lunes, 28 de marzo de 2016

La verdad de las palabras


Las personas tenemos muchas facetas; nuestro carácter o nuestra personalidad no son planos ni transparentes como el cristal de una ventana. Estamos compuestos de muchos factores y la combinación de ellos es lo que configura nuestra personalidad.
Y algo parecido ocurre con la mayoría de las palabras, que encierran en sí varios conceptos y se refieren a más de una idea.
Pero con frecuencia sucede que cuando conocemos superficialmente a una persona pensamos que los únicos rasgos de su carácter son los más evidentes, e incluso a veces  los confudimos y tomamos unos rasgos por otros. Y de la misma manera, de las diversas acepciones que la mayoría de las palabras tienen, sólo conocemos las más habituales, y a veces además les atribuimos significados inexactos.
Y tanto en un caso como en otro, descubrir esos aspectos más ocultos es casi siempre motivo de sorpresa y satisfacción.

La Biblioteca del San Carlino di Francesco BORROMINI a   RomaEn esto me paré a pensar no hace mucho, cuando dos amigos míos hablaron, por separado y en dos ocasiones diferentes,  de la escasa profundidad moral que observan, en general,  en la literatura contemporánea; de cómo echan de menos historias que apelen a la moral, que nos hagan meditar y nos conmuevan desde el punto de vista moral.
Y en las dos ocasiones, algunas de las otras personas que estaban en la conversación, creyeron que hablábamos de moral en el sentido que con frecuencia se le atribuye a esta palabra: el de principios religiosos,  o de convenciones sociales; de lo que se considera o no aceptable socialmente, lo que está bien o mal visto; de lo que  desde hace un tiempo se denomina  “políticamente” correcto o incorrecto.

Pero a lo que nos referíamos era a aquello que  tiene que ver con la conciencia y el respeto humano, incluido el respeto a nuestra propia conciencia; a los valores personales propios, no impuestos,  que nos indican cómo hemos de conducirnos; a las reglas de conducta que seguimos no porque nos lo mande una ley, una norma social o un precepto religioso, sino porque es lo que consideramos nuestro deber humano, lo que nos dicta nuestra conciencia que debemos o no debemos hacer. 

Dice Robert Louis Stevenson en su ensayo “La moral de la profesión de letras”:

El primer deber de cualquier persona que escribe es intelectual […] Debe cerciorarse de que su propia mente se mantenga ágil, compasiva y brillante […] El segundo deber, mucho más difícil de definir, es moral.
Y lo explica del siguiente modo: Sería deseable que todas las obras literarias […] surgieran de impulsos sólidos, humanos, sanos y potentes […] No existe el libro perfecto, pero hay muchos que deleitan, mejoran o animan al lector.

Y esto es precisamente lo que buscan mis amigos: esas obras que nos engrandecen y nos inspiran, porque surgen de esos “impulsos sólidos, humanos y sanos” y nos los transmiten.

Entonces, en aquellas dos conversaciones, yo sugerí que para encontrar esa llamada literaria a la moral hace falta recurrir a los clásicos. Y nuevamente hubo confusión, porque tendemos a asociar el concepto clásico con ideas de antigüedad, de cosa intelectual difícil y aburrida, o de tradición rancia.
Pero yo me refería a esa otra idea que encierra la palabra clásico y que se refiere a aquello que por sus cualidades se convierte en un ejemplo digno de imitar o seguir. Me refería a esos “clásicos” que lo son no por antigüedad,  sino porque forman parte de la literatura eterna: Dostoievski, Flaubert, Wilde, Stevenson, Sandor Marai, Stefan Zweig, Virginia Woolf, Edith Wharton, Italo Calvino... por nombrar sólo algunos de mis favoritos.

Y es curioso que estos dos conceptos que fueron malinterpretados en las dos conversaciones, tengan entre sí una relación literaria tan estrecha, pues sin duda estas obras clásicas y eternas, se convierten en tales precisamente porque tienen, entre otras cosas,  un carácter moral, que se advierte en lo que con ellas aprendemos sobre nosotros mismos, nuestro mundo y nuestros actos. Y sobre nuestras palabras.


Jehan Georges Vibert, The committee on moral books, 1866
Jehan Georges Vibert, El comité de los libros morales, 1866


20 comentarios:

Chaly Vera dijo...

Yo prefiero una lectura facil, divertida, la parte moral la dejo a un lado, -sobre moralidad que lean los inmorales-, la vida esta llena de problemas y yo quiero zafarme de ellas a traves de la lectura.

Saludos

Sara dijo...

Me encanta lo que hay de ti de psicóloga, y no menos lo que hay en ti de literata. Te juro que, mientras te leía, se me ha consumido el cigarrillo.

Estoy con tus amigos en que hay muy poca profundidad moral en la literatura contemporánea, pero es que a mí me parece que esto es consecuencia de que hay muy poca profundidad moral en la vida contemporánea en general. El mundo moderno, con su materialismo, su hedonismo, su narcisismo... es mal caldo de cultivo para un "clásico".

De verdad, de verdad que me ha encantado la entrada.

Besitos.

guille dijo...

No tengo menos que hacer mías tus palabras:

"...a los valores personales propios, no impuestos, que nos indican cómo hemos de conducirnos; a las reglas de conducta que seguimos no porque nos lo mande una ley, una norma social o un precepto religioso, sino porque es lo que consideramos nuestro deber humano, lo que nos dicta nuestra conciencia que debemos o no debemos hacer".

Mi anterior blog se llamaba "Sin Reglas" y se refería a las impuestas por "la sociedad" (¿que es eso?) . Por esas gentes que se creen en derecho ¿moral? de decidir como debo yo actuar,
Y defendía que las únicas reglas aceptables son las que nos auto imponemos. Y si, hay que tener criterio, pero no el de "otros".

Una de las reglas para escribir de un antiguo como Raymond Chandler era que el "malo" tenía que ser castigado. que el crimen no debía tener recompensa. Pero comparar la ética de Marlowe con la mayoría de los detectives/policías de la serie negra actual es un poco inútil.
Los "malos" ahora asesinan, se comen a sus víctimas y protagonizan toda una saga.

Estoy con Sara cuando afirma que donde hay poca profundidad moral es en la sociedad que valora mas la fama que el talento, el grito que la reflexión, el enfrentamiento que el dialogo.

Y también estoy con Sara en que me ha encantado la entrada.

Un paseante dijo...

Este tipo de consideraciones depende en gran medida de la época en la que se vive, supongo: no es lo mismo la idea de "moral" que tenía Stevenson que la que podamos tener hoy en día. A este respecto, y aunque no venga mucho a cuento, es digna de mención una de las falacias clásicas con las que se defiende a la llamada "fiesta nacional": a Lorca le gustaban los toros. Ya, pero resulta que Lorca, como cualquiera de nosotros, es hijo de su tiempo. Dudo mucho que un Lorca del siglo XXI defendiese esa carnicería.

Por el otro bando detesto a los cínicos, que se supone son la antítesis de la moral: hace tiempo que dejé de leer a Houllebecq, por ejemplo. Que esté de acuerdo con él en unas cuantas observaciones suyas sobre el mundo islámico no es suficiente como para que siga tragándome su supuesta superioridad más estética que otra cosa. No sé si me explico.

En cualquier caso, una novela nunca debería ser más de lo que es: un divertimento. ¿Que a mayores tiene una carga ética? Pues mejor, pero no tiene por qué ser así.



Ángeles dijo...


Chaly, una lectura que tenga un carácter moral (en el sentido que he intentado explicar en la entrada), no tiene por qué estar reñida con la sencillez ni con la diversión. De hecho, creo que el humor es una excelente manera de expresar ideas relevantes. Y hay grandísimas obras de la literatura universal llenas de diversión que al mismo tiempo tratan del género humano en sí, del comportamiento, las motivaciones, las consecuencias de nuestros actos, etc, de forma muy profunda. Quizá el primer ejemplo que se nos viene a muchos a la cabeza sea El Quijote.


Sara, te agradezco mucho tus palabras, aunque me sonrojen :) porque sé que lo dices con sinceridad.

Y estoy de acuerdo contigo en que la literatura superficial es consecuencia de un mundo superficial, en el que a cualquier cosa se la llama literatura, arte o genio, hasta el punto de que se le da el mismo valor a una piedra del campo bien vendida que una joya tallada con esmero.

Gracias de nuevo. Besos.


Muchas gracias, Guille.

En efecto, es necesario tener un criterio propio que guíe nuestro comportamiento, y que podrá coincidir o no con el de otras personas, pero ha de ser eso, un criterio, un código de conducta, para no caer ni en el “todo vale” ni en que otros nos digan cómo hemos de actuar.

Me ha gustado la referencia que haces a Chandler. Su regla para con “los malos” es un ejemplo perfecto de la moral en el sentido al que nos referimos aquí.

Thanks again!


Estamos de acuerdo, Paseante. Lo que se considera moral en una época puede cambiar con respecto a otra, y de un país a otro, pero el concepto en sí, la idea, es independiente y universal. Seguramente una misma persona tendría un código moral diferente si viviese en dos épocas distintas, pero la cuestión es que tendría un código, aunque los elementos de ese código fuesen distintos.

Te explicas perfectamente, y me parece que el cinismo, sí, es opuesto a la moral, y seguramente es porque quienes se oponen a la moral le dan a este concepto ese sentido de “moralina” que lo desprestigia.

Por último, yo soy la primera que defiende que la literatura es entretenimiento, y en este blog ya hemos hablado de eso mismo otras veces; pero ello no es óbice para que además contenga otros valores, efectivamente. De hecho, me parece casi imposible que no los contenga (aunque a veces ni siquera los veamos).

Muchas gracias por tus reflexiones :)

Anónimo dijo...

Coincido con vuestras conclusiones: actuar moralmente, al fin y al cabo, no siempre es hacer lo que diga la autoridad o el conjunto de la sociedad; es actuar conforme al propio criterio que dictamina si lo que hacemos está bien o mal. Y creo yo que la primera regla para saberlo es esa tan sencilla que nos recomienda preguntarnos qué opinaríamos sobre lo que hacemos si ello fuera hecho sobre nosotros.
Respecto a lo "clásico", también estoy de acuerdo: no depende de la edad de la obra propiamente dicha que no dejará de ser una envoltura exterior que oculte un fondo que, irremediablemente, ya habrá sido tratado tiempo atrás por...los clásicos.
En cuanto a la necesidad de la apología de lo moral en las obras de literatura o cine...yo creo que eso se arregla con los 2 rombos, como hace años. Los adultos tienen derecho a disfrutar de obras que reflejen la realidad, en la que tristemente la Justicia, el Bien y la Moral se ven vapuleados contínuamente. Y también tienen derecho a disfrutar con la rebeldía que supone, por ejemplo, el satanismo modernista. Otra cosa son los niños que yo creo que no deben dejar de recibir buenos ejemplos, y claros y diáfanos, en todo lo que leen y ven. Y esto, que antes se cumplía a rajatabla en la tele, hoy ya no es posible de controlar. Y ese es el verdadero peligro de la sociedad actual y venidera.
P.d. Nunca me habría imaginado fumando a Sara ¡Huyyyy, qué incorreción políticaaaaa!
carlos

MJ dijo...

¡Qué razón tienes! Y qué curioso que en las dos conversaciones pasara prácticamente lo mismo.
Una vez más, coincido con Sara en su apreciación. ¿Qué se puede esperar de un mundo cada vez más superficial?

Macondo dijo...

Yo también coincido con Sara. El problema no está en la literatura, sino en la sociedad actual. Moralidad, honradez, principios, conciencia... son conceptos descartados por relacionarlos con la antigüedad y la mojigatería. Hace meses escribí sobre la noticia de unas adolescentes que salían en los periódicos porque se habían encontrado un dinero y lo habían devuelto. Lo que debería ser habitual, lo hemos convertido en noticia. Muchos se atreverían incluso a criticarlas, diciendo que esas cosas de la honradez y el apretón de manos eran ñoñeces de nuestros abuelos.

Holden dijo...

Lo peor de los clásicos es que la gente cree conocerlos y saber de qué van sólo por haber escuchado referencias a ellos o visto alguna peli. Y el mejor ejemplo posible lo tenemos en un clásico de tu querído Stevenson: La isla del tesoro. Long uno de los mejores personajes John puto amo Silver es alguien quién en ocasiones la gente no sabe ubicar exáctamente fuera de que 'fué un pirata' pero esas mismas personas luego creen saber de qué va el libraco. Una pena.

Hablando de eso, ¿sabes que hay unos cómics secuela de la vida de LJS? ¿Y una serie (en curso) que trata sobre como él y el Capitán Flint reunieron el famoso tesoro?

Conxita C. dijo...

Ángeles,
Muy interesante como siempre la reflexión que suscita tu publicación y los comentarios.

Yo también creo que la literatura actual refleja la sociedad que se está construyendo, donde hay una falta evidente de valores y de moralidad, pero de nuevo lo que unos y otros entendemos por valores, por moralidad...va a depender de cómo los vivamos, aunque en algunas personas ni siquiera conocen que las palabras pueden tener distintos significados y eso sí realmente es grave.

La literatura actual refleja muchas veces lo que quiere leer y vivir por una gran parte de la comunidad, se construye también una sociedad de usar y tirar, quizá por eso lo clásico se tacha de aburrido o peor de culto o intelectual y eso, se dice como un insulto. La cultura, la educación se han convertido en bienes poco cotizados actualmente.

Un saludo

*entangled* dijo...

Exacto. El acto moral es el del individuo que elige libremente un curso de acción por considerar que es el más adecuado para el beneficio de la sociedad. Tiene que ser una elección libre, si no sería simplemente acatar las leyes.

Se parece al concepto taoísta de la acción correcta, que no busca el mérito, sino que surge espontáneamente, es lo que conviene de modo natural.

Una buena reflexión. Saludos.

Ángeles dijo...


Eso es, Carlos, se trata de tener unos principios y seguirlos, orientar nuestro comportamiento según esos principios que son nuestro código moral; incluso aunque nos tachen de raros, o peor aún, de 'clásicos':D

Lo de los rombos aquéllos, no sé, la idea en sí, es decir, el dar una orientación sobre el carácter de una película, no está mal; pero ¿quién decide y con qué criterio lo que es ‘adecuado’ y lo que no? Es un asunto muy delicado.


Así es, MJ, muy curioso y muy interesante.


Pues sí, Macondo, a fuerza de darles a ciertas palabras un sentido peyorativo, por ignorancia o por inconsciencia, las actitudes relacionadas con esas palabras, claro, caen en el desprestigio.
Y a mí me parece que un verdadero escritor debe estar por encima de las tendencias de la sociedad, no simplemente reflejarlas.


Holden, has dicho casi lo mismo que Mark Twain: “Un clásico es un libro que todo el mundo alaba pero nadie lee”.
Así que supongo que tu comentario te convierte a ti mismo en un clásico ;)

Y no sabía lo de los cómics. Gracias!


Gracias, Conxita. Yo siempre digo que lo mejor de este blog son los comentarios, y cada vez me dais más la razón :)

También suelo decir que el pensamiento se construye con el lenguaje, con las palabras; por eso cuanto más insuficiente sea nuestro lenguaje más lo será también nuestro pensamiento. Y por eso, el desconocer o pervertir los significados de las palabras conlleva un pensamiento sesgado.


Muchas gracias, *entangled*. Ya sabes que me alegra mucho que estemos de acuerdo.
No conocía el concepto taoísta que refieres, pero me parece que encaja perfectamente con el sentido verdadero de lo moral. Y me recuerda también al principio de la mayor felicidad de Bentham.

Saludos.

Lan dijo...

Sí que las palabras tienen, como las personas, aspectos ocultos. Sin embargo es más fácil profundizar en esos aspecto de las palabras. No conocer alguno de sus significados puede denotar falta de cultura, descuido, despreocupación, desidia y otros vicios y dejadeces en los que con tanta frecuencia caemos todos y, especialmente, los que más deberían cuidar el lenguaje: políticos y periodistas.
Pero, con respecto a las personas, el asunto es más difícil. Todos somos unos simuladores, más o menos voluntariamente. Actuamos para que los demás conozcan la imagen que deseamos y a muy pocos abrimos nuestra realidad más interior.
Por eso es difícil tener muchos amigos y, si alguno tenemos y pese a conocernos nos quiere, vamos muy bien servidos.

JuanRa Diablo dijo...

Llegué pronto a tu casa, y ahora que vuelvo para dejar un graffiti en la pared, veo que están todas ocupadas y que han escrito tantas cosas acertadas que casi no me queda nada que añadir.

Estoy muy de acuerdo con las observaciones de Sara, parece que vivimos en unos tiempos en los que hay carencia de valores, y esto se refleja también en la literatura y el cine.

Cómo no, en los clásicos es donde más facilmente encontraremos aquellos libros que, además de amenos, nos harán reflexionar sobre la conducta moral y los valores humanos.
Me estoy acordando de Galdós, por ejemplo. O de El lazarillo de Tormes, o de muchos cuentos de Perrault.

Ángeles dijo...


Dicen, Lan, que en eso consiste precisamente la amistad: en querer a una persona a pesar de conocerla bien, es decir, con sus defectos.
Y supongo que sí, que se nos puede llamar simuladores, pero, salvo en casos de pura hipocresía, quizá lo que ocurre es que nos esforzamos por mostrar lo mejor de nosotros mismos por simple instinto de supervivencia, porque en soledad normalmente nos va mal.

Gracias.


Claro, JuanRa, te haces el remolón y luego pasa lo que pasa. Pero ya ves que siempre hay sitio para ti y ya veo yo que siempre tienes algo nuevo que añadir.

Thank you!

Marisa C dijo...

Y esa confusión con los términos, ¿no será porque también estamos confundidos con la educación? Aprendemos manejando las herramientas, si el sistema educativo las reduce a la mínima potencia, desaprendemos. Abrazos.

Ángeles dijo...

Yo creo que sí, Marisa, que estamos confundidos con la educación.
Creemos que la educación o la enseñanza consisten en transmitir conocimientos que hemos de almacenar indiscriminadamente en el cerebro, cuando en realidad debería consistir en enseñarnos a expresarnos, a pensar, a desarrollar un criterio propio, a analizar y sacar conclusiones... y a manejar los datos y los conocimientos que ya están almacenados y disponibles en los libros y sus derivados.
Abrazos y gracias.

guille dijo...

toc, toc, se está usted retardando un poco. Ya va siendo hora de que nos deleite de nuevo con una de sus fascinantes entradas.

Ángeles dijo...

Señor Guille, muchas gracias. Es usted muy amable.
La nueva entrada ya viene de camino, y espero que en efecto le resulte deleitosa :D

Sara dijo...

No me resisto a hacer el comentario número veinte, que por algo es un número redondo.

Menos mal que la entrada ya viene de camino porque... ¡¡¡Nos tienes en ascuas, pecadora de la pradera!!!

Besitos miles.