miércoles, 23 de octubre de 2019

El último deseo de mamá



Alberto nunca quiso pensar en que algún día faltaría su madre. Por eso ahora, junto a su lecho de muerte, se sentía desconcertado, sin preparación para ese trance. Mientras, el médico y el sacerdote se desenvolvían con soltura en la parte de la muerte que le  correspondía a cada uno.

Desde el día en que abandonó la universidad y regresó al hogar materno,  Alberto no había vuelto a salir de casa, y ahora se preguntaba qué iba a ser de él sin su madre, que había sido su único apoyo y su único contacto con el mundo de fuera. Entonces ella, inconsciente desde hacía horas, abrió los ojos y volvió la cara para mirar a su hijo por última vez. Movió los labios, pero sólo emitió un leve aliento. Alberto se inclinó más y ella intentó hablar de nuevo.
—No quiero que te quedes solo —logró decir con una voz que era ya de ultratumba.
Entonces se acercaron el médico y el sacerdote, ella  los miró y se dirigió al religioso, como si hablara con alguien influyente:

—Es mi último deseo, padre. Que mi hijo no se quede solo.
Al día siguiente, acompañado por el médico, Alberto salió a la calle por primera vez en diez años para despedir  a su madre.

De regreso del cementerio, al bajar del coche del médico, Alberto se enfrentó definitivamente a su soledad, a su angustia.
Pasó el resto del día sentado en su sillón, con la televisión encendida sin sonido, intentando imaginar su vida a partir del día siguiente.

Al llegar la noche se levantó, sin pensar ya, y fue al baño en busca de los somníferos que tomaba su madre. Había muchos, una caja entera. Los sacó del envase y los tuvo en la mano durante un rato, mirándolos con atención, como sopesándolos.

Finalmente tomó sólo uno y fue a su dormitorio. Cerró las cortinas pero dejó la persiana levantada para no dormir en completa oscuridad, y ya acostado,  mientras esperaba que la pastilla le hiciera efecto, oyó un rumor cercano, en algún lugar de la casa. 

Por un instante creyó que sería su madre, trasteando en la cocina, como de costumbre, antes de acostarse. Pero eso ya no podía ser. Entonces pensó que habría sido uno de esos sonidos imaginarios que a veces se producen en el momento de quedarse dormido.  Pero aún no estaba dormido. Se quedó muy quieto, escuchando, y oyó otro sonido, esta vez muy cerca, a su lado, una especie de respiración. 

Se volvió para encender la luz de la  mesita de noche, pero no hizo falta. Con los ojos muy abiertos en la penumbra de la habitación, vio a su madre, sentada al borde de la cama.  Lo miraba sonriendo, y al ver que estaba despierto, le dijo:
—Me lo han concedido, hijo mío, mi último deseo. Duerme tranquilo, que nunca vas a estar solo.


perspective


18 comentarios:

Petite Amapola dijo...

Precioso... ojalá se nos concediera a todos.

Beauséant dijo...

Buff, no tengo muy claro si al tomar uno solo soñaba o si era algo ás definitivo...

Es triste que nuestras vidas dependan de algo externo, de algo que no depende de nosotros y sin lo cual no podemos vivir.. puede parecer bonito mientras ese existe es algo, pero cuando falla, pues eso, buffff.

Sara dijo...

Un cuento excepcionalmente bello, Ángeles. Igual que todos tenemos derecho a nuestros cinco minutos de gloria; del mismo modo que todo ser humano debería plantar un árbol, engendrar un hijo y, sobre todo, escribir un libro; de igual modo –repito- todo ser humano debería gozar del privilegio de tener a su lado y para siempre la presencia del fantasma de la persona que adoró en vida y por la cual hubiera intercambiado su existencia toda.

Millones de besos, bonita.

Macondo dijo...

La sencillez hecha belleza. Qué hermosura de relato.

Albada Dos dijo...

Muy simple peor muy bueno. No sé si esa compañía fantasmal es la que necesita Alberto, pero las madres siempre saben lo que es mejor para lo hijos, así que, será que sí.

Muy bueno. Un abrazo

TORO SALVAJE dijo...

No sé si fue el somnífero, alguna alucinación o un milagro pero vaya... si me pasa a mí... palmo del susto, y no es que no eche de menos a mi madre pero imagínatelo...

Besos sobrenaturales.
Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!
Jaajaja

Ángeles dijo...


Bienvenida, Petite Bogeria, y gracias. Me alegra mucho que te haya gustado.


Beauséant, mi intención es que el personaje no está soñando; más bien se le ha pasado el sueño de golpe, jeje.

Tienes razón, no es bueno depender por completo de nada ni de nadie. Pero creo que este personaje acababa de darse cuenta de que, al contrario de lo que él mismo pensaba, sí que iba a poder seguir adelante sin su madre. Así que ahora nos queda la duda de si realmente se alegra de la visita o la sensación es otra…


Muchas gracias, Sara, qué amable eres y cuánto me alegra que te haya gustado.

Sin duda muchas personas querrían, como dices, tener para siempre la compañía de la persona que más amó, aunque fuese así, como espíritu.
Yo creo que por eso, cuando nos falta alguien que ha sido fundamental en nuestra vida, soñamos tanto y de manera tan vívida con esa persona. Es lo más parecido a volver a estar con ella por un rato.

Muchos besos para ti también, querida.


Qué bien, Macondo, me encanta lo que dices. Muchas gracias.


En efecto, Albada, yo tampoco estoy segura de si Alberto necesita esa compañía.
Dicen que muchas veces las madres confunden lo que es mejor para los hijos con lo que en realidad desean ellas, y me da la sensación de que aquí puede haber algo de eso.

Muchas gracias :)
Un abrazo.


Pues ahí está la cosa, Toro, que no sabemos si Alberto se alegró mucho o poco de ese regreso inesperado…

Besos con susto :D

Recomenzar dijo...

un texto lleno de inquietudes que quizás puedan pasarnos o también podemos crearlo en un mundo de pasión un abrazo fuerte para vos

Ángeles dijo...

Gracias,Recomenzar Sí,creo que las dos posibilidades que planteas pueden extraerse de la historia.
Me alegra que lo hayas visto así.

Un abrazo.

David CC dijo...

Qué miedo!!

Anónimo dijo...

Pobre Alberto, me parece que le toca mudarse y rezar para que la madre se quede confinada en la antigua casa. A veces resulta más fácil aforntar los problemas de lo que creemos.

Muchas gracias por la entrada, Ángeles.

Ángeles dijo...

David CC, no sabes cuánto me alegra haber sido capaz de asustar a un chicarrón grandote como tú :D


Anónimo/Javier, es muy atinado lo que dices, y es justo la idea que me rondaba a mí por la cabeza al escribir este cuentecillo: cuando nos damos cuenta de que somos capaces de afrontar la realidad tal como se nos presenta, la solución que poco antes hubiésemos deseado es lo que puede convertirse en un problema.

Gracias a ti, por supuesto.

Conxita C. dijo...

Ay Ángeles el cuento tiene una mezcla de ternura y hasta un tinte de humor negro.
La dependencia emocional del protagonista de su madre y de su madre (con su deseo concedido) con él no parecía a priori una relación muy sana, el amor de cualquier tipo no debería ser sustituido por depender del otro para ser feliz, o para saber vivir y hay deseos que se convierten en problemas sin saberlo.
Besos

Ángeles dijo...

Qué interesante, Conxita, que hayas visto esa dosis de ternura, en la que yo no había pensado, y ese poquito de humor negro, que sí lo pretendía.

También tienes razón en que hay dependencia mutua, y que no es muy sana que digamos. Lo has dicho muy bien: la dependencia no debería sustituir al amor.

Besos y gracias.

José A. García dijo...

Un poco molesta la madre...

Saludos,

J.

Pd. Lo de poco es sarcasmo.

Ángeles dijo...

Ya ves, José A, hay personas que se empeñan en hacer favores o dar soluciones que la otra persona no necesita ni quiere.
Un saludo, y muchas gracias por tu visita.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho la historia en general y la frase del médico y el cura ocupándose cada uno de su parte de la muerte.
Un saludo!
Metalsaurio

Ángeles dijo...


Muchas gracias, Metalsaurio, me alegra mucho que te haya gustado, y más aún me alegra verte de nuevo por aquí.

Saludos!