sábado, 21 de febrero de 2015

La isla de las emociones


“Yo sólo creo en los cuentos/nunca apuesto por la verdad,
sé que la vida es un sueño/pero el libro es real.
Yo no confío en los hechos/no me pone la realidad
es más fuerte un solo poeta/que una tropa vulgar.”
(Conde. El último de los creyentes)


No hace mucho, leyendo La educación sentimental de Flaubert, volví a comprobar  que las novelas están escritas para cada uno de nosotros, para decirnos algo que nos hace falta o nos conviene saber.
En esta ocasión en particular, al leer determinados pasajes de la novela he comprendido lo que una persona allegada a mí me decía hace unos meses y que yo no llegaba a entender. Y en general, leyendo las vicisitudes de los protagonistas de la historia he visto reproducidas actitudes ajenas y propias y he comprendido con claridad el porqué de unas y  las repercusiones de otras.
Estos efectos que tienen las novelas, las historias en general, los constatamos en muchas ocasiones. Cualquier persona que tenga el hábito de leer ficción, especialmente lo que solemos llamar “gran literatura”, habrá tenido esa sensación de que la historia parece escrita expresamente para quien la lee; de que el autor, con lo que le cuenta, le da pistas para entender mejor las relaciones humanas y por lo tanto le ayuda a vivir mejor.
Que un escritor nos hable a nosotros personalmente, a través del tiempo, de los siglos incluso, puede parecer cosa esotérica o ensoñación de mentes románticas. Y puede que incluso nos guste considerar que así es. Pero lo cierto es que esto tiene fundamento científico.

Parece ser que nuestro cerebro se maneja mejor con los cuentos que con los hechos, como dice el poeta. Y es que recordamos mejor, entendemos mejor y aprendemos más de aquello que se nos cuenta con estructura narrativa y con personajes que actúan e interactúan entre sí. En cambio, la mera información  sobre  hechos determinados deja en nuestro cerebro una impresión mucho más leve y pasajera.
¿Y por qué ocurre esto? Cuando nos hablan o leemos sobre cualquier asunto, las palabras mediante las cuales recibimos esa información llegan a  las áreas del cerebro encargadas  de procesar el lenguaje. Entendemos el mensaje, pero  ya está.
Sin embargo, cuando nos narran una historia se ponen en funcionamiento no sólo esas áreas que procesan el significado de las palabras sino también otras áreas que  se activan cuando experimentamos en la vida real hechos similares y las emociones correspondientes.
Dicho de otro modo, nuestro cerebro no establece diferencias entre las sensaciones y sentimientos que experimentamos en la vida real y los que experimentamos a través de una historia. Y nos identificamos con los personajes y las situaciones porque recibimos esa “sensación de realidad” e incluso la asociamos con experiencias similares previas.
Curiosamente, hay un área del cerebro relacionada con las emociones, una “pieza” fundamental llamada ínsula, que es bastante desconocida aún. Es ahora, desde hace pocos años, cuando los científicos están empezando a comprender su función y su importancia en el proceso de las experiencias emocionales y físicas que van asociadas a diferentes estímulos.
Por eso yo, a partir de ahora, cuando lea una historia, además de darle las gracias a Flaubert y a quien corresponda en cada caso, por sus enseñanzas, me acordaré también de esa ínsula misteriosa, de esa pequeña isla en la que se esconde el mapa secreto de nuestras emociones.


17 comentarios:

Sara dijo...

¡¡¡Interesantísima entrada, Ángeles!!! Por supuesto, no sabía nada de lo que cuentas, pero que verdad tan grande es esa de que a veces los libros parece que nos estén esperando... Yo acabo de terminar "El retrato de Dorian Gray" justo en el momento oportuno, ¡¡¡y todavía me estoy relamiendo!!!

Millones de besos

Marisa C dijo...

Cuanto aprendo siempre contigo. Y es que, como decía un antiguo programa que veía en la tele cuando yo era pequeña, "todo, todo, todo está en los libros". Abrazos.

Anónimo dijo...

Por eso inventaron las fábulas... ME refiero a las de Ésopo, La Fontaine y Samaniego; como a los chiquillos les entraba por una oreja y les salía por otra lo que sus maestros les enseñaban, se dijeron:"fabulemos, pues; desembarquemos en esa ínsula cerebral". Sin saberlo aquellos cuentistas eran todo unos científicos de tomo y lomo ja,ja,ja!
Y por cierto, esas fábulas me gustaban cantidad cuando era niño.
carlos

JuanRa Diablo dijo...

Qué va, qué va, la ínsula no es tan desconocida, que ya el buen Sancho fue gobernador de una de ellas, y se llamaba Barataria xD

Si yo pasara a una libreta todas aquellas frases que de los libros he ido subrayando a través de los años, todos aquellos actos que determinados personajes hacian o pensaban, se compondría un interesantísimo documento de todo lo que los literatos escribieron pensando en mí, solo en mí y nada más que en mí :p

(Mi blog es un cobarde
apenas ya si arde
y lo ha puesto todo perdido
necesito un nuevo portal
y me voy a mudar
para vivir
en un lugar
donde no cueste tanto
la felicidad.

Santos de Goma)

Anónimo dijo...

¡Oyeeee, vecino de arribaaaa! ¡explica lo de la poesíaaaa!
Bueno, que venía para mencionar al pobre Iriarte, que se me había olvidado.
carlos

Ángeles dijo...

Gracias, Sara! Y me alegro mucho de que hayas disfrutado tanto con Dorian Grey. Es una sensación fantástica cuando un libro nos llena de esa manera :)


Gracias, Marisa. Sí que todo está en los libros. Hasta lo que no sabemos que está.
Un abrazo.


Exacto, Carlos, por eso existen las fábulas, los cuentos y cualquier clase de narración. Las necesitamos, aunque no sepamos cuál es la explicación científica de esa necesidad. Y además está comprobado que los niños a los que se les leen cuentos con frecuencia tienen más empatía, son más comprensivos y en general se desenvuelven mejor en situaciones sociales y de convivencia.
Sabes, me has traído a la mente un recuerdo infantil: yo tenía un libro de fábulas de Samaniego que leí y releí montones de veces, aunque también influía el hecho de que tenía unas ilustraciones de animalitos que me encantaban :) 


Pues no me cabe duda de lo que dices, JuanRa, porque si Flaubert escribió La educación sentimental para mí, no me extraña que otros autores hayan escrito también obras para ti. Es algo muy normal.
Oye, si tu blog apenas arde, mal asunto… ;)


Es verdad, Carlos, Iriarte también se merece una mención. Gracias por recordarlo.
Y en cuanto a la poesía, yo te lo podría explicar, pero seguro que tu vecino te lo explica mejor.

MJ dijo...

Una entrada muy interesante :-) Me alegra saber que los cuentistas tienen algo de cinetíficos y los científicos tienen algo de poetas porque le han puesto "ínsula" esa pieza de nuestro cerebro. No se me ocurre mejor nombre :-)

Ángeles dijo...

Los científicos tiene algo de poetas y los cuentistas algo de científicos... Pues me parece a mí que va a ser verdad :-)
Gracias, MJ.

JuanRa Diablo dijo...

A Carlos:

¿Cómo puedo ser el vecino de arriba si siempre he sido "el de abajo"?
Bueno, en cualquier caso, para contestarte vuelvo a posicionarme y tú eres ahora el de arriba :D

La poesía es en realidad la estrofa de una canción del grupo malagueño Santos de Goma, como bien apunto. Su cantante es Conde, al que Ángeles cita en otra canción al principio de la entrada, así que todo viene a ser un guiño musical.

Desde luego, la parte de la canción que he elegido no puede ser más ad hoc, si hay un blog que arda o no arda... ¡sólo puede ser el mío! xD

Saludos, ser alado

Zazou dijo...

Pasar por aquí es aprender y sonreír a un tiempo. Ínsula... muy evocador. Me gusta. Y ahora entiendo mucho mejor las cosas.
Gracias por tus artículos.
Besucos.

Ángeles dijo...

Qué bien,Zazou, "aprender y sonreír a un tiempo", ¡me encanta!
Muchas gracias a ti :)
Besos.

Lan dijo...

Parece entonces que son más fáciles de seguir las narraciones que afectan a nuestros sentimientos personales, es decir, a lo interior de las personas, que aquéllas otras que afectan a meros hechos de aprendizaje que están en nuestro exterior.
¿Podría crearse un género mixto que usando el modo de las primeras nos facilitara el aprendizaje de las segundas?
Puede que renovara los modos de aprendizaje y, por tanto, los de la enseñanza.
En cierto modo, sería convertir a los profesores en artistas.
Muy sugerente este artículo tuyo.

Ángeles dijo...

Yo había pensado lo mismo Lan, que aplicando esta teoría a la enseñanza podrían mejorar mucho las cosas. Y también creo, ahora que lo dices, que hay muchos profesores con alma de artista que llevarían a cabo esta metodología con gran provecho, no sólo para los alumnos sino también para ellos mismos.
Muy sugerente este comentario tuyo ;)
Gracias!

Juan M de los Santos dijo...

Muy interesante todo esto de la ínsula. Sin conocerla, mucho se ha hablado de esa sensación en la que el lector, oyente, espectador, se siente reflejado en las vicisitudes de los personajes y en las situaciones representadas en las obras leídas o presenciadas. Catarsis, empatía...son viejos conocidos de la metaliteratura y esto nos llevaría a pensar que, al contrario de lo que expresan mis respetados co-comentaristas, la situación es al revés: nos alineamos, quizá sin darnos cuenta, con las tribulaciones narradas haciéndolas nuestras, empapándonos de ellas y, por supuesto, aprendiendo, de manera que en futuras situaciones similares nos parecerá un "déjà vu" o incluso un "ya vivido", valga la expresión. Quizá además poseamos una herramienta o llave para abrir esa caja de los sentimientos atesorados en nuestra frágil alma humana. Quizá un pequeño barco que nos permita arribar a esa ínsula donde todos los sentimientos y emociones esperan a ser descubiertos por cada uno de nosotros.

Ángeles dijo...

Qué interesante y poético tu comentario, Juan M, gracias.
Y si fuera como dices, que los personajes de los libros viven sus tribulaciones primero y luego nosotros las hacemos nuestras, entonces se confirmaría definitivamente aquella teoría de la que hablamos aquí hace algún tiempo (nabokov-se-equivoca). ¿Ves como teníamos razón? :D

Conxita C. dijo...


Un placer Ángeles leerte, me alegra que me enlaces estas entradas que no conozco y que están relacionadas, de verdad, me encanta.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que expones y el debate posterior que se sugiere, que es muy rico, y déjame comentar que ojalá se tuviera mucho más en cuenta todo esto en la manera de enseñar.

Es cierto que he sentido a veces que hay libros que parece que están escritos para una, que te están hablando, que expresan eso que tú estás sintiendo y no sabes poner en palabras. Supongo que esa es la experiencia que he tenido con los libros y lo que hizo que ya en mi infancia me enamorara de ellos y lo siga estando. Definitivamente creo que no sabría estar sin leer y que los libros han ayudado a que sea como soy, tengo mucho que agradecerles.

Sobre la manera de contar, recuerdo que mi profesor de máster comentó en una ocasión que recordamos mucho más los hechos contados desde la biografía que desde la bibliografía, que coincide con ese conectar con las emociones de las personas que nos leen, escuchan o ven, en las que la ínsula tiene bastante responsabilidad y por cierto, a mi su nombre me evoca ya sensaciones placenteras y viendo los nombres que acostumbran a gastar los científicos es de agradecer este que al menos suena a buenas vibraciones.
De mi época de estudiante recuerdo sin esfuerzo las anécdotas o las historias para ilustrar algo que los conceptos que tenía que empollar, todo aquello que consiga traspasarme emoción me resulta mucho más fácil de recordar.

Un abrazo de domingo

Ángeles dijo...

Qué bien, Conxita, me alegro mucho de que te guste, y el placer es mío, desde luego.

Me ha gustado la frase de tu profesor, que abunda en el concepto de la ínsula, y de cómo las historias, las narraciones del tipo que sean, tienen en nosotros ese "efecto emocional" y duradero.
Ya ves que todo está conectado, y que lo emocional y lo cerebral es al fin y al cabo lo mismo.

Un abrazo, y gracias de nuevo.