viernes, 13 de diciembre de 2013

Le ocurrió a don Manuel


Don Manuel fumaba muchísimo y leía muchísimo. Fumaba cuando leía y leía cuando fumaba, y leía igual que fumaba: con auténtica adicción.
Un día don Manuel había quedado citado con don Enrique en un restaurante. Don Manuel llegó con tiempo, se sentó en la mesa que había reservado y sacó un libro de su maletín para leer mientras esperaba. O para esperar mientras leía.
Cuando llegó don Enrique comieron y trataron sus asuntos. No se conocían previamente, así que en la sobremesa don Manuel preguntó:
-¿Usted fuma?
Y como don Enrique no fumaba don Manuel no llegó a sacar sus cigarrillos.
Cuando cerraron el trato que tenían entre manos, don Manuel volvió a su despacho y don Enrique se quedó a tomar otro café. Entonces se dio cuenta de que don Manuel había dejado olvidado su libro encima de la mesa.
 
Unos días después llegó al despacho de don Manuel un regalo de parte de don Enrique, junto con el libro y una nota de agradecimiento por el negocio realizado.
El regalo era una elegante tabaquera que contenía precisamente los cigarrillos que don Manuel fumaba.
Difícilmente podía ser una simple coincidencia, pero, ¿cómo pudo don Enrique saber cuál era su tipo y su marca de tabaco?
Don Manuel lo llamó por teléfono para agradecerle el regalo, pero también para preguntarle cómo había sabido que esos y no otros eran los cigarrillos que él fumaba.
La respuesta dejó a don Manuel muy sorprendido, como me ocurrió a mí cuando me contaron esta historia.
Cuando don Enrique recogió el libro olvidado de don Manuel, lo abrió para hojearlo y al pasar las páginas se le ocurrió una idea algo extravagante.
Fue a un  estanco y le preguntó al viejo vendedor si podría identificar el olor que impregnaba las páginas de aquel libro.
Así que el estanquero abrió el libro, olió las páginas y en seguida dijo:
-Es tabaco negro…
Volvió a oler y, mirando al techo un instante, identificó  la marca sin dudar.
 
Y así fue cómo gracias a una idea insólita y a la ayuda de la persona adecuada, don Enrique pudo demostrar su agradecimiento a don Manuel, obsequiándole su tabaco favorito.
 
Quizás esta historia nos dice que no debemos descartar una idea porque nos parezca un poco loca. Quién sabe si no será el primer paso para llegar a la meta que anhelamos.
 
 

*Esta historia está basada en un hecho real. Don Manuel era mi tío*

19 comentarios:

Marisa C dijo...

Me encantan tus historias, Ángeles. La imagen del estanquero olfateando el libro y adivinando la marca de tabaco no tiene precio. Cuántas cosas llevan encerradas las páginas de un libro... Gracias otra vez más por tus magníficas historias. Abrazos.

Sara dijo...

Ja, ja, ja, ahora sé que voy dejando en los libros un bonito rastro a Ducados negro gracias a la sorprendente y maravillosa historia de don Manuel. Y supongo que el rastro se extenderá a todo lo visible e invisible... Bueno, la historia de tu tío me ha hecho comprender que ésta puede ser una magnífica seña de identidad.

Me ha encantado la historia.

Besos.

Manuela Mangas Enrique dijo...

Yo no he fumado nunca, así que supongo que mis libros olerán a mi casa, no sé. Como está hecha con muchas vigas, me gusta pensar que huelen a madera y a aceite de linaza evaporado; pero yo no lo noto.

Estas conmovedoras historias que nos cuentas con tanto acierto siempre me hacen reflexionar. Te estoy agradecida por ello.

Besos desde esta fría Castilla.

JuanRa Diablo dijo...

¡Qué bonito!
¿Sabes quién me venía a la cabeza conforme leía la anécdota? Pues sí, Eugene Field, porque creo que esta historia hubiera sido muy de su agrado. De hecho, intercalada entre los capítulos de Los amores de un bibliómano, no estaría en absoluto fuera de lugar, ¿no crees?

Si es que va a ser realidad- y no literatura- que los libros adquieren el alma y la personalidad de sus propietarios, y que nos pueden llegar a dar datos de los lugares por los que han pasado.
Yo imagino que cuando dejamos un libro recién comprado en la estantería, aquellos viejos de segunda mano le dan la bienvenida pensando: "Pobrecillo, qué vacío está, cuánta experiencia le falta por vivir y cuántos ojos a los que alimentar..." :)

Un abrazo

loquemeahorro dijo...

¡Qué bueno! Yo me imaginaba que el libro se llamaba "Historia del Tabaco de líar" o algo así.

Ángeles dijo...

Muchas gracias a ti, Marisa, siempre tan amable.
Ya hemos comentado por aquí otras veces que los libros hablan de sus dueños, y esta historia es otra prueba de ello.
Me alegra muchísimo que te haya gustado.
Un abrazo.


Sara, me alegro mucho de que te haya gustado la historia y te haya sorprendido. Es sorprendente en verdad.
Oye, ¿el e-book retendrá también los olores? :-p


Manuela, dicen que cada casa tiene un olor peculiar y único, distintivo y exclusivo. Nosotros no lo notamos porque vivimos en ese olor, pero seguro que tus libros huelen muy bien.

Gracias a ti por tus palabras.
Besos desde el cálido sur.


Para bonito, tu comentario, JuanRa.

Me encanta que hayas pensado en nuestro bibliómano amigo y que te parezca que esta historia encajaría bien entre las suyas.

También me ha encantado tu idea de los libros veteranos recibiendo a los novatos de esa forma. Me lo imagino sin esfuerzo y me parece que se me va a quedar en la cabeza forever.

Un abrazo.


Gracias, Loque.
Lo que tú te imaginabas ya hubiera sido suficientemente curioso como para contarlo, pero en este caso la realidad se superó a sí misma, como tantas veces.

MJ dijo...

¡Qué historia tan curiosa! Como siempre muy bien contada :-) Estoy de acuerdo con JuanRa, a Mr. Field le habría gustado.

MJ

Metalsaurio dijo...

Muy buena la historia de tu tío. Como dice Marisa, la imagen del estanquero olfateando y acertando no tiene precio.

Hubiese sido más retorcido si habiendo olvidado el tabaco, lo hubiese llevado a una librería para que le dijesen qué tipo de lectura podría gustarle a un fumador de esa marca :D

Por cierto, últimamente me resulta complicado entrar a tu blog: Me da error o no me carga. En cambio, si pincho sobre el título de las entradas (desde mi blog) sí me deja...

Un saludo.

Ángeles dijo...


Gracias, MJ. Es curiosa, ¿eh? :-)

Gracias, Metalsaurio. Me encanta la vuelta de tuerca que le has dado a la historia: averiguar el tipo de lectura a través del tabaco que fuma el lector.
Un hallazgo, sí señor :-)

No sé a qué puede deberse la dificultad que tienes para entrar, pero quizás sea algo pasajero. Ya sabes que Blogger tiene esas cosas...

Saludos verdeazulados.

Zazou dijo...

Qué historia tan bonita y animosa, Ángeles.

Ángeles dijo...


Muchas gracias, Zazou :-)

Juan M de los Santos dijo...

Como siempre, un estilo exquisito y una historia excelente que proporcionan una agradable lectura. Esta historia me retrotrae a aquellos tiempos en los que el tabaco y el hábito de fumar aparecían habitualmente en la literatura y el cine y no nos escandalizábamos por ver, por ejemplo, a un Bogart con su sempiterno cigarrillo enfatizando su escepticismo ante la vida y el ser humano, por ejemplo...
Stop!, que me voy por las ramas...
Hoy sabemos que un consumo compulsivo, estimulado por la publicidad, ansias recaudatorias de los gobiernos, etc... otra vez por las ramas... dieron al traste con un (mal pero soportable)hábito convirtiéndolo en una (peor e insoportable) adicción cuya imagen ha sido desterrada de toda expresión artística. Pero bueno, en los tiempos de D. Manuel era normal fumarse un cigarrito tras la comida y charlar entre volutas de humo, como hemos hecho muchos de nosotros en interesantes tertulias que se prolongaban hasta altas horas...¡Dios, las ramas otra vez!
En fin, que el tema del smoking es peliagudo, pero el cuento, como siempre, genial.

Ángeles dijo...

Muchas gracias, Juan M, sobre todo por eso de "estilo exquisito", que no se lo dicen a una todos los días (en mi caso, solo lunes y miércoles).

Yo también pensé, cuando me contaron la historia y mientras la contaba yo, en eso que dices sobre el tabaco en la literatura y el cine. Es curioso como cosas y costumbres que parecen eternas de pronto se convierten en un mero recuerdo. Se desvanecen como el humo y mira cómo yo también me voy por las ramas...

Anónimo dijo...

Todo un profesional el estanquero, sí señor.
Y respecto a los libros con el alma de sus propietarios, a mí, que tengo algún libro de segunda mano de mercadillo, la verdad, no puede dejar de darme grima abrirlo y meterlo a a la cama porque quién sabe qué enfermedades tuvo aquel antiguo dueño o ¿quién me dice que su alma no se vino entre sus páginas y va y me despierta en mitad de la noche?
¡Ostras! Vaya colección de cuentos que tienes aquí. No cabe duda de que los iré leyendo poco a poco.
Ah, pues lo que le dije a Juan Ra un día: que tendrás que proteger de algún modo tu autoría intelectual porque espabilados no faltan que se apropian de ideas, palabras, frases y textos enteros.
Enhorabuena por tu imaginación.

carlos

Ángeles dijo...

Pues sí, Carlos, un verdadero profesional el estanquero, de los de antes :-)

Oye, eso de que el espíritu del propietario anterior te despierte por las noches me ha encantado. Ahí tienes tú una buena historia... a ver si me la cuentas algún día.

Saludos, y gracias por tu interés.

guille dijo...

La historia una preciosidad escrita de una manera sorprendente. Me gustan esas repeticiones cambiando el orden que no cambia la acción.

Mi olfato es igual a cero, quedó eliminado para este método de búsqueda.

Pero soy un absoluto fan de buscar sin rendirme a las dificultades. Así llegan las personas que te cambian a bien la vida, las situaciones que se convierten en recuerdos inolvidables o, si quieres, los recuerdos inolvidables de situaciones.

Dada mi nulidad ante los olores y sospechando que mi casa olía mal después de lavar un recipiente que había contenido coliflor, le pregunte a una amiga que me visitaba "¿a qué huele mi casa?" "A ti" me contestó...eso es algo que yo nunca podría hacer. Quizá por eso no me hice estanquero.

Ángeles dijo...

Guille, muchas gracias por tus palabras y por venir una vez más a leer desde el futuro. Y me alegra mucho que te guste lo que encuentras por aquí.

La historia es en verdad curiosa y sorprendente, y además ha dado lugar a otra circunstancia curiosa y sorprendente. Ya te lo contaré :)

PD: La respuesta que te dio tu amiga es muy bonita, e indica que ya se había ido el olor a coliflor :D

guille dijo...

Ya has conseguido poner en modo alerta a mi curiosidad.

Ya sé que tú sabes que venir a leerte es un placer. Y que sepas que me contengo para no asaltarte masivamente y dar imagen de acosador.

Es que yo elijo muy bien a mis amigos. Sospecho que tú también.
Lo malo que el que no sabe cómo huele mi casa soy yo.
...igual no es tan malo, a veces.

Ángeles dijo...


Pues no tienes que contenerte, Guille, que para mí no es más que una gran satisfacción que vengas por aquí a leer y comentar todo lo que te apetezca.

Y tu curiosidad quedará satisfecha via e-mail.