domingo, 15 de abril de 2012

¿De dónde vienen los libros?

Segunda parte
(viene de aquí)
A veces me da la sensación de que los libros saben más de lo que dicen en sus páginas. Me parece que saben dónde los quieren, dónde van a estar bien cuidados y van a ser queridos, dónde van a proporcionar satisfacción y felicidad.

Y me parece también que se las componen de algún modo para ir a parar a esos sitios, a esas casas. Tal vez de forma un poco enrevesada, es cierto, pero hay que tener en cuenta que son libros y quizá no disponen de muchos medios para llevar a cabo sus decisiones.
Pero la cuestión es que se las apañan, y, con más revueltas o menos, acaban saliéndose con la suya.
Y eso es lo que debió de pasar con una serie de libros que tengo en casa y que llegaron un buen día, hace unos pocos años, sin que nadie los hubiera llamado.

Resultó que unos familiares míos tenían por vecinos a un matrimonio extranjero. Eran alemanes, pero habían vivido en Sudáfrica muchos años, habían pasado otros cuantos aquí, en la costa mediterránea, y habían decidido que era hora de volver a su país de origen.
Y como una mudanza de un país a otro no es cosa de coser y cantar, la pareja intentaba aligerar en lo posible la impedimenta para el viaje, regalando, por ejemplo, un buen montón de libros.
Podrían simplemente haberlos dejado en la casa y que los siguientes moradores hubiesen decidido qué hacer con ellos. O podrían haberlos donado a la biblioteca municipal. Pero yo creo que preferían dejárselos a alguien en concreto, y que les costaba desprenderse de ellos a la ligera.

Por eso les preguntaron a sus vecinos, mis familiares, si ellos querrían quedarse con los libros, o si conocían a alguien que pudiese quererlos.

Y así, un buen día, apareció en mi casa un par de cajas llenas de libros. Unos estaban en alemán, otros, la mayoría, en inglés; unos eran antiguos, otros modernos; unos más interesantes que otros… Pero todos contenían la esencia del amor por la lectura y de los buenos ratos que otras personas pasaron leyendo sus páginas, y probablemente también la nostalgia de sus dueños.
Y a todo ello se añadió la emoción que sentía yo al abrir las cajas, porque un cargamento de libros es siempre un mundo de maravillosas posibilidades.
Y ya adelanto que no, ningún Stephen King esta vez.

Entre los libros que allí venían, había, por ejemplo, dos biblias, editadas en Sudáfrica en los años 80 y con el sello de una librería de Cape Town.
También había una historia de Chicago, editada en Londres en 1931, y que, ¡ay!, alguien se olvidó de devolver a la biblioteca pública de Benobi (Sudáfrica), como delata la ficha de préstamo adherida en el interior de la cubierta.
Había también varios libros modernos, de bolsillo, tipo best-seller, de temática bélica y de espionaje.
Y dos ediciones muy bonitas, con láminas a todo color, de cuentos de los Hermanos Grimm.
Una de estas perteneció a una niña llamada Elke, que escribió su nombre en la guarda en 1939.
La otra perteneció a Mark, que dejó su huella en el 74 y además se entretuvo en colorear las ilustraciones en blanco y negro.
Estos detalles, creo yo, le añaden un carácter especial a los libros, los llenan de vida, y dejan constancia de que en algún momento alguien disfrutó con ellos, que es, al fin y al cabo, lo que le da sentido a los libros.

Había también un librito de poesía árabe, traducida al inglés. Es un libro de tapa dura, en rojo y dorado, que alguien regaló a alguien en 1953, y que puso una dedicatoria que no me resisto a reproducir aquí: “Despierta, pequeña mía, y llena la copa antes de que el licor de la vida se evapore”.
También aparecieron por allí El jorobado de Notre Dame, El Holandés Errante, una biografía de D.H. Lawence…

En total cincuenta y dos libros formaban esta herencia insólita, cuya joya más valiosa, para mí personalmente, es una edición de los Cuentos de Navidad de Charles Dickens, que en su momento fue un regalo de Richard y Jane para Nat, “con los mejores deseos para el futuro”, en la Navidad de 1950.

Como curiosidad, diré que Nat debía de ser aficionada a la repostería, pues entre las páginas del libro guardó una receta de “crepes Suzette al estilo inglés” que recortó de algún periódico.

Sí, los libros hablan de sus dueños.
Y me gustaría que los primeros dueños de estos supieran que alguien los recibió de la forma más inesperada e improbable y los tiene bien cuidados. Alguien que está muy lejos de ellos en el tiempo y en el espacio, pero que se siente cerca.

Y todo gracias a una serie de coincidencias impensables.
O a la voluntad de los libros, quién sabe…


                                     

19 comentarios:

Sara dijo...

Tu relato me ha transmitido una ternura infinita: Qué bellos los montones de recuerdos que te legaron tus "amigos" extranjeros; el que más, para mí, esa frase lapidaria: "Despierta, pequeña mía, y llena la copa antes de que el licor de la vida se evapore".

Sí, Ángeles, parece como si los libros estuviesen dotados de una esóterica intuición y se fuesen, intencionadamente, a las estanterías de quienes van a mimarlos y quererlos como ellos desean.

Un texto entrañable, que plasma a la perfección la personalidad de esos secretos seres que se fueron un día regalándote parte de su ser.

Besos.

Anónimo dijo...

Preciosas historias acerca del origen de los libros. Y me parece tan interesante la forma en que llegan a nuestras manos como el lugar donde los encontramos. Siempre he considerado las librerías lugares mágicos, santuarios del placer, y guardo en mi memoria recuedos muy especiales de ciertos sitios, que no tienen necesariamente que ser muy bellos o bien surtidos, por haber encontrado en ellos algún ejemplar extraño, o curioso, o que me recordaba a alguien. Y hablando de librerias peculiares, te dejo un enlace. A mí no me importaría hacerle una visita a este señor

http://www.etsy.com/blog/en/2011/theres-no-place-like-here-brazenhead-books/

loquemeahorro dijo...

Qué historia más bonita, o como dice Sara "historias", porque cuántas historias encerraban los dueños de esos libros.

Elke, una niña que leyó a los hermanos Grimm antes de la guerra, Mark, el artista gráfico, y esa pequeña mía que seguro que apuró la copa de la vida.

Precioso, de verdad.

Ángeles dijo...

Sara: muchas gracias por tus palabras. Me alegro mucho de que esta pequeña historia te haya transmitido sensaciones agradables y que tan bien has reflejado con tus palabras.
Besos.

Anónimo: gracias por tus palabras y por compartir tu experiencia librera.
Muchas gracias también por el enlace. Me ha gustado mucho y desde luego, a mí tampoco me importaría hacerle una visita a este señor y pasar un rato en ese oasis neoyorkino.

Para corresponder, me permito recomendarte un libro, por si no lo conoces, que creo te gustaría: La librería ambulante (Parnassus on Wheels), de Christopher Morley.

Loque, muchas gracias. Me gusta mucho cómo te refieres a esos niños lectores.
Me parece que las historias sobre libros nos gustan tanto como los libros en sí, ¿no crees?
Gracias again.

JuanRa Diablo dijo...

Los libros hablan de sus dueños. Así lo creo yo también.

Y veo que observándolos minuciosamente supiste extraer mucha información sobre ellos y sobre sus antiguos dueños, y que eso te hace tenerles más cariño incluso.
Y es que no han podido ir a parar a mejores manos :)

No sabes cuánta emoción me has transmitido con estos pequeños apuntes. Hay algo muy mágico y muy espacial en estos libros usados que por un casual vienen un día a nuestras manos.

Lástima que no puedas tener más información, porque apuesto a que descubrirías que alguno de ellos tiene que ver mucho, pero mucho con Stephen King :D

Un saludo

PD. Mail arriving ;)

Lan dijo...

Los libros viejos son moradas que otros habitaron y que un viejo constructor edificó. Cuando llegan a nuestras manos a veces nos regalan caricias inesperadas del pasado que, amorosamente, nos hacen de nuevo un poco más niños. Nos rejuvenecen al hacer que nos sintamos los nuevos portadores de un legado viejo.
Gracias por tu relato.

Ángeles dijo...

Gracias, JuanRa.
Me encanta que esta historia te haya producido emoción, porque eso no es poca cosa, y significa mucho.

Lan, gracias a ti.
Me gusta mucho eso de "caricias inesperadas del pasado".
Saludos.

Namaru. dijo...

"Los libros hablan de sus dueños."

Permíteme que tome prestada una cita de tu entrada para hacer mi propia entrada como seguidora de tu blog.

Y sí, los libros hablan de sus dueños. Al igual que tus propios relatos dejan ver una parte esencial de tu persona que, en la mayoría de los casos, es invisible a los ojos.

Simplemente decirte que, al igual que en tu relato, este blog llegó a mi pantalla por casualidad y agradecerte el deleite que manifiestas, a través de tus relatos, por las pequeñas cosas que hacen que merezca la pena plantearse otra filosofía de vida, otra visión de las cosas alejada de la sociedad corrompida por el dinero, el poder y las cosas materiales.

Despiertas en tus lectores ese placer pequeño, pero de valor incalculable.

Sin más, se despide una nueva seguidora.

De nuevo, muchas gracias.

Namaru.

Ángeles dijo...

Muchísimas gracias por tus palabras, Namaru, y por tu interés.

Te diré que ese "placer pequeño" que este modesto blog pueda despertar en alguien no es nada comparado con la enorme satisfacción que siento yo cuando recibo la respuesta de quien lo lee.

Y una respuesta como la tuya me confirma que sí, que las cosas pequeñas, las que pasan desapercibidas, son las que de verdad importan, las que tienen la clave.

Muchas gracias de nuevo, y bienvenida.

Anónimo dijo...

¡Preciosa! Me ha encantado esta entrada, me gusta aún más que la anterior y eso ya es decir.
Sí, yo también creo que los libros saben buscar a quienes los quieren y que acaban en los lugares donde serán bienvenidos, aunque, lamentablemente, no siempre lo consiguen.
Me parece preciosa la historia de tus "amigos" alemanes que te dieron ese tesoro, esos libros, incluso de antes de la guerra, que pertenecieron a personas que dejaron una parte de sí mismos en ellos. ¡Cómo has sabido sacar mucho de los dueños por pequeñas pistas! ¡Qué suerte tienes de poseer esa biblioteca, chica!
Oye, si afinas un poquito más podrías escribir un cuento o un relato precioso partiendo de esta entrada.

MJ

Ángeles dijo...

Muchas gracia, MJ, me alegro mucho de que te haya gustado.Y gracias por la sugerencia del cuento. Anotada queda.

Marisa C dijo...

Lo que te pasó, sería para mí todo un sueño. No solo es conocer mundo a través de ellos, sino personas que es algo mucho más valioso. Quizás es mi deformación de historiadora, pero saber de la vida de otros que pasaron por aquí mucho antes que yo es algo que me apasiona. Gracias por esta estupenda entrada. Más que abrazos.

Ángeles dijo...

Marisa, muchas gracias por esta visita "al pasado".
No me extraña, conociendo tu pasión por los libros y por las personas y hechos pasados, que te haya gustado esta historia de libros heredados.
Para mí fue algo muy bonito y singular, y me encanta poder compartirlo con personas que lo saben apreciar.
Un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

¿Ves?¿en qué libro digital se puede ir depositando el alma de sus dueños? ¿Cómo puede agazaparse entre miriadas de bits?
¡Vaya hallazgo biblio-arqueológico!... Pero piensa que esos libros y los demás que tú tienes un día viajaran a la biblioteca de otra persona. Deberías ir dejando tu rastro en cada uno de ellos como una forma de inmortalizarte.
carlos

Ángeles dijo...

Pues es verdad, Carlos, el libro electrónico será muy práctico en algún sentido (ahorro de espacio y peso, no le veo otro), pero fríos e impersonales a más no poder.

Eso de que vaya dejando mi rastro en mis libros me gusta, es una idea muy bonita, pero no por inmortalizarme, que no tengo yo afán de pervivencia, sino para que quien los posea en el futuro sepa que fueron muy queridos y muy importantes para alguien.

Conxita C. dijo...

Ángeles estaba acabando de escribir un relato para publicarlo que me inspiró una de tus entradas que me pareció preciosa, he vuelto a leerla y también quién había sido el que había sugerido el nombre que me encantó (Lan) y entonces he visto que estaba linkada esta entrada, la he leído y me ha parecido preciosa esa hermosa sorpresa de unos desconocidos, es un poco similar a lo que se cuenta en mi relato.
Un saludo

Ángeles dijo...

Qué bien, Conxita, me alegra mucho lo que dices, eres muy amable.
Estaré pendiente de tu relato, ya estoy deseando leerlo.

Un saludo y gracias!

guille dijo...

Me encantan los libros que me llegan con historia.

Yo ando buscando alguien que recoja parte de mis libros. Hay una parte ya endosada, pero me faltan bastantes.

Creo que ya te conté que yo subrayo los libros con tinta azul, cuando los dejo (yo dejo libros) pido que subrayen con rojo. Asi veo lo que he leído con otros ojos.

El día que alguien se quede mis libros podrá saber parte del historial de mis gustos.
Y después de leerte igual dejo frases en los bordes, fotos de mujeres en bragas y algún que otro papel con algún tipo de clave secreta.

Me encanta la historia que nos ha contado. Aunque tengo una pequeña duda sobre la capacidad de los libros para elegir casa.

Yo tengo un montón de libros y se me hace extraño que hayan elegido mi casa voluntariamente.

Ángeles dijo...


Yo creo, Guille, que nos gustan tanto las historias sobre libros como los libros en sí. O quizá incluso más, ahora que lo pienso.

Sin duda los libros hablan de sus dueños, y los tuyos en concreto creo que deben de decir mucho sobre ti. Y si añades pistas adrede, más aún :D

Seguro que tus libros están muy a gusto en tu casa. Aunque no siempre son ellos los que eligen, luego ven que han tenido suerte.

Gracias, as usual.