conocimiento se imponga sobre el cuidado, el esmero y la buena formación.
Como tampoco me extraña que este avance de la desidia y el desinterés por las cosas bien hechas afecte igualmente a la prensa escrita, a la publicidad, a los textos oficiales… en fin, a todo.
Pero, pensaba yo, por lo menos nos queda la literatura para darnos el gusto de leer un texto bien elaborado, con un lenguaje simplemente correcto, sin expresiones ni palabras mal empleadas, fuera de lugar o innecesariamente vulgares.
Pero qué va. Mi gozo en un pozo, pues ya he podido comprobar, con gran pesar, que la falta de cuidado, de celo y atención no se detiene ante nada.
De todas formas, empezaremos por los casos clásicos, que no faltan.
Por ejemplo, en el telediario de Antena 3, del 7 de marzo, una reportera que informa sobre el caso de una mujer muerta a manos de su marido, dice que la mujer lo había denunciado previamente, pero que “no preveyó” el fatal desenlace.
Claro, preveyó, del verbo preveyer: yo preveyo, tu preveyas, el preveye…
Hace unos días, mando en ristre, pasando de un canal a otro, llegué a una emisora que no sabía que estaba sintonizada en mi tele: la conocida PTV, que yo creía que solo se veía si estabas abonado. El caso es que la sorpresa me hizo detenerme un momento para ver qué programa había. Era una entrevista a un actor de teatro, que estaba en Málaga actuando en esos días. Y como una de sus compañeras de reparto es natural de la ciudad, el entrevistador le dijo al actor que tenía “una buena cicerona”.
Yo no sé qué diccionario maneja dicho entrevistador, pero en los que consulto yo (RAE, Larousse, Espasa Calpe…), la palabra 'cicerona' no viene. Y se ve que tampoco viene en el diccionario de mi ordenador, que cada vez que pongo 'cicerona' me lo cambia automáticamente a 'cicerone'.
Porque claro, cicerone es palabra del género epiceno, es decir, que se refiere tanto al sexo masculino como al femenino.
Es lo mismo que ocurre, por ejemplo, con 'víctima' o 'criatura'. Y si a nadie se le ocurre decir víctimo ni criaturo cuando el referente es de sexo masculino, ¿por qué a algunos se les ocurre decir miembra y cicerona?
Y, como curiosidad, la actriz de la que hablaban, ¿qué personaja interpretaría?
Pero, como decíamos, lo más triste viene ahora.
He leído recientemente dos novelas de Mathias Malzieu.
Las dos me han gustado muchísimo, pero, para mi asombro, las ediciones, que estéticamente son preciosas, abundan en errores léxicos y sintácticos.
Por ejemplo, en las páginas 36-37, se lee “… y da la sensación que les cosquillean el cerebro…”, es decir, un clásico caso de queísmo, vicio de redacción tan feo como el dequeísmo. Para evitar caer en lo uno se cae en lo otro. Ayyyy…
En la página 55, otro fallo inexplicable: “… solo un epitafio gravado en el árbol.” Obviamente, el epitafio debería estar grabado, del verbo grabar, que es hacer una incisión, labrar letras o figuras en una superficie. No gravar, que es imponer o cargar algo sobre algo o alguien.
Hay más, hay más. Página 87: “Su voz recuerda a los gritos que pudiera dar una avestruz…”.
Y mira lo que dice el DPD:
"avestruz. ‘Ave corredora de gran tamaño’. Es voz masculina: «Me acordé de Óscar, el pequeño avestruz de peluche que mi padre me regaló» (Montero Tú [Cuba 1995]). Por influjo del género de la palabra ave, se comete a menudo el error de usarla en femenino: la avestruz."
Voy a terminar con un ejemplo de sintaxis rarita que hace bizquear y preguntarse en qué idioma está escrita la oración. Está en la página 91: “Aunque me hubiera encantado hacerle ni que fuera un poquito de miedo…”
Y que yo termine con este ejemplo no significa que no haya más errores en el libro, sino que me da corte seguir.
No obstante, hay que decir a favor de la editorial que en la segunda novela, solo hay un fallo.
No debería haber ninguno, por supuesto, pero después de lo visto, se agradece que solo confundan 'arroyo' con 'arrollo':
“El arrollo atraviesa el pueblo” (página 38) y “…por el fondo del arrollo…” (página 39).
Es un error propio de un alumno de Primaria. Pero del primer día de primero de Primaria.
Por último, y a riesgo de resultar cansina y policial, añadiré que en la página web del libro y en referencia al autor, se lee:
“A parte de escritor, también es el cantante de uno de los grupos de pop más importantes de Francia, Dionysos. Con el proyecto de La Mecánica del Corazón, libro y sexto álbum de la banda, Malzieu a seducido al gran público.”
Qué pena que una editorial ponga tan poco cuidado en la elaboración y promoción de sus productos. Y qué pena que el lector tenga que ver entorpecido de este modo el disfrute de unas historias tan bellas, graciosas y conmovedoras como las que cuenta Mathias Malzieu.