-No se preocupe, no es nada –dijo el médico mientras escribía la receta-. Que tome una cucharada de esto antes de las comidas, y que guarde una semana de reposo.
Esa misma tarde Gina ya estaba cansada de estar en la cama. Intentaba distraerse hojeando una revista cuando oyó que llamaban a la puerta de su habitación.
-¡Adelante! –dijo, y su aburrimiento desapareció al instante, al ver entrar a su mejor amiga.
-¡Eli, qué alegría!
Cuando la madre de Gina entró en la habitación con la cena y el jarabe, Gina se despidió de su amiga, pidiéndole que volviera al día siguiente.
A lo largo de la semana Gina recibió la visita de varios amigos. Incluso un día Eli llegó con un compañero de clase por el que Gina sentía un interés especial.
A la hora de la cena, la madre la encontró muy risueña.
-Es que estoy muy contenta con mis amigos, y especialmente con la visita de esta tarde.
La madre suspiró y dijo, con gran tristeza:
-Me alegro mucho, hija mía.
Por fin terminó la semana de reposo, y Gina se sentía como nueva. Se levantó llena de energía, desayunó y se fue a clase.
La madre se quedó sentada en la cocina, pensativa y preocupada por su hija. Entonces sonó el teléfono.
-¿Cómo se ha levantado Gina? –preguntó el padre desde la oficina.
-Bien. Se ha ido a clase, tan contenta, el angelito mío.
-Bueno, eso es estupendo. Pero entonces, ¿por qué tienes esa voz tan triste, mujer?
-Es que me da mucha pena, la pobre. En toda la semana no ha venido nadie a verla, y ella está convencida de que han venido esos amigos que dice tener, sobre todo esa supuesta gran amiga, esa Eli de la que tanto habla.
-Bueno, cálmate, cariño. Ya hablaremos luego tranquilamente de eso, ¿de acuerdo?
El padre colgó el teléfono, abatido, y enseguida marcó otro número.
-Sí, doctor, sigue con los delirios. Mi mujer está convencida de que no ha venido nadie a ver a nuestra hija, cuando han estado sus amigos viniendo toda la semana.
Esa misma tarde Gina ya estaba cansada de estar en la cama. Intentaba distraerse hojeando una revista cuando oyó que llamaban a la puerta de su habitación.
-¡Adelante! –dijo, y su aburrimiento desapareció al instante, al ver entrar a su mejor amiga.
-¡Eli, qué alegría!
Cuando la madre de Gina entró en la habitación con la cena y el jarabe, Gina se despidió de su amiga, pidiéndole que volviera al día siguiente.
A lo largo de la semana Gina recibió la visita de varios amigos. Incluso un día Eli llegó con un compañero de clase por el que Gina sentía un interés especial.
A la hora de la cena, la madre la encontró muy risueña.
-Es que estoy muy contenta con mis amigos, y especialmente con la visita de esta tarde.
La madre suspiró y dijo, con gran tristeza:
-Me alegro mucho, hija mía.
Por fin terminó la semana de reposo, y Gina se sentía como nueva. Se levantó llena de energía, desayunó y se fue a clase.
La madre se quedó sentada en la cocina, pensativa y preocupada por su hija. Entonces sonó el teléfono.
-¿Cómo se ha levantado Gina? –preguntó el padre desde la oficina.
-Bien. Se ha ido a clase, tan contenta, el angelito mío.
-Bueno, eso es estupendo. Pero entonces, ¿por qué tienes esa voz tan triste, mujer?
-Es que me da mucha pena, la pobre. En toda la semana no ha venido nadie a verla, y ella está convencida de que han venido esos amigos que dice tener, sobre todo esa supuesta gran amiga, esa Eli de la que tanto habla.
-Bueno, cálmate, cariño. Ya hablaremos luego tranquilamente de eso, ¿de acuerdo?
El padre colgó el teléfono, abatido, y enseguida marcó otro número.
-Sí, doctor, sigue con los delirios. Mi mujer está convencida de que no ha venido nadie a ver a nuestra hija, cuando han estado sus amigos viniendo toda la semana.
13 comentarios:
Muy interesante el cuento. La locura, querida Ángeles, siempre da mucho juego, tanto en la literatura como en la vida real.
Sara.
Hola, soy Gabriel, la verdad que he leido esta pagina, y la historia de Gina, lo cual intuyo es un problema esquizoide, pero me simboliza mas al problema de todas las personas de este tiempo, a la negacion de la soledad...
Me gusta mucho, no se lo seguiras pero me pasare para ver las desventuras de Gina
Un cordial saludo....
Muchas gracias, Sara. Pero, ¿es que hay diferencia entre la literatura y la vida real? ;-)
Hola, Gabriel. Gracias por tu visita y tu comentario.
Supongo que el problema de la madre de Gina tiene algo que ver con eso que se llama 'delirio nihilista', y que consiste en negarse a aceptar la existencia de determinadas cosas.
Espero seguir viéndote por aquí.
Muy cierto,pero visto asi, casi el 80% de la poblacion padece ese delirio...casi todo negamos ciertas cosas que ocurren frente a nosostros o a nosotros mismos, algunas man tangibles que el problema de Gina, ¿continuaras la historia?
Gabriel
No, Gabriel, la historia no continúa. Gracias por el interés.
Me gustan mucho las historias cuyo desenlace no se produce hasta la última línea.
Un cuento muy interesante, como todo lo que escribes. Nos llevas por el camino que quieres y no nos dejas ver lo que ocurre hasta el propio desenlace. Muy inteligente.
MJ
Gracias, Soros.
Gracias, Mj, me abrumas.
Me encantan los finales inesperados.
Y dando una vuelta de tuerca más, he imaginado que el padre cree estar hablando con un doctor que en realidad no existe. :P
Rizando el rizo, vamos.
Un saludo, Angeles
Muchas gracias, JuanRa.
Lo tuyo es ya diabólico,¿eh?
Un saludo.
Siempre lo consigues. No te basta con sorprendernos una vez (la supuesta locura de Gina) sino que magistralmente, lo haces una segunda y definitiva.
Te consagro como la Reina del Minirelato de Suspense o también del Suspense Concentrado. Magistral.
carlos
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