Daniel siempre pensaba en leer durante el trayecto a la universidad, aunque casi nunca llegaba a sacar ningún libro, porque observar a los pasajeros del metro le gustaba incluso más que leer. «Es como contemplar a los personajes de una historia que todavía no está escrita», habría dicho si alguien le hubiera preguntado por qué.
Los observaba con atención pero con prudencia, e imaginaba detalles sobre sus personalidades, sus ocupaciones, sus sueños y sus desengaños. «Sí, a veces, pero otras veces dicen la verdad», habría respondido si alguien le hubiera dicho que las apariencias engañan.
Aquella mañana, cuando estaba en plena observación de pasajeros, las circunstancias cambiaron de repente. Un apagón desconectó la mirada de Daniel, como si ante sus ojos hubiera caído un telón negro. El tren se detuvo con descortesía, y al momento empezaron los gritos y las exclamaciones de preocupación y de enfado.
—¡Ay, por Dios, qué miedo! —dijo una voz aguda.
«Debe de ser la chica de la bufanda rosa», pensó Daniel.
—¡Un atentado, seguro que es un atentado!
«La mujer de las gafas de sol gigantes».
—¡Señora, haga el favor, no empeore las cosas diciendo tonterías!
«Seguramente, el muchacho de los pantalones rotos y el monopatín».
—Bueno, bueno, tranquilidad. No es más que un apagón, en seguida lo arreglarán, y si no, nos pasarán a otro tren y ya está.
«Ése es el del traje azul y la cartera».
Otras voces informaron de que las puertas estaban bloqueadas, de que estaban atrapados en el vagón. Se oyeron más gritos y golpes en las puertas. La voz del traje azul volvió a pedir tranquilidad y paciencia, asegurando que sería cuestión de esperar unos minutos.
—Cállate, tío listo, tú qué sabes.
«El del monopatín tiene ganas de bronca...»
Unos minutos después volvió la luz y las puertas de salida se abrieron con sosiego. Los altavoces pidieron disculpas, rogaron a los pasajeros que salieran al andén con calma e informaron de que continuarían viaje lo antes posible.
Mientras Daniel se ponía de pie y cogía su mochila, vio a la joven de la bufanda rosa, que se apresuraba a salir mientras decía:
—¡Ay, por Dios, qué miedo! Menos mal que ha sido poco rato.
Y entonces vio a la mujer de las gafas gigantes que hablaba con otro pasajero:
—Es que, con las cosas que pasan —decía—, enseguida piensa una en un atentado.
Daniel sonrió. A su lado, ya en el andén, el hombre del traje azul y la cartera refunfuñaba:
—Un atentado, decía la tía lista...
—Bueno, bueno, tranquilidad, por suerte no ha pasado nada —le dijo el chico del monopatín.
Daniel volvió a sonreír al tiempo que se colocaba la mochila al hombro. «Los personajes y sus apariencias», habría dicho si alguien le hubiera preguntado en qué pensaba.
17 comentarios:
Las apariencias engañan tanto que es casi imposible no equivocarse si deducimos en base a ellas.
En este relato parece que a Daniel no le han engañado las apariencias excepto en cuanto a los dos protagonistas masculinos en que a mi entender no queda muy claro si acertó o no cuando estando a oscuras intentaba conectar las voces que oía con las personas que había visto.
Besos.
Así es, Toro. Las apariencias engañan, pero no siempre. Y a Daniel lo han engañado en dos casos (los dos pasajeros masculinos), y en los otros dos le han dicho la verdad.
Gracias. Y besos.
jaja Eres una chica muy ingeniosa y perspicaz ¡que lo sepas! ; ) Si no fuera por el comentario que te leo y le dejas a XAVI, no me habría dado cuenta, que efectivamente en medio de la oscuridad a DANIEL, adjudicó equivocadamente lo que suponía decía al hombre de traje azul y cartera, al de los pantalones rotos y monopatín y viceversa..
Las primeras impresiones y apariencias a veces nos engañan, otra no. Aquí, supuso que el hombre trajeado era el que ponía calma y el broncas era el de los pantalones rotos y era justo al revés… pero con las chicas acertó. Tenemos muchos prejuicios y estereotipos mentales, que luego, no tienen nada que ver con la realidad, otra veces sí que es tal cual. A mi tb me gusta mucho hacer lo que hace DANIEL, según veo a alguien, incluso por la calle, le adjudico una historia y una forma de ser.
Gracias! me gusta que nos obligues a ser observadores, yo soy bastante más intuitiva que observadora, de hecho a veces no veo ni lo que tengo delante de las narices ; )
Un beso!
No se puede leer a las personas como quien se lee un libro, creo que esa es la lección que ha aprendido Daniel ;)
A mi también me ha costado pillar el giro, y eso que leo mucho, debe ser que lo mal :)
"De noche, todos los gatos son pardos".
Y en ese escenario, Daniel acierta en un 50% basándose en voces y figuras de las que esta es su primera referencia. No está mal. Demuestra una intuición muy aguda. "Los personajes y sus apariencias": Daniel podría llegar a ser un buen narrador, si además de ese don natural se esfuerza en aprender la técnica. Ese frase suena a persona madura, ya de vuelta de muchas cosas.
«Me ha gustado mucho», contestaría si alguien me preguntara qué me había parecido.
Ja, ja, gracias, María.
Seguramente, si el cuentecillo no lo hubiera escrito yo misma, también se me habría escapado la clave: que a Daniel las apariencias lo engañan dos veces y le dicen la verdad otras dos. Y de eso se trata, de que no se puede generalizar; las apariencias no siempre engañan.
Gracias a ti, como siempre, y un beso.
Creo, Beauséant, que lo que aprende Daniel, o más bien confirma, es en realidad que las apariencias a veces dicen la verdad, aunque no sea aconsejable dejarse llevar por ellas.
Y no creo que leas mal; tal vez sea que el giro, como dices, es escurridizo :D
Así es, Rick, Daniel acierta un cincuenta por ciento, es decir, que anda bien de intuición y que las apariencias no siempre son engañosas. Por eso sonríe al final, porque confirma su teoría.
Yo creo que, más que maduro, Daniel es perspicaz, lo cual tampoco es mala dote si quiere ser narrador.
Gracias por tu comentario, as usual, y un saludo!
Muchas gracias, Macondo, eres muy amable :)
A veces las apariencias engañan y otras muchas queremos que nos engañen y decidimos creer en lo que queremos creer ;)
Por cierto, me he topado con esto que, creo, podría gustarte:
https://www.jotdown.es/2024/02/los-crucigramas-mas-endemoniados-1/
Saludos
Buena observación, Beauséant :)
Y muchas gracias por el enlace. Me gusta Jotdown y me gustan los crucigramas, así que lo leeré con interés.
Un saludo!
Al menos acertó con todos.
Ali Reyes, en lo que acertó es en que las apariencias engañan unas veces y otras no.
Saludos.
Lo que no dices es que tú también ibas en ese tren, observando cómo Daniel analizaba con la mirada a los demás. Y que cuando volvió la luz y te percataste de lo que había ocurrido pensaste: "Ostras, qué cuento más majo sale de aquí para Juguetes"
Me encanta esa mochila al hombro que llevas tú también, llena hasta los topes de imaginación.
Cuando todas las piezas encajan de la forma en que sabíamos que lo harían es la mejor parte del día, o de la vida.
Saludos,
J.
Jeje, pues no, JuanRa, no iba en ese tren, pero si hubiera ido, seguro que hubiera pensando lo que dices. Con su "ostras" y todo :D
Muchas gracias, aunque creo que tu mochila pesa más que la mía, eh? ;)
Qué verdadero es lo que dices, José A.
Gracias y saludos.
ya no comento me fui pero te leo
Un cuento muy interesante.
Efectivamente, las apariencias engañan a veces, otras sí que dicen la verdad. Supongo que depende de las personas (tanto de la que juzga como de la que es juzgada). Ahí están los dichos "las apariencias engañan" y "la primera impresión es la que cuenta". Pues la primera impresión es la apariencia y puede ser engañosa o no... ¿Con cuál nos quedamos?
Me ha dado un poquito de miedo cuando se ha detenido el metro con las luces apagadas y las puertas bloqueadas... yo sería la de la bufanda rosa... y además rosa :-)
Cuando yo iba en autobús todos los días era como Daniel, observaba a las personas y le imaginaba historias. Sobre todo, a las personas mayores, me las intentaba imaginar de jóvenes y pensar qué hacían entonces y cómo les ha tratado la vida...
Gracias, Recomenzar.
Ya sabes, MJ, lo que pasa con los refranes y los dichos populares, que son categóricos, pero eso no significan que sean verdad. Y la prueba está en que, en muchas ocasiones, y como tú apuntas, para muchos de esos refranes existen otros que les llevan la contraria.
Lo único cierto es que no hay certezas absolutas, y eso lo sabía Daniel y lo ha confirmado.
Creo que es inevitable "montarnos" historias sobre las personas a las que vemos y que por alguna razón nos llaman la atención. Supongo que es un impulso natura, como querer rellenar de alguna manera la información que nos falta. Nuestro cerebro es así :)
Gracias por tu comentario.
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