Se
dice que las grandes obras de la literatura se reconocen porque superan la
prueba del tiempo, porque décadas y siglos después de haber sido creadas
resultan tan actuales y pertinentes como cuando se escribieron. Porque quienes
las leen doscientos o mil años después, recogen su mensaje, se conmueven y se
reconocen en los personajes y sus peripecias como si no los separara ninguna
distancia.
Y es
que a veces resulta sorprendente comprobar, leyendo obras de otras épocas y
otras culturas, cómo el ser humano es siempre el mismo, en todo tiempo y lugar,
con los mismos deseos, los mismos miedos, las mismas necesidades y, en muchas ocasiones,
hasta el mismo sentido del humor.
Todo
esto se aprecia en La historia de Samuel Titmarsh y el gran
diamante Hoggarty, escrita por William M.Thackeray en 1841, una obra ingeniosa, divertida, conmovedora y
ejemplarizante, que presenta casos y hechos tan propios de nuestros días que a
ratos nos sentimos tentados de volver a comprobar la fecha en que fue escrita.
Thackeray dijo, en el prefacio a la primera edición de esta obra, que a
los editores del libro “les preocupa que la moraleja del cuento -es decir, que la
especulación es peligrosa y que la honradez es el mejor camino-, señale
especialmente al pueblo británico.”
Y en
efecto, esta sátira moral alude a la sociedad inglesa, pero hoy día sabemos que
sus males y sus defectos no son exclusivos ni de un país ni de una época. Como
tampoco lo son sus virtudes.
Samuel Titmarsh es un
joven e ingenuo empleado de una gran empresa de seguros que, a causa de un
diamante que recibe como regalo, y sobre todo por su falta de maldad y por la
confianza que deposita en quienes no la merecen, se ve envuelto -víctima y
sospechoso- en un fraude financiero de gran alcance.
Él
mismo nos cuenta su historia desde el punto de vista de quien aprendió una
lección por las malas, y desea compartir su escarmiento por si su experiencia puede
resultar de utilidad al lector.
Uno
de los aspectos de esta novela que a mí
más me llaman la atención es que pesar de los amargos episodios que el bueno de
Samuel tiene que sufrir, no hay acritud ni rencor en el tono de su narración, siempre
impregnada del candor del joven Titmarsh, que incluso cuando se burla del esnobismo
de ciertos personajes o refiere la maldad de otros, mantiene su actitud
bondadosa y comprensiva. Da la sensación de que Thackeray exagera la inocencia
y credulidad de sus personajes buenos -que llegan a parecer algo Tit (bobo)- para más resaltar la vileza de los malos.
Pero
sin duda Thackeray está a favor de los buenos. A los malos nos los pinta
bastante ridículos en su ruindad.
Por
suerte para Samuel también abundan en su historia las escenas felices, los
momentos conmovedores y los pasajes cómicos, en un magistral y delicado
equilibrio de emociones que recorre toda la novela.
Por
eso podremos reírnos con la pretenciosa señorita Brough y sus inútiles intentos
de hablar francés y resultar grácil y delicada; con el cobardica señor Preston
y con la mandona señora Roundhand; con el descarado Bob Swinney y con la despistada condesa Drum. Nos
indignaremos con el miserable Smithers, con la vil tía
Hoggarty y con el retorcido señor Brough. Y nos
emocionaremos con el fiel Gus Hoskins, con la dulce Mary Smith y con la
bondadosa señora Stokes.
Esta
pequeña joya literaria es una de las primeras obras de su autor y una de las
menos conocidas, pero, como ocurre tantas veces, la popularidad de una obra no
siempre se corresponde con sus valores. Y en este caso, la inteligente combinación de crítica, humor y sensibilidad, que caracteriza el estilo de Thackeray; la amenidad y ligereza de la narración, y la vigencia y contemporaneidad del argumento hacen que leer La Historia de Samuel Titmarsh hoy día sea como hacer un entretenido
viaje al pasado cuyo destino es el presente.
Editorial Periférica, 2014.
17 comentarios:
Las certezas que hoy tiene la ciencia son, en su mayoría, verdades que mañana dejarán de serlo. Sin embargo, el comportamiento humano es mucho más fiable.
Disfruté leyendo el libro.
Saludos.
Querida Ángeles: No quiero alargarme demasiado; no es el momento ni el lugar. Por eso haré solo dos fugaces apuntes sobre la obra de Tackeray. Sí, estoy contigo en que la novela es todo un CLÁSICO, pero permíteme que disienta en lo que respecta a la absoluta bondad e ingenuidad de Samuel. Según mi punto de vista, Samuel es cándido, sí, pero ambicioso, por eso considero justas las palabras del comisionado: "Pero, mire, señor si usted no hubiera estado tan ansioso por obtener ganancias creo que no se habría usted dejado engañar..."
Por lo demás, a mí la novela me ha parecido maravillosa, de una sensibilidad difícil de expresar con palabras y que me ha recordado a "Qué bello es vivir" de Frak Capra.
Por fuerza tiene que ser verdad que los hombres de unas y otras épocas casi somos los mismos porque tanto los acontecimientos que protagonizamos como los documentos que vamos dejando lo atestiguan así y la Historia no deja de repetirse casi de la misma manera. ¿Será ésa la única inmortalidad de que gozaremos? el hecho de que habrá otro carlos, otra Ángeles, aunque se llamen perico y zutana, que se comportarán en el futuro igual que nosotros -o que ya se están comportando si hacemos caso a los dobles que por fuerza tenemos que tener entre tantos millones de personas- ¿será la única garantía de supervivencia de un "yo" común a ellos y nosotros? Y siempre con la fecha de caducidad de la especie humana.
Pues a mi no me mola nada, la verdad. Casi prefiero no repetirme y extinguirme para siempre con mi cuerpecillo serrano.
Bueno, y a todo esto, felicidades porque no te falta curro traductor ¿eh?
carlos
reseña y blog muy interesantes... me quedo por aquí... un beso
Me ha dado cierta emoción el pensar en eso que dices de que a pesar de los siglos de existencia, el ser humano sigue siendo el mismo. Los mismos anhelos, las mismas ilusiones, preocupaciones, dudas... Pensando en ello siento algo así como una hermandad y empatía hacia los hombres de cualquier época, porque no fueron tan diferentes a mi, a nosotros, como la Literatura efectivamente nos demuestra.
Y esto me ha recordado a su vez lo que muchas veces me ha dicho mi padre, que es una verdadera lástima que teniendo una historia escrita de la que podríamos sacar conclusiones y evitar errores, volvemos a tropezar en las mismas piedras una y otra vez. Basta que desaparezcan, por ejemplo, las generaciones que conocieron una guerra y sus nefastas consecuencias para que se vuelva a producir otra. No aprendemos.
Pero bueno, aunque este sería otro tema interesante, no es de lo que hablas en esta entrada.
Me gusta mucho el mimo y cariño con que has descrito este libro, y es muy grande la curiosidad que siento hacia él, por lo que es uno de los elegidos para veranear conmigo estas vacaciones. Reconozco no haber oído el nombre de Thackeray hasta que lo nombraste, aunque sí había oido hablar de Barry Lyndon, por la película, evidentemente.
Ya te daré mis impresiones, pero ya intuyo que un tipo positivo y sin rencores (un buenrollista, vamos) y llamándose encima Samuel, me va a caer bien :)
Excelente entrada, Ángeles. Me has puesto la miel en los labios y las ganas de cogerlo en la yema de los dedos. Me anoto el título sin tardar un minuto. ¡Ay! Cuánto bueno me queda por leer. Abrazos.
En efecto, Lan, parece que el comportamiento del ser humano no da para muchas sorpresas. Hay excepciones, claro, pero en general, se nos ve venir. Y aun así, nadie escarmienta por cabeza ajena, ya lo dice el refrán.
Me alegra muchísimo que te haya gustado el libro :)
Claro, Sara, si en realidad estamos de acuerdo: la candidez de Samuel es lo que lo lleva a meterse en berenjenales para los que hace falta más pupila y más malicia de la que él tiene. Confía en quien no debe y pasa lo que pasa. Pero es lógico que un joven recién casado se ilusione con la idea de ganar un poco más de dinero con el que mejorar su porvenir. No se le puede reprochar.
Me encanta que te haya gustado la novela tanto como a mí, y tu comparación cinematográfica me parece muy atinada :)
Carlos, me gusta tu teoría, me parece interesante esa idea de que la “inmortalidad” o la permanencia a la que muchos aspiran resida en ese continuo repetir comportamientos de unos y otros a lo largo de la historia.
Pero me parece que eres el único filósofo que reniega de su propia teoría, je,je.
Muchas gracias kabu, y encantada de verdad de tenerte por aquí.
Besos.
También es interesante tu punto de vista, JuanRa: en vez de ver como algo negativo el hecho de que nos repitamos a lo largo de los tiempos, lo ves como una forma de unión o hermandad de los seres humanos. Eso quizá nos puede ayudar a relativizarnos a nosotros mismos y a pensar que no somos tan especiales ni tan originales como a veces creemos…
Me alegro mucho de que tengas curiosidad por el libro. Yo también intuyo que vas a disfrutar mucho de la compañía del bueno de Samuel este verano. Y hasta creo que os vais a hacer buenos amigos ;)
Ya me contarás.
Muchas gracias, Marisa :) Espero que cuando le eches mano y ojos al libro se cumplan tus expectativas. Bueno, estoy segura de que así será.
Un abrazo, y que no falte nunca buena lectura (aunque nos haga sufrir un poquito, je,je).
Bueno, no se si me publica el comentario. Va de prueba.
Hola, Ángeles:
Vengo a dejarte mi enhorabuena y las gracias por esta estupenda traducción. De nuevo, es un trabajo de altura.
Un cariñoso abrazo desde el campo,
Te confesaré que no necesitaba que me convencieras porque este libro ya lo tengo en el punto de mira, pero me encanta haberte leído para saber un poco más.
¿Realmente no aprendemos, no cambiamos? Quizá, simplemente, es la la capacidad de pensar y elegir la que nos hace equivocarnos. Y, por alguna razón, es más fácil quedarnos con lo negativo de la memoria.
Gracias por traer este libro.
Un beso.
Muchas-muchas gracias, Manuela, y espero que te haya gustado la historia.
Un abrazo desde la ciudad.
Gracias a ti, Zazou.
Yo creo que sí aprendemos, pero individualmente; en cambio hay comportamientos que, como especie, no cambiamos.
Espero que disfrutes mucho el libro cuando lo leas.
Un beso.
me gusta el enfoque que le das a la lectura
Se nota el cariño que sientes por el libro, inspira las palabras tan bonitas que has dejado caer, así poco a poco, como perlas de un hermoso collar.
¡Ah! La prueba del tiempo es la más difícil de superar y solo las obras realmente buenas lo consiguen.
Como se ha dicho por ahí arriba, es bien cierto que la humanidad no aprende de su historia y repite siempre los mismos errores, a los que dirigen el mundo deberían examinarles de Historia y enseñarles que porque cambie el año y el nombre del protagonista, no va a cambiar el resultado de la misma acción.
Sí, los seres humanos siempre somos los mismos. Recuerdo una canción de Miguel Bosé que dice "hay quien no se entera que somos los mismos envueltos en novedad".
Aún no me he leído el libro, por lo que tu entrada, para mí, contiene muchos spoilers ;-) Pero lo tengo en mi mesilla preparado. Aunque si se parece a "¡Qué bello es vivir!" seguro que me va a encantar :-)
P.D. Me ha llamado mucho la atención "ese viaje al pasado con destino al presente". Así no hace falta que nos esforcemos en crear la máquina del tiempo :-P
Llevo tiempo buscando algo para iniciarme con este autor, porque no sé si me atrevo con La Feria de las Vanidades.
Por cierto ¿lo has leído? ¿me lo recomiendas?
En todo caso, este título me parece idóneo para empezar, gracias por la idea.
pd. Ya ves que voy volviendo de vacaciones poco a poco (cara triste, muuuy triste)
Muchas gracias, Recomenzar, y bienvenida al blog :)
Muchas gracias, MJ, y no te preocupes: lo que consideras spoilers creo que no son tales. En cualquier reseña que leas de este libro encontrarás más o menos la misma información sobre el argumento. Es decir, que lo importante, la sustancia de la historia y sus intríngulis no está desvelado.
Gracias por tu interés, y espero que lo disfrutes :)
Loque, La feria de las vanidades , es una obra maestra, pero si no te decides -por lo voluminosa, me imagino-, sin duda el Samuel Titmarsh, es perfecto para iniciarte en Thackeray, como dices.
Y hasta te puede hacer más ameno el regreso de las vacaciones. Ánimo!
Vaya por delante mi disculpa, pues aún no tengo en mis manos un ejemplar de este libro que, por otra parte, tengo muchas ganas de leer, ya que todos los comentarios y reseñas que he leído sobre el mismo abundan unánimemente en sus virtudes. Achaquémoslo a la pereza lectora que me aqueja desde hace unos meses. Pero prometo ponerme a ello, a lo más tardar, cuando el ya cercano equinoccio nos empiece a proporcionar noches más duraderas e invitadoras al recogimiento doméstico y sus austeros placeres, como el de la lectura. Sólo quiero hacer un pequeño apunte -ya que me toca no extenderme demasiado (¡!)- sobre esa gran verdad que expones acerca de lo que podríamos llamar la pervivencia de lo que algunos llaman la naturaleza humana, con rasgos casi idénticos, a través de las épocas. Pienso que algo se ha avanzado, sobre todo en las ideas y los derechos y, cómo no, en el acceso a la cultura. Pero bien es verdad, como muestra este relato, que algunos hábitos, errores, engaños, siguen a la orden del día. El ser humano repite los errores de sus antepasados, quizá por no leer sus consejos -como pretendía Titmarsh-. Y pienso, como también se deja caer por ahí arriba, que toda estafa o engaño financiero ha de contar con un "colaborador necesario" que no es otro que la ignorancia rebozada de ambición de la propia víctima. Pero como dice el refrán "nadie escarmienta en cabeza ajena", y por ello estamos condenados a repetir esos errores secularmente... hasta que, llegados a la vejez, recapitulemos todo lo que la experiencia nos ha enseñado y demos por aprendida la lección...¡cuando ya no sirva para nada!
Al igual que este farragoso comentario que tampoco sirve para nada...¡pero me dí cuenta al final!
Pues espero, Juan M., que si lees el libro te resulte tan ameno y edificante como yo creo que es y como pretendía Mr. Thackeray.
Ya me contarás (sin necesidad de ser breve).
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