jueves, 17 de noviembre de 2022

Ahora que sé

(Inspirado por "Cuando fui mortal", de Javier Marías)

Leí una vez que convertirse en fantasma era una maldición, porque quien llega a este estado perpetuo y estático, adquiere la capacidad de recordarlo todo, incluso aquello de lo que no pudo tener noticia mientras fue mortal pero que de un modo u otro le concernía.

Yo también creí, mientras fui material, que era mejor no saberlo todo, que ignorar ciertos hechos y circunstancias era lo conveniente para vivir sin demasiado desasosiego.

Sin embargo, ahora que yo misma soy un fantasma y que, efectivamente, he adquirido esa capacidad de recordar hasta lo que no supe en su momento, he descubierto que éste no es un estado de crueldad, como había leído, sino de alivio. Porque ahora puedo ver lo equivocada que estuve en muchas ocasiones, los temores infundados que sufrí y las opiniones erradas que me formé.  No, saber no es una maldición, sino todo lo contrario. Ahora me he liberado de temores e inseguridades nacidos de la ignorancia y que me mortificaron sin justificación.

Recuerdo, por ejemplo, la época, cercana a mi jubilación, en que estuve convencida de que mis compañeros de trabajo me compadecían por mi edad y mi torpeza. Yo me sentía incapaz de aprender cosas nuevas, temía encontrarme con programas informáticos nuevos, con protocolos nuevos, y pensaba que los demás, más jóvenes y más inteligentes, sentían cierto rechazo y lástima por mí, y que los jefes ya me consideraban un lastre, un estorbo.

Ahora, al poder recordar aquellos días al completo, en todas sus dimensiones, he sabido que estaba del todo equivocada, y que cuando veía que mis compañeros y jefes murmuraban sobre mí, no pronunciaban sino elogios por mi capacidad para adaptarme a los cambios y por el ritmo de trabajo que seguía manteniendo. Es  decir, eran mis complejos y mi inseguridad lo que me hacía ver una realidad que no existía; y mi limitado punto de vista humano lo que me impedía ver la que sí existía. Así que esta capacidad de conocer me ha proporcionado un gran alivio y un gran sentimiento de gratitud por aquellas personas. Y sólo por eso la eternidad merece la pena.

También recuerdo el día en que murió mi hermana, la pena insoportable, la sensación de error, de injusticia; la imposibilidad de aceptar el hecho, y la frustración por no saber qué había ocurrido, por qué aquella muerte repentina por una enfermedad que nos había ocultado. Ahora veo todo aquello otra vez pero en su totalidad. Veo a mi hermana escribiendo en su diario sobre su estado, sobre su deterioro mental, el mismo que pronto le impediría volver a escribir y a leer;  y sobre su profundo deseo de morir antes de que llegara ese momento. La veo preguntarse si para morir sería suficiente el deseo, la falta de voluntad de vivir. Y entonces veo que su muerte fue, por terrible que resulte decirlo, una bendición, una piadosa evitación de una agonía que habría resultado mucho más dolorosa que la propia muerte.

Así que esta capacidad de conocerlo todo  me ha liberado de penas, decepciones y temores que por falta de información  sufrí cuando fui material, y que me habrían acompañado en este deambular infinito y fantasmal, haciendo de mi eternidad un calvario.

Pero hay algo más, quizá más reconfortante aún para mí, y es que las personas a las que quise y todas aquellas con las que tuve alguna clase de relación, también han llegado o llegarán a este estado, y entonces ellas también sentirán el alivio de saber. Se disiparán todas las nubes y por fin todos conoceremos la paz y el sosiego, lo que tantas veces nos faltó mientras fuimos materiales.



18 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonito Ángeles. Un abrazo. Inma

TORO SALVAJE dijo...

Sería tan bonito que todo acabara así.
Ojalá.
Hilar bien las palabras puede conseguir universos hermosos.
Otra cosa es que sean ciertos.

Besos.

Chaly Vera dijo...


Quince años me los pase estudiando la Biblia
Entendia que algo se me escapaba
Lei diferentes versiones
Busque guia en el Coran y la Torah
Y al final me encontre cara a cara con la verdad
Y deje de leer y comence a mirar mi corazon
Y ahora gozo de paz y tengo tranquilidad

Macondo dijo...

No sé qué decir a eso. Supongo que conocer toda la verdad sobre un asunto también puede descubrirte cosas negativas que tú no las habías juzgado así con los datos incompletos que tenías en ese momento.

*entangled* dijo...

Cuando me convertí en fantasma, me enteré de que, en los últimos siete años de mi vida, mi mujer me había estado engañando con el repartidor de butano. Entonces comprendí que aquella omnisciencia post-mortem que había alcanzado no era necesariamente un regalo, sino que podía ser también una maldición. Y para toda la eternidad.

Disculpa el tono paródico, pero ¿qué opinas tú? ¿No crees que esa habilidad fantasmal sería un arma de doble filo? Y acabo de ver que Macondo ha sugerido algo parecido.

Saludos.

Rick dijo...

Cuando me convertí en fantasma comencé a darme cuenta de que me aburría mucho, y así hasta hoy... Menudo coñazo.

Como siempre, tu escritura es primorosa. Pero yo también tengo alguna pega que ponerle a este planteamiento, y es probablemente más sustancial que el asunto de "las cosas que no sabía y ahora me entero": más tarde o más temprano se acaba asimilando todo, y en ese estado hay tiempo de sobra.

Precisamente esa es la pega: si "el Más Allá" (por llamarlo de algún modo) consistiese en una existencia infinita pero estática, sin cambios, la cosa sería muy aburrida. Al contrario, probablemente esa es la definición más ajustada a lo que los creyentes considerarían como "el Limbo".

Así que prefiero pensar que, si he de admitir la posibilidad de algo más después de esta vida terrenal, todo el montaje sea un tránsito continuo y simplemente pasemos a otra fase del juego. Es que si no ya dogo, la cosa se hace insufrible.

Cabrónidas dijo...

Estoy de acuerdo, aunque en mi caso, no me hace falta envejecer ni la certeza de la muerte para querer saberlo todo sobre todo. Por otro lado, y esa es una de mis muchas imperfecciones, me importa muy poco lo que piensen, quienes sean, de mis capacidades en el trabajo. Tener toda la información sobre lo que sea, te hará optar por la decisión correcta, y eso es impagable. Y bueno, hay más fantasmas vivos que en el otro lado.

Ángeles dijo...


Muchas gracias, Inma :)

Un abrazo.


Pues esa es la clave de la ficción, Toro, en que con las palabras podemos construir universos, sin por ello pretender que sean ciertos.

Besos.


Me alegro mucho por ti, Chaly.


Macondo, lo que dices es precisamente lo que cuenta el relato de Javier Marías, que habla de "la maldición" y "el horror" de saberlo todo.
Lo que yo he querido modestamente es plantear la idea desde el punto de vista opuesto.

Gracias.


Por supuesto, entangled, que esa capacidad sería un arma de doble filo. Casi todo en este mundo (y probablemente en el otro) es un arma de doble filo.

Como ya le he comentado a Macondo, lo que tú y él proponéis es justamente lo que plantea el relato de Marías que me ha inspirado a mí éste. De hecho, Marías denomina "estado de crueldad" a esa situación post mortem en que puede uno saberlo todo. Por el contrario, yo he querido recrearme en la parte positiva del asunto.

Gracias.


No sabemos, Rick, si el personaje/fantasma de Marías llegará a asimilarlo todo, como dices, pero sí que don Javier hace referencia a ese tiempo infinito, que "no transcurre, no fluye, sino que se perpetúa". Es decir, él plantea precisamente esa existencia estática y sin cambios en la que has pensado tú.

Pero para eso está la ficción, para que cada uno imagine y construya realidades según le parezca. Aunque sólo sea por soñar un rato ;)

Muchas gracias!


Pues sí, Cabrónidas, la curiosidad humana es infinita, y más cuando se trata de nuestro destino final. Quizá por eso hay tanta literatura que especula sobre cómo podría ser ese "después" que nos aguarda a todos.

No estoy segura de si tener toda la información sobre algo te hace tomar las decisiones correctas, ni si las decisiones que en un momento nos parecen las correctas seguirán siéndolo a la larga. Pero ese es un tema peliagudo.

En lo que sí coincido plenamente contigo es que en este lado hay más fantasmas que en el otro :D

Gracias.

JuanRa Diablo dijo...

Tu fantasma me da mucho mejor rollo que los de Shakespeare o Dickens, por ejemplo; y muchísimo más que los de Stephen King, of course! Éste no pone los pelos de punta, y además trae un mensaje positivo.

Estoy seguro, además, de que aún descubriendo cosas menos reconfortantes, los fantasmas, con su luminosa transparencia, carecen de la bilis necesaria para coger rabietas de campeonato.

Cómo me gusta fabular con la idea de los fantasmas. Mi abuelo Conrado, cuando nos contaba cuentos, los llamaba pantasmas.

Recomenzar dijo...

Que bella tu entrada

Rodión dijo...

No he leído el original de Javier Marías (por cierto, me has dado bastantes ganas de hacerlo), pero me gusta mucho tu versión.

El tema que planteas es muy interesante, y a su vez se relaciona con otras preguntas: ¿el conocimiento nos da la felicidad, o es mejor a veces la ignorancia? Por supuesto, pueden defenderse ambas posturas perfectamente como ejercicio sofístico, y siempre caben los casos particulares, pero a mí me gusta ser abogado de saber, antes que de ignorar.

En cuanto al tema concreto de tu relato, también caben ambas posturas, y puedo imaginar un infierno en el que las personas queridas se nos manifestasen con toda la crudeza de sus más recónditas intenciones, deseos, egoísmos... Y todo lo que nos da estabilidad podría derrumbarse de un plumazo. Ese podría ser el infierno del paranoico. Por otro lado, también puedo imaginar un ''aleph'' liberador que limpie las cataratas que a veces cubren nuestros ojos, y echen por tierra los demonios culpables del recelo, la desconfianza, la baja autoestima... que a veces distorsionan nuestra forma de vernos y de ver a los demás. Y, francamente, preferiría esta segunda clarividencia antes que la primera. Como dice aquella frase, más o menos: a veces solo miramos lo que vemos, y solo vemos lo que tenemos en la mente.

Anónimo dijo...

Yo soy de los que prefieren mantenerse en la ignorancia. ¡Ni el telediario veo, fíjate tú...
Pero lo que yo espero de verdad para mi más allá, aunque me parezca imposible imaginarlo, es la inconsciencia total: la nada; el final de toda preocupación, hasta de ésas que atormentan a tu fantasma.
carlos

MJ dijo...

Curioso relato. Reconozco que no he leído el original de Marías.

Dicen muchos credos que tras la muerte se alcanzan todas las respuestas, no solo a los misterios de la propia vida, sino a los del mismo universo. Esa idea me gusta. Esa idea seguro que le encanta a los amantes del misterio, a los científicos, etc.

Lo que se plantea en ambos relatos es el conocimiento de lo que directa o indirectamente tiene que ver con nosotros. En el del personaje de don Javier lo ve algo malo, tormentoso. Pero en tu relato es una clarividencia buena, te hace darte cuenta de todo porque ya no lo ves solo desde tu propia perspectiva. Y me parece muy interesante que aportes el otro punto de vista, como algo bueno.

Me conmueve lo que dice de su hermana... pero si todos se convierten en fantasmas (buenos) debe encontrarse con ella...

Las palabras tienen el don de poner por escrito historias reales o inventadas, otros universos que se pueden compartir.

José A. García dijo...

Tiene algo de castigo también, porque podríamos descubrir que quien decía amarnos no lo decía de verdad y solo permanecía a nuestro lado por conveniencia o alguna cosa similar...

Saludos,
J.

Beauséant dijo...

Tenía entendido que sólo se convertían en fantasmas aquellos que dejaron deudas pendientes con los vivos, la venganza, el amor... ese tipo de sentimientos que sobreviven a la muerte... pero quizás todos acabemos siendo fantasmas y podamos contemplar desde la distancia el tapiz de nuestra existencia...

Tiempo y distancia, esa siempre es la clave para lograr perdonarnos, ¿verdad?

Ángeles dijo...

Ya veo, JuanRa, que tú también tienes una visión positiva de los fantasmas. La verdad es que tienen mala fama; casi siempre los pintan crueles y vengativos, o en pena y sufrientes. Yo prefiero imaginarlos así, "de buen rollo", como dices tú :D

Lo de pantasma me ha gustado, y me ha recordado que mi padre, imitando a un conocido suyo, dice "una fatama". Ya ves qué cosas.


Muchas gracias, Recomenzar.


Me alegro, Rodión, de que te hayan entrado ganas de leer el relato de Marías. Ya me diras, ¿vale?

Yo me pregunto muchas veces si es mejor saber o ignorar. A veces tiendo a lo uno y otras a lo otro. Creo que la ignorancia es más cómoda pero que a la larga causa insatisfacción.

El infierno paranoico que imaginas me ha recordado, no sé muy bien por qué, otro relato: "Las pirámides", de J.J. Saer. Y ya que mencionas el aleph, ahí tenemos otro caso de "conocimiento total" y en el que con toda osadía me inspiré también no hace mucho para hacer mi versión personal.

Y es verdad lo que dices, que muchas veces sólo vemos lo que ya tenemos en la mente. Es algo que da para pensar mucho.

Gracias, como siempre, por tu comentario.


Vaya, Carlos, espero entonces que el más allá, de existir, no sea de ninguna de las maneras que estamos imaginando aquí. Y menos aún cmo un telediario permanente. ¿Te imaginas? ¡Ni en el infierno de ese diablo guasón que tú y yo conocemos existe semejante penitencia! ;)

La verdad es que yo, racionalmente, también imagino el "más allá" como un estado de inconsciencia absoluta. Un "no-estado", en realidad. Pero fantasiosamente me gusta imaginarlo de diversas maneras y a ser posible agradables.

Gracias.


Pues sí, MJ, esa idea del conocimiento absoluto que se alcanza tras la muerte tiene mucho de misticismo y de "experiencia astral", por así decir. Una de las muchas repuestas que el ser humano se da así mismo en su eterno intento de encontrar el sentido de la vida, supongo.

Gracias.


Sí, José A. García, lo que dices es, como he comentado anteriormente, lo que plantea el relato de Javier Marías: en ese estado fantasmal de conocimiento su personaje averigua muchas cosas desagradables que en la vida material se libró de saber.

Saludos.


Lo que dices, Beauséant, forma parte de la "mitología gótica del fantasma", pero cada cual puede imaginar su propio más allá con sus propias normas y condiciones. Ahora me estoy acordando, por ejemplo, del fantasma borrachín creado por Sheridan Le Fanu en "El fantasma y el ensalmador".

Sí, el tiempo y la distancia son quizá los mejores aliados del perdón, o al menos para verlo todo de forma más objetiva. Para asimilarlas, como decía Rick más arriba.

Un saludo!

Joiel dijo...

Leerte transmite paz y una serie de imágenes poderosas, como pinchar un globo y descubrir que en vez de explotar, la forma se convierte en una línea horizontal, un horizonte, donde el tiempo deja de importar. En resumen, un placer de lectura.

Ángeles dijo...

Joiel, muchísimas gracias por tus palabras.

Un abrazo, y sonrisas ;)