Londres, es bien sabido, es una ciudad mágica. Es histórica y moderna, bulliciosa y tranquila, majestuosa y sencilla, y desde luego muy limpia.
Es un lugar enorme y a la vez acogedor, en el que se puede encontrar desde lo más sublime a lo más común. Y en la que lo común adquiere un sorprendente tono sublime.
Es una ciudad que, como dice mi amigo John, ama la literatura, a lo que yo añado que la literatura ama a Londres.
En Londres puedes extasiarte contemplando prodigios como el Big Ben, el Parlamento, la abadía de Westminster, la Catedral de Southwark, la Torre del Londres… y cuando ya no puedes asimilar más grandiosidad, ir a Notting Hill y sentir la coqueta y relajante belleza de sus calles llenas de flores, de sus tiendas y cafeterías, de sus casitas de colores y su ambiente chic y sencillo a un tiempo.
Pero esto, seguramente, también lo sabe todo el mundo.
En cambio, hay lugares y elementos londinenses que, me parece, suelen pasar desapercibidos, tal vez por su modestia, aunque no carecen en absoluto de finura y significado.
Me refiero a detalles como ciertas placas conmemorativas, humildes y casi escondidas, como esta, que evoca la historia de Helene Hanff y la librería Marks and Co.
O esta otra, en Notting Hill, precisamente, que recuerda, con sorprendente laconismo, que en esta casa vivió George Orwell.
También me llaman la atención las placas que señalan el número de algunas casas, y que son muestra del gusto británico por el mimo, la delicadeza y el cuidado en los elementos cotidianos.
O la estatua de Peter Pan, en Kensington Gardens, que a su vez está llena de detalles en forma de animalillos y hadas.
A mí me fascina esta especialmente:
A mí me fascina esta especialmente:
Yo creo que la contemplación y el disfrute de la belleza nos hace mejores personas. Porque nos hace más sensibles y nos capacita para descubrir y apreciar matices y aspectos de la vida, del mundo y del ser humano, que normalmente quedan ocultos bajo capas de prisas, impaciencia y pragmatismo.
E igualmente, nos hace respetuosos con los bienes comunes.
Pero a veces, también la propia belleza, la más evidente, la más deslumbrante, nos impide ver que alrededor hay otras bellezas, más pequeñitas, menos llamativas, pero igualmente emocionantes.
16 comentarios:
A lo mejor, de lo que nos hemos olvidado es de saber contemplar la belleza en donde la hallamos por nosotros mismos, ofuscados como estamos en querer encontrarla en esos patrones imposibles, que es donde nos dicen que está.
Cómo me has recordado a ese correo que circula por ahí, y que probablemente conozcas, del prodigioso violinista que se puso a tocar piezas sublimes en el Metro. La gente, que en ningún momento le reconoció, pasaba por su lado sin apenas prestarle atención. Después de unas horas solo recogió unas cuantas monedas. Esa misma semana actuaba en un gran auditorio donde las entradas ya se habían agotado pese a su muy elevado precio.
La reflexión a la que invitaba era: ¿No somos capaces de apreciar siempre la belleza? ¿Sólo la vemos si está en un contexto apropiado? ¿Cuántas cosas realmente hermosas nos estaremos perdiendo por no saber mirar?
Curioso, ¿verdad?
Con las pocos fotos que has puesto ya se aprecia ese encanto que tiene Londres. A mi también me parece una ciudad digna de admiración.
No es tu visión de Londres la que me llama la atención sino tu interés por los pequeños detalles. Eso me gusta.
Las ciudades grandes nos arrastran con su ambiente y pasamos por ellas, por lo general, como si estuviéramos siendo llevados por una corriente fuerte que mantiene nuestra atención alejada de lo pequeño.
Saludos
Pues seguramente, Sara, a fuerza de que nos digan lo que es bello y lo que no, ya no nos atrevemos a hacer nuestros propios juicios.
Pero muchos resistimos, sin duda.
JuanRa, el caso que refieres es un ejemplo perfecto de cómo a veces las circunstancias prosaicas ocultan las poéticas: precisamente el metro de una gran ciudad es un lugar donde manda la prisa, la velocidad y la falta de tiempo para detenerse a contemplar, a escuchar. Yo creo que a todos los que pasaron junto al violinista les hubiera gustado pararse a escucharlo, pero no les estaba permitido.
Gracias, Soros. Sí que es fácil ser arrastrado por la corriente bulliciosa de las grandes ciudades, pero no es muy difícil resistirse, por lo menos a ratos, si sabemos que debe haber otras cosas a los lados de la corriente.
Solo voy a repetir lo que ya has dicho, pero realmente me encantan los pequeños detalles llenos de belleza que a veces se encuentran en medio de los lugares más insospechados, o en sitios con tal saturación de lugares de interés, que pasan desapercibidos.
A mí la belleza me reconcilia con la humanidad durante cinco minutos y así voy aplazando el día de la dominación mundial
Estamos de acuerdo, Loque, pero entonces, llegado finalmente el día de la dominación mundial, ¿respetarás a los bellos? Lo pregunto para estar tranquila, claro. ;-)
¡Qué razón tiene Sara! Y la historia de JuanRa es muy acertada.
Me ha gustado mucho esta entrada, está llena de poesía, de esa poesía que sabes encontrar en las pequeñas cosas y en los detalles por los que los demás pasean los ojos sin verlos realmente, camuflados entre las cosas bellas "de verdad" esas que vienen en los libros de arte y en las guías para los turistas.
Por cierto, en Notting Hill... ¿viste la librería de William? ¿No sentiste curiosidad por buscar una casita con la puerta azul donde se refugió una famosa actriz en la película con el mismo nombre que el barrio? ;-)
Muchas gracias por tus palabras, MJ.
En cuanto a la película, me temo que la ficción no siempre refleja la realidad tal cual. La famosa puerta azul ya no existe, porque los dueños de la casa acabaron hartitos de ser centro de atención turística, y modificaron la fachada. Y la librería de la peli no es exactamente la de la realidad...
Aunque sí vi otras localizaciones de la peli, más que nada porque es inevitable si paseas por Portobello Road.
Te mando unas fotos, ok?
Estoy de acuerdo también con lo que han comentado anteriormente sobre la atención al detalle. Creo que debería incidirse especialmente en ella ya no solo en las grandes ciudades, sino en la vida, en general. Nos perdemos demasiado en lo global (y, por extensión, en lo globalizado) cuando, casi siempre, disfrutar de lo hermoso solo requiere de saber apreciarlo y de dedicarle el tiempo necesario.
Me apunto todo lo que comentas porque, por circunstancias de la vida, mi mejor amigo se traslada a Londres en breve, así que voy a ir por allí todo lo que me deje el bolsillo (y permita la paciencia de mi amigo). ;)
Un abrazo.
Gracias, Azote.
¡Menudo lujo más lujoso tener un mejor amigo en Londres! Seguro que sabrás sacarle provecho, sin poner en peligro la amistad, of course ;-)
Estoy de acuerdo en todo. No he ido a Londres (todavía) pero me muero de ganas. Me gusta mucho el estilo con el que hacen las cosas, sus costumbres, lo correctos que son -creo que esa distancia que ponen les da un halo de misterio muy interesante- su humor tan irónico...Creo que me sentiría cómoda entre los ingleses.
Su idioma es práctico y a veces hasta poético para hablar de cosas normales, como decir que alguien tiene green fingers cuando se le da bien la jardinería, qué visual!
Me encanta descubrir los pequeños detalles, y la belleza en las pequeñas cosas, a veces incluso en las que nadie se ha fijado; te da subidón, lo que pasa es que a veces no puedes compartirlo tal cual porque no siempre es entendido.
Con las ganas que le tengo a Londres yo creo que requerirá unos cuantos viajes, como París. :)
Y ya si me dejas me meto en vuestra conversación (entre JuanRa y tú): el violinista del metro era Ara Malikian. Yo le he escuchado en directo y es buenísimo. No tuve la ocasión de "encontrármelo" allí bajo tierra pero aunque a veces yo no me paro literalmente delante cuando encuentro músicos o artistas de calidad aflojo el paso y dejo que el túnel se alargue y se alargue... ;)
Muchas gracias por tu comentario, Mae Wom. Leyendo lo que dices, yo también creo que te sentirías cómoda entre los ingleses. Es lo que me pasa a mí, que considero la correción en el trato y la amabilidad algo fundamental para la convivencia y el buen funcionamiento de la sociedad. Tienen fama de fríos, pero lo que son es muy respetuosos con el 'espacio vital' de los demás. Pero siempre parecen dispuestos a echar una mano, a colaborar en el bienestar común.
Ya me contarás si te animas a darte un paseo por allí. Aunque te advierto que engancha ;-)
Gracias por la información sobre el violinista.
Un saludo.
http://www.elpais.com/concursos/blancanieves/
¡Suerte!
Thank you, Anónimo!
A mi lo que me fascina de verdad, es que haya sido el lugar de nacimiento o el de las primeras oportunidades de varios de mis ídolos: Chaplin, Jagger, Keith Richards, Charlie Watts...ah, ¡y Sherlock Holmes!
carlos
Carlos, en Charing Cross yo cené un día en el pub al que solía ir Chaplin; en el Hard Rock Café vi ropas y cosas de Jagger y Richards; en Baker Street visité la tienda-museo de Sherlock Holmes; y muy cerquita de Oxford Street, vi la casa donde A. Connan Doyle dio vida a tu detective.
Es que en Londres está todo :)
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