Cuento
Esta entrada se publicó en el blog originalmente el 14 de junio de 2010. Hoy la recuperamos con motivo del décimo aniversario de Juguetes del viento.
El
prisionero estaba leyendo un libro, y aunque oyó llegar al general, no levantó la
mirada de la página.
-¿Qué
está leyendo, capitán?
-¿Le
importa mucho lo que yo lea?
-Ande,
no sea antipático.
-El
Conde de Montecristo.
-Ahá.
No estará buscando inspiración para fugarse, como Edmundo Dantés, ¿verdad?
-No
señor. Sólo intento evadirme mentalmente.
-Pero,
¿no le resulta tentadora la idea de imitar al héroe de la novela?
-No.
Sé que es imposible escapar de aquí.
-Más
difícil era escapar de If, y Dantés lo consiguió.
-¿Me
está animando, general?
El
general lanzó una carcajada hueca y sincera.
-No,
no. Sólo intento mantener una conversación interesante, para variar. Es un
libro que me gusta mucho. Lo he leído varias veces. Diga usted, ¿por qué parte
va?
- Morrel
está en la ruina y un personaje desconocido intenta ayudarle.
-¡Ah!
Es un pasaje apasionante.
El
capitán, con una expresión de fastidio, cerró el libro y lo dejó a un lado.
-Vaya,
parece que le molesta mi conversación, pero le recuerdo que es usted mi
prisionero y se tiene que aguantar.
-No
lo olvido, general.
-¿Es
la primera vez que lee la novela o la conoce ya?
-Es
la primera vez que la leo.
-¿Y
le está gustando?
-Es
magnífica. Absorbente. Apasionante, como usted ha dicho.
-Bien,
bien. Siga leyendo, siga. Hasta mañana, capitán.
Al día
siguiente, el general volvió a la celda del capitán.
-¿Cómo
va eso, capitán? ¿Ha leído más?
-Desde
luego. Estoy completamente atrapado por la historia.
-Vaya,
vaya, no sabe cuánto me alegra oír eso.
-¿Ah,
sí? ¿Y por qué, si puedo preguntar?
-Usted
tiene información vital para mí, y los dos sabemos que no está usted dispuesto
a traicionar a los suyos proporcionándome dicha información, ¿cierto?
-Cierto.
Pero ¿qué tiene que ver eso con la novela?
-Usted
dijo que prefiere la muerte antes que revelar la estrategia de su ejército y
los planes de su general.
-Lo
dije y lo mantengo.
-Bien,
entonces es inútil que lo amenace con fusilarlo o torturarlo para que me dé la
información.
-Puede
fusilarme o torturarme ahora mismo si quiere. No tengo miedo al dolor ni a la
muerte.
-Pues
bien, le propongo lo siguiente: o me da la información que necesito o le cuento
el final de la novela.
-¡No!
–exclamó el capitán, tapándose las orejas.
-Piénselo,
capitán. Hay torturas que no duelen, pero que pueden acabar con un hombre
igualmente. Le daré otra oportunidad. Mañana volveré a esta misma hora, y si no
está dispuesto a hablar... ya sabe.
El
general se alejó de la celda, y el capitán, presa del pánico, cogió de nuevo el
libro y empezó a leer frenéticamente.
Pasó
toda la noche leyendo a la luz de la vela, pero sólo consiguió empeorar su
situación. Porque cuanto más avanzaba en la lectura, más se apasionaba por la
historia, más deseos tenía de averiguar qué pasaba a continuación y más le
horrorizaba la idea de que el general le revelase el final, o siquiera algún
detalle significativo.
A la
mañana siguiente, el general volvió a visitar la celda.
-Bien,
bien, aquí está mi Edmundo Dantés, demacrado y desesperado. Dígame, capitán, ¿ha
conseguido leer mucho más?
-No
me haga esto, general, se lo suplico. Fusíleme, o deme latigazos, pero no me
desvele la historia.
-Vaya,
eso significa que sigue en sus trece. No está dispuesto a darme la información
que necesito, ¿eh?
-No
señor, no voy a traicionar a los míos.
-¿Por
dónde va, capitán? ¿Por qué parte de la historia?
El
capitán, temiendo que el general le contase algo que aún no había leído,
contestó:
-El
joven Alberto ha sido secuestrado por los bandidos.
-Ah,
sí, una aventura fascinante. Deme el libro, por favor.
El
capitán lo entregó con desgana y miedo.
El
general abrió el libro por la página marcada con una cinta negra.
-Vaya,
vaya, me parece que me miente usted, capitán. Ese pasaje de los bandidos ha
quedado ya muy atrás. Pero me gusta su intento, porque nada hay más aburrido
que enfrentarse a un contrincante de inteligencia inferior.
Y esté tranquilo, no voy a contarle el final,
de momento. Esto me parece más divertido y fructífero de lo que pensé en
principio, porque creo que prolongando la tortura un poco más, acabará usted
cediendo a mi demanda y todos saldremos ganando: yo tendré la información y
usted podrá seguir leyendo tranquilamente el libro sin que nadie lo importune.
Y
tras unos momentos de pausa, añadió el general:
-Colijo
que la tortura será más efectiva si tiene usted miedo cada día. Así que cada día
le contaré un detallito que le fastidiará la lectura de las siguientes páginas.
Veamos...
según la marca del libro, acaba usted de leer que el sirviente del conde había
presenciado a escondidas el misterioso caso que tuvo lugar en la casa de
Auteuil. Bien, todavía faltan muchas páginas para que se desvele quién era la
dama implicada en el asunto.
-No,
no, piedad... –dijo el capitán con voz temblorosa. Pero el general prosiguió:
-Le
voy a robar el placer de descubrirlo por usted mismo en el momento adecuado. Verá, después de este pasaje que acaba
usted de leer hay una sorpresa tras otra, y la emoción de la lectura es
suprema, pero, en vista de su tozudez, no tengo otra opción...
Y
entonces el general, en un acto de perversidad inusitada, pronunció el nombre del personaje clave en el
misterio de Auteuil.
-¡No!,
exclamó el capitán, que aun con las manos en los oídos pudo escucharlo.
-Ya
ve que no amenazo en vano, capitán.
El
capitán intentó pasar otra vez la noche leyendo. Pero a medida que pasaba las
hojas y la vela se iba consumiendo, se consumía también su esperanza de
terminar el libro antes de la mañana. El cansancio de sus sentidos y el
agotamiento nervioso le impedían mantener los ojos abiertos.
¿Qué
podría hacer? ¿Cómo escapar de la tortura? ¡Oh, desesperación!
-Buenos
días, capitán. Otra noche de lectura, ¿no es así?
-Así
es.
-Bien,
bien ¿y hasta dónde ha llegado?
-Danglars
y Montecristo intercambian información sobre Fernando Mondego.
-Ah,
o sea que la intriga es absoluta.
-Desde
luego.
-¿Y
qué decisión ha tomado, capitán? ¿Qué hay de nuestro acuerdo?
-Acuerdo,
ninguno. No voy a traicionar a mi ejército.
-Muy
bien -dijo el general, exasperado por la contumacia del capitán-. Pues prepárese
para oír ahora mismo el final de la novela y todos los detalles que llevan a él.
Al oír
esto, el capitán se llevó las manos a los oídos con frenesí, moviendo la cabeza y caminando de un
lado a otro de la celda, mientras exclamaba ‘¡No, no!’.
El
carcelero le ató las manos a la espalda.
-Así
no tendrá más remedio que escuchar –dijo el general. Y añadió-: Amordácelo
también, carcelero, para que no grite.
Y
entonces el general empezó a contar todos los detalles de la historia de
Edmundo Dantés, el astuto héroe conocido como el Conde de Montecristo. Y reveló
los motivos de cada personaje, y las consecuencias de cada acto; y las
intrigas, los engaños, las dobles intenciones y las trampas a las que el conde
hubo de enfrentarse, con su ingenio y su paciencia como arma más poderosa.
Y
llegó al final, a la resolución de todas las tramas y todos los enigmas, para
privar así al capitán de una de las mayores satisfacciones que un alma
cultivada puede disfrutar: la de comprobar que un hombre, con tan sencillos
instrumentos como el papel y la pluma, puede crear un mundo y llenarlo de vida,
y hacer que habitemos en él y nos sintamos felizmente atrapados y sin deseos de
escapar.
Cuando
terminó su relato, el general se puso en pie, ordenó desatar al prisionero y
dijo con desdén:
-Aquí
seguirá usted encerrado, capitán, con la única compañía de un libro que ya no
guarda misterio ni interés para usted.
Y se
marchó a batallar.
Hasta
ese momento, el capitán había permanecido maniatado y amordazado, sentado en
una silla, con la cabeza baja, abatido,
la oscura melena cayéndole sobre la cara.
Cuando
el carcelero lo desató y lo dejó solo, se levantó, cogió el libro del suelo y
se tumbó en el camastro.
Abrió
el libro por donde marcaba la cinta negra y empezó a leer. Pero antes, se llevó
de nuevo las manos a los oídos, y, con cierta dificultad, se quitó los tapones
que la noche anterior había fabricado con la cera de la vela.
17 comentarios:
Agradezco la reedición, porque hace diez años no conocía este sitio y me había perdido tan precioso cuento.
Muchas felicidades por tu aniversario y a por otros diez. Tus lectores saldremos beneficiados con que así sea.
:)
Genial!!!
Me ha encantado.
Muy bien escrito y muy bien resuelto.
Felicidades por estos diez años.
Besos.
Me parece que alguna vez, en una de nuestras conversaciones privadas, te he dicho que éste era uno de mis cuentos favoritos que te he leído. Menos mal que mi mala memoria me pone a salvo de muchas cosas, y en este caso me ha librado de acordarme del final, porque es, sencillamente, EX-CE-LEN-TE. Y no solo el final, sino el cuento entero, que celebro como un merecido homenaje a “El Conde de Montecristo” de Alejandro Dumas.
Muchas felicidades por un cuento tan inspirado y por los diez años que compartimos jugueteando con el viento.
Es una novela apasionante, para disfrutar por largos días de lectura. Un genialidad utilizarlo para torturar. Claro, es como una película, si se sabe el final pierde la emoción de los pasos uno a uno de la lectura. Muy bien llevado este texto que no conocía.
Felicidades por esos diez años y a por otros diez con la misma ilusión. Un abrazo
Me sonaba que ya se había celebrado el cumpleaños "oficial" hace un tiempo, y así es; pero vuelvo a felicitarte de todos modos, porque diez años es todo un record en este mundillo bloguero.
No conocía este cuentecillo, y además de estar muy bien construido tiene una profundidad admirable: "... para privar así al capitán de una de las mayores satisfacciones que un alma cultivada puede disfrutar: la de comprobar que un hombre, con tan sencillos instrumentos como el papel y la pluma, puede crear un mundo y llenarlo de vida, y hacer que habitemos en él y nos sintamos felizmente atrapados y sin deseos de escapar".
Ese párrafo lo resume todo. Y felicidades otra vez. Este tipo de historias deberían "re-publicarse" cada medio año más o menos, porque generalmente los lectores de un blog no suele ponerse a "escarbar" en el archivo.
Recuerdo haber estado en esta celda hace ocho años con este capitán encarcelado, aunque no recordaba ese final tan chulo. He llegado a pensar que le quitarían el libro, ¿te imaginas? La falta de esa "droga" sería lo peor. ¡Tendría que rendirse a la fuerza! :D
Cuando leí esta entrada ya me apeteció enormemente rememorar las aventuras de Edmundo Dantès, en la que es una de mis novelas favoritas (quizás la más)
Ahora me ha vuelto a suceder; ¿no sería toda una experiencia volver a "danterizarse" y revivir ese torrente de emociones? ¡Ni siquiera me importaría estar encarcelado!
Saludos, Ángeles
PD. A Grizzy también le ha gustado la entrada ;)
Hola Ángeles qué buena esta reedición del cuento que me ha permitido conocerlo.
Muchísimas felicidades por esos ¡¡¡¡10 años!!!! No parece nada fácil mantenerse y persistir en estos tiempos en los que la lectura compite con tantas aficiones.
Eso es un spoiler en las series y pelis pero no sé que nombre se le da en los libros, pero ¡cómo molestan aquellos que se empeñan en descubrirte cómo acaba un libro! ¡¡¡No!!! Como lectora lo quiero descubrir yo, a mi ritmo, enganchada, conteniendo mi impaciencia y disfrutando de cada página. Así que me ha encantado ver lo ingenioso que es tu protagonista y lo bien que lo ha resuelto, que le den al aguafiestas.
Un abrazo
Muchas gracias, Macondo. Ten por seguro que si este blog sigue adelante es porque la primera beneficiada soy yo, con la presencia de sus lectores.
Gracias, me alegra mucho que te haya gustado el cuento.
Qué bien, Toro, muchas gracias por tu apreciación y tu amabilidad :)
Besos.
Así es, Sara, este cuentecito es un modesto homenaje a la novela de Dumas y a la felicidad que nos proporciona la literatura.
Muchas gracias por tus palabras, y por los diez años que llevas por aquí, jugando con el viento.
Albada, veo que tú también conoces el deleite de leer esta novela, y me alegro mucho de de que el cuento, en su modestia, también te haya gustado.
Muchas gracias, en ello estoy :)
Un abrazo.
Sí, Rick, el aniversario fue en junio, y me pareció que recuperar de vez en cuando alguna entrada antigua era la mejor manera de celebrar estos diez años de historia bloguera.
Es verdad, no solemos leer las entradas antiguas de los blogs, lo cual muchas veces es una lástima, pero supongo que es difícil disponer del tiempo que eso requeriría. Sin embargo, para mi regocijo, ha habido algunos héroes del bloguerismo que sí han leído muchas de las entradas antiguas de este blog, incluso todas, en algún caso. Un honor para mí, desde luego.
Me alegra mucho que te haya gustado el cuentecillo y en especial el párrafo que destacas.
Muchas gracias por tu valoración.
Entiendo al prisionero, yo también quería llegar al final de tu historia para saber la solución.
Me hubiera fastidiado que me la chivaran.
Siempre te lo digo, tus escritos me obligan a leerlos de tirón.
El cuento es tan bueno que podrás volver a actualizarlo cuando cumplas los veinte años....
...del blog, creo que tu esos ya los tienes cumplidos.
¡Qué dificil es comentar desde un teléfono móvil! ¡He probado 3 veces y no hubo forma! Finalmente a ver si desde el ordenador me deja :)
Decía yo en mis comentarios frustrados que vaya dominio el tuyo del Conde de Montecristo!
Es inevitable asociar a ese capitán con Edmundo Dantés. Desde luego, es un hombre de recursos. Estoy seguro que a día de hoy ya se habrá acabado la novela y se habrá fugado de la cárcel. ¡Sobre todo después de 10 años! :)
¡Un saludo!
JuanRa, quitarle el libro al capitán sería una faena, desde luego, pero el general enemigo es mucho más sibilino: deja que el capitán siga leyendo, que se enganche a la historia cada vez más, y con la amenaza permanente de que le revelen detalles, para minarle la moral... Lo que se dice un esaborío, vamos.
Saludos, y también para ese gato intelectual que ronda por tu bibloteca.
Pues sí, Conxita, parece que diez años, en términos blogueros, es mucho tiempo, pero la verdad es que a mí me ha resultado muy fácil: simplemente el blog es parte de mi vida, algo natural.
Eso es justamente el general del cuento, un aguafiestas, el que estropea la diversión, que es lo que significa “spoiler” literalmente: el que estropea, el que echa algo a perder.
Muchas gracias, me alegra mucho que te haya gustado :)
Un abrazo.
Guille, me encanta que te hayas sentido como el prisionero, atrapado no en una celda sino en una historia. Es lo mejor que se puede decir de un cuento.
Y también me encanta que te parezca “tan bueno” como para volver a recuperarlo en el futuro. Así que ahora mismo voy a dejar programada la entrada para que se vuelva a publicar dentro de otros diez años :D
Thankee.
Metalsaurio, en primer lugar, gracias por la insistencia. Esa perseverancia es lo que hizo triunfar a Edmundo Dantés ;)
Me alegra que asocies a mi modesto capitán con el gran Conde de Montecristo, pero no pienses que soy ninguna experta en la novela, ni mucho menos. Simplemente quise hacerle un pequeño homenaje a una creación literaria que me parece fabulosa.
Gracias. Un saludo.
Excelente desenlace.
Magnífico relato. No se puede apartar la vista de la pantalla. Es redondo, perfecto. Un relato así te consagra.
Un beso.
Un relato magnífico :-)
Pero... pero yo sería ese general :-( ¡Me encanta narrar películas, series, novelas! Soy un spoiler andante y no espero a la semana siguiente para saber cómo continúan mis series favoritas, busco los avances...
Así que cuando estes conmigo tendrás que aplicar la ingeniosa solucion del capitan: tapones. Muy bien cerrada la historia.
Gracias, Anuar, me alegra mucho que te haya gustado.
Hola, Ilduara.
Muchísimass gracias por tus generosas palabras, qué amable eres.
Un beso, y encantada de verte por aquí.
Gracias, MJ.
Es verdad, yo sé que te encanta contar películas y novelas con detalle, y aunque seas “un spoiler andante” (incluso para ti misma!), la diferencia es que tú no tienes la mala idea del general del cuento :D
Estaba bien escrito y me daba miedo que el final no estuviese a la altura ;)
Pero no, me ha gustado de principio a fin...
Y me he puesto a pensar que casi no me acuerdo de nada de ese libro, quizás sea el momento :)
Gracias, Beauséant, me alegro de que te haya gustado, y sobre todo de que el final no te haya decepcionado ;)
Y sería muy bonito (para mí) que este cuentecito te animara a leer de nuevo la novela :)
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