Todo aquel que utilice el correo electrónico y que tenga un par de amigos o conocidos, recibirá constantemente presentaciones de PowerPoint de variado carácter. Unas son colecciones de fotos de animales, de paisajes, de flores, muy bonitas, algunas de ellas acompañadas de mensajes bienintencionados, muy new age; otras son para meter miedo a la gente, como ésas que informan de lo malo que es tomar refrescos de cola, o chicles o filetes a la plancha…; hay también colecciones de chistes machistas y feministas, para que cada cual elija; otras te amenazan con las penas del infierno si no reenvías la cosa a muchocientos usuarios… En fin, para todos los gustos y disgustos.
Últimamente parece haber un nuevo género de presentaciones, que podríamos denominar 'reivindicación de lo andaluz'. En éstas abundan las zafiedades, las expresiones chabacanas y las incorrecciones gramaticales y léxicas. Todo ello, por supuesto, intencionadamente y con el objetivo de resultar divertidísimo y muy étnico, muy racial, muy nuestro. Ole.
Los andaluces nos hemos quejado siempre de ser considerados como los payasitos de España, y de que en las películas, las obras de teatro, los programas humorísticos y las series de televisión, el personaje cómico sea siempre andaluz: la chacha dicharachera y gritona, andaluza; el obrero inculto y atontao, andaluz; el pobre hombre humilde y mendicante pero con una grasia que pa qué, andaluz.
Eso a algunos nos molesta mucho, porque en Andalucía hay de todo, como en el resto de este mundo facundo. Ni más ni menos.
Ahora las instancias políticas y sociales se preocupan mucho por hacer ver al resto de la humanidad que Andalucía es una tierra moderna, tecnológica, culta y glamurosa, que nada tiene que ver con los tópicos que nos presentan como gentes sin conocimiento y holgazana; gente basta, vociferante, malhablada y cómica.
Pero, hete aquí que hay andaluces a los que parece que les gusta ese papel de incultos y paletos; andaluces que se empeñan en que se siga teniendo de nosotros esa imagen tan zarrapastrosa y arrabalera; encantados de mantener viva la idea de que los andaluces no sabemos hablar ni escribir. Y, orgullosos de ser azín, hacen presentaciones reivindicativas, presumiendo de que hablamos peor que nadie y a ver quién es el guapo que nos entiende, ea.
Y es que si catalanes, gallegos y vascos reivindican sus lenguas respectivas, nosotros no vamos a ser menos. Y a falta de idioma propio hacemos alarde de lo bien que destrozamos el español y de las muchas palabras malsonantes que adornan nuestra salerosa charla.
Es muy triste que para resaltar nuestra identidad no se nos ocurra otra cosa que presentarnos como gente inculta, juerguista y sainetera.
Si en eso consiste ser andaluz, yo me borro.
4 comentarios:
estoy de acuerdo
Es bien cierto que en Andalucía hay de todo; no podía ser menos en la Comunidad Aautónoma más grande del país. Pero tampoco es menos evidente que cada región se difine por sus arquetipos, tipos o conceptos y, ciertamente, se me antoja patético y lamentable que, desde Despeñaperros para abajo, el icono de lo andaluz por antonomasia lo constituya María del Monte; mujer con sobrepeso donde las haya, bien conseguido a base de nutridos bocadillos de mortadela y que, con el alarde chovinista que tú mencionas, se precia de ser la más indocumentada de las matronas del país.
A mí no me molesta que la chacha salerosa de Álvarez Quintero sea andaluza ni que el cantamañanas guitarrero que pone a las guiris también lo sea en la mente de quienes nos contemplan; lo que realmente me exaspera es que sea verdad.
Flaco favor le hacemos a las generaciones de andaluces venideras al seguir perpetuándolos en la famélica y tercermundista visión vital de que su mejor y mayor destino es atiborrarse en la sección de bollería industrial del Mercadona y muy triste que se le bisbise a la andaluza del futuro que su más saludable misión en la existencia es perpetuar el paradigma de su madre haciendo "sus labores".
En fin, que pese a que Andalucía haya de todo lo cierto y verdad es que predomina el talante de sainete, que se hace apología de la incultura y que seguimos prefiriendo llevar la vida ajena en vez de tener la nuestra llena.
También pasa esto en Aragón. Pero a veces pienso que no solamente una cuestión de rebeldía de lo popular, también me parece que es mantener un vínculo ¿cómo decirlo? con nuestros antepasados, con la cultura o incultura de nuestros abuelos, y con las palabras se pretende recordar o transmitir esa forma de ser que, sobre todo en el mundo rural, era distinta, tosca pero también sencilla y afable.
carlos
Pero no es lo mismo, Carlos, conservar las tradiciones, el vínculo con nuestros orígenes, que regodearse en la zafiedad y alardear de ignorantes. En esto no hay ninguna clase de rebeldía ni de reivindicación de lo propio; al contrario, es aceptar mansamente el trasnochado papel de bufones, y encima promocionarlo como si fuera motivo de orgullo.
Uy, qué seria me he puesto, ¿no?
Publicar un comentario