viernes, 28 de diciembre de 2012

Sucedió una tarde


Es curioso cómo a veces, de pronto, se nos viene a la memoria el recuerdo de una situación intrascendente, de una experiencia pasajera a la que no le dimos importancia.
Pero  resulta que ese hecho que sucedió sin más y en el que nunca volvimos a pensar, se quedó almacenado, sin nosotros saberlo,  en esa especie de coliflor que tenemos dentro de la cabeza.
Hace unos días me acordé, quién sabe por qué, de una de esas situaciones que tienen lugar un día cualquiera y que pasan sin dejar huella.
Aparentemente.
Tendría yo dieciséis o diecisiete años y era una tarde de verano.  Había quedado con mis amigas, y, como es habitual, mi puntualidad británica y yo llegamos las primeras. Me senté en un banco del paseo a esperarlas y a los pocos minutos llegó un muchacho.
Se sentó a mi lado y empezó a hablar conmigo.
No sé cómo entabló la conversación,  si me dijo su nombre, si me preguntó el mío, si quería saber la hora... no sé.
Lo que recuerdo es que en algún momento, por alguna razón, empezamos a hablar de los libros.
Me preguntó si  a mí me gustaba leer, y dijo que él no leía nunca porque los libros le parecían muy aburridos. Que había empezado algunos pero los había dejado en seguida.
Yo le dije, más o menos, que habiendo tantos libros en el mundo, seguro que alguno le gustaría, que no todos eran aburridos.
Entonces me pidió que le hablara de alguno que me hubiera gustado a mí y que le pudiera gustar a él. Y yo, echando mano de mis escasísimos conocimientos, le hablé de uno que había leído hacía poco y que era muy entretenido.
Me preguntó de qué trataba y  le conté el argumento brevemente.
Por supuesto yo entonces no sabía nada del simbolismo de la novela ni de su filosofía ni nada de eso. Mi lectura se había quedado en lo anecdótico, en lo divertido de la trama, en la fantasía del relato.

El libro en cuestión era El caballero inexistente, de Italo Calvino.
Y aunque en aquel momento ni el chico ni yo teníamos dónde apuntar el título, recuerdo que hizo un esfuerzo por memorizarlo, repitiéndolo lentamente, como si lo escribiera.  
Ya no me acuerdo de nada más, no sé cómo terminó la conversación, pero me imagino que llegarían mis amigas y me marché.

Ahora me pregunto si el muchacho recordaría más tarde el título del libro; y si lo recordó, me gustaría saber si lo compró y si lo leyó. Y especialmente me gustaría saber si le gustó.
Como dije al principio, nunca antes me había acordado de esta anécdota, pero cuando hace unos días apareció en mi pensamiento, como aparece una foto vieja en un cajón, pensé que probablemente esta fue la primera vez que le recomendé un libro a alguien.
Y también pensé que era muy curioso que alguien que decía aburrirse con los libros tuviera tanto interés por conocer alguno que le pudiera gustar.
Y por último, también he pensado que este hecho que al principio consideré intrascendente, ahora no me lo parece tanto.
 
 
 

19 comentarios:

Metalsaurio dijo...

Recuerdo que en su día, como tantas otras veces, le pedí una recomendación a mi padre de un libro para leer y también me recomendó uno de Italo Calvino: El vizconde Demediado (o algo así).

Si mal no recuerdo, era simpático.

Espero que con tu recomendación creases un lector activo ;)

Sara dijo...

¡Qué curioso! Uno de los primeros libros que me recomendaron fue "El Barón rampante", que, como todo el mundo sabe, también es de Italo Calvino. Tendría yo unos dieciocho años (también por el Pleistoceno) y mi inolvidable profe de literatura de entonces me lo elogió tanto que no me dejó opción.

Es muy bella esta historia porque a tu desconocido interlocutor se le nota realmente interesado en tu recomendación. Y es que no hay nada más frustrante que el que sugieras un libro o una película y no te hagan ni caso.

Feliz año nuevo

Lan dijo...

Hay quien dice que las personas más difíciles de querer son las que más desean ser queridas. Pero yo no lo sé.
Saludos.

Juan M de los Santos dijo...

Hay una serie de cuestiones importantísimas reflejadas en tu relato o reflexión. Una de ellas, como tú misma sugieres, es la importancia de esos momentos que pasan desapercibidos pero que pueden haber tenido cierta trascendencia para nosotros o los que se han cruzado en nuestras vidas. Otra, por supuesto, una de las circunstancias clave que rodean al hecho literario: recomendar y aconsejar lecturas.¿Qué habría sido de muchos de nosotros si no hubieramos tenido amigos, familiares, profesores, que nos recomendaran lecturas en nuestra tierna juventud. Nos hubiéramos perdido todo un mundo de...En fín, que ya me voy por las ramas. Y una cosa más: gracias a tí y a tus eruditos seguidores por haberme recordado la gran trilogía "Nuestros antepasados" de Italo Calvino, uno de los grandes de la literatura europea del s. XX

Ángeles dijo...

Dices bien, Metalsaurio, El vizconde demediado, que junto con El caballero inexistente y El barón rampante, forma la trilogía "Nuestros antepasados".

Qué buena recomendación la de tu padre.
Gracias y un saludo.

Vaya, Sara, parece que Italo Calvino tiene público por aquí, qué bien.
Me alegro de que te haya gustado mi historia.
Gracias.

Lan, yo tampoco lo sé, pero, como otras veces, me dejas pensando…

Saludos.

Juann, gracias como siempre por sacarle tanto partido a mis modestas historias.
Yo no estoy segura de quién me recomendó a mí la lectura de Italo Calvino, pero probablemente fue mi hermano :-) que siempre fue un gran lector

¿Has visto qué personas tan especiales vienen (venís) por aquí?

Oliver dijo...

Te felicito por el blog.
Un saludo y mucho éxito.
Oliver

loquemeahorro dijo...

Me pregunto si realmente leyó ese libro, y si lo hizo, qué le pareció.

En todo caso, era una magnífica recomendación para una persona que no puede mantener la atención mucho tiempo, porque es un libro muy divertido, muy ágil y además muy cortito. Y que conste que esto último me parece algo positivo.

Además que puede interesar a gente muy diversa, tanto al que busque una dimensión más profunda, como al que símplemente busca diversión (que no es poca cosa).

Me gusta pensar que hiciste ese día a un nuevo lector, o por lo menos, que una vez abrió un libro que no le pareció un rollo.

Ángeles dijo...

Oliver, muchas gracias por tu amabilidad.
Suerte para ti también.
Saludos.

Fíjate, Loque,le recomendé aquel libro al muchacho porque yo lo había pasado muy bien leyéndolo, simplemente; pero hoy día, al recordar el episodio, me doy cuenta de que, sin ser consciente de ello, estuve atinada, por las razones que tan perfectamente expones.
Gracias!

MJ dijo...

Es una anécdota muy interesante y muy bonita:-)
Es curioso como funciona la mente, creemos que hemos olvidado muchas cosas y, de repente, por un mínimo detalle se nos viene a la cabeza un hecho concreto, un recuerdo, o una conversación. Este "disco duro" nuestro es maravilloso.
Sí,espero que el muchacho se convirtiera en lector, aunque fuese ocasional, sería un logro.
Creo que la única manera de saberlo sería que él leyera el blog y contestara ¡sería genial! ¿verdad? Una de esas casualidades misteriosas ;-)

jaramos.g dijo...

Recomendar un libro es tan arriesgado como preguntar si eres guapo. Admiro a los que se atreven a hacerlo y ademas saben cómo. Salud(os).

Ángeles dijo...

MJ, me ha encantado tu idea de que el muchacho aquel leyera el blog y nos contara...
Sería realmente una casualidad portentosa, pero yo estoy dispuesta a creer que pudiera darse.
Gracias, como siempre.

jaramos, a mí me parece que preguntarle a alguien por la belleza propia es mucho más arriesgado que recomendar un libro, je-je-. Al fin y al cabo esto es un acto de buena fe, un intento de compartir un disfrute. Lo otro es un compromiso más delicado, ¿no?
De todas formas, me ha encantado la comparación :-)
Un saludo.

JuanRa Diablo dijo...

Cuántas preguntas sin respuesta en esta reflexión en voz alta.

Vete tú a saber por qué la coliflor que tenemos bajo la melena decide un día ponerse a abrir cajones...

No sé qué me ocurre al leerte que siempre me apetece proseguir las historias que nos cuentas, sean reales o inventadas.
En esta imagino que vuelves a encontrarte con aquel chico que, por supuesto, leyó aquel libro y le gustó mucho. Y además te confiesa que, en ocasiones, recordó aquella tarde de tu recomendación, cuando os conoció a ti y a tu puntualidad británica :)

Saludos, compañera del Pleistoceno :p

Ángeles dijo...

Gracias, JuanRa.
Me encanta que te apetezca continuar mis historias: mi autoestima y yo nos ponemos muy contentas ;-)

Saluditos!

Anónimo dijo...

No hace falta decirlo pero a ese chico le importaban tanto los libros como a mi el fútbol. Lo que sí tenía era psicología para el ligoteo...je,je,je, (no te enfadas ¿verdad?)
Yo sólo he recomendado libros, y también regalado y prestado los que a mi me gustaban, a mi sobrina cuando comenzaba en esto del placer de la lectura y he de confesar que era un placer egoísta, como de doctor Frankenstein forjador de una vida intelectual (¡toma ya!) el comprobar que se entusiasmaba con ellos. El primero que le compré fue Las Leyendas de Bécquer y cuando más feliz me hizo sentir fue cuando dijo que el Drácula que le presté era el "mejor libro que había leído". Naturalmente, luego a medida que iba avanzando en sus lecturas, todos fueron "los mejores del mundo": Cien años de Soledad, El amor en los tiempos del Cólera, Las Uvas de la Ira...

carlos

Ángeles dijo...

Je, je, no, Carlos, no me enfado, aunque tendrías que tener más fe en el poder redentor de la literatura, je,je.

Es genial que hayas "forjado una vida intelectual" con tu sobrina. Me has hecho recordar cuando mi tío Juan me regalaba libros o me prestaba alguno de los suyos, como por ejemplo Drácula... fíjate, eh?

Os felicito, a tu sobrina y a ti, por el buen gusto que tenéis.

guille dijo...

¡¡ A los 17 recomendabas a Calvino !!

Ya ibas para crack.

guille dijo...

Como de costumbre me he olvidado de picar en el regreso.

Y no me queda mas remedio que regresar para ponerle remedio.

Ángeles dijo...

:D

Sí, Guille, a los diecisiete recomendaba a Calvino, pero en realidad no sabía bien lo que estaba recomendando, ni leyendo.

Y tú, con un comentario sobre un olvido, casi haces un haiku. Eso sí que tiene mérito :D

Thanks for coming.

guille dijo...

De nada, siempre un placer.

Bueno es saber que luego sabes mas.

Aunque cada época tiene sus recomendaciones. De jóvenes para impresionar y demostrar lo leídos que somos. Después lo que nos gusta y mas tarde ya aprendemos que no sirve de mucho recomendar algo distinto a que se lea (en general).

Los 17 suelen estar sobre valorados.

Lo mío mas que mérito es desfachatez.

Y el tener que regresar un alzheirmer recurrente.