Hay por ahí palabras magníficas, pomposas, que suenan como un redoble de sílabas, como una traca de fonemas: pom-pom-pom, tacatacatá.
Son palabras que, después de pronunciadas, se quedan un rato flotando a nuestro alrededor, porque son densas, voluminosas, no se diluyen en al aire fácilmente, no se las lleva el viento sin esfuerzo.
Hecatombe. Cenotafio. Apabullante. Cariacontecido. Meditabundo. Ensoberbecido. Prolegómeno.
Algunas de esas palabras opulentas son completamente redondas, pulidas como la bola de cristal de un mago, y mientras las pronunciamos parece que ruedan dentro de la boca, que van rebotando por la lengua.
Ostrogodo. Psicopompo. Paralelepípedo. Rimbombante. Epanadiplosis.
Otras, por el contrario, tienen aristas y resultan un poco ásperas al paladar. Algunas parece incluso que nos regañan, que están un poquito enfadadas.
Estrambótico. Botarate. Australopiteco. Carpetovetónico. Zarrapastroso. Triscaidecafóbico.
Y otras son más bien lánguidas, algo espesas, como gotas de aceite. Pero gotas gordas, con entidad, con presencia. Pueden resultar un poco dulzonas, incluso empalagosas si se usan con frecuencia.
Libélula. Parsimonia. Ecuánime. Delicuescente. Inmarcesible. Palimpsesto. Clepsidra.
Hay también palabras que tienen autoridad, que suenan como una orden, como un “oiga usted”. Son palabras con aplomo, con seguridad en sí mismas. Son palabras que no se andan con miramientos.
Recóndito. Pantomima. Contumaz. Cachalote. Pantagruélico. Cimborrio. Antagónico.
Parece como si, una vez pronunciadas, las propias palabras se volvieran y dijeran: ahí queda eso.
En realidad todas las palabras son estupendas, tanto las más campanudas y floridas como las más discretas. Porque todas son útiles y todas llevan en sí el misterio de su origen.
No solemos prestarles atención, simplemente las utilizamos a conveniencia, como el que no quiere la cosa, a veces a lo loco, pero no podemos pasar sin ellas. No seríamos nadie sin ellas.
La prueba está en que cuando no encontramos la que necesitamos, qué desvalidos nos sentimos.
16 comentarios:
¡Magnánima exposición, Ángeles! (otras dos con elegante porte para la colección ;))
En una ocasión estuve a punto de escribir sobre esto que hoy nos cuentas, lo rimbombantes y hermosas al oído que son algunas palabras. Y lo quise hacer después de la rabia que me dio una cosa.
Se hizo un concurso buscando la palabra más bonita del idioma español. En las bases decía bien claro que no había que mirar el significado de la misma sino su sonoridad, el impacto que nos producía escucharlas.
Pues bien, ganó la palabra AMOR. y por mayoría. ¡Anda ya! ¿se dejaron o no se dejaron llevar por su significado? La palabra Amor no es tan bella por sí misma, o no lo es más que arroz o ardor.
Bellas son Azahar, o Almohada, o Lapislázuli.
Me dio rabia. ¡Hay que saber jugar!
Juanra, amigo mío, una vez más las coincidencias nos salen al encuentro. Si tienes un par de minutos que perder, a lo mejor te apetece echarle un vistazo a esto:
http://juguetesdelviento.blogspot.com/2009/06/mis-palabras-favoritas.html
Saludos.
Tienen las palabras la virtud de acompañarnos por dentro y por fuera. Y así, aparte de decir lo que queremos, podemos intentar decir lo que sentimos.
Saludos.
Es verdad, Soros, qué difícil es, a pesar de disponer de tantas palabras, decir verdaderamente lo que sentimos.
Me gusta eso de que las palabras nos acompañan "por dentro y por fuera".
Gracias. Un saludo
Es verdad, Ángeles, no seríamos nadie sin las palabras porque nosotros mismos somos expresión.
Tu artículo me ha llenado de orgullo por nuestra lengua porque todos los ejemplos que citas (los densos y voluminosos, los redondos y pulidos, los ásperos al paladar...)son todos españoles, lo que demuestra la inmensa riqueza de nuestro vocabulario. Después, que nos entienda o no Artur Mas a los andaluces es otra cuestión, ¿no te parece?
Un beso.
¡Qué desvalidos, Ángeles, qué desvalidos! ¡No tengo palabras!
Besos.
Gracias, Sara. En efecto, nuestro vocabulario es riquísimo, pero el orgullo por la propia lengua no debe hacernos olvidar que los idiomas son todos igualmente ricos. La pena es que no podamos conocerlos igual que el nuestro. Eso sería la repera, ¿eh?
Me encantan esas palabras, y me encanta usarlas, ahora que casi nadie las usa. Digo "ahora" pero no sé si alguna vez "cariacontecido" fue de uso común.
Me gustan, sí señor, y además me parecen insultos del capitán Haddock y me lo imagino corriendo y gritando muy enfadado:
- Paralelípedos, ostrogodos...
Bonita clasificación!
Cuando piensas un momento en las palabras de forma individual, de repente las ves a cámara lenta, se sueltan la melena, parpadean coquetas y sacan todo su carácter.
Parece mentira lo que cambian de estar en medio de una frase y con contexto a paladearlas de una en una. Y se vuelven todo un misterio, como el origen del universo :P
Loque, me alegra mucho que te gusten tales vocablos, y no me extraña, por cierto.
Y la imagen del capitán Haddock me encanta y me parece muy atinada. Lo cual tampoco me sorprende viniendo de quien quiene ;-)
Es verdad, Mae Wom, no suenan igual las palabras sueltas que formando parte de la cadena hablada. Pero me parece que, aun así, algunas son tan especiales que destacan entre el maremagnum que las envuelve.
Gracias.
Es muy difícil separar en una palabra de nuestro propio idioma su sonido de su significado. No así en el caso de un idioma extranjero: hay canciones en inglés que me gusta cómo suenan, aunque no entienda la letra. Y por lo mismo, creo que en toda traducción hay siempre una pérdida irreparable.
Saludos.
Completamente de acuerdo, , *entangled*. Y lo malo es que esa del sonido no es la única pérdida que se produce en una traducción, por muy atinada que esta sea. Aunque hay traducciones que merecen, creo yo, la misma categoría de obra literaria que la original.
Gracias por la interesante reflexión.
Saludos.
¡Brillante!
Ángeles, me parece brillante esta entrada, una de las que más me han gustado.
Estoy totalmente de acuerdo con JuanRa. Yo también me enfadé cuando ganó la palabra "amor" (porque se suponía que el significado no debía importar)y me sentó mal que Raphael (al que admiro) dijera que su palabra preferida era "gracias". ¡Qué no, que no es por el significado! Estuve pensando en cuál era mi palabra favorita, pero no conseguí quedarme solo con una. Aunque, curiosamente, de un idioma medio desconocido para mí como es el inglés, sí sé cual es mi palabra favorita porque me encanta su pronunciación: myself.
Estoy de acuerdo en que en las traducciones se pierde algo, pero que hay traducciones que son obras de arte.
Y además, añado, que me ha encantado el comentario de Mae.
Muchas gracias, MJ, qué amable.
Pues es verdad que tu palabra favorita en inglés suena muy bien. A mí me gusta mucho brotherhood, pero tampoco puedo quedarme con esa sola.
Tus comentarios sobre los comentarios de los demás me confirma algo que pienso con frecuencia: que los comentarios son más interesantes que las propias entradas.
Y no sé si alegrarme o no ;-)
Qué bonitas metáforas has empleado para describir a las palabras. A ver, voy a intentarlo yo, dando un ejemplo.
una que suena como una traca: androide, la que suena como una bola dentro de nuestra boca: bombardeo, una con aristas: puercoespín (claro), la espesa y gorda banlancear ¿y ballena?. Y la que suena como un orden, reestructurar.
carlos
Buenos ejemplos, Carlos. Gracias por la colaboración :)
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