jueves, 27 de junio de 2013

Cuento. El extraordinario caso del cuadro cambiado


La señorita Casilda llevaba pocos días trabajando para el señor Talbot, pero en ese escaso tiempo ya había demostrado su buena disposición para el trabajo. Era diligente y pulcra como ella sola. Un poco boba, eso sí, pero nunca se vio una doncella más eficiente y cumplidora.
El señor Talbot era un caballero tranquilo, muy formal y respetuoso, que vivía para su colección de arte. Sus pinturas eran su gran tesoro y su mayor placer. Por eso, el día que observó cierta anomalía en la pared de su estudio sintió una mezcla de ira y asombro que le resultó novedosa.
Llamó a la señorita Casilda, que era la única persona del servicio que entraba en el estudio.
-Casilda, no nos andemos con rodeos, ¿dónde está el cuadro?
-¿Qué cuadro, señor?
-El cuadro de Spiers que estaba en esa pared.
-Pero, señor, si está ahí, ¿es que usted no lo ve?
-Casilda, no estoy para bromas. Ese no es el cuadro. Ese cuadro es otro. Es parecido, de acuerdo, pero no es mi Spiers.
-Ay, señor, yo no me atrevo a  llevarle la contraria a usted, pero es que si no le llevo la contraria no voy a poder decirle nada.
-Casilda, alguien se ha llevado mi cuadro y ha dejado ese otro en su lugar.
-Ay, qué sofoco, señor Talbot. De verdad le digo que nadie se ha llevado nada, que su cuadro está ahí como estaba ayer.
El señor Talbot comprendió que era inútil seguir insistiendo, y Casilda, nerviosa y confundida, salió de la habitación conteniendo el llanto.
Talbot llamó a sus amigos, que conocían el estudio y todo lo que allí había tan bien como él mismo, y entre los que se encontraba precisamente el jefe de la policía.
-Y bien –dijo-, ¿qué os parece?
Y los amigos, mirando el cuadro, unos con la mano en la barbilla, otros con los brazos en jarras, dijeron:
-No hay duda: te han robado el Spiers y te han dejado otro cuadro en su lugar.
-Lo cual no deja de ser un detalle, porque así no se nota el cerco en el papel de la pared.
-La doncella tiene que saber algo.
-Eso creía yo –dijo Talbot-, pero insiste en que el cuadro sigue ahí, en que es ése, y de ahí no hay quien la saque.
-¿Y no será que se está haciendo la tonta?
-No tiene que hacerse la tonta, podéis creerme –dijo el jefe de policía-. Y después de haber hablado con ella estoy convencido de que es sincera cuando dice que éste es el mismo cuadro que estaba ahí antes. Lo cree de verdad.
El señor Talbot y sus amigos siguieron observando el cuadro con detenimiento. Incluso lo miraron con lupas centímetro a centímetro, lo cual les ayudó a  llegar  a sabias conclusiones.
-Querido Talbot –dijo el jefe de policía-, si aquí ha habido un robo, es el robo más raro que he visto nunca. Se han llevado un Spiers y te han dejado otro. No cabe duda, la firma es del mismo artista.
-Eso creo yo –añadió Talbot-, y sin duda el estilo es el de Spiers, es inconfundible. Incluso se repiten elementos del otro cuadro: este jarrón rojo, el manto que cubre la silla, la espada…
-O sea, que este cuadro, hasta ahora desconocido,  podría pertenecer a una serie.
-Y entonces más que un robo esto sería un regalo maravilloso.
-Sí, pero, ¿por qué llevarse un cuadro para dejar otro de igual o mayor valor?
En estas disquisiciones pasaron horas Talbot y sus amigos, tras las cuales quedaron convencidos de que la solución al enigma la tenía la señorita Casilda: o era ella misma la artífice del cambio de cuadros o  había prestado ayuda a quienquiera que hubiese llevado a cabo el  trueque.
Ahora bien, qué sentido tenía tal intercambio era algo que no alcanzaban a imaginar.
Por la noche Talbot decidió aclarar el asunto de una manera u otra.
-Casilda, dígame, ¿usted cree que este cuadro es el mismo que había antes?
-Sí, señor. Bueno, no es que lo crea, es que estoy completamente segura.
-Bien, bien, de acuerdo. Pero no me negará que hay algunas diferencias.
-Claro, señor, eso no lo puedo negar.
-Vaya, vamos por buen camino. Entonces admite usted que la imagen de este cuadro no es la misma que la del otro.
-¿Qué otro, señor?
Talbot respiró profundamente.
-Vamos a ver, Casilda, présteme mucha atención, ¿de acuerdo?
-Sí, señor.
-Bien. ¿Se acuerda usted de lo que se veía en el cuadro hace dos días?
-Uy, sí que me acuerdo señor. Se veía una habitación llena de cosas: libros, papeles, platos, sillas, jarrones…
-Bien, muy bien, Casilda. Y dígame, ahora, ¿se ve lo mismo en el cuadro?
-Bueno, exactamente lo mismo no.
-Ajá, entonces ¿reconoce usted que lo ha cambiado?
Y Casilda, echándose a llorar otra vez, dijo:
-Sí, señor, lo he cambiado. Pero ha sido con mi mejor intención.
-¿Cómo? ¿Me ha robado el cuadro, lo ha cambiado por otro y encima me dice que ha sido con la mejor intención?
-Ay, no, no, señor. Yo no he robado nada, usted se confunde, señor, yo soy una persona decente.
-Pero Casilda, muchacha, no me saque de quicio. Me acaba de decir usted que sí, que ha cambiado el cuadro.
-Pero no por otro, señor.
Y ante la mirada de sorpresa de Talbot, Casilda explicó:
-Es que estaba todo tan desordenado, tirado por el suelo, y viejo y sucio, que me pareció que lo mejor era entrar a limpiar y a ordenarlo todo, como debe ser.
-¿Qué?
-Y le ruego me disculpe si he hecho algo mal. Pero le aseguro que no he roto ni he tirado nada, señor, de verdad. Lo que no se ve es porque lo he guardado en los muebles.
-¿Me está usted diciendo, Casilda,  que ha entrado usted en el cuadro?
-Sí.
-¿Y que ha limpiado y ordenado la habitación?
-Sí.
-La habitación que se ve en el cuadro...
-Sí, señor.
-Pero… Casilda… ¿cómo ha podido…?
-Ay, discúlpeme, señor, se lo ruego; yo creía que era parte de mi trabajo.

Benjamin Walter Spiers
Armour, Prints, Pictures, Pipes, China All Crackd Old Rickety Tables, and Chairs Broken Backd, 1882

Aquí, otro misterio en casa del señor Talbot

21 comentarios:

Juan M de los Santos dijo...

Eso es lo bueno del ARTE (sí, con mayúsculas), que, en manos de otros artistas sigue produciendo arte, como en cadena. El precioso cuadro de Spiers ha sugerido un a la vez precioso y ameno relato de Ángeles, que vuelve a deleitarnos con un final sorprendente. Esa sonrisilla que se nos pone en la cara conforme vamos llegando al final del relato-si la pudieras ver- es como la ovación del público ante una obra encantadora, interesante, atrayente, bien narrada y que se lee en un suspiro.Gracias. Saluditos.

Sara dijo...

Estoy de acuerdo con Juann, esa sonrisilla es como una ovación, y a mí también me gustaría que pudieras verla, Ángeles, te encantaría.

Un cuento delicioso, especialmente grato de leer en estos días de calor y de asueto.

Gracias y besos.

Manuela Mangas Enrique dijo...

Ángeles, qué gusto leerlo. Uno se imagina tan bien a la candorosa Casilda... Perfecto el toque misterioso. Enhorabuena, es redondo.

Un abrazo.

Ángeles dijo...

Juann, y sus extraordinarios piropos que me dejan sin palabras…
Pero de verdad, ¿eh?, que no sé qué decir, excepto muchísimas gracias.

La sonrisilla esa que dices, efectivamente no la veo, pero me la imagino y me encanta.

Thanks a lot!



Muchas gracias, Sara.
Bueno, como le digo a Juann, la sonrisilla-ovación me la imagino y en efecto, me encanta. Debe de ser parecida a la que se me pone a mí cuando veo que os gusta lo que habéis leído y me lo hacéis saber con tanta generosidad.

Besos.


Muchas gracias, Manuela, me encanta tu entusiasmo :-) 

Un abrazo.

JuanRa Diablo dijo...

Es que no me dirás tú que no entran ganas de ponerse recoger libros del suelo, cerrarlos y guardarlos en sus estantes. ¡Comprendo perfectamente a la buena de Casilda!

Eso sí, actuó muy imprudentemente, porque de sobra conocía la historia de su tía abuela (¿Genoveva se llamaba?) que también entró a un cuadro sin permiso y cuando no había nadie, y al llegar los dueños de la casa quedó atrapada en él para siempre.

Corrió un gran riesgo, pero... qué porras, ¿tú no habrías hecho lo mismo?

Saludos, Ángeles

(Me lo he pasado bomba leyendo ;))

Ángeles dijo...

Pues sí, JuanRa, yo también comprendo perfectamente a Casilda. Es que hay cosas que no se pueden evitar.
En cuanto a lo de su tía abuela, ya se sabe: nadie escarmienta por cabeza ajena. Sobre todo cuando la tentación es tan tentadora.

Gracias :-)

loquemeahorro dijo...

Qué joya de asistenta, como la dejen un mapa mundi en la habitación, es capaz de poner orden en todo esto!

Ángeles dijo...

Pues es verdad, loque, aunque igual se ponía a barrer el Sáhara o encajaba Sudamérica con África... Yo la veo capaz ;-)

Metalsaurio dijo...

¡Qué numinoso asunto el de Casilda y el cuadro! ;)

misterium tremendum

Me encanta.

Ángeles dijo...


Es verdad, Metalsaurio, no se me había ocurrido que este asunto del cuadro es bastante numinoso.

Gracias por la sagaz observación :-)

MJ dijo...

¡Me ha encantado! ¡Es genial, genial! Y viendo el cuadro, todos comprendemos a Casilda, claro :-)

Voy repetir la lectura, porque este es un cuento digno de releer las veces que haga falta. Estupendo.

Ángeles dijo...

Qué bien, MJ, muchas gracias.
Me encanta tu entusiasmo y me entusiasmo yo también :-)

Besitos.

Mae Wom dijo...

Un relato genial! Y la asistenta una máquina! :)

Ángeles dijo...

Muchas gracias, Mae :-)

Anónimo dijo...

Es que el dueño de esta habitación era más desastrado que yo mismo...y este Spier un artista muy raro que en lugar de pintar el orden como se suele hacer, hacía todo lo contrario.
Este maravilloso texto tuyo me ha recordado una antigua peli de los cuarenta, de Fritz Lang, titulado La Mujer del Cuadro, sólo que en ella me parece recordar que era la señorita pintada la que salía del cuadro, al revés que Casilda.
Bueno, que está genial y que siempre me sorprendes.
Y sobre lo que te dijo Juan Ra acerca de publicar un libro con todos estos textos, tengo que decir que tiene toda razón y que lo lectores de este mundo nos merecemos poder leerlos como debe ser, pasando hojas de papel y con sus buenas ilustraciones.

carlos

Ángeles dijo...

Vaya, Carlos, ahora que me has recordado la película me voy a tener que poner a verla...

Muchísimas gracias por tus apreciaciones, y por lo que dices del libro. Pero es que eso son palabras mayores y me da como vértigo. Pero te lo agradezco de corazón :-)

guille dijo...

Viniendo de la otra historia hay que decir que al Sr. Talbot le suceden cosas de lo mas extrañas.

Si me pasas el teléfono de Casilda le haré una oferta irrechazable. Que venga a recolocar mi casa, dicho con claridad; a ordenarla.
Ni siquiera tendrá que entrar en ningún cuadro, el desorden corre de mi cuenta y está a mano.
...a mano menos vaga que las mías.

¿Te imaginas a Casilda entrando en los cuadros famosos de la pintura universal?
Quitándole el consolador a la Monna Lisa y borrándole la sonrisa.


Por cierto, ¿no se le ha ocurrido al propietario de esa casa de hechos raros buscar el libro dentro del cuadro? ¿junto a todos esos libros en desorden absoluto del cuadro?

Ángeles dijo...

Guille, la idea de Casilda entrando en otros cuadros me parece de lo más sugerente. Se podría hacer un cuento con cada cuadro que se nos ocurriera.

Y te puedo adelantar que no, que a Talbot no se le ha ocurrido mirar en el cuadro en busca de su libro. Pero tu idea me parece muy buena. Y da para otro cuento, sí. ¿Te animas? :)

guille dijo...

A mi solo se me ocurriría mandarla a hacer travesuras.
A ver si Casilda en lugar de simple es una gamberra disfrazada.

Me parece que me falta nivel para enfrentarme a Talbot y su vida repetida.
Y dados mis antecedentes de hacerles la vida genial a mis protas ya le veo fornicando con su sirvienta despistada.

Ángeles dijo...


:O
:D

guille dijo...

Mirala ella que expresiva.