miércoles, 28 de junio de 2017

Agentes secretos

Dedicado a Sara

Siguiendo la propuesta que les hice a ustedes en la entrada de aniversario, nuestra amiga Sara me dejó en el correo una sugerencia.  Según me comentó, estaba leyendo en esos días una novela de Vila-Matas, y de esa lectura surgió el tema que me proponía para reflexionar: la relación entre espionaje y literatura.
En la entrada previa yo me había referido precisamente a este autor, y aunque Extraña forma de vida no la he leído, en lo que me comentaba Sara reconocí un sello característico de Vila-Matas: la íntima relación entre ficción y realidad y el escritor como “espía”.

Lógicamente, este “espionaje” literario no tiene nada que ver con el de los agentes secretos que se infiltran en algún ámbito para robar microfilms, o microchips, para grabar comversaciones comprometidas, ni cosas por el estilo. El espionaje al que nos referimos es algo mucho más sencillo: la observación de la vida.
Los personajes-escritores de Vila-Matas se toman muy en serio eso de la observación; son tan espías —ellos sí— que llegan a involucrarse (o inmiscuirse) en las vidas ajenas con la excusa de su literatura.
Sin llegar a esos extremos, que no dejan de ser un juego metaliterario,  me parece que sí, que el escritor es en cierto modo como un agente secreto. Un 007 que observa, indaga e investiga la vida. Que vigila desde las esquinas de la realidad, toma nota de lo que ve, y después analiza, medita y saca conclusiones. 
Y finalmente escribe un informe —la obra literaria— que presenta a aquellos para quienes trabaja —los lectores—.

Y creo que no puede ser de otra manera: la escritura se nutre de la realidad, y aunque luego el escritor la disfrace de ficción, la camufle con los aderezos literarios, lo que leemos sigue siendo la realidad. Incluso aunque  parezca irreal.

Cabría pensar que todos somos algo espías, y que por lo tanto, en este sentido, todos podríamos ser escritores; porque todos, de una manera u otra, somos observadores de la realidad; todos nos fijamos en lo que ocurre, en el comportamiento de los demás y en nuestras propias circunstancias. Y casi todos meditamos sobre ello y sacamos conclusiones, aunque ni siquiera nos demos cuenta.
Pero, claro, no todos escribimos después literatura. En realidad, muy pocos escriben literatura.

Dice David Foster Wallace que no es que el escritor "tenga más capacidad que el sujeto medio. Es que el escritor está dispuesto a distanciarse, a apartarse de determinadas cosas… y limitarse a pensar con todas sus fuerzas. Cosa que no todo el mundo puede permitirse el lujo de hacer.”
En esencia estoy de acuerdo con esto, pero me parece que D. F. Wallace habla con mucha modestia. Porque yo sí creo que los grandes escritores tienen más capacidad que el sujeto medio. Esto no significa que entre los “sujetos medios” no haya grandes escritores en potencia. De hecho los hay. Lo que creo es que, como ya hemos comentado aquí alguna otra vez, algunos escritores, sobre todo los más grandes, son personas con una especial capacidad para observar la vida y el comportamiento de sus semejantes; para ver algo más de lo que ve la mayoría;  para reconocer y comprender  los misterios de la mente y el corazón humanos.
Son, siguiendo con nuestra metáfora, “espías” de primera categoría, porque no sólo son lúcidos observadores sino que también dominan el arte literario. Saben, con las palabras, dar forma, estructura y contexto a los pensamientos y las emociones.

Por lo tanto creo que, en efecto, ese especial espionaje del que estamos hablando, la observación y el análisis de lo que nos rodea, es imprescindible para la literatura; porque es el primer paso para crear una historia, unos personajes, una trama. Aunque en muchas ocasiones no nos hace falta la gabardina ni ese cómico periódico con agujeros para los ojos que vemos en las parodias detectivescas. Porque a veces, quizá muchas veces, basta con espiarnos a nosotros mismos, pues estamos, cada uno, tan rodeados de circunstancias y tan poblados de emociones, y hasta de personalidades, que con eso nos bastaría para crear un mundo literario.


Algunos grandes del espionaje

14 comentarios:

Macondo dijo...

Estoy de acuerdo en que a veces nos basta con nosotros mismos para crear un mundo literario, pero solo es una opción.
Y también estoy de acuerdo en que David Foster Wallace es muy modesto en su apreciación.

Rick dijo...

Sí, en teoría cualquiera puede crear un mundo literario, pero solo en teoría. Hay que tener unas cualidades determinadas, unos dones que muy pocos tienen; y esto vale tanto para la literatura como para la mecánica, la medicina o cualquier otra actividad humana.

Lo primero es, más o menos, lo que dice el señor Wallace. Pero luego entra en juego la "calidad intrínseca" de esas capacidades, el brillo de ese pensamiento y por supuesto la altura expresiva, de la cual no dice nada tal vez por considerarlo una obviedad. Y nos guste o no, la manera de contar las cosas es igual de importante (o más aún, dependiendo del tipo de escritura) que las cosas en sí mismas. Esa es la diferencia entre como cuenta algo una persona de la calle, cómo lo contaría un periodista y cómo lo contaría un escritor: la diferencia entre un informe y una obra literaria.

Sara dijo...

Me han encantado todas tus sabias reflexiones, pero los dos últimos párrafos son de traca. Espero poder expresar siquiera ordenadamente el batiburrillo de pensamientos que me han sugerido. Yo creo que todo lo que observamos "nos salta a la vista", "nos llama la atención" ya sea por una predisposición genética de nuestra personalidad o porque hemos sido educados de una determinada manera; así, aunque espiemos, espiamos solo selectivamente, porque solo acudirá a nosotros lo que nosotros somos. Dicho ésto, estoy totalmente de acuerdo contigo en que los grandes escritores se caracterizan por observar y PLASMAR la realidad de una manera tan sui generis que parece universal, pero, precisamente por eso, yo no los tildaría de "espías", sino de "retratistas" o "fotógrafos".

Tu última observación es preciosa, y además muy exacta. Yo creo que uno de los libros más completos que conozco es "De Profundis" de Oscar Wilde, y no sale de sí mismo.

No sabes lo mucho que agradezco tu detalle: infinitas gracias por esa dedicatoria.

Millones de besos.

Ángeles dijo...

Gracias, Macondo, me congratula que estemos de acuerdo.


Exacto, Rick, para hacer bien las cosas hay que tener talento para ello, además de conocimientos y constancia. Y el verdadero talento lo tienen muy pocos, como es lógico: lo extraordinario es extraordinario por algo.
Sin embargo, hoy día, en literatura como en algunos otros ámbitos, hay mucha pretensión de talento. Pero efectivamente, no se trata sólo de contar una historia: importan mucho el lenguaje, la precisión expresiva, la profundidad del pensamiento…

Gracias como siempre por tus reflexiones.



Muchas gracias, Sara, me alegra mucho que te guste el resultado de tu sugerencia.

No sé si será como dices, que “espiamos” selectivamente, que percibiremos unas cosas u otras de las que nos rodean según nuestro bagaje personal, pero me parece una apreciación interesante.

Ya sabes que aquí hemos hablado de espías y espionaje con sentido metafórico, a partir del concepto de Vila-Matas del escritor-espía.
Pero lo de “retratista” o “fotógrafo” me parece que limita la idea de escritor y de literatura. Porque no sólo se trata de reflejar la realidad, de plasmarla, sino de analizarla, recrearla, buscarle un sentido… Y no quiero decir con esto que el retrato y la fotografía sean una mera “copia” de la realidad.

De Profundis es uno de mis libros favoritos, y, efectivamente, a partir de asuntos y pensamientos personales y exclusivos, Wilde habla del mundo entero, de la vida entera. Aunque en este caso, al tratarse no de ficción sino de literatura confesional, quiza no sea apropiado aplicar las mismas valoraciones que cuando hablamos de ficción como forma de recrear o reelaborar la realidad.

Todas las entradas que escriba a partir de las sugerencias de los lectores irán dedicadas a quien corresponda. Es lo mínimo que mereceis :)

Besos.

guille dijo...

Lo que diferencia -creo- a un grande de la literatura con los que juntamos palabras es justo eso. Que ellos las juntan mejor. Que saben trasmitir mejor.

Espiando peor juntan mejor.

A veces, los abusones, hasta espían mejor.

pd: Seis que pones y no puedes evitar colar a tu preferido.

Conxita C. dijo...

Como siempre muy interesante Ángeles esta visión del escritor como espía, que observa, analiza y estudia la realidad para convertirla en esa otra "realidad" de ficción que acaba haciendo real y en ese hacerla real, sumergirnos en su mundo, es donde a mi parecer se distingue a los grandes escritores de los otros, que ellos sí son capaces de hacernos entrar en sus mundos y que nos los creamos y no solo eso, que queramos participar de ellos, soñar con ellos. Eso, solo lo hacen unos pocos.

Aunque viendo la proporción de suicidios, alcoholismo y problemas mentales entre grandes escritores, una se acaba preguntando si escribían para otros o simplemente era una pulsión, una necesidad para sí mismos, de poner por escrito todo aquello que bullía en su interior, que no entendían, que dolía o que querían explicar porque al final la escritura también tiene una parte terapéutica, que calma la mente y el alma agitada.

Estoy de acuerdo con Wallace que el escritor puede permitirse el lujo de pensar con todas sus fuerzas y que no todos pueden hacerlo, aunque también lo es que escribir todos lo podemos hacer pero ESCRIBIR literatura pues eso ya no tantos.

Besos

Ángeles dijo...


Ahí está la cosa, Guille, en el talento, que tiene muchos grados. Como dice un amigo mío, una cosa es narrar y otra escribir, y hay muchos narradores y pocos escritores.

Pero claro, solo conocemos a los autores publicados, los buenos y los menos buenos. No sabemos (o a veces sí) cuántos grandes escritores habrá por ahí…

Gracias!

PD: para eso están los preferidos, ¿no?, para colarlos cada vez que haya ocasión :D



Muchas gracias, Conxita, me alegra mucho que te haya parecido interesante.

Yo creo que el verdadero escritor lo es porque reúne una serie de cualidades, como el saber crear historias con valores universales e intemporales, la capacidad de ver la vida con más lucidez que la mayoría, y el conocer y saber usar todas las posibilidades expresivas y estéticas del lenguaje para transmitir todo eso. Y todo esto es, en efecto, algo extraordinario. Aunque muchos crean que la literatura consiste meramente en inventarse una historia y después, como ha dicho Guille, juntar palabras para contarla.

La cuestión de las adicciones entre los escritores es otro asunto, interesante y muy complejo. Yo, en mi ignorante opinión, y pensando en autores como Poe, Tennessee Williams o Stephen King, no creo que se dediquen a la literatura para aliviar problemas psicológicos o emocionales. Para eso lo que utilizan es el alcohol y las drogas; lo que a su vez acaba convirtiéndose en un problema en sí mismo, y menguando su capacidad para escribir. Aunque sí que es cierto que con frecuencia esos escritores introducen en sus obras el tema del alcoholismo, claro.

Pero yo creo que esos autores habrían sido escritores aunque no hubiesen tenido problemas emocionales que los llevaran a las adicciones; y habrían tenido problemas emocionales aunque no hubiesen sido escritores. Me atrevería a decir que las adicciones y la literatura son dos circunstancias independientes que a veces se dan en una misma persona.

Un abrazo, y muchas gracias por tu comentario.

Conxita C. dijo...

No me referia Ángeles a aliviar sus problemas psicológicos que tampoco hace milagros la escritura, sino como forma de expresión de ese caos vital que a veces llevaban dentro, como intento de ordenar ideas y expresar su mundo, pero era algo que se me ocurrió sin tener muchos datos. Si me acuerdo cuando tenga algo de tiempo, buscaré algún estudio sobre la influencia de la locura en la literatura, igual es que para ser un genio uno debe ser muy distinto a la normalidad, pero pobres algunos tuvieron vidas muy tortuosas y dolorosas.

Besos

(Disculpa los errores porque lo escribo desde el móvil y hace un poco lo que quiere)

JuanRa Diablo dijo...

Dicen que...

Un par de espías de la KGB escribían un informe acerca de una joven maestra a la que venían observando toda una semana.

El espía A se limitaba a enumerar las actividades de la mujer desde que salía de sus casa hasta que acababa la escuela.

El espía B contaba lo que realizaba desde que dejaba la escuela hasta que apagaba la luz de su habitación. Describía también sus gestos y lo que ellos parecían representar. ¡Hasta cómo se sacudía la nieve que caía sobre su abrigo!

El espía A fue despedido. Era un profesional como la copa de un pino, pero sus informes era monótonos, no tenían color ni daban pie a hacer volar la imaginación.
En cambio Vladimir Novelka, el espía B, siguió redactando informes sobre la mujer y muy pronto sus jefes le pidieron que los escribiera también sobre su vecina, sobre el portero y sobre los otros maestros de la escuela.

Por muy bien que el escritor redacte lo que ve, si no le añade los condimentos que da la imaginación , ¿qué lectura es esa?

Y no sé si esto aporta algo a esta interesante entrada, pero no puedo seguir aquí pues ya he de seguir a una joven de Málaga que acaba de salir de su casa y camina ligera por las calle Larios, seguramente hacia su libreria favorita.

Sara dijo...

Ya que he visto que nuestra querida amiga Conxita ha entrado en un interesantísimo debate que no quiero perderme por nada del mundo, hago lo propio por la parte que me toca (si no lo he hecho antes ha sido por timidez, en serio).

Sería absurdo que yo negase que (salvo que el escritor escriba una novela completamente autobiográfica) el creador literario sea necesariamente espía del mundo que le rodea. Eso no lo puedo negar. Pero yo asemejo, perdóname, la obra literaria acabada con las pinceladas maestras que nos muestran el universo con sus contradicciones y paradojas, con sus claroscuros, sus luces y sombras... En fin, que para mí el resultados, lo que se dice el resultado de la creación es un retrato.

Más besitos.

*entangled* dijo...

Ese espionaje, casi acoso del mundo de los otros es necesario para narrar algo alejado de nuestra propia circunstancia. Pero creo que con eso sólo se llega a la crónica periodística o al estudio sociológico. El paso a la literatura requiere un ingrediente adicional no muy fácil de definir. De momento lo llamo la visita de las musas.

Conxita introduce un tema interesante. ¿Es la literatura —y por extensión el arte— una manifestación patológica? Creo que a veces sí. Para mí, el arte es un intento de restablecer un equilibrio perdido. Es un concepto casi físico: un objeto en reposo tiende a permanecer inmóvil. Una mente perfectamente estable y en paz de espíritu no puede ser creativa. Pero si se produce una alteración, una influencia externa que rompe esa paz, la mente quiere restaurar el equilibrio, y eso es la creación artística. No hace falta ser ahcohólico o drogadicto para ser artista. Pero estoy convencido de que sí tiene que haber algo que se ha roto o se ha perdido, y que el artista trata de recuperar cuando ejerce su oficio.

Sólo una opinión más. Saludos.

Ángeles dijo...


Entonces te entendí mal, Conxita, excuse me.
Dijo Shakespeare que el objetivo del arte es darle forma a la vida, y supongo que determinadas condiciones mentales, por así decir, tienen mayor necesidad de eso, de poner en su sitio las piezas del puzzle.

Hay mucha bibliografía sobre la locura y el arte, pero como ya dije, yo soy por completo ignorante en ese asunto. Así que solo me atrevo a decir que la creación artística es algo tan personal y que comprende tantos factores que me imagino que cada individuo es un caso particular.

Gracias de nuevo (y no hay nada que disculpar).


JuanRa, llevas la metáfora del espionaje al espionaje verdadero. Y está bien ese giro hacia lo literal, porque te ha quedado un cuento muy bonito en el que la moraleja podría ser que hasta los más fríos tienen necesidad de un poco de poesía de vez en cuando.

Ya hemos comentado aquí, la última vez hace poco, que al cerebro humano le gustan más las narraciones, la información en forma de historias, que los meros datos, y tu historia de espías también habla de eso.

Así que si tienes que escribir sobre la malagueña ésa que dices, vas a tener que ponerle mucha literatura para que te quede un informe medianamente interesante :D

Gracias!


Gracias por tu nueva aportación, Sara. Supongo que sí, que la obra literaria se puede comparar con un retrato, ya sea un retrato realista o abstracto, con toda la amplitud de sentidos que conlleva cada uno de esos conceptos.
Besos


Eso es, entangled, el “espionaje”, o sea, la observación, ya sea del mundo que nos rodea, ya sea de nosotros mismos, no puede quedarse en eso, en levantar acta de lo que se ve. La creación literaria es algo mucho más complejo que eso, aunque parta de ahí, de la vida.

No sé si para que exista la creatividad es necesario que algo se haya roto, como dices. Yo creo que cada artista es único, que cada uno “funciona” de una manera, y que la creatividad y el genio de cada uno se manisfiesta en circunstancias diferentes, en unos casos en la turbulencia y en otros en la serenidad.
Lo que no puede faltar, ni en unos casos ni es otros, es el impulso sincero de crear y la necesidad de manifestar ese impulso. Sin eso sí que no hay nada, ni en unas circunstancias ni en otras.

Como siempre, muchas gracias por tus reflexiones.
Saludos.

MJ dijo...

¡Que tema tan interesante! Hay que darle las gracias a Sara por su sugerencia y a ti, por supuesto, por tus reflexiones que dan pie a un debate tan interesante como el que se está teniendo entre todos los lectores :-)

Me ha gustado la idea del escritor-espia. Sí, es cierto, tiene que serlo (ya sea de sí mismo o de los demás) y también he pensado en lo curioso que resulta que un porcentaje de grandes artistas a lo largo de la historia hayan tenido algunos problemas emocionales, incluso psicológicos (también es posible que muchas veces el arte, el acto de crear, tenga mucho que ver con que algo se "ha roto") o sean adictos a alguna sustancia, de hecho, ha habido algunos artistas que tenían que emborracharse o fumarse algo para seguir creando...

En fin, que estoy muy de acuerdo con Sara, con Conxita y con entangled.

¡Ay, JuanRa! Con tus palabras me ha venido a la mente una imagen de cierta malagueña caminado por la calle Larios, que parecía más que imagen, pura realidad ;-)

¡Ah! Y hablando de tener que observar el mundo dentro o fuera de nosotros mismos... hace un par de días leí que el título de la obra de Hemingway "Por quién doblan las campanas" viene de un poema de John Donne (siglo XVII): "Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti".

Creo que esto también tiene que ver con el hecho de que las historias de los grandes de la literatura se vuelven universales, aunque cuenten historias de personas concretas, porque ellos saben expresar mejor que nadie cómo estamos todos conectados y como lo que duele a uno lo pueden entender perfectamente los demás, porque el dolor individual o cualquier otro sentimiento humano se vuelve universal.

Ángeles dijo...


Qué bien, MJ, me alegra mucho que te guste todo esto.

Así es, las grandes obras son universales, y precisamente por eso son grandes. Hablan del hombre, de la condición humana, y no hay nada más universal que eso. Pero son pocos los que están capacitados para escribir sobre ello.

Me agrada que hayas traído a colación a Hemingway y su conexión con Donne, porque ese bellísmo texto (que originalmente no era un poema) habla, como bien dices, de la condición humana y su universalidad.

Y mira, esta conexión literaria me trae a la mente otra: Vila-Matas, del que estamos hablando mucho aquí últimamente, tiene a su vez una conexión del mismo estilo precisamente con Hemingway. Y es que el título de la novela de Vila-Matas París no se acaba nunca es una frase de la novela de Hemingway París era una fiesta.

Decimnos que la literatura se alimenta de la vida, pero ya se ve que se alimenta también de sí misma. Será que es verdad que la literatura y la vida acaban siendo una misma cosa.

Muchas gracias por tu interesante comentario.