viernes, 4 de febrero de 2022

Lagofrío

Diego y Laura llegaron a Lagofrío pocos días después de que el servicio de excursiones hubiese cerrado hasta la siguiente temporada.

Y en realidad eso era lo que Diego había esperado. A él no le interesaban las excursiones turísticas para ver pelícanos y pescar cangrejos. Lo que quería era ir al islote de Los Justos, para fotografiar las ruinas de la ermita  durante uno de aquellos atardeceres dorados y líquidos que ofrecía el lago.

Sabía que algunos pescadores de la zona alquilaban sus barcas si les pagaban bien, y  no tuvo problemas para encontrar uno con el que llegar a un acuerdo.

—¿Sabe usted manejar una de éstas pequeñas? —le preguntó el pescador.

—Sí, sí, tengo cierta experiencia.

Diego y Laura subieron a la barca y el pescador observó cómo la ponían en marcha e iniciaban el recorrido.

Cuando ya estaban cerca del islote, que se alzaba en medio del agua como una pirámide cubierta de filigrana verde, Diego apagó el motor.

—Quiero hacer unas cuantas fotos aquí también, con la cámara a ras del agua. 

—Sólo tenemos una hora de alquiler —le recordó Laura.

—Sí, tranquila, cinco minutos y seguimos.

Sin embargo, al cabo de esos cinco minutos fue imposible volver a encender el motor.

—Vaya, parece que se ha averiado —dijo Diego, después de intentarlo varias veces.

—¿Cómo que se ha averiado? —dijo Laura, algo alterada—. Prueba otra vez.

—No te preocupes. En el peor de los casos vendrá el pescador a buscarnos si pasa el rato y no volvemos, eso seguro.

—Pero sigue probando —insistió Laura. No vamos a quedarnos aquí una hora.

Diego intentó varias veces más poner en marcha el motor, pero fue en vano.

—Es que no teníamos que haber venido los dos solos, y menos fuera de temporada.

—Laura, venir en temporada es absurdo. Esto parece una feria con tanto turista, y así es imposible hacer las fotos que yo necesito.

La barca se mecía al ritmo del atardecer, que iba llegando con lentitud por el horizonte. El vuelo recto de unos patos salvajes se ondulaba en el agua, y los bosques que rodeaban el lago empezaban a ensombrecerse.

—Eres un irresponsable, Diego. Y yo una idiota por venir contigo.

—Ah, ahora soy un irresponsable. Cuando íbamos a pasar un fin de semana romántico, haciendo fotos y disfrutando de este paisaje increíble, no te parecí ningún irresponsable.

—Porque me lo pintaste todo tan ideal que me convenciste. Como siempre, Diego, que siempre me convences y siempre acabamos haciendo lo que tú quieres.

—¡Pero bueno! Si llevas un año diciendo que querías venir conmigo alguna vez.

—Pues claro, porque desde que empezamos a salir yo me quedo casi todos los fines de semana en casa, mientras tú andas de acá para allá con la excusa de las fotografías.

—¿La excusa de las fotografías? Te recuerdo que es mi trabajo, por si se te ha olvidado.

—Bueno, pero no me dirás que no te lo pasas bien con tu trabajo.

El sol seguía descendiendo y el cielo se iba llenando de colores inmensos que convertían el lago en un manto de terciopelo cobrizo y añil. Y el islote se volvía fantasmal.

—Lo que pasa es que no te fías de mí, Laura, reconócelo de una vez.

—Pues mira, no, no me fío. Ea, ya está reconocido. Y tú sabes que tengo motivos para no fiarme.

Diego hizo un gesto de cansancio y los dos se quedaron en silencio. Entonces oyeron el rumor de un motor que se acercaba.

—¿Será el pescador? —dijo Laura, esperanzada.

—¿Ya ha pasado una hora? —exclamó Diego mirando su reloj, y dándose cuenta en ese momento de lo mucho que había oscurecido ya.

Poco después una barca más grande se detuvo a su lado.
El pescador los ayudó a subir y a continuación pasó a la barca pequeña. Intentó arrancarla, pero tampoco lo consiguió. Entonces ató un cabo de remolque a la cornamusa, volvió a la barca grande y emprendieron el regreso a la orilla.

Durante el recorrido, Diego y Laura permanecieron en silencio, ella, abrazada a la mochila, con ojos llorosos, y él, con la cámara al cuello, lamentando haber desperdiciado aquel soberbio atardecer.


Sunset, Eagle Cliff
Sunset, Eagle Cliff (Jasper Francis Cropsey, 1850)

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Reconozco que me inquietaba y disfrutaba pensando encontrarme con un relato de terror y que, luego, el resultado ha sido otro...¡pero esa "parte terrorífica", de intriga, me ha gustado mucho porque lo has ambientado de primera!.
Y además de una atmósfera que a mí puede parecerme inquietante, lo cierto es que es muy hermosa con eso de "tarde líquida" (explícame, porfa, qué es ese concepto), los colores del cielo y de la tarde, etc
Ay, el amor, no poder vivir contigo ni sin tí...¡la actitud de Diego, preocupada sólo por el arte y lo profesional - quizá porque da por hecho el amor mutuo que no cree en peligro, como sí hace la un tanto neurótica Laura- es más práctica para sobrellevar esta vida tan poco ideal.
carlos

Joaquin dijo...

Algo de intriga y un resultado impredecible

Ángeles dijo...

Es curioso, Carlos, en ningún momento fue mi intención hacer un relato de terror, ni darle una atmósfera inquietante como tú has percibido. Pero ya sabemos que una cosa es lo que el autor escribe y otra lo que el lector percibe. Lo cual está muy bien, desde luego, y me encanta, porque eso le da al cuentecillo mayores dimensiones.

Mi idea al hacer el relato tiene que ver con lo que expones en la segunda parte de tu comentario. Por un lado, pretendía contraponer la grandiosidad de la naturaleza a las pequeñas miserias humanas, y cómo éstas pueden hacernos perder de vista el maravilloso mundo que nos rodea. Y por otra parte, en un nivel más mundanal, digamos, la diferencia entre los intereses de él y los de ella.

Y con lo del "atardecer líquido" pretendía hacer una referencia a los colores del cielo, en cómo cambiaban y se mezclaban, quizá como en una acuarela; pero también al reflejo de los colores en el lago. Igual que el vuelo recto de los patos "se ondulaba" al reflejarse en el agua.

Muchas gracias por tu comentario y tus apreciaciones.


Hola, Joaquín, gracias por tu visita.
Ya veo que tú también has tenido esa sensación de intriga que no ha sido intencionada. Y espero que el final, aunque impredecible, no te haya resultado decepcionante.

Saludos.

Rodión dijo...

Como tú misma dices en el comentario, logras un contraste efectivo y sugerente. Y lo haces alternando el diálogo (el contexto de la discusión) con esos párrafos descriptivos del caer de la tarde en Lagofrío. Uno de los momentos del día que más nos gustan a muchos, entre el atardecer y los inicios del crepúsculo. Felicidades, pues como dice el refrán: 'lo bueno, si breve, dos veces bueno'.

Supongo que ya cada cual decidirá si esa discusión es contingente, movida por las circunstancias y los diferentes temperamentos - al fin y al cabo es muy creíble -, o síntoma de que algo falla en esta pareja.

Anónimo dijo...

¿Y a nadie le resulta traumático el crepúsculo vespertino? A mí me angustia y me hace pensar en la muerte de mis allegados y en la soledad última a la que estamos condenados; totalmente al contrario que el matutino. Sin embargo, la noche cerrada me parece más acogedora y protectora.
carlos

JuanRa Diablo dijo...

Hay que ver! La Madre Naturaleza desplegando todos su encantos en exclusiva y esa pareja desaprovechando tanta belleza con cosas tan prosaicas.

Para que no vuelva a ocurrir, recomendaría a Diego que incluyera a Laura en algunas de sus fotos. ¿No se da cuenta de que ella sólo quiere algo de protagonismo?

Me ha calado este Lagofrio (nunca mejor dicho) Como te he comentado otras veces, y te seguiré diciendo, ¡es una delicia leerte, Ángeles!

TORO SALVAJE dijo...

Las relaciones humanas son muy frágiles.
Cualquier mínima alteración del pacto implícito que las sustenta puede acabar con ellas.
En realidad todo es frágil, cambiante y volátil... una hora que pudo ser romántica se va al traste por culpa de una avería y entonces aparecen los miedos, las inseguridades y sale lo peor de nosotros que estaba oculto.

Me ha gustado mucho.

Besos.

Macondo dijo...

Una relación humana muy bien descrita, en la que desde fuera uno se pregunta qué hacen esos dos juntos; pero no en ese momento, sino en la vida.
Muy interesante relato.

Beauséant dijo...

Estoy con toro, qué frágiles son las relaciones humanas, de que poquitas cosas dependen.. pasamos con demasiada facilidad de la euforia al miedo, de la ira al amor...

Me ha gustado mucho el relato, cotidiano pero interesante..

Ángeles dijo...


Muchas gracias, Rodión, me congratula que te haya gustado el relato y hayas apreciado esa alternancia que mencionas.

Yo creo que sí, que en esta pareja algo falla. Ahora que lo pienso, pueden que estemos asistiendo al "crepúsculo" de esa relación ;)


Supongo que sí, Carlos, que a otras personas también les resultará traumática esa hora crepuscular. A mí me trae a veces una melancolía un tanto abrumadora. También es verdad que la noche plena es menos demoledora, aunque tampoco siempre me parece acogedora.
Sea como sea, tu forma de expresarlo me ha gustado mucho. Hay poesía en tu comentario.

Gracias.


Ya ves, JuanRa, qué ciegos somos algunas veces, discutiendo de banalidades mientras ignoramos las maravillas de la naturaleza.

No lo había pensado, pero es posible lo que dices, que si Diego le pidiese a Laura de vez en cuando que posase para sus fotos, ella quizá se sentiría un poquito más importante para él. Y quizá dejara de regañarle :D

Muchas gracias por tus palabras :)


Así es, Toro, todo es cambiante y volátil como los colores del atardecer. Por eso, si una relación no está cimentada en terreno firme, cualquier sacudida acaba con ella.
Creo que la clave son esas dos palabras que mencionas: miedos e inseguridades, y el miedo produce la agresividad.

Muchas gracias.
Besos.


Eso parece, Macondo, que "esos dos" no tienen mucho que hacer juntos. Parece que sus intereses y sus intenciones son casi opuestas.

Muchas gracias.


Muchas gracias, Beauséant.
Efectivamente, cuando una relación, del tipo que sea, no se sustenta en la confianza, la cordialidad y las buenas intenciones por parte y parte, la cosa no tarda en hacer aguas ;)

Saludos.

MJ dijo...

Mi primera impresión, y ya por el propio título, ha sido de que iba a ocurrir algo malo. Y me ha reafirmado el hecho de que se rompiera el motor de la barca. Pero ya me he dado cuenta de que era el contraste del atardecer precioso reflejado en el agua y la discusión de la pareja. Me he encontrado pensando que Diego está desaprovechando ese paisaje hermoso que podría haber plasmado en sus fotografías. Por lo menos la discusión le ha parecido más importante que el paisaje. Puede que no sea tan indolente como cree Laura. Pero no le veo futuro a esa pareja. Él siempre se va solo y la deja y ella quiere más atención y compañía.

Has descrito el paisaje de una forma casi pictórica y la discusión ha sido muy realista. Buen relato. Me gusta.

Ángeles dijo...


Claro, MJ, esa es la idea del relatillo, que Diego está desaprovechando unas fotos estupendas por culpa de un asunto humano de los más corriente que podía esperar para otro momento. Pero así son las cosas: la realidad más prosaica se interpone y echa a perder la poesía.

No, no parece que tengan mucho futuro, porque sus prioridades no coinciden y parece que no hay posibilidad de acuerdo. Buneo, quizé esta experiencia les sirva para recapacitar y llegue a alguna conclusión sensata.

MUchas gracias por tu apreciación.

José A. García dijo...

El tiempo nunca pasa más rápido como en una discusión.
Muy bueno.

Saludos,
J.

Ángeles dijo...

Buena apreciación, José A. García, no se me había ocurrido.

Muchas gracias.

Un saludo.