miércoles, 22 de mayo de 2019

Mi querida aspiradora

Cuento


Estaba pasando la aspiradora cuando sonó el teléfono. Pero eso no lo supe hasta media hora después, cuando terminé la limpieza del dormitorio y volví al salón. Entonces vi el pilotito rojo que parpadeaba indicando que alguien había llamado.

No me procupó haber perdido la llamada, todo lo contrario: que el ruido de la aspiradora me impidiese oír el teléfono me pareció una circunstancia muy feliz. Porque no me gusta hablar por teléfono. Y el sonido de las llamadas me pone muy nerviosa. Y porque, en este caso además, antes de comprobar el registro yo ya sabía de qué se trataba: alguien de la oficina de empleo me habría anunciado que yo era la candidata seleccionada para el trabajo. Ese trabajo que yo no quería.

Cuando dos semanas antes me llamaron para presentarme la oferta de empleo la acepté y acudí a la entrevista correspondiente por una sencilla razón: porque no soy capaz de decir que no.  Y por esta misma razón ahora habría aceptado ese empleo indeseado si hubiese respondido a la llamada. 

A esta incapacidad para decir que no se añade  otra: tampoco soy capaz de no descolgar el teléfono si lo oigo sonar. Aunque no quiera hablar. Ni aunque vea en la pantalla que es un operador de telefonía. Ni siquiera cuando veo que es ese amigo que me llama  cada pocos días y que me hace perder el tiempo lastimosamente con sus tediosos e inacabables monólogos. Porque tengo un problema más: una vez que descuelgo, tampoco soy capaz de decir que estoy ocupada, ni de inventar alguna excusa para poner fin a la conversación. 

Creo que debería pasar la aspiradora más a menudo.


pixabay abstract



lunes, 13 de mayo de 2019

Mes de mayo, me desmayo

Seguimos celebrando los diez años de historia de Juguetes del viento. Esta entrada se publicó originalmente el 18 de mayo de 2011.


El mes de mayo es un mes peculiar.

Es un mes en el cual pasan muchas cosas que no pasan durante el resto del año. Es el mes de las flores, de las alergias, del tiempo raro, de la operación bikini… Pero sobre todo es el mes de la Primera Comunión.
Yo he tenido ocasión de asistir a varias comuniones en los últimos años, y basándome en mis experiencias, he llegado a la conclusión de que estas celebraciones evolucionan sin parar y siempre hacia la exageración.

En esta evolución hay varios elementos que me parecen destacables. Por ejemplo, la cuestión de los regalos.
children religionQue no es algo fácil, desde luego. Los invitados se devanan los sesos  intentando imaginar algo que el niño no tenga todavía, pero siendo esto prácticamente imposible, se piensa en algo que por lo menos no tenga repetido varias veces. 

Aunque también está la opción de regalar dinero, que es lo que hacen quienes no tienen ganas o tiempo de calentarse la cabeza, y quienes se guían por el sentido práctico de la vida... o no. Porque lo cierto es que   recientemente he descubierto que existe  una nueva modalidad de invitación, que consiste en  que cuando los padres del comulgante te invitan a la ceremonia y posterior ágape, te dicen por las claras que los regalos los quieren en efectivo, por favor. 
Con lo cual la opción de regalar money ya no es tal opción, sino un requerimiento.

Los almuerzos  de comunión, por lo que he visto, también han evolucionado muchísimo.
Hasta mediados de los 90, más o menos, consistían en una sabrosa comida con la familia más cercana en un restaurante de categoría media.
Pero  hoy día se organizan auténticos banquetes, con muchos  invitados y en salones de hoteles o restaurantes de empaque,  preferentemente con jardines y zonas acondicionadas para el esparcimiento de la chiquillería.

Holy Supper picturesY esto nos lleva a otro elemento que caracteriza la celebración actual, ya sea de primeras comuniones o de bodas: el banquete hay que celebrarlo cuanto más lejos mejor.
Nada de ir a un sitio que quede a mano, que resulte cómodo para los invitados que no tienen coche, o para los que no disponen de mucho tiempo, o para los que se quieren recoger pronto.

No, no, quedarse cerca está completamente descartado. Hay que ir a un lugar que quede a trasmano, muy a trasmano a ser posible, para que así pueda tener lugar otro de esos ritos  esenciales de estas celebraciones: los corrillos de invitados a la puerta de la iglesia, dándose instrucciones unos a otros para llegar al lugar del convite.

"Coges la autovía y tiras como para el aeropuerto, pero antes de llegar coges la rotonda que hay enfrente de la gasolinera. Sales por la derecha, sigues hasta la siguiente rotonda, coges a la izquierda, que hay un campo de golf, sigues todo recto y ya verás un cartel que dice: “Está usted abandonando el mundo conocido”. Pasas el cartel y te metes por un camino de cabras que hay, y al final, después de una pista de barro, está el restaurante. No tiene pérdida."

Y así se consigue además que los invitados lleguen cansados y acalorados tras semejante periplo, de manera que no les queden fuerzas para quejarse por la hora y media que todavía habrán de esperar para probar  la sinfonada de hortalizas con reducción de balsámico.
Y no es que tengan hambre, sino una curiosidad tremenda por ver en qué consiste el plato.

Para que esta semblanza de las primeras comuniones fuera completa,  quedaría por tratar el asunto de determinados asistentes a la ceremonia religiosa,  cuyo comportamiento y actitud supone para mí una continua sorpresa.

Pero dada la complejidad del tema lo dejamos para otra ocasión.


viernes, 3 de mayo de 2019

Palabras de chocolate



Cuando hablamos de los placeres y beneficios de la lectura solemos mencionar una serie de ideas que, aunque sean por completo ciertas, a veces pueden resultar un poco tópicas. Se dice, por ejemplo, que los libros nos dan la posibilidad de vivir muchas vidas distintas; o que nos ayudan a entender mejor la condición humana. O también que son una forma de viajar, de conocer otros mundos y otras épocas, tanto reales como imaginarios. Alible. También decimos, claro está, que son una fuente de conocimiento, de transmisión y preservación de ideas, y de inspiración para la creación de nuevas obras. O que ensanchan nuestra mente, que nos hacen compañía, nos divierten, nos consuelan. O, siguiendo a Dostoievski, que fortalecen el corazón de las personas. 

Pero hay un beneficio más, uno que, me parece a mí, no se nombra con la misma frecuencia que los anteriores, quizá porque es muy evidente. Intérlope. Me refiero a que la lectura es una forma, quizá la mejor forma, de descubrir y aprender  palabras
Como ya dijimos en otra ocasión, cada palabra que añadimos a nuestro diccionario personal es como una llave que abre una puerta,  y cada puerta nos deja ver un trocito más del panorama, ampliándose así cada vez más nuestra visión y comprensión de todo esto que llamamos mundo, vida, o realidad. Galicinio.

Porque, claro, las palabras lo nombran todo, dan identidad a lo tangible y a lo inmaterial, a lo ocurrido y a lo pensado, a lo sentido y a lo soñado. Y cuando podemos darle un nombre a las cosas, éstas se vuelven cercanas, asequibles, se ponen a nuestro alcance, a nuestra disposición. Onomatodoxia. Por eso las palabras nos dan la capacidad no ya de expresarnos mejor sino de pensar mejor, porque a través de ellas podemos manejar y dar forma a algo tan inasible como las ideas, los conceptos y las imágenes.  

Y algunas, además, son tan curiosas, tan sonoras, tan espléndidas, independientemente de lo que signifiquen, que vale la pena conocerlas por sí mismas, por el mero gusto de saber que existen, y asimilarlas con el deleite de quien paladea un bombón.

Por eso a mí me encanta encontrar palabras nuevas cuando leo un libro. Me parecen un regalo añadido al propio placer de la lectura; una golosina léxica que aparece por sorpresa en la página, como un colorido huevo de Pascua en un jardín primaveral.




huevos de Pascua Easter eggs