En aquel pueblo eran todos muy aficionados a la natación.
Tanto les gustaba la actividad natatoria, que hasta tenían un Concurso Anual de Nadadores.
Todos los habitantes con edad y estado de salud adecuados se inscribían cada año en el concurso. No por el premio, que no era más que un trofeo de latón, sino por el honor y la satisfacción de ganar.
El concurso consistía en nadar hasta el campanario de la iglesia, que siempre fue, y seguía siendo, el punto más alto del pueblo y su orgullo arquitectónico.
Así pues, cada año, en una fecha determinada, los nadadores inscritos y los demás vecinos como espectadores, se desplazaban para el acontecimiento hasta las afueras de lo que había sido su hogar en otro tiempo.
Les parecía la mejor manera de conmemorar el hundimiento del pueblo en las aguas del pantano, y la mejor manera de homenajear a aquel campanario altanero que había mantenido su cúspide por encima del líquido elemento.
Tanto les gustaba la actividad natatoria, que hasta tenían un Concurso Anual de Nadadores.
Todos los habitantes con edad y estado de salud adecuados se inscribían cada año en el concurso. No por el premio, que no era más que un trofeo de latón, sino por el honor y la satisfacción de ganar.
El concurso consistía en nadar hasta el campanario de la iglesia, que siempre fue, y seguía siendo, el punto más alto del pueblo y su orgullo arquitectónico.
Así pues, cada año, en una fecha determinada, los nadadores inscritos y los demás vecinos como espectadores, se desplazaban para el acontecimiento hasta las afueras de lo que había sido su hogar en otro tiempo.
Les parecía la mejor manera de conmemorar el hundimiento del pueblo en las aguas del pantano, y la mejor manera de homenajear a aquel campanario altanero que había mantenido su cúspide por encima del líquido elemento.
8 comentarios:
Son evocadores los pueblos inundados y las ruinas. Las últimas porque nos gustaría saber cómo se llegó a ellas, quienes serían sus últimos moradores, cómo serían cuando fueron nuevas construcciones...
Los pueblos inundados añaden el dolor de saber que su abandono fue obligado, que no murieron, sino que los mataron.
Efectivamente, Lan. Desde que siendo pequeña supe de la existencia de tal cosa como los pueblos sumergidos, me sentí fascinada. Me parecen muy evocadores como tú dices, muy sugerentes.
Gracias por tu comentario.
Tiene que ser algo misterioso y romántico ver un campanario en mitad de un pantano... pero también triste.
Estoy de acuerdo con los comentarios que preceden al mío.
Un cuento muy interesante y curioso.
Mj
Gracias por tu opinión, Mj.
Fíjate cuántos adjetivos nos ha sugerido esto: evocador, sugerente, fascinante, romántico, misterioso, triste.
Jeje. Muy visual.
Y el que llegaba primero hacía sonar la campana, ¿no? ;)
Pues mira, yo también me imaginaba eso. Aunque no sé cómo sonaría...
Gracias.
En ese pueblo, desde una de las calles sumergidas, en lugar de ver llegar a las ciguëñas en primavera a anidar en el campanario se veía a unos señores como volando en la superficie anunciando el verano.
carlos.
Qué bonito, Carlos, que visión submarina más poética.
Me ha gustado mucho, gracias :)
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