jueves, 6 de junio de 2024

Todo queda

 

Miguel y Antonio llevaban varios días observando las obras del pequeño edificio.

—Hay que ver, Miguel, la de años que vivimos tú y yo ahí, como buenos vecinos, y ahora nos encontramos los dos aquí, otra vez.

—Si es que todo queda, Antonio; aunque sea de una manera distinta, todo queda, nada se va para siempre.

—Y tanto que sí... —dijo Antonio, pensativo. Y añadió—: Yo creía que cuando ya no quedásemos ninguno de nosotros, la casa la echarían abajo enterita. Con lo antigua que es... Pero mira, respetan lo que es la fachada y la van haciendo nueva por dentro. Eso está muy bien, ¿eh?

—Sí, me alegra mucho ver mi balcón ahí, como siempre, y tu ventana debajo, con esas rejas tan bonitas.

—Cuántos recuerdos...

—Buenos y malos, ¿eh? No vayamos a ponernos sentimentales y a creer que todo era bueno entonces.

—No, claro, pero es mejor recordar las cosas buenas. Para qué volver a sufrir con las malas.

—Tienes toda la razón, Antonio.

—Y, por cierto, ¿te acuerdas de Encarnita, la del estanco?

—¡Hombre, no me voy a acordar!

Los dos se echaron a reír y un leve suspiro se les escapó del corazón.

—Es que me ha dado alegría ver que el estanco sigue abierto.

—Sí, pero la gracia sería que estuviera Encarnita.

—Pues quién sabe, igual aparece por aquí cualquier día, como nosotros.

—Ojalá —dijo Miguel,

Los dos amigos quedaron unos momentos en silencio, pensando y contemplando cómo la vieja casa en la que vivieron tanto tiempo atrás, Miguel solo y Antonio con su familia, iba rehaciéndose, reanimándose como un fantasma que va cobrando corporeidad.

—Oye —dijo Antonio entonces—, ¿a ti qué te parece todo esto?

—¿Lo de la casa?

—No, hombre, esto nuestro. Que estemos por aquí como si nada.

—Bueno, como si nada tampoco. Pero vamos, que me parece estupendo.

—¿Pero no te intriga? ¿No te parece raro?

—Sí, desde luego... pero me lo tomo tal cual, como uno de tantos misterios que tiene la vida.

—Pues tienes toda la razón, Miguel. Las cosas son como son, y si no está en nuestra mano el comprenderlas, por algo será.

—Equilicuá. Eso de darles vueltas a las cosas se queda para los filósofos, que ellos sabrán si les trae cuenta pensar tanto.

—Bueno, Miguel, entonces, hasta mañana, ¿no?

—Se supone que sí. Hasta mañana.

Y en un instante los dos amigos dejaron de estar donde habían estado hasta ese momento, aunque nadie hubiese reparado en su presencia.

 

pixabay.com


13 comentarios:

Beauséant dijo...

Seguimos vivos mientras quede algo que nos recuerde.. en el caso de los dos amigos, una casa, aunque sea una casa falsa de esas que hacen ahora y son sólo fachada, si tienes suerte puede ser una persona, un libro que escribiste y alguien descubre por primera vez, el estanco donde trabajabas.. son pequeños hilos que nos atan a este mundo...

No tiene mucho sentido, lo sé, pero es mejor no buscar muchas explicaciones a esas cosas, ¿verdad?

Un abrazo

Macondo dijo...

Yo también he echado en falta a Encarnita. A ver si aparece mañana o pasado.

Alfred dijo...

Esos fantasmas, que se reencuentran para rememorar los viejos tiempos.
La próxima, a ver si está Encarnita.

TORO SALVAJE dijo...

Siempre he sido un incrédulo en relación a espíritus, fantasmas y demás... pero una vez me pasó algo inexplicable y desde entonces ya me miro las cosas de otra forma.
Nadie ha vuelto después de morir... por tanto no sabemos nada.

Besos.

Rick dijo...

Que suerte tienen de haber pasado a la fase espiritual y no enterarse de qué va realmente ese remozado que están viendo. Seguro que no conocen la palabreja esa de "gentrificación", tan de moda...

Seguro que no han mirado bien. Seguro que encuentran a la estanquera...

Ángeles dijo...

Pues sí, Beauséant, al menos eso es lo que cree Antonio, que si no está en nuestra mano conocer algo, por algo será ;)

Un abrazo!


Yo estoy segura, Macondo, de que lo mismo que han aparecido Antonio y Miguel, aparecerá también Encarnita :)

Saludos.


Seguro que sí, Alfred. Y ya verás qué contentos se van a poner estos fantasmas :)

Un saludo.


No sé, Toro, si es que nadie ha vuelto después de morir, o si es que han vuelto y no lo sabemos...

Besos.


Yo creo que no, Rick, que no conocen eso de la gentrificación. Pero ahora mismo lo que les interesa es disfrutar de ese estado nuevo en el que se encuentran. Y ya verás cuando vean aparecer a Encarnita :)

Saludos!

Rodión dijo...

Aunque no sé si era la intención de la autora, o más bien al contrario, el cuento me ha resultado triste. Dos vidas, cuánto menos, que ya han pasado, y el epílogo es ese: una breve conversación de dos vecinos, un edificio en ruinas que van a reformar para futuros moradores, y un estanco (y estanquera) que ya no existe. Aunque si es verdad que todo queda, la conclusión es bastante diferente, más optimista que la mía.

María dijo...

Salvando las ditancias, me has recordado El cielo sobre Berlín, de Win Wenders.. por estos dos supuestos ángeles tuyos que he imaginado en alguna cornisa ; ) Bueno, quizá tengan razón, supongo que en cualquier circunstancia, la aceptación de lo inevitable, es el camino que menos sufrimiento produce.. pero vamos, que pasarte la eternidad mirando desde "donde sea" los escenarios de tu vida, sin que siquiera estén las personas con las que viviste, no es que parezca demasiado apetecible... No obstante, me ha gustado leerte ÁNGELES, muchas gracias y un beso!

*entangled* dijo...

Hacia la mitad de la narración, he empezado a sospechar el desenlace. Sé que usas el efecto de esa frase final que cierra el círculo deja al lector descolocado.

…todo queda, nada se va para siempre… Eso es más física que metafísica. Y Miguel y Antonio son el clásico par de jubilados contemplando las obras de una casa… pero con un toque de Sheridan Le Fanu. Da un poco de repelús pensar que podríamos estar rodeados de esa clase de observadores silenciosos.

Saludos.

Ángeles dijo...

Pues no, Rodión, mi intención no era contar una historia triste, sino al contrario, en efecto. De ahí el tono desenfadado que he pretendido darle. Aunque entiendo que hayas visto tristeza, porque todo se puede interpretar de maneras diferentes, según cada cual.

Yo tiendo al optimismo, al menos en estos cuentecillos que me gusta escribir. Quizá precisamente para compensar el pesimismo que a veces nos impone la realidad. Y por eso, para mí, las vidas de estos dos amigos han pasado, sí, pero acaban de empezar otra, distinta; y lo mismo ocurre con la casa, que va volviendo de nuevo a la vida, y el estanco, que sigue funcionando con otras personas a cargo.

Y por supuesto, Encarnita aparecerá en cualquier momento, eso seguro :)

Gracias.


Me honras, María, con esa comparación. Aunque estos dos "ángeles" míos no los imaginaba yo en una cornisa, ni con abrigo, jeje, sino apoyados en una valla, mirando las obras, como sin duda hacían antes también. Es la imagen clásica que también ha visto entangled.

Muchas gracias a ti y un beso.


entangled, no pretendo dejar al lector "descolocado", jeje. La frase final es sólo una indicación más de por dónde van mis intenciones, por si acaso no se intuyen antes, como sí has intuido tú. Y como he dicho en el comentario a María, también has visto a Miguel y Antonio de la misma manera que los he imaginado yo.

Me ha gustado eso de "más física que metafísica", porque le da un lustre científico a todo el asunto de los fantasmas que a mí tanto me gusta.
Y me encanta -y me honra también- lo del "toque de Sheridan Le Fanu".

Sí que puede dar un poco de repelús el pensar que estemos rodeados de fantasmas, pero si fuese así, y fuesen benévolos, sería estupendo, ¿no?

Gracias. Un saludo.


MJ dijo...

Me gusta este cuento, me gusta que ahí estén los dos, sin saber muy bien cómo ni porqué, pero tomándoselo como algo natural de su nueva cotidianidad. A mí me parece estupendo que sigan siendo amigos, que compartan recuerdos, que su edificio siga allí aunque lo remodelen y que el estanco continúe abierto.

Una visión amable y natural, sin nada tenebroso. Y ahora que alguno ha dicho que son dos ángeles, podrían recordar a Clarence, el entrañable ángel de ¡Qué bello es vivir! Aunque Miguel y Antonio no tienen que ganarse ningunas alas y son... demasiado picarones para ser ángeles ;-) Son fantasmas buenos.
No creo que sea triste ver los mismos escenarios de tu vida, curioso, sí. Pero lo que debe ser triste es que no esté tu gente.

José A. García dijo...

Somos recuerdos, por eso seguimos, por eso no queremos perderlos.

Saludos,
J.

Ángeles dijo...

Así es, MJ, estos dos amigos son unos fantasmas nada siniestros, todo lo contrario, amables y, como dices "picarones", jeje.

Yo tampoco creo que sea triste poder volver a ver los escenarios donde uno vivió, y menos si tienes la compañía de una persona querida y la esperanza de reencontrarte con otras.

Es lo bueno de estos mundos de fantasía, que los podemos organizar a nuestro gusto ;)

Me alegro mucho de que te haya gustado el cuentecillo.


Muy cierto, José A., no somos nada si no podemos recordar, y no somos nada si no hay alguien que nos recuerde.

Saludos!