Hay parejas que además de ser complejas son muy jocosas.
Y no me refiero a esas parejas de cómicos que nos hacen reír (o no) en la tele;
ni a los políticos que se enzarzan en duelos dialécticos a ver cuál de los dos
dice la gracia más graciosa del día.
Me refiero, cómo no, a las parejas de palabras que
parecen hechas para ponernos en un aprieto cuando llega la hora de utilizarlas.
Y no es que las palabras sean cómicas per se. Muchas
veces, de hecho, son palabras muy serias y circunspectas. Pero es que cuando
las utilizamos sin la precisión y la cautela necesarias, formamos sin querer frases
que dan mucha risa. Mucha más que los pretendidos chascarrillos de algunos
cómicos, y casi tanta como las ingeniosísimas frases que algunos próceres de la
política dejan caer en los micrófonos y en las redes sociales.
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Beethoven diseñando un tendido eléctrico |
Para ejemplificar esto que digo, les presentaré el escabroso
caso de la pareja formada por electrizar y electrificar.
Como saben ustedes, electrizar significa
exaltar o excitar a alguien, mientras que electrificar, que parece casi
lo mismo, es hacer que algo funcione mediante electricidad o proveer de electricidad
un lugar.
Sí, las dos palabras parecen casi lo mismo, y que es lo mismo es lo que
debieron de creer los responsables del documental sobre Beethoven que vi hace
poco, en el que la voz del narrador dijo que el músico, en sus conciertos, era
capaz de “electrificar al público”.
A mí me dio risa, la verdad, pero el error es
sonrojante.
Por cierto, hace unos días, en la novela Alves
y Compañía de Eça de Queirós, leí: “Pero como el empleado se azaró
un poco…”
Y entonces una duda me asaltó y me sobresaltó: ¿Azarar?
¿ No es azorar?
Y lo que me dijo el diccionario volvió a sobresaltarme,
conturbarme, y causar intranquilidad en mi ánimo.
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El escudo de la denodada ciudad |
Porque resulta que azarar significa, mira por donde,
sobresaltar, conturbar o sonrojar; mientras que azorar significa, mira
por donde otra vez, conturbar y sobresaltar, pero también irritar o infundir ánimo.
Es decir, que si algo nos sobresalta podremos decir
que nos azoramos o nos azaramos, sin temor a equivocarnos; pero si nos irrita,
sólo deberemos decir que nos azora; y si nos hace ruborizarnos, que nos azara.
Cosas veredes, Sancho amigo.
Y azorada o azarada, es decir, sobresaltada, se sintió
una compañera de clase un día, cuando alguien comentó el lema del escudo de la
ciudad de Málaga. Porque éste dice: “Siempre denodada - La primera en el peligro de la libertad - Muy hospitalaria - Muy benéfica - Muy noble - Muy leal”.
Y la muchacha, desconcertada, se preguntaba cómo una ciudad
hospitalaria, noble y todo eso podía ser denodada. Y es que había
confundido denodada, es decir, esforzada o atrevida, con denostada,
o sea, insultada o calumniada.
Cuando comprendió el equívoco se le pasó el sobresalto, pero no el sonrojo. Es decir, ya no estaba azorada pero sí azarada.
Y es que las parejas complejas tienen como misión dejarnos
en evidencia, sonrojarnos e irritarnos. Eso es algo ya sabido; pero que se
recreen rizando el rizo, enroscándose sobre sí mismas y haciéndonos caer en una
especie de remolino léxico-semántico, azorándonos, azarándonos, y denostándonos
aunque hagamos esfuerzos denonados por aclararnos, es de una mala idea
electrizante.
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El azor, un pájaro que asusta y sobresalta a otras aves, y responsable de la pareja azorar/azarar |