lunes, 15 de octubre de 2018

La tienda de don Luis


Esta entrada se publicó en el blog originalmente el 26 de enero de 2012. Hoy la recordamos con motivo del décimo aniversario de Juguetes del viento.


Hace unos días me acordé, no sé por qué, de don Luis y su tienda.

Don Luis era un señor muy alto, muy delgado, algo agachapado, y muy viejo. Al menos, así lo veía yo y así lo sigo viendo en mi recuerdo.
Y a juzgar por lo nebuloso y difuso de tal recuerdo, yo debía de ser muy pequeña cuando iba a su tienda con mi madre y a veces con mi abuela.
Don Luis andaba despacio y hablaba muy bajito. Y su tienda era muy antigua y bastante oscura, lo cual sería razón suficiente para que el lugar no le gustara a ningún niño. Pero a mí me gustaba.
Era una tienda de ropa de casa, si el recuerdo es fiable, y tenía un mostrador grande y compacto, de madera maciza. Y lleno de arañazos y muescas, con el borde gastado, pulido por el uso de muchos años y la caricia inconsciente de muchas manos.
Recuerdo también a una señora mayor -seguramente su esposa- bien arreglada, que siempre estaba allí, tras el mostrador, sentada en una silla, sonriente, observando el funcionamiento del negocio, pero sin intervenir en el mecanismo comercial.
Y me recuerdo a mí misma mirando embobada a don Luis, sus pausados movimientos y su peculiar aspecto.
Pero lo que mejor recuerdo es el cuaderno. El cuaderno rectangular, apaisado,  con tapas azules y hojas de color crema. Eso sí que me encandilaba.
Cuando alguien hacía una compra, don Luis sacaba el cuaderno de detrás del mostrador. Lo ponía encima con suavidad, con un movimiento parsimonioso y espeso, como envuelto en polvo y silencio. Entonces lo abría despacito, pasaba las hojas con cuidado, apoyaba la mano y escribía.
Anotaba palabras y números, con esmero, con cuidado, con tanta lentitud como lo habría escrito yo misma con mi inexperta mano infantil.
Cómo me fascinaba aquel cuaderno, y cuánto me hubiera gustado poder escribir en él, en aquellas hojas mullidas y densas...

Mucho tiempo después, siendo yo ya adolescente, me acordé un buen día de don Luis, como ahora, aparentemente sin motivo. Le pregunté a mi madre y ella me dijo que la tienda cerró siendo yo todavía pequeña.
Me imagino que don Luis se jubiló del negocio, o de la vida, y nadie tomó el relevo.
Y me pregunto si antes de cerrar la tienda por última vez recogió el cuaderno y se lo llevó   consigo.
Me gustaría saberlo.

23 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguro que se lo llevó consigo. Y quien sabe, además de número y letras, habría algún verso en alguno de los márgenes. O preguntas.

Saludos

Rick dijo...

Creo que en la infancia de todos nosotros hay al menos un don Luis y una tienda como esa. En mi caso, años después supe que era un antiguo republicano represaliado por Franco que a duras penas conseguía sobrevivir con esa tienda. Y supongo que la mayoría de los otros donluises eran de la misma especie; una especie esencialmente triste, de las que duele recordar. Hay muchos pasados que es mejor no recordar.

TORO SALVAJE dijo...

Me encantan estos relatos.
Esa imagen de un mundo más fácil y plácido.
Un mundo más habitable.
Un mundo donde las cosas eran claras y sencillas.
Hoy el mundo gira mil veces más rápido y el caos es nuestro modo de vida... estrés, prisas, ansiedad.... todo corriendo para llegar pronto a ninguna parte.

Besos.

Albada Dos dijo...

Estoy segura que se lo llevó consigo. Esos cuadernos, incluso los de rayas con ese Haber y Deber, ya tan del pasado, tenía todo el encanto que los ordenadores no pueden llegar ni a imaginar

Un abrazo

Beauséant dijo...

A mi eme encanta la caligrafía que tenían muchos en aquella época, llena de arabescos y totalmente impoluta...

Tu texto me has recordad una vieja canción de un viejo grupo, los Suaves, sobre Luis el tendero,aunque aquello no acabó bien ...

Macondo dijo...

Como no iba a llevarse el cuaderno, si era el nexo de unión entre su nueva vida —mejor pensar en una merecida jubilación— y la anterior. Se lo llevó, además, porque sabía que a ti te hubiera gustado que fuera así.
Feliz aniversario.

guille dijo...

Esos recuerdos son una muestra -mas- de que eres especial.

Que te fijas en detalles tan diferentes a los que ahora se van imponiendo..

Es igual si se llevo la libreta (casi seguro que si) lo que se hace importante es que pudiera disfrutar de la edad de retiro acompañado de su sonriente esposa.

Ángeles dijo...

Me gusta esa idea, Horacio, de que en el cuaderno hubiera otras anotaciones más personales. Quién sabe…

Un saludo.


Es muy probable, Rick, que haya un don Luis en todas las infancias. Pero no me parece que el don Luis de mi relato fuese un hombre triste. De hecho, en mi recuerdo lo veo siempre sonriente, como su esposa. Y supongo que el negocio debía de ir bastante bien, a juzgar por el aspecto elegante y bien arreglado del matrimonio. Al menos, ése es el recuerdo que yo tengo.
Gracias.


Qué bien, Toro, me alegro mucho de que te guste.
Sí que han cambiado las cosas en las últimas décadas, para bien y para mal. Y sin duda para mal es la urgencia y el estrés que ahora parece invadirlo todo, como bien dices. Hasta los propios cambios se producen a un ritmo frenético.

Besos


Es verdad, Albada, hay cosas, como los cuadernos, que tienen un encanto que no puede ser suplido ni por las indudables ventajas de la tecnología. Pero el sentido práctico se impone en un mundo en el que, como comenta Toro, todo es urgente.

Un abrazo y gracias.

Sí, Beauséant, la caligrafía, otra de esas artes olvidadas y suplidas por las “fuentes” del ordenador. Pero volvemos a lo mismo: quién puede dedicar hoy el mimo y el tiempo que requiere escribir así, como don Luis. Es más, ¿quién escribe a mano , aunque sea con mala letra?

No conozco la canción que dices, pero la voy a buscar, porque me has despertado la curiosidad.

Gracias.


Ay, Macondo, qué bonito es lo que dices :) Pues nada, me quedo con esa posibilidad y me la creo totalmente.

Gracias.

Anónimo dijo...

Tienes esa visión esencialmente amable del mundo que caracteriza a los grandes novelistas. Creo que es una sutil mezcla entre arrobo y agradecimiento, solo que tu mirada camina en pos de libros, lápices, libretas, adorable Alicia en el País de las Maravillas… Aquí, se perdió en tu recuerdo una libreta, el afable don Luis y su alegre esposa… Pero piensa que esto es una garantía, pues mientras en tu recuerdo estén siempre estarán vivos.

Mil besos.

Conxita C. dijo...

Muy entrañable recuerdo el que trae esta entrada recuperada para el 10 aniversario. Seguro que se llevó ese cuaderno azul, o al menos me gusta pensar que se lo llevó, después a saber qué pasó con el cuaderno.
Me has hecho imaginar a la niña, no sé la imagino callada, con los ojos muy abiertos, sin perder ni un detalle, pendiente del viejito que sin inmutarse escribía con parsimonia en su cuaderno, seguro que con una caligrafía cuidadosa, tomando tiempo para las cosas importantes.
Besos

Conxita C. dijo...

Y por cierto me ha encantado ese agachapado, no la había escuchado nunca y me parece de lo más descriptiva.
Saluditos

MJ dijo...

Me gustó mucho cuando leí por primera vez "La tienda de don Luis" y me sigue gustando ahora... Y sigo pensando qué habrá pasado con ese cuaderno en el que escribía despacito y con cuidado. Seguro que no se imaginaba que a ti y a todos los que leemos tu blog nos interesaría tanto.
Muy bonito recuerdo :-)

Ángeles dijo...

Sara, qué cosas más bonitas dices :)
Es una gran verdad que están vivos en mi recuerdo, porque lo cierto es que nunca me olvidé de estas personas y su tienda, que tan peculiares me resultaban. Lo que no sé es si me acordaría de ellos igualmente de no haberme quedado prendada de aquel cuaderno…

Besos y muchas gracias.


Yo creo, Conxita, que sí, que llevó consigo el cuaderno. Ahora me parece que no pudo ser de otra manera. Lo guardaría con cariño, como recuerdo de su tienda y de su trabajo. Y quizá ahora lo tenga algún nieto, algún sobrino… Me gusta pensar que es así.

Sabes una cosa? En el recuerdo yo me veo a mí misma tal y como tú has descrito :D

Me ha gustado eso de “con una caligrafía cuidadosa, tomando tiempo para las cosas importantes”. Así debería ser siempre.

Besos y gracias.

PD: y me alegro de que hayas encontrado aquí una palabra nueva que te ha gustado ;)


Gracias, MJ.

Seguro que el cuaderno lo conserva algún familiar, consciente del valor de esas cosas.
Y seguro también que, como dices, don Luis nunca imaginó que al cabo de muchos años alguien escribiría y leería sobre él, su tienda y su cuaderno.
Me alegro mucho de que te guste :)

Beauséant dijo...

Por eso te lo puse, para despertar tu curiosidad..


Pero me he equivocado, era Tomás el de la canción :)

https://www.youtube.com/watch?v=MWR_reS9x64

Anabel dijo...

Esos recuerdos que guardas en pequeñas capsulitas de colores en tu memoria, se vuelven deliciosos en tus manos cuando nos los cuentas.

Yo también tuve mi Don Luis en la infancia. Me crié con mi abuela, que era costurera, y a menudo iba con ella a un comercio de tejidos, en donde estaba un Don Luis en una tienda sombría, con su inmenso mostrador de madera, infinidad de rollos de telas de colores y, por supuesto, una de aquellas libretas.
Lo que más me llamaba la atención era la variedad de tejidos, el tacto de cada uno y aquel metro rígido de madera que manejaba con la destreza de un espadachín.
Mientras leía tu relato, me he visto transportada con mi abuela a esa tienda. Hacía décadas que no venía esa imagen a mi memoria.

¡Has asaltado mi nostalgia de imprevisto con tu capsulita de color sepia!
Gracias, Ángeles.

JuanRa Diablo dijo...

¿Qué puede decir uno cuando lee un texto escrito con tanto esmero y elegancia? Me quedo tan embelesado, tan envuelto en nostalgia que nada puedo decir.

Me imagino que don Luis se llevó la libreta consigo. ¿Acaso tú no lo hubieras hecho? (¿no lo haces siempre en el universo TZE?)

Me ha encantado (o, mejor dicho, reencantado)

Ángeles dijo...


Gracias, Beauséant, por la aclaración y por el enlace.
Es verdad, no es Luis, sino Tomás, el tendero de la canción. Pero vi que tienen otra canción dedicada a “Luis y su mujer”, que tampoco acaba nada bien, por cierto. Sin duda se mezclaron los nombres y las situaciones ;)
Thanks.


Muchas gracias, Anabel. Me ha gustado mucho eso de las capsulitas de colores. Suena como a caramelos mágicos de Willy Wonka :D

Y me alegro de que mi recuerdo te haya hecho viajar en el tiempo un ratito, que eso siempre está bien. Y además lo cuentas muy bien ;)



Qué amable eres, JuanRa, thank you so much.

Sí, claro que yo me habría llevado el cuaderno conmigo. Ya sabes que yo sin cuaderno no soy nadie :D

Gracias (o, mejor dicho, regracias :p)

Recomenzar dijo...

Me has dejado pensando si en mi vida hubo algo asi. Como voy poco al pasado me vuelvo lenta cuando tengo que hablar de el....un abrazo grande

Ángeles dijo...

Seguro, Recomenzar, que tú también tienes buenos recuerdos de personas y de hechos. En algún rinconcito de tu memoria estarán almacenados.

Un abrazo, y gracias por tu visita.

Marisa C dijo...

He vuelto a mi infancia contigo. He visto las tiendas de mi niñez; he olido la madera y los años de aquellos comercios que, entonces, pasaban de padres a hijos; y he escrito en ese cuaderno que, sigo pensando, estaba encantado, ya que me hipnotizaba sin remedio. Gracias por el viaje. Abrazos.

Ángeles dijo...

Gracias a ti, Marisa. Me ha encantado tu viaje al pasado.
Abrazos.

*entangled* dijo...

Acabo de regresar de un sitio donde todavía hay mercerías, coloniales, pasamanerías, sombrererías… pequeños comercios residuales. Todos con esos rótulos de letras modernistas tan peculiares. Debiéramos conservarlos, si no por su utilidad, por su carácter de museos diminutos del comercio de antaño.

Sí, el tiempo se lleva todo por delante, como hizo con Don Luis, su tienda y su cuaderno…

Saludos.

Ángeles dijo...

*entangled*, me ha gustado tu idea de las tiendas antiguas como pequeños museos. Creo que serían museos no sólo del comercio, sino de una forma de vida en general.

Es verdad que el tiempo se lo lleva todo por delante, pero creo que es lo natural, que la vida y el mundo tienden a la modificación, a la renovación, aunque no siempre nos guste el resultado.

Un saludo, y gracias, como siempre.