jueves, 28 de febrero de 2019

Un libro y una carta



En una ocasión me regalaron un libro comprado de segunda mano. El libro, muy voluminoso, de casi mil páginas, estaba inmaculado, como si nadie lo hubiese abierto nunca, ni siquiera para hojearlo; y al recibirlo empecé a pensar, como siempre, en los diversos azares que pueden llevar un libro desde su propietario original hasta la librería de segunda mano.

Al hojearlo descubrí que, al contrario de lo que había pensado, el libro sí había sido abierto, al menos una vez y al menos por un punto concreto: el punto en el que una persona había introducido una hoja de papel escrita a mano.

El papel, doblado en dos y comprimido entre aquella profusión de páginas, era una carta. Una carta escrita con esmero,  con una caligrafía  muy clara y pulcra.

En el primer instante me pareció que leerla  sería como inmiscuirme en una conversación privada, pero después, claro está, la leí. Yo no era su destinatario original, pero desde el momento en que el libro llegó a la librería de segunda mano el destinatario cambió. La carta ya no era para quien debió haberla recibido muchos años atrás; la carta ya era para mí. Porque las palabras se escriben para que alguien las lea, y aquéllas merecían ser leídas. Y también la persona que las escribió merecía al menos un lector que apreciara su gentileza, su bondad y su impecable forma de escribir.

La carta es conmovedora, y desprende amor, lealtad y gratitud: es la carta de una joven que se despide de una familia, después de haber trabajado en su casa durante varios años, y que vuelve a su ciudad de origen.

Pensé que quien  llevó aquel libro a la tienda de segunda mano  no se dio cuenta siquiera de que había dentro una carta, y esto me produjo mucha tristeza, aunque, al mismo tiempo, su descuido sirviera para que esa modesta joya llegara a mí.

Hace unos días volví a pensar en esta carta olvidada en un libro, y en la persona que la escribió poniendo en ella su corazón, cuando leí una noticia sobre un hecho semejante ocurrido  en Estados Unidos.

Es el caso reciente de una mujer que compró  un ejemplar de  Mientras escribo, de Stephen King (por cierto, un libro y un autor muy especiales para mí, si me permiten el inciso), y que  encontró entre sus páginas una tarjeta de cumpleaños muy particular.  Se la dirige una abuela  a su nieto, y  conmueve de forma dolorosa. Porque en la tarjeta  la abuela le ruega al  nieto que se abra  una cuenta de ahorros,  que vaya ingresando poco a poco lo que pueda, y que nunca utilice ese dinero.  La abuela quiere evitar que el día de mañana su nieto se vea como se ve ella hoy día: en el umbral de la pobreza  y “sin nadie a quien culpar más que a mí misma.” 
Y para corroborar sus circunstancias, la buena mujer le dice al joven que de hecho su regalo de cumpleaños es ése libro, que ha comprado de saldo por 54 céntimos.  

Aparte de la elemental pero sabia lección de economía y sentido común que la abuela le da a su nieto; y aparte del hecho de que este libro que ella compró de segunda mano volviera a una venta de segunda mano, me llama la atención, una vez más, que esos tesoros, esos libros que llevan dentro una nota, una carta, una carga de sentimientos de tanto valor, acaben en una librería de viejo sin que nadie haya reparado en esos mensajes. 

Se me ocurren varias explicaciones tristes, pero también una esperanzadora. Y es que quizá quienes se desprenden de libros así son en verdad conscientes de que dentro van esos mensajes, pero los  dejan ahí porque saben algo que yo también sé: que los libros especiales siempre sabrán el camino que han de recorrer para llegar a quien pueda apreciar su especial significado.


tarjeta de una abuela a su nieto
Imagen compartida por la compradora del libro.




22 comentarios:

f dijo...

hermosa historia.
y cual era el libro que llegó a tus manos?

Sara dijo...

Me hubiera encantado (si eso hubiera sido posible) que hubieras compartido con nosotros el contenido de esa “joya” que el destino colocó entre tus manos. Has despertado mi curiosidad.

En cuanto a la otra carta, la de su abuela a su nieto, siento decirte que yo no la considero, como tú, emblema de sabiduría en ningún caso. Si esa pobre anciana, en vez de culparse a sí misma de su miseria, levantara la vista dos palmos más arriba, vería con claridad la imposibilidad – para algunos- de hacerse con ahorros y planes de pensiones, mientras otros -¿sabemos quiénes?- tienen la vida resuelta desde antes de nacer. Me parece demasiado cruel llegar a la vejez para tener que culpabilizarnos por errores que, con toda seguridad, otros cometieron por nosotros.

Un escrito lleno de poesía. Te felicito.

Muchos besos, Ángeles.

TORO SALVAJE dijo...

Llegó a ti.
No podía tener mejor destino esa carta.
Y a través de ti nos ha llegado a nosotros.
Gracias.

Besos.

Macondo dijo...

Un libro, una carta y un blog ("Juguetes del viento").

Albada Dos dijo...

Creo que las cartas o notas se han de dejar en los libro, aun cuando se vuelvan a poner en marcha. Es hacer "rular" la magia de un libro especial. Yo he encontrado de hecho, en dos ocasiones. En una de ellas no compré el libro, en la otra sí, y haré un post explicando la experiencia, porque tiene moraleja, no tanto como la de la abuela, eso seguro

Un abrazo

Chaly Vera dijo...

La carta fue leída y reconocido su valor y por eso fue “guardada” dentro del libro, más los avatares de la vida hizo que fuese olvidada, eso es algo natural, cuantas veces uno abre un libro y encuentra esa recorte de periódico que en ese momento era importante y lo guardo en el libro que estaba leyendo.

Besos

guille dijo...

Me gustan los libros de segunda mano.

Me gustan los libros subrayados.

Me gustan los libros con cartas insertadas.

Propongo regalar diez libros de nuestras bibliotecas a alguna librería de segunda mano incluyendo una carta manuscrita.

Me gusta imaginar a las personas que las encontraran.

Beauséant dijo...

Para mi las librerías de viejo son la historia de una derrota. Acumulas cosas, libros, fotos música, que te parecen importantes, que te llenan y que matarías por compartir con alguien afín... y acaban vendidas al peso es tiendas llenas de humedad y tristeza...

supongo que por eso intento no dejar nada material tras de mi, intento dejar de acumular.. ser leve en cada una de mis pisadas.

Conxita C. dijo...

Vaya bonita historia la del libro de segunda mano y la sorpresa que te esperaba.

Entiendo por un lado esa especie de pudor al entrometerse leyendo una carta que no te iba dirigida pero que sí necesitaba ser leída. Y leyéndote me alegro que lo hicieras, esa carta necesitaba su espacio y vaya espacio le has dado en tu blog. ¡Hay tantas historias dentro de los libros!
Da un poco de penita pensar que igual esa carta sí fue importante para el destinatario, igual que tantas otras dedicatorias, fotografías o escritos que a veces se encuentran en los libros y que también desaparecen como sus propietarios y cuando las encuentras solo puedes imaginar e intentar saber qué significaba esa dedicatoria y nunca llegas a saber la historia que la originó.

Me has hecho pensar en esas dedicatorias de mis libros, las que me han regalado y las que he regalado e igual alguien en algún lugar se interrogará sobre esas letras que un día escribí.

Me gustan estas curiosidades que encontramos a veces por casualidad y que tienen una historia dentro de otra historia.
Besos

Rick dijo...

Ese argumento final puede ser esperanzador, como tú dices, e incluso reconfortar a la persona que finalmente llega a leer esa dedicatoria, pero en el fondo seguirá existiendo esa pena original: el ordenante se equivocó de libro, seguramente. O el destinatario no se atrevió a destruir el mensaje, que casi es peor. No sé. Es una situación casi desgarradora.

Anónimo dijo...

¿Pero el libro merecía la pena o era un tostón y era esa la razón por la que no fue abierto por el destinatario del libro y la carta que contenía? No obstante, me parece hermosísimo y misterioso lo que cuentas sobre "tu" libro y "tu" carta...

MJ dijo...

Preciosa historia. Yo también dudaría si debía leer una carta que no va dirigida a mí, pero es cierto que al ser olvidada en un libro vendido a una tienda de segunda mano, convierte al nuevo propietario del libro en destinatario. Me alegro que la leyeras y hayas dedicado este espacio a hablarnos de ello. Seguro que no se le adivinaba un destino así. Pero me he quedado con las ganas de saber qué libro era, más detalles sobre el contenido de la carta y una fotografía de la misma.

Marisa C dijo...

Qué emocionante debe de ser encontrar algo así al abrir un libro por primera vez. No sé si es mi lado historiador, pero me emociona pensar que tengo entre manos algo que también disfrutaron otros antes que yo, que comparto, a través del tiempo, sensaciones con otras personas.
Es una bonita historia.

Ángeles dijo...


Hola, f, me alegra mucho verte de nuevo por aquí y me alegra que te haya gustado lo que he contado.
El libro es El río, de Wade Davis, la historia de unos exploradores botánicos, que parece un libro de aventuras pero es una historia real.


Sara, pensé que quizá os gustaría leer la carta, pero me dio reparo transcribir el contenido o mostrarla en una foto. De todas formas, lo importante aquí no es tanto la carta en sí como las reflexiones a que da lugar.

Y en cuanto a la tarjeta, por supuesto que hay personas que viven con lo justo, o con menos de lo justo, y que no pueden permitirse ahorra ni un céntimo. Pero a mí me parece que de las palabras de la abuela se desprende que ella podría haber ahorrado pero no tuvo esa previsión. Y me parece un gesto muy noble por su parte que reconozca su responsabilidad, cuando lo habitual es culpar a otros, y que quiera evitar que le pase lo mismo a su nieto.

Muchas gracias por tu generosa apreciación.
Besos.


Gracias a ti, Toro siempre tan amable.
Besos.


Qué bonito, Macondo, esa especie de muñeca rusa que has formado con los tres elementos.
Gracias.

Sara dijo...

Querida Ángeles, ése “hay personas que viven con lo justo…” ¿es un acercamiento a la estadística?

Por otro lado, temo haberme expresado mal o haber hecho poco comprensible mi pensamiento. Si esta abuela es la afortunada excepción que confirma la regla del ahorro, no tengo nada que objetar a tus últimas palabras, pero a lo que yo me refiero es a la manipulación de las élites que nos hace culpables individuales de lo que es una responsabilidad colectiva, y así nos sentimos mal por haber “vivido por encima de nuestras posibilidades”, solo porque así lo repiten los poderosos que, a la sazón, engordan, han engordado y engordarán sus dinerales en Suiza. En resumen, que hay una fina línea entre ser culpable de tu miseria o creértelo. Todo es cuestión de saber distinguir.

Muchos besos, querida.

Ángeles dijo...


Albada ya ves que yo tengo sentimientos contradictorias en este asunto. Por un lado me parece una pena que las notas personales se queden en un libro que “vuelve a ponerse en marcha”, y por otro me gusta que ocurra esto. Así que hay una mitad de mí que está de acuerdo contigo, jeje.

Estaré pendiente de esa entrada tuya.

Gracias y un abrazo.



Chaly, sin duda la carta la puso en el libro la misma persona que lo regaló, pues el libro lleva una dedicatoria firmada por quien también escribió la carta; por eso espero que quienes lo recibieron se percatasen de que la carta estaba ahí, aunque quizá no leyeran el libro.

Como bien dices, a veces guardamos algo en el libro que estamos leyendo, porque nos parece un lugar seguro. Y quién sabe por qué motivos este libro fue a parar a la venta de segunda mano, y quién sabe si esto dependió de quienes lo recibieron o de otras personas.

Gracias como siempre por tu opinión.



Guille, esa idea de donar libros con notas dentro es muy bonita, y de hecho es algo que algunas personas hacen. No hace mucho vi una imagen que alguien compartió en Facebook: es la foto de un libro comprado de segunda mano y la simpática nota que llevaba dentro. En ella, la persona que se había desprendido del libro se dirigía a quien lo comprase diciéndole que aunque nunca se hayan conocido, habrían podido ser buenos amigos, basándose en sus gustos literarios :)
Gracias.


Beauséant, comparto hasta cierto punto lo que dices. Ya he comentado aquí alguna vez que las posesiones materiales, incluso aunque sean libros, me abruman, por lo que prefiero no tener más que lo imprescindible.
Pero es natural que algunas cosas dejen de tener para nosotros el sentido que tuvieron en otros momentos, y por eso creo que la segunda mano es una opción estupenda para que otras personas puedan darle un nuevo sentido o un nuevo valor a esas cosas.

Gracias por tu comentario.

*entangled* dijo...

Lo que escribes me ha sonado familiar, como si pensara que ya lo había leído antes. Y así era. Bueno, casi. Me refiero a la entrada "Detrás de los visillos", que publicaste el 9 de Mayo de 2016.

Saludos.

Ángeles dijo...

Gracias, Conxita, me alegra mucho que te haya gustado, y me imaginaba que así sería ;)
Eso creo yo, que en esos pequeños detalles como notas, dedicatorias, etc, que encontramos en los libros hay siempre una historia secreta, y que, como historias que son, su “hábitat” natural son los libros.

Besos.


Lo has resumido muy bien, Rick; es una circunstacia peculiar y ambivalente, que da lugar tanto a pensamientos felices como a pensamientos tristes. Y supongo que dependerá de cada uno el decantarse por unos o por otros. Yo, ya ves, contemplo ambos y finalmente elijo la opción que me parece más positiva. Espero que tú también :)

Gracias como siempre por tu opinión.


Sin duda, Anónimo, el libro merece la pena. Si a los destinatarios les gustó o no ya es otra cuestión. Pero aun suponiendo que fuese un tostón, la dedicatoria y la carta le dan un valor único, y si ésta pasó desapercibida me parecería una cosa tristísima.

Muchas gracias por tu apreciación, me alegra mucho que te haya gustado.


Gracias, MJ, me alegro mucho de que te haya gustado.
Precisamente porque me considero de alguna forma destinataria -imprevista- de esa carta, no me parece apropiado publicarla aquí ni dar más detalles de su contenido. Siento que soy ahora una especie de “guardiana” de esa carta tan personal, que debe permanecer en el ámbito de lo privado ;)


Así es, Marisa, emocionante y al mismo tiempo un poco abrumador para quienes sentimos que este tipo de cosas tienen un valor muy particular.

Gracias.


Sara, no te preocupes, te había entendido bien en tu primer comentario. Es sólo que yo pretendo ceñirme a este caso particular, sin entrar en otras valoraciones que sobrepasan los límites del tema que nos ocupa.

Besos!


En efecto, entangled, la entrada que refieres trata también sobre los libros de segunda mano; de hecho es uno de los temas recurrentes de este blog, y hay varias entradas más que de una forma u otra tratan de este asunto.

Saludos, y felicidades por tu buenísima memoria ;)

Eme dijo...

Gracias por contar esta historia tan linda. Me encanta! Yo vendo libros usados (entre otras cosas) y muchas veces cuando encuentro algo adentro me lo quiero quedar, pero me aguanto.


Te dejo un abrazo!

Ángeles dijo...


Gracias a ti, Eme. Y me alegro mucho de que te haya gustado la historia.
Vaya, tiene que ser una tentación difícil de resistir encontrar tesoros en los libros. Pero creo que sí, que lo adecuado es dejar esos vestigios entre las páginas, que ya se han convertido en su lugar natural.

Un abrazo para ti también.

JuanRa Diablo dijo...

Si se para uno a pensarlo, hay algo verdaderamente triste y a la vez enigmático en esas cartas que quedan olvidadas entre las páginas de un libro.
Primero porque puede pasar muchísimo tiempo en volver a ser descubiertas por otro lector y después porque es inevitable hacerse muchas preguntas. ¿La leería realmente la persona a la que iba dirigida? ¿La olvidó al deshacerse del libro? ¿Qué debió ser de aquellas personas y cuál sería su historia?

Y todavía me hago más preguntas. ¿Cuántas cartas habrá prensadas entre las páginas de algún libro, en alguna tienda de segunda mano o en alguna biblioteca del mundo, mudas, impertérritas, conteniendo un fragmento de vida muy lejana? ¿Se encontrarán alguna vez?

Hala, ya me has dejado pensativo...

Ángeles dijo...


Así es, JuanRa, se vienen muchas preguntas a la mente, y todas intrigantes e interesantes.

Qué sentimentales nos ponemos con algunas cosas, eh?

Gracias por tus bellas reflexiones :)