sábado, 14 de diciembre de 2019

La tela de araña


El sol silencioso  pintaba de amarillo la terraza del domingo.  Las flores de fuego parecían a punto de estallar, y yo, recostada en la tumbona,  repasaba las últimas páginas que había escrito durante la semana.

Entonces sonó el teléfono. Molesta por la interrupción me levanté y entré en el salón. En la pantalla del aparato vi que era Raúl, y tuve la tentación de no responder, pero un raro sentido de la cortesía me lo impidió. 
Mientras lo saludaba volví a la terraza. Raúl, como siempre, me preguntó si me interrumpía, y le dije que estaba trabajando, que tenía tarea atrasada y que no podía entretenerme mucho.

—¿En domingo? Eso no puede ser —me dijo con su acostumbrado tono autoritario—,  tienes que descansar.  ¿Por qué no quedas con tus amigas para comer?  Si yo estuviera más cerca ahora mismo iba a recogerte…

Y mientras él continuaba con su habitual retahíla de opiniones no solicitadas, de consejos inoportunos y de recomendaciones sobre cómo yo debería organizar mi vida y mi trabajo, vi que entre los barrotes de la barandilla había una telaraña, cuyos hilos brillaban al sol como si fueran de plata. Era una obra maestra de ingeniería natural que yo no podía dejar de mirar, mientras seguía sosteniendo el teléfono y oyendo el parloteo de Raúl, que ahora se lamentaba de lo solo que se sentía y de lo mal que lo pasaba por mi culpa.
—Raúl, tengo que colgar, de verdad, estoy ocupada.
—A ver cuándo reconoces que tienes un problema —continuó, ignorando mis palabras—, que no quieres reconocer tus sentimientos…

Yo seguía  observando la telaraña sin moverme, casi sin respirar, hasta que me di cuenta de que la araña también estaba allí. Me causó repugnancia, pero al mismo tiempo aumentó esa especie de hipnotismo que me impedía apartar la mirada. Allí estaba, también trabajando en domingo, agrandando su tela, su red para insectos incautos.

Raúl seguía hablando y yo escuchaba su voz como un zumbido: a lo mejor un día te arrepientes…; si yo desapareciera te darías cuenta… Y la araña seguía entrelazando sus hilos, meticulosa, obsesiva, arriba y abajo, agitando las patas como incansables agujas de tejer.

De pronto aquel espectáculo se me  hizo insoportable. Dejé el teléfono en la tumbona, abrí el pequeño arcón de jardinería y saqué un bote de insecticida y un paño viejo.
La fuerza del espray hizo que la araña saliera despedida, no sé si muerta, y se perdiera en el vacío. Después, con el paño, destruí su perfecta y pegajosa trampa.                                                                                                      
Entonces desde la tumbona me llegó el murmullo del teléfono.  Lo cogí, escuché un momento y dije: «Adiós, Raúl»,  y colgué, y me pareció que él también se perdía en el vacío.


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14 comentarios:

Beauséant dijo...

Expertos en vidas ajenas, es como llamo a ese tipo de personas.. saben arreglarlo todo menos aquello que tienen debajo de las narices...

guille dijo...

Hay que inventar un spray anti "opinadoressinquesepidaonecesitesu opinion". Quien lo consiga se forra.

Excelente cuento.

Muy bueno el paralelismo entre la tela de araña y Raúl el cretino.

Ángeles dijo...

Así es, Beauséant, las personas que pretenden organizarle la vida a los demás suelen tener la suya hecha un desastre.


Pues sí, Guille, no estaría nada mal un repelente de ésos. Es muy peligroso caer en las redes de ciertos "bichos".

Muchas gracias, y me alegra que hayas visto el paralelismo.

TORO SALVAJE dijo...

La protagonista debería haber rociado el teléfono... creo que había más telarañas emocionales en él que en la terraza.
Muy tóxico el tal Raúl.
Insoportable.

Besos.

Ninfa Azul dijo...


Sinceramente,como describes a Raul, presiento que es de esos que te vigilan hasta la forma de caminar, que te dan ordenes de como tienes que respirar,en una palabra, un controlador.
Me quedo con la pobre araña, que estaba tejiendo su red, con toda seguridad para librarte de otros visitantes mas peligrosos.
Me han dicho amigos Holandeses que esta prohibido matarlas en su país.
y otros muchos.
De todas formas cuídate de Raul, amiga me gustan tus relatos interesantes, quedo a la espera de mas.
besos de Navidad.

Macondo dijo...

Me quedo con la araña. Se mete en la vida de los demás para subsistir, mientras que Raúl lo hace exclusivamente para dar por saco (con perdón).

Ángeles dijo...

Pues sí, Toro, insoportable y más tóxico que el propio insecticida. Y ahora que lo dices, la idea de rociar el teléfono hubiese sido también muy simbólica. Aunque algo pringosa también, jeje.

Besos.


Así es,Ninfa Azul, este personaje es un controlador y un manipulador de las emociones, que lo mismo regaña, que da órdenes, que amenaza o que se hace la víctima.

No sabía de esa prohibición de matar arañas, pero de todas formas yo no las mato, aunque es cierto que me dan repelús. En el relato, claro está, la araña y su tela son símbolos, y la eliminación de la araña y la destrucción de la tela es una metáfora de cómo la protagonista desea librarse de esa otra “araña” que está tejiendo una tela pegajosa para cazarla, para retenerla y alimentarse de ella, de su energía vital, de sus emociones.

Eres muy amable, y espero que te gusten también otros relatos que vayan apareciendo por aquí.

Gracias y besos para ti también.


En realidad, Macondo, las personas que son como éste Raúl también se meten en la vida de los demás para subsisitir, porque no son nadie sin la sensación de poder que obtienen al controlar a los demás.

Gracias.

José A. García dijo...

¿Y qué culpa tenía la araña de lo insoportable de Raúl?

Recomenzar dijo...

A muchos le gusta dar consejos no porque sean personas malas sino porque tienen un punto de vista positivo para todo y todos ...un placer leerte

Albada Dos dijo...

Esos Raules, que de todo lo saben, que de todo opinan y que en el fondo ni idea tienen, mejor colgarles, sobre todo si una araña se pasea por la terraza :-)

Un abrazo

MJ dijo...

Me has dejado pensando con el paralelismo entre el controlador y la araña tejiendo su tela. Muy buena metáfora. Y también con lo que has dicho de que esa gente necesitan controlar a los demás para subsistir. Sí, es cierto.
Me parece que la mayoria nos hemos encontrado con más de uno así en nuestra vida. Lamentablemente muchas veces logran enredarnos con su manipulación o chantaje emocional y no sabemos muy bien cuándo ni cómo rociarlos con el insecticida.

Ángeles dijo...

Ninguna, José A. García, la araña no tenía ninguna culpa.

Gracias.


Por supuesto, Recomenzar, los consejos que llevan buenas intenciones son de agradecer, y una actitud positiva es muchas veces la mejor ayuda.

Muchas gracias, un placer verte por aquí.


Así es, Albada, normalmente quienes lo saben todo no saben nada, y tampoco se les ocurre pensar que puedan estar equivocados.

Gracias, y un abrazo.


Muchas gracias, MJ.
Es cierto, hay muchas personas así, por lo que no es raro que tropecemos con alguna en algún momento, y desde luego puede ser muy difícil alejarlas de nosotros.

Conxita C. dijo...

Hola Ángeles muy asfixiante esa conversación con Raúl y me alegro que la prota lo hiciera perderse en el vacío.

Me ha gustado mucho ese paralelismo con esa araña que va tejiendo sus hilos de plata para atrapar a sus víctimas, esos hilos pegajosos y casi invisibles que asfixian igual que esos personajes que intentan controlar, decir lo que está bien, lo que se tiene que hacer y que tienen respuesta para todo lo que es de otros igual para no aceptar que son sus vidas las que no les gustan. Lo van haciendo poco a poco, aprovechando las buenas intenciones y la paciencia de otros Y cuesta mucho desligarse.

Aunque las arañas no me gustan nada, me dan asco y un poco de miedo, hasta me ha dado un poquitín de pena ver que ella ha recibido lo que se merecía el tal Raúl, pero al menos le ha dado las fuerzas para enviarlo al vacío. Y también desconocía que a las arañas no se las podía tocar porque alguna(s) sí que he pulverizado.

Besos y muy buenas fiestas

Ángeles dijo...

Hola, Conxita. Muchas gracias, me alegro mucho de que te haya gustado el relato. Y tienes razón, esas personas así, que tejen una red para atrapar y “asfixiar” a sus víctimas se valen de las buenas intenciones y la paciencia de quien tiene más empatía y más buena voluntad que ellas. Las eligen precisamente por eso.

Sí, la araña es una representación metafórica o simbólica de esas personas que se comportan como depredadores con los demás. Es, como bien dices, lo que le da fuerzas a ella para librarse de él, tiene un valor catártico.
Y supongo que todo el mundo ha usado insecticida alguna vez, ¿no? ;)

Muchas gracias, y mis mejores deseos para ti también.
Besos.