martes, 11 de enero de 2022

Tres hombres y un destino

Esta entrada que hoy recordamos se publicó originalmente en Juguetes del viento el 25 de febrero de 2017. 


¿Qué pueden tener en común un joven impresor norteamericano del siglo dieciocho, un rico empresario escocés del siglo diecinueve, y un humilde trabajador colombiano del siglo XXI?

Diríase que nada, salvo que nos refiramos a algo que está por encima del tiempo y de las circunstancias personales y sociales, de las condiciones de vida y del carácter de cada cual.
Y a algo así nos referimos, en efecto.

Benjamin Franklin by David Martin, 1767 WikipediaNuestro primer personaje, el impresor dieciochesco, mostró de niño grandes aptitudes para el aprendizaje y fue un alumno brillante. Sin embargo, a los diez años tuvo que abandonar la escuela para empezar a trabajar como aprendiz en la imprenta de su padre.
Pero como era estudioso por naturaleza, dedicaba varias horas al día a leer, supliendo así la formación académica que no pudo recibir.
Siendo ya un joven profesional, organizó con unos amigos un club intelectual. Se reunían una vez a la semana y charlaban sobre política y filosofía.
Pero para sus debates necesitaban libros que leer, y esto representaba un problema: había pocas librerías y los libros eran caros para sus escasos medios económicos.  Y las bibliotecas públicas, donde poder ir a leer y sacar libros en préstamo,  no existían aún.
Pero este muchacho inteligente tuvo una gran idea: reunir los libros que tenían entre todos los amigos, y además establecer una cuota para comprar más.
Así fueron añadiendo volúmenes  hasta formar una buena colección. Y entonces el joven impresor estableció una  biblioteca en su propia casa, que abría los sábados por la tarde.
La cosa estaba bien organizada: los miembros del club, es decir, los que pagaban la cuota, podían llevarse los libros que quisieran, pero si los perdían tendrían que pagar una multa. Y además la biblioteca también estaba abierta para el púbico en general, que debía pagar una fianza por si no devolvían los libros que sacaban.
Esta idea librera fue un gran éxito en su ciudad, donde leer y aprender se convirtió en una prestigiosa afición, y sus habitantes adquirieron fama de ser los más cultos del país. Tanto fue así que pronto llegaron nuevos patrocinadores para la biblioteca, y otras ciudades pusieron en marcha proyectos similares.

Y así fue cómo este joven intelectual autodidacta, llamado Benjamin Franklin, inventó la biblioteca pública.

Nuestro segundo personaje fue un niño escocés muy pobre que a los doce años  emigró con su familia a Estados Unidos.
Empezó a trabajar en una fábrica, y siendo aún adolescente ya estaba decidido a no quedarse en eso. Sabía que si se formaba, si estudiaba, podría cambiar sus perspectivas de vida. No tenía dinero para comprar libros ni para pagar la cuota de la única biblioteca que tenía a mano y que era privada; pero supo convencer a sus responsables para que le permitieran utilizarla.
Gracias a su interés por aprender, a su espíritu de trabajo y a su ambición por superar la pobreza, el joven emprendedor fue poco a poco mejorando su situación, de tal manera que llegó a ser una de las personas más ricas del mundo.
Pero la riqueza no le hizo olvidar las convicciones políticas que había heredado  de su padre y su abuelo, que habían luchado en Escocia por la igualdad y los derechos de los trabajadores. Pensaba este hombre que la responsabilidad de los ricos era compensar  a la sociedad por los beneficios que conseguían gracias al trabajo de los obreros, de manera que éstos tuvieran también la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida.
Y siendo consciente de la importancia de la formación intelectual, y de la importancia de  las bibliotecas para que todo el mundo pudiera tener  acceso al conocimiento, dedicó gran parte de su riqueza a fundar bibliotecas públicas por todo Estados Unidos y también en el Reino Unido.
Por otro lado, todo hay que decirlo, pagaba poco a sus empleados. Pensaba que la mejor manera de compensarlos y mejorar su vida era mediante los libros. Curiosa manera de entender las necesidades del obrero.
Carnegie Hall
Pero lo importante en esta historia sobre bibliotecas es que un sólo hombre, con una visión puramente altruista, creó más de dos mil bibliotecas. Imaginemos cuántos libros puede haber en dos mil bibliotecas, y a cuantos miles de personas se les facilita así el acceso a la cultura y al conocimiento. Con todos los beneficios que eso implica.
Este filántropo raro se llamaba Andrew Carnegie, y a pesar de su ingente labor bibliófila, hoy su nombe no se recuerda tanto por las bibliotecas que fundó como por otra de sus contribuciones a la cultura: el prestigioso auditorio Carnegie Hall, que construyó en 1891.
Y llegamos ahora a la historia del trabajador colombiano, un hombre sencillo que trabaja en el servicio de recogida de basuras de Bogotá.
Casi no tiene estudios, pero sí un gran amor por la lectura: cuando era niño apenas pudo ir a la escuela, pero su madre le leía todas las noches.

Hace unos veinte años, cuando hacía su servicio por los vecindarios pudientes de la ciudad, este basurero intelectual decidió rescatar los libros que encontraba en la basura. Y no debían de ser pocos, porque ha llegado a reunir más de veinte mil.

Los hay de todo tipo, y con ellos ha creado, igual que aquel joven del siglo dieciocho, una biblioteca pública en su modesta casa. A ella acuden los niños de las zonas más pobres y apartadas, para quienes los libros son un verdadero lujo, y que tampoco pueden acceder, por la distancia, a las bibliotecas públicas de la ciudad.

Y es que, al igual que el rico empresario escocés, este hombre sencillo considera que los libros, el conocimiento, son el mejor medio para salir de la miseria.
Su nombre es José Gutiérrez, pero en Colombia lo llaman El Señor de los Libros.

Así es, los libros están por encima de condiciones sociales y personales; por encima de épocas y nacionalidades; por encima de ideologías y conflictos.
Los libros despiertan el espíritu e igualan a las personas más dispares dándoles un destino común: el amor por el conocimiento y el deseo de compartir esa riqueza intangible con nuestros semejantes.


garbagge collector library

Aquí, la historia de otro héroe bibliófilo colombiano.

17 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Qué tres historias!!!

Espero que en el futuro la gente siga leyendo libros aunque no soy muy optimista al respecto.

Los libros hoy en día tienen dura competencia: películas, series, videojuegos, redes sociales, deportes en cualquier tipo de formato y aplicación...
Esto no ocurría en el pasado.
No había internet.

Conozco gente "joven" y sinceramente no leen libros.
Leen, no todos, foros de internet, noticias digitales y cosas similares.

Besos.

Macondo dijo...

Me ocurre como a Toro. Hay jóvenes que no han leído en su vida más que lo que les han obligado en el colegio. Todo lo que sea más de veinte líneas les parece un tocho.
Las historias son maravillosas, desde luego.

Anónimo dijo...

Jo, ¡Y aún le quedó tiempo para inventar el pararrayos y un país...
Ahora que la historia más bonita es la del basurero colombiano porque, sin medios de ningún tipo y partiendo de lo que desprecian los que sí tienen esos medios, crea por altruísmo su propia biblioteca pública.
Y ahora que hay semejantes formas de aprender mediante Internet, ¡una gran parte de los críos perdiendo su tiempo en sandeces, cuando no en maldades...
carlos

Albada Dos dijo...

Tres historias formidables, que hablan de la fuerza del tesón.

Muy buen post. Un abrazo

Rick dijo...

He ido a ver qué comenté cuando publicaste esta entrada por primera vez, y más o menos me reafirmo en lo dicho: los tres tienen un mérito gande, pero inevitablemente mis mayores simpatías están con El Señor de los Libros. Y el otro colombiano, el que anda recorriendo el país a lomos de un burro, igual.

En lo económico tal vez haya un equilibrio, una proporción entre las posibilidades de cada uno. Pero hay además esa imagen del trabajadador humilde que debe de llegar a casa deslomado y sin embargo aún tiene tiempo y voluntad para crear algo como lo que él creó. Me resulta sencillamente admirable. Sin menospreciar la labor de los tros dos, insisto.

Suerte con el 22...

Rodión dijo...

Como la mayoría, supongo, al que conozco un poco más es a Franklin, pero Andrew Carnegie es también un personaje, uno de esos ''self-made man'' que conforman el santoral estadounidense. Este, a pesar de sus claroscuros, se ocupó de dejar un buen legado.

No tenía noticia del ''Señor de los libros'', pero suscribo palabra por palabra el comentario de Rick, pues es el que me causa mayor simpatía, sin por ello restar ningún mérito a los otros.

Aparte de ese ''tesón'' común en todos ellos, como dice Albada Dos, y esa coincidencia en dar importancia a la difusión cultural, podemos distinguir dos cosas, aunque estén muy relacionadas: por un lado, el valor de los libros y por otro la posibilidad de la escalera social. En las tres historias de esta entrada, el acceso a los libros contribuye en mayor o menor medida a que sus protagonistas (o terceras personas ayudadas por ellos, como en el caso de Gutiérrez) mejoren sus condiciones de vida. Los libros benefician por sí solos, pero además han tenido esa segunda función en muchos casos. Incluso hoy, cuando la cultura está más al alcance que nunca y los libros no pertenecen a una élite diferenciada, un niño formado en un hogar que incentive sus inquietudes - del tipo que sean - y no limite sus tiempos de ocio a Telecinco, por ejemplo, tendrá más facilidades en el futuro. No siempre el acceso a la cultura logra salvar las diferencias sociales, pero no podemos negar que siempre es una ayuda.

Otro ejemplo del pasado que me gusta personalmente, aunque no podríamos incluirlo exactamente entre los filántropos de esta entrada, es Samuel Richardson, el autor de ''Pamela'', que logró el éxito literario partiendo de unas condiciones que en absoluto le deparaban ningún porvenir: fue su contacto con los libros lo que hizo de él un autodidacta y un autor original.



Ángeles dijo...

Yo también espero, Toro, que en el futuro la gente siga leyendo libros, y también yo conozco jóvenes y menos jóvenes que no leen nada.

Sin embargo, creo que hay actualmente una tendencia nueva a este respecto, porque se hacen muchas actividades en colegios, bibliotecas y librerías, dirigidas a niños y adolescentes, con la finalidad de precisamente de fomentar la lectura. Y en cuanto a los adultos, abundan las librerías y las bibliotecas que tienen cada una su club de lectura y, por lo que sé, con mucho éxito.

Sí que parece que hay una franja intermedia de edad, diría que alrededor de los 20-30, en la que la lectura es algo marginal. Supongo que son la generación que nació con internet, los videojuegos, etc.

Pero ya sabes que casi todo funciona como un péndulo, y cuando surge algo nuevo el péndulo va hacia ese lado y ahí se queda durante un tiempo, hasta que vuelve a ponerse en marcha hacia el otro lado y poco a poco va llegando al equilibrio.

Bueno, espero que esta teoría improvisada no sea del todo absurda :D

Besos.


Es cierto, Macondo, que muchos jóvenes no han leído más que los libros obligatorios del colegio, pero eso ha pasado siempre. Hay muchos adultos que tampoco han leído nunca y en su caso la culpa no es de las nuevas tecnologías, sino de otros factores más variados y complejos.

Me alegro mucho de que te hayan gustado las historias.
Gracias.


Pues sí, Carlos, son personas especiales, eso sin duda.
Ya veo que la historia del basurero colombiano es la que más gusta, pero no hay que perder de vista que tanto Franklin como Carnegie eran también de clase obrera, y Carnegie en particular, muy pobre. Llegaron muy alto, pero antes de eso ya hubieran querido ellos encontrar libros en la basura!

Estoy totalmente de acuerdo contigo en que con los medios disponibles hoy día para aprender de todo, es una lástima que muchos hagan un uso tan nefasto de ellos.

Saludos!


Gracias, Albada, me alegra mucho que te hayan gustado estas historias. Y, en efecto, el tesón y la voluntad son más importantes que los medios materiales cuando algo nos importa de verdad.

Un abrazo.


Ángeles dijo...

Efectivamente, Rick, como le digo a Carlos, los tres personajes tienen en común los orígenes humildes, aunque a nosotros nos llegue sólo la imagen de sus triunfos posteriores.

Pero es cierto que esa idea del obrero que después de su jornada se dedica a crear una biblioteca, o a llevar el conocimiento por pueblos perdidos a lomos de un burro, es conmovedora y, como dices, admirable.

Gracias, como siempre, y suerte también con los dos patitos ;)


Rodión, a mí me interesa especialmente lo que señalas sobre la escalera social. Me parece que en épocas anteriores se tenía más conciencia de lo valioso que era el conocimiento como forma de subir peldaños. Hoy día esas escaladas se fundamentan en otros valores como el atractivo físico, el carisma, las habilidades balompédicas y el desparpajo. Todo eso se valora más que la capacidad intelectual y el conocimiento. Y como el conocimiento en sí mismo no se considera un valor, pues tampoco parece muy motivador como elemento de bienestar personal.

Creo que la clave está en algo que también señalas: el hogar. Si un niño crece viendo libros en su casa y viendo leer a sus padres, seguramente será lector, al margen de que en el colegio le digan que leer es muy bueno y le presenten los libros casi como un juguete.

De otra manera, si no tiene ese ejemplo familiar en la infancia, es más difícil, aunque no imposible, que se despierte su interés por la lectura.

Y ya que traes el ejemplo de Samuel Richardson, no puedo evitar mencionar a Dickens, que es también un ejemplo paradigmático: con apenas unos años de escuela, su padre en la cárcel y su trabajo infantil en la fábrica de betún, fueron los libros del desván de su casa, a los que se acercó por pura intuición, sin que nadie lo guiara, y después los de la biblioteca pública, lo que hizo de él la figura universal que es, no sólo como escritor sino como defensor de los desamparados.

Gracias por tus aportaciones, como siempre.

PD: seguro que conoces La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine, ¿verdad? ;)

Rodión dijo...

Pues, casualidad, he leído esa joyita de Nuccio Ordine, que es verdad que viene muy al caso con lo que dices.

Estamos muy de acuerdo en lo influyente que resulta para un niño crecer con libros alrededor. Por supuesto, eso no lo determina todo, pero tiene su importancia.

Pensé en Richardson porque se acercó al negocio editorial por puro gusto, y fue ese gusto por los libros lo que le convirtió luego en escritor, pero es verdad que Dickens es mejor ejemplo teniendo en cuenta lo que dices, que en su obra buscó la empatía con los desfavorecidos. En algún sitio leí que, cuando trabajaba en esa fabrica de betún, las ratas paseaban en abundancia entre los pies de aquellos niños, y lo recuerdo porque las ratas me dan tirria. En fin, Dickens sabía que incluso los hombres más hechos a sí mismos, como su señor Bounderby (he tenido que buscar el nombre, porque no lo recordaba) de ''Tiempos difíciles'', nunca están del todo hechos a sí mismos.


Ángeles dijo...

Ya sabía que no me equivocaba, Rodión :) Aprovecho para recomendarte también, por si acaso, Clásicos para la vida, que tiene una orientación distinta, menos "comprometida" pero también reivindicativa.

Muy oportuna tu referencia a las palabras que citas sobre Bounderby, que no recordaba y que me parecen atinadísimas, como todo en Dickens, claro. Ahora no voy a poder resistir la tentación de volver a leer Tiempos difíciles, ya sabes lo manipulable que soy con estas cosas :D

Gracias.

Beauséant dijo...

Lo importantes que son los libros y el poco caso que les hacemos. Los libros son puertas a mundos nuevos, pero son puertas que no se cierran, siempre están ahí. Los vídeos de youtube, las fotos de instagram son puertas efímeras, se cierran pronto, apenas nos dejan una huella, enseguida nos aburren y pasamos a otra cosa. Con los libros no, requieren un esfuerzo, una batalla para entrar en su historia o en lo que nos quieren contar y por eso lo que contienen se nos queda dentro, a veces para siempre. Creo que de verdad que hay libros que te cambian la vida, casi siempre para bien ;)

A mi también me ha venido a la cabeza Dickens al leerte.. y también me han dado ganas de volver a leer algo suyo... libros, libros :)

Ángeles dijo...


Qué bien dicho, Beauséant :) Me ha gustado eso de las puertas que no se cierran, y sí que un libro puede cambiarnos la vida, no me cabe la menor duda de eso.

Es verdad que todo eso que se impone hoy día, las redes sociales, los vídeos, las gracietas y las opiniones de sopetón, se van de nuestra cabeza con la misma rapidez con que llegan. Quizá ese consumo constante de contenidos sin contenido, valga la expresión, es un problema más serio de lo que parece, y a la larga se verá, si es que no se está viendo ya...

Me alegra mucho que te hayas acordado de Dickens tú también y que te hayan dado ganas de volver a leerlo. Los clásicos nunca nos fallan!

Gracias.

JuanRa Diablo dijo...

No me extraña nada que alguien como tú, una enamorada de los libros y las librerías nos traigas estas historias de quienes podríamos decir que fueron unos visionarios y unos héroes.

Lo más bonito de estas hazañas es que sus tres protagonistas llegaran a semejantes logros partiendo de cero. Esto me recuerda a aquello de "Quien quiere hacer algo, encuentra el medio. Quien no, la excusa"

MJ dijo...

¡Qué coraje que se me olviden las cosas que leo! No recordaba esta entrada tan bonita que nos has refrescado. Un acierto publicarla de nuevo porque es esperanzadora y optimista. Gracias.

Me he ido a la de entonces para leer mi comentario. Y sigo pensando lo mismo:

¡Franklin es admirable e inventó muchas cosas! Ya vemos que incluso las bibliotecas públicas.

Es curioso que el señor Carnegie se le olvidara lo que era ser pobre y no pagara sueldos dignos a sus trabajadores (¿pretendiendo que comieran libros?). Como puse en aquella ocasión los libros alimentan el intelecto y el alma, pero no el estómago. Pero diré más que entonces. Si el sueldo que percibes por tu trabajo no te permite cubrir tus necesidades, tendrás que buscar un segundo o tercer trabajo con lo que no te quedará tiempo para leer... Paradojas.

La historia del Señor de los Libros es como un cuento. Muy hermosa. Y también la que enlazas al final del señor con sus dos burros. Personas admirables.

Ángeles dijo...


Es verdad, JauanRa, como dices, estas personas así son heróicas, porque lo que hacen supone un gran beneficio para la humanidad. Es otra manera de salvar vidas, o mejorarlas.

También me a gustado ese proverbio que traes: "Quien quiere hacer algo, encuentra el medio. Quien no, la excusa". No lo conocía, pero ya se queda conmigo.

Gracias.


Ja, ja, no tengas coraje, MJ, es normal que no podamos retener en la memoria todo lo que leemos. Aunque te comprendo, porque hay cosas que quisiéramos tener siempre frescas en la memoria, siempre presentes, ¿verdad?

Sobre el señor Carnegie y su peculiar forma de entender las necesidades del obrero, sería interesante indagar en el asunto y averiguar algo más. Seguro que hay una historia curiosa detrás de eso.

Muchas gracias por tus opiniones, como siempre.

Recomenzar dijo...


😊***
No leo novelitas
pero investigo leyendo
lo que pasa en el mundo
que estamos viviendo

Ángeles dijo...

Recomenzar, yo tampoco leo novelitas, leo novelazas :D

Pero leer el mundo tampoco está mal ;)

Gracias.