En
la entrada del 20 de julio, titulada De-text-ives,
hablamos de la lingüística forense, la disciplina científica que consiste, dicho
en pocas palabras, en el análisis de textos escritos relacionados con casos
policiales.
Como
ejemplo citábamos la novela Mr. Mercedes de Stephen King, en la que el protagonista,
el detective Hodges, analiza, de manera un tanto rudimentaria, una carta que ha
recibido. Con el análisis de esa carta, del estilo con que está escrita, el detective
traza un somero perfil del remitente, lo cual le sirve como punto de partida
para averiguar de quién se trata.
En
los comentarios de aquella entrada, nuestro amigo
Carlos propuso, casi de pasada, una idea que me pareció interesante y divertida y que me gustaría llevar a cabo. Consiste la cosa en que aquellos de ustedes que deseen participar, escriban comentarios anónimos -o firmados con seudónimo- a la presente entrada, para que yo, imitando al detective Hodges, intente averiguar a quién corresponde cada comentario, guiándome por su estilo.
Carlos propuso, casi de pasada, una idea que me pareció interesante y divertida y que me gustaría llevar a cabo. Consiste la cosa en que aquellos de ustedes que deseen participar, escriban comentarios anónimos -o firmados con seudónimo- a la presente entrada, para que yo, imitando al detective Hodges, intente averiguar a quién corresponde cada comentario, guiándome por su estilo.
Si los
comentarios pertenecen a lectores que hayan comentado aquí habitualmente puede
que yo tenga alguna posibilidad de reconocer su idiolecto, es decir, su forma
personal e individual de expresarse. Y si algún nuevo comentarista se animase a
participar, también sería interesante comprobar si soy capaz de distinguir que ese
texto determinado no pertenece a ninguno de los participantes habituales.
Claro
que también pueden ustedes hacer como el malo de la novela y cambiar adrede su estilo, disfrazar su idiolecto, pero ése es un riesgo que forma parte del juego. Los auténticos lingüistas forenses son tan perspicaces en sus
métodos y tan sofisticados en sus procedimientos que son capaces de
distinguir cuándo un texto está disfrazado y en qué consiste ese disfraz. Yo,
sin duda, caeré en la trampa tramposa si la hubiere, pero eso dará, si cabe,
más intriga y diversión al asunto.
Y también
sería divertido que ustedes mismos –quienes lo deseen- probasen a reconocer a sus compañeros
comentaristas, asumiendo así el doble papel de analizados y analistas en este
detectivesco juego.
Espero que les guste la propuesta y se animen todos a participar.
¡Gracias!