viernes, 30 de octubre de 2009

Más parejas complejas

Las parejas complejas nos esperan en cualquier esquina, como trileros de la lengua y timadores del significado.
Hay que tener cuidadito con ellas, porque con frecuencia nos embaucan con su aspecto engañoso y caemos en la trampa, incautos y desprevenidos.
------
Es lo que le pasó hace unas semanas a un comentarista televisivo.
Antes de que se anunciara que Río de Janeiro será la sede de las Olimpiadas de 2016, se realizaron varias votaciones, resultando Chicago eliminada en la primera de ellas. Entonces fue cuando el citado comentarista dijo que en esta ocasión no había servido de mucho "el poder de convención de Obama". Pero claro, por lo que sabemos, lo que Obama tiene es poder de convicción.

Por lo tanto, pareja compleja a la vista:

convención: asamblea; acuerdo; norma o práctica que responde a la costumbre.

convicción: convencimiento; acción y efecto de convencer.--

Pepito tiene tal poder de convicción que accedí a organizar la convención. ---

Por cierto, ¿qué hacemos con las convenciones sociales? ¿las adoptamos o las adaptamos?
Bueno, en realidad podemos hacer las dos cosas: si las aceptamos tal cual y actuamos de acuerdo con ellas, las adoptamos; pero si además las amoldamos a nuestra forma de ser, sentir o comportarnos, las adaptamos.------

adoptar: adquirir modas, métodos, ideas, etc, de otras personas o comunidades; comportarse de un modo determinado; tomar resoluciones; recibir como hijo al que no lo es naturalmente.------

adaptar: ajustar una cosa a otra; adecuar; amoldarse a una circunstancia.

Hemos adoptado la fiesta de Halloween pero la hemos adaptado a nuestra forma de ser.-------

Aunque también hay quien se rebela ante las convenciones. Y así revela que no le parecen bien.--
rebelar: sublevar, oponer resistencia.
---
revelar: proporcionar indicios; descubrir lo secreto; hacer visible la imagen impresa en la película fotográfica.
-----
Además, de la mano de revelar se cuela a veces relevar.---

relevar: reemplazar, sustituir.---

Me han revelado que a Pepito lo han relevado del cargo.-
---
Y claro, a Pepito no le quedó más remedio que acatar la orden y dejar el puesto. Eso suponiendo que no le pase como a una señora a la que oí decir que las normas de tráfico hay que cumplirlas, "y si los conductores no las atacan, que los multen".---

Atención, señora:------

atacar: acometer; embestir; actuar contra algo.--

acatar: obedecer; aceptar una autoridad o unas normas; tributar sumisión y respeto.--------

Pero a veces ocurre que alguien no acata las normas y aun así queda impune. ¿O inmune?----

impune: que queda sin castigo.---

inmune: invulnerable; libre de ciertos cargos; protegido contra una enfermedad.-

Pepito quedó impune, pues por ser ministro es inmune.---

Está visto y probado que para evitar caer en las trampas que nos ponen estas palabras maliciosas, es conveniente hojear el diccionario de vez en cuando.
Un momento, ¿hojear u ojear?-----

hojear: pasar ligeramente las páginas de un libro o cuaderno.---

ojear: mirar superficialmente un texto.--

Por lo tanto, ¿un libro lo hojeamos y una hoja la ojeamos?
Hay que tener mucho ojo con esto.



---

martes, 13 de octubre de 2009

Traducciones automáticas. La gramática descoyuntada.



La traducción es una disciplina apasionante. Requiere conocimiento de las lenguas, obviamente, pero también creatividad y talento artístico. Hombre, no es lo mismo traducir un texto técnico que uno literario, pero hasta para traducir las instrucciones de uso de un embudo hace falta un mínimo de coherencia en la redacción.
Bueno, pues siendo como es tan difícil hacer una traducción en condiciones, o sea, trasladar de un idioma a otro significados, sentidos, intenciones y estilo, todavía hay quien cree que eso lo puede hacer una máquina.
El deseo de inventar una máquina de traducir es algo casi tan antiguo como el deseo de volar. Y se ha conseguido casi lo mismo: un remedo, una imitación pasable, pero que de ningún modo iguala a la capacidad imitada.
En los años 50 los expertos creyeron estar cerca de la solución, pero de ahí no pasaron, de creerlo. Después, en los 80, con la campanada informática, pareció que la cosa estaba ya solucionada y que en poco tiempo la máquina traductora sería un sueño cumplido. Pero otra vez su gozo en un pozo.
Por mucho que se intente, yo estoy convencida de que jamás un ordenador, por avanzado que sea, podrá realizar una tarea tan delicada, tan exquisita y tan sumamente compleja como es la traducción.

Dicen los expertos que en los últimos años se han logrado grandes avances, sobre todo en la traducción de textos no literarios y entre idiomas de tipología afín. Por ejemplo, el español y el portugués. O el inglés y el alemán. Pero entre idiomas tipológicamente muy distintos, como el español y el inglés, la cosa deja mucho que desear.
Y dicen también que entre los mejores programas de traducción automática está el de Google.

El caso es que, algunas veces, cuando busco en Google información sobre algún tema, me entretengo en clicar la opción “traducir esta página” que aparece al lado de cada enlace. Y digo “me entretengo” con todo su sentido, porque es realmente un magnífico entretenimiento leer las traducciones automáticas de los textos, porque a veces ofrecen resultados verdaderamente cómicos.
Menos mal que las máquinas no se ofenden (de momento).


Por hacer una prueba, elijo una canción que me gusta, Down on the Corner, de Credence Clearwater Revival, para comparar la traducción automática con una traducción humana. Y compruebo que la mayoría de las frases, al ser traducidas automáticamente, quedan de lo más tonto.


Quiero dejar claro que las traducciones que hago aquí son sólo una posible versión; yo misma haría una traducción diferente en otro momento, y cualquier traductor profesional o aficionado podría hacer traducciones diferentes y sin duda mejores. Pero siempre manteniendo el sentido y la corrección gramatical, por supuesto.
Y tampoco estoy haciendo adaptaciones de la letra; ni me atrevería, porque eso requiere un talento añadido y compositora sí que no soy.


Bueno, veamos algunos fragmentos de la canción. Por ejemplo:

"Four kids on the corner trying to bring you up
Willy picks a tune out and he blows it on the harp".


Una traducción humana, en este caso la mía, podría ser:

"Cuatro chicos en la esquina intentando atraer tu atención,
Willy elige una melodía y la toca en el arpa".


Y un traductor automático, en este caso el de Google, nos da:



"Cuatro chicos en la esquina tratando de traer para arriba,
Willy elige una melodía y sopla sobre el arpa"


Otras frases de la misma canción:

1.Bring a nickel, tap your feet


Traducción humana: “Traiga una moneda, siga el ritmo con los pies”


Traducción automática: "Bring a nickel, toque en sus pies" (se ve que lo que no le gusta no lo traduce).

2. Blinky thumps the gutbass
Traducción humana: "Blinky aporrea el bajo"

Traducción automática: "Blinky golpes bajo la tripa


3. You don’t need a penny just to hang around
but if you’ve got a nickel, won’t you lay your money down?


Traducción humana: "No hay que pagar por acercarse a mirar,
pero si tiene una moneda, ¿nos la da?"

Traducción automática: "Usted no necesita un centavo sólo por estar en todo
pero si youve consiguió un centavo, no usted poner su dinero abajo?"

Lo dicho, la gramática descoyuntada: la sintaxis por los suelos, la semántica hecha polvo...

Pero en realidad, me alegro de que esto sea así, porque es una satisfacción ver que sigue habiendo cosas que los humanos hacemos mejor que los ordenadores.


lunes, 5 de octubre de 2009

Jaime Urrutia: desafiando la lógica

Ya dijo el sabio que el tiempo es relativo, y debe de ser verdad. O eso, o Jaime Urrutia y sus magníficos Corsarios tienen el poder de alterar su curso.
Lo digo porque el concierto que dieron el viernes pasado en el Auditorio de la Diputación de Málaga duró, teóricamente, una hora y media, la que va desde las 20’30 hasta las 22’00. Pero a mí –y creo que a todos los presentes en el evento- me pareció que entre el comienzo y el final sólo pasaron diez minutos.

Pero además del poder de comprimir el tiempo y hacer que pase en un pispás, tienen otro: pueden conseguir que una persona –en este caso yo- empiece a sonreir a plena potencia en cuanto asoman por el escenario, y no cambie mi expresión hasta que se van.
Porque las canciones de Jaime Urrutia tienen el don de producir en mí felicidad y alegría, hasta la más triste o melancólica.
Tampoco esto parece muy lógico, pero así es. Supongo que tendrá que ver con el gozo y la emoción que produce la mera contemplación -o audición- de lo que está hecho con maestría y talento, con elegancia y con gracia.







La cuestión es que yo siento la misma cantidad de felicidad –mucha- con Castillos en el aire que con La fuerza de la costumbre, por ejemplo, siendo la una un canto al optimismo, la esperanza y la capacidad de soñar, y la otra una canción intimista, que habla de intenciones, principios y afirmación de uno mismo, con un aire algo sombrío y melancólico.
Por cierto, la interpretación de esta canción en el concierto del viernes fue apabullante. Sobrecogedora.

Algunos amigos me dicen que parece que yo no escucho más música que la de Jaime, y que no me gusta ningún otro músico ni ningún otro grupo. Y no andan muy errados, ciertamente. Pero esto tiene una explicación muy fácil: en las canciones de Jaime Urrutia está todo. Están todos los estilos, todos los temas, todas las sensaciones, todos los puntos de vista... así que no necesito escuchar nada más. Ahí lo encuentro todo.

Y sin embargo, a pesar de esa diversidad de asuntos y estilos, sus canciones tienen todas ellas algo en común, esa cosa misteriosa que es como el espíritu: se sabe que existe, se nota su presencia y se percibe su efecto, pero es algo imposible de definir y que sólo se capta con el corazón.
Será eso que llamamos carácter, o personalidad, que se presupone en los artistas, pero que en realidad muy pocos tienen, y que distingue y hace valioso a quien lo posee.