miércoles, 6 de marzo de 2024

La ciudad mirífica

No es ignota ni remota, no es oculta ni lejana,

ni apartada ni secreta, pero se guarda discreta

de la vorágine humana.

Es librera y literaria, es latina y palatina,   

es sobria y es soberbia, majestuosa y sensata,

recatada, imponente, decimonónica y resurgente.

Es egipcia y medieval, animálica y florística,

es sabrosa y olorosa, taurina y motorística.

Es histórica y simbólica,

es mítica y alegórica,

es mística y mitológica.

Es artística, es barroca, es romántica y sencilla,

monuméntica y cinemática, victoriosa y rebeldista.

Es verde y roja y blanca, es azul y coronada,

por arriba se asoma al cielo,

por abajo se aleja cercana,

y un río majestuoso le da reflejos de plata.


Turín


jueves, 15 de febrero de 2024

Una historia sin escribir


Daniel siempre pensaba en leer durante el trayecto a la universidad, aunque casi nunca llegaba a sacar ningún libro, porque observar a los pasajeros del metro le gustaba incluso más que leer. «Es como contemplar a los personajes de una historia que todavía no está escrita», habría  dicho si alguien le hubiera preguntado por qué.

Los observaba con atención pero con prudencia, e imaginaba detalles sobre sus personalidades, sus ocupaciones, sus sueños y sus desengaños. «Sí, a veces, pero otras veces dicen la verdad», habría respondido si alguien le hubiera dicho que las apariencias engañan.

Aquella mañana, cuando estaba en plena observación de pasajeros, las circunstancias cambiaron de repente. Un apagón desconectó la mirada de Daniel, como si ante sus ojos hubiera caído un telón negro. El tren se detuvo con descortesía, y al momento empezaron los gritos y las exclamaciones de preocupación y de enfado.

—¡Ay, por Dios, qué miedo! —dijo una voz aguda.

«Debe de ser la chica de la bufanda rosa», pensó Daniel.

—¡Un atentado, seguro que es un atentado!

«La mujer de las gafas de sol gigantes».

—¡Señora, haga el favor, no empeore las cosas diciendo tonterías!

«Seguramente, el muchacho de los pantalones rotos y el monopatín».

—Bueno, bueno, tranquilidad. No es más que un apagón, en seguida lo arreglarán, y si no, nos pasarán a otro tren y ya está.

«Ése es el del traje azul y la cartera».

Otras voces informaron de que las puertas estaban bloqueadas, de que estaban atrapados en el vagón. Se oyeron más gritos y golpes en las puertas. La voz del traje azul volvió a pedir tranquilidad y paciencia, asegurando que sería cuestión de esperar unos minutos.

—Cállate, tío listo, tú qué sabes.

«El del monopatín tiene ganas de bronca...»

Unos minutos después volvió la luz y las puertas de salida se abrieron con sosiego. Los altavoces pidieron disculpas, rogaron a los pasajeros que salieran al andén con calma e informaron de que continuarían viaje lo antes posible.

Mientras Daniel se ponía de pie y cogía su mochila, vio a la joven de la bufanda rosa, que se apresuraba a salir mientras decía:

—¡Ay, por Dios, qué miedo! Menos mal que ha sido poco rato.

Y entonces vio a la mujer de las gafas gigantes que hablaba con otro pasajero:

—Es que, con las cosas que pasan —decía—, enseguida piensa una en un atentado.

Daniel sonrió. A su lado, ya en el andén, el hombre del traje azul y la cartera refunfuñaba:

—Un atentado, decía la tía lista...

—Bueno, bueno, tranquilidad, por suerte no ha pasado nada —le dijo el chico del monopatín.

Daniel volvió a sonreír al tiempo que se colocaba la mochila al hombro. «Los personajes y sus apariencias», habría dicho si alguien le hubiera preguntado en qué pensaba.


pixabay.com  baker street underground



jueves, 1 de febrero de 2024

Cóctel literario. Solución del juego

En la entrada anterior les propuse un juego literario al que han jugado ustedes con su buen talante y su agudeza habituales, cosa que me congratula grandemente, no hace falta decirlo. Así pues, antes que nada, muchas gracias por su participación y por sus interesantes ideas.

En el juego debían ustedes intentar adivinar o intuir cuál de los tres textos que les presentaba reflejaba el argumento de una obra literaria real. Los otros tres eran falsos, es decir, inventados por mí expresamente para el juego.

El primer texto, titulado El forastero de la noche, trataba sobre un niño que se encuentra con un hombre siniestro a la orilla de un río.

El segundo, Risa en un año pésimo, refería la historia de una joven que intenta ganarse la vida como modelo en una gran ciudad.

Y el tercero, La mano de la falsa amante, trataba sobre un hombre que desconfía de su buena suerte.

Las respuestas de los participantes han sido variadas, pues cada uno ha encontrado razones diferentes, todas muy bien argumentadas, para decantarse por un texto u otro. De este modo, las votaciones quedan como sigue:

"El forastero de la noche" fue votado como argumento real por Toro Salvaje y Macondo.

"Risa en un año pésimo" fue votado como real por Beauséant.

"La mano de la falsa amante" fue votado como real por Rodión, JuanRa, María y entangled.

Es decir, el argumento titulado "La mano de la falsa amante" ha sido el más votado como posible argumento de una obra existente.

Sin embargo, el argumento que pertenece a una obra real es el que titulamos "El forastero de la noche", y que corresponde a un relato de Stephen King titulado El hombre del traje negro, que es, por cierto, mucho más interesante y complejo de lo que mi simplificado argumento pueda dar a entender. 

Así pues, felicidades a Toro Salvaje y a Macondo por su perspicacia.

Por otro lado, algunos de ustedes han indicado también, como yo les pedía, cuál de los argumentos propuestos les gustaba más (al margen de si lo consideraban o no como el real), y en este sentido, Juanra eligió como favorito precisamente el que ha resultado ser real. 

Por su parte, J.P. Alexander y Macondo, votaron por "Risa en un año pésimo" como argumento favorito, mientras que a  Beauséant el que más le ha gustado es "La mano de la falsa amante".

Curiosamente, Rodión no se decantó por ninguno de los argumentos, considerando favoritos los tres, cosa que me satisface. Y entangled señaló que "Risa en un año pésimo" es el que considera más comercial.

Por último, me alegra mucho ver que uno de los argumentos inventados por mí, "La mano de la falsa amante", es el que más votos ha recibido en total.


Muchas gracias una vez
 más a todos, por jugar y por sus perspicaces reflexiones.


El río Po a su paso por Turín
 



 

domingo, 14 de enero de 2024

Cóctel literario

Hoy vengo a proponerles un juego. Quizá algunos de ustedes recuerden otros similares a los que hemos jugado en ocasiones anteriores, y que, por suerte para mí, les han resultado divertidos e interesantes. 

El primer paso es combinar títulos de diversos libros reales para obtener títulos nuevos, que corresponderían, lógicamente, a novelas o relatos imaginarios.

Por ejemplo, si combinásemos El libro de las ilusiones, de Paul Auster, con El paseo, de Robert Walser, obtendríamos "El Paseo de las ilusiones". O si mezcláramos La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, con La educación sentimental, de Gustave Flaubert, el resultado sería "La conjura sentimental".

Después, a esos tres libros imaginarios les adjudicaré sendos argumentos, de los cuales dos serán inventados por mí expresamente para esta ocasión, y uno corresponderá a una obra verdadera, existente, de autor reconocido.

Por cierto, ese argumento verdadero no corresponderá a ninguna de las obras mencionadas aquí.

Por último, ustedes, si lo desean, podrán jugar a adivinar cuál de los tres argumentos que les propongo es el real. Se trata simplemente de jugar a adivinar, claro está, no de intentar descubrir a qué obra pertenece el argumento que consideren ustedes real.

Por otro lado, también me gustaría que dijesen ustedes cuál de los tres argumentos es su favorito, porque así veríamos si los inventados por mí resultan verosímiles como para que pudiesen pertenecer a una obra literaria verdadera. 

Así pues, aquí van los títulos que he metido en la coctelera y los que  han salido de ella después de agitarla convenientemente:

1. En primer lugar, combinando El forastero misterioso, de Mark Twain, con Las mentiras de la noche, de Gesualdo Bufalino, obtuve "El forastero de la noche".

El forastero de la noche podría ser la historia de un niño que está pescando en un río y se encuentra con un hombre muy siniestro. El hombre le dice que tiene mucha hambre y le pide que le dé un pescado. Después de comerse el pescado, el hombre empieza a hablar con el niño y a contarle cosas terribles que lo asustan mucho y lo hacen llorar. Entonces el niño sale corriendo y pierde de vista al desconocido. Cuando le cuenta a su padre lo que ha ocurrido, reconoce que mientras estaba pescando se quedó dormido.


2. En segundo lugar, la mezcla de Risa en la oscuridad, de Vladimir Nabokov y Un año pésimo de John Fante, produjo "Risa en un año pésimo".

Risa en un año pésimo podría ser una novela sobre una joven que abandona su pueblo natal y se traslada a la ciudad para probar suerte en el mundo de la moda. Es muy optimista y está segura de que  va a conseguir su sueño, pero al cabo de un año el único trabajo que ha conseguido es un anuncio de televisión de un producto de limpieza. Sin embargo, ha establecido una maravillosa amistad con los dos chicos con los que comparte piso. Ellos son pareja y dueños de un restaurante de comida tradicional. Al ver que como modelo no va a conseguir nada, la joven, que no quiere regresar al pueblo, se plantea buscar otro tipo de trabajo. Entonces  ellos le ofrecen trabajo en su restaurante, donde preparará los platos típicos de su pueblo que ha aprendido de su abuela y su madre.


3. Por último, al combinar La mano de la buena fortuna, de Goran Petrovic, con La falsa amante, de Honoré de Balzac, surgió "La mano de la falsa amante".

La mano de la falsa amante podría tratar sobre un hombre que desconfía de su buena suerte. Le va todo muy bien, lleva una vida muy tranquila y nunca ha tenido problemas importantes, y por eso mismo está convencido de que su suerte puede cambiar de repente, como una amante traidora que en cualquier momento dejará de tratarlo tan bien. De este modo, el hombre, en vez de disfrutar de su apacible vida, está siempre intranquilo, siempre temiendo que en cualquier momento la fortuna le inflija un golpe cruel.

*

Ya está el juego planteado. Si les apetece jugar, y ojalá que así sea, los espero a ustedes aquí detrás, en el saloncito de los comentarios.




lunes, 18 de diciembre de 2023

El regalo de los Reyes Magos


Pablito tenía cinco años y se despertó muy emocionado la mañana de Reyes. Había soñado que era un astronauta que paseaba en su cohete por el asombroso espacio sideral, y estaba seguro de que encontraría en el salón el cohete que había pedido en su carta a los Reyes Magos. Sus dos hermanas  entraron en su habitación para ayudarle  a ponerse la bata antes de ir al salón, donde ya estaban sus padres, rodeados de coloridas cajas y bolsas de regalos.

Pero Pablito se sintió decepcionado porque entre todos aquellos regalos no estaba el que más deseaba. Entonces la madre, cogiendo algo que había sobre una mesita, miró extrañada al padre, y dijo:

—Aquí hay un sobre para Pablito.

—¿Ah, si? —dijo el padre, también extrañado.

—¡Ábrelo, ábrelo! —dijo Pablito entusiasmado por aquel asunto tan curioso.

pixabay.com
Así pues, abrieron el sobre y leyeron la tarjeta que contenía. «Pablito, te hemos dejado uno de los regalos en la azotea», decía la nota, que estaba firmada por «Los Reyes Magos».

Pablito y su padre, como dos exploradores en zapatillas, pijama y bata, subieron a pie los dos tramos de escaleras que separaban su casa de la azotea, para averiguar aquel misterio tan misterioso. Al salir al aire frío de la mañana, allí, en la azotea, se encontraron con un cohete espacial. Pablito miró a su padre con una pregunta en los ojos. Pero el padre no tenía respuesta. 

Los dos recorrieron con la vista, de abajo arriba, la silueta del cohete, y por más que echaban la cabeza hacia atrás y levantaban la barbilla, no conseguían ver la punta.

Entonces el padre se dio cuenta de que había otra nota en el fuselaje del cohete, pegada con cinta adhesiva. Cada vez más perplejo, la despegó con cuidado y leyó:

«Querido Pablito: Aquí tienes tu cohete. No es exactamente el mismo modelo que pedías en tu carta, pero creemos que éste también está muy bien. Disculpa que no lo hayamos dejado en el salón junto con los demás regalos, pero es que no cabía, ni de pie ni tumbado. Viene con dos trajes de astronauta, uno de niño y otro de adulto. Conviene ponérselos, porque por ahí arriba, en cuanto te alejas un poco del sol, hace bastante fresco. Esperamos que disfrutes mucho de tus paseos por el asombroso espacio sideral. Un abrazo y hasta el año que viene. Tus amigos, Melchor, Gaspar y Baltasar».

Pablito y su padre, sin decir una palabra, volvieron a contemplar el cohete. Lo rodearon, lo tocaron. Era imponente, blanco como la nieve recién caída, con unas franjas rojas a los lados y una gran estrella azul en el centro. Tenía también, junto a la puerta, unas teclas como las de los cajeros automáticos, y junto a las teclas, unos números escritos a mano con rotulador rojo: 5-7-9, que coincidían con las edades de Pablito y sus hermanas.

—¡Dale, papá, dale! —dijo Pablito.

Y el padre, con un dedo un poco tembloroso, pulsó las teclas correspondientes. Entonces, con un suspiro como el de un globo al desinflarse, la puerta del cohete se abrió. Pablito y su padre se inclinaron para asomarse al interior. Miraron y remiraron pero no se atrevieron a entrar. Entonces sacaron la cabeza y allí, de pie en la azotea, al lado de aquella nave asombrosa, Pablito y su padre se miraron el uno al otro con los ojos muy abiertos.

—¿Ahora qué hacemos, papá? —preguntó el niño, cogiendo a su padre de la mano.

—Pues... habrá que probarlo... ¿no? —respondió el padre, sin saber muy bien lo que decía.

—Vale... —dijo Pablito, entre emocionado y asustado.

—Pero primero vamos a desayunar —añadió el padre—, no vaya a enfadarse mamá.

Al dirigirse a la puerta de la azotea para volver a casa, a Pablito le pareció ver un destello en el cielo de la mañana, como si tres estrellas, una detrás de otra, estuvieran sobrevolando el edificio.


pixabay.com Holy Three Kings


sábado, 2 de diciembre de 2023

Yo me encargaré

Era un domingo de principios de diciembre. El suelo estaba blanco y crujiente, y de los aleros colgaban grandes lágrimas heladas.

Mario llegó al refugio a pie, las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, casi oculta por la capucha de su anorak. Aun así, Manuel y Olga,  que estaban descargando una furgoneta, lo reconocieron al momento.

Buenos días, Mario —saludó Manuel—. Ahí dentro está tu protegido, desayunando. 

Buenos días —respondió Mario—. Entonces sigue mejor mi Goku, ¿verdad? 

Mucho mejor, Mario, mucho mejor. Ese perro no sabe la suerte que tuvo al toparse contigo —dijo Olga.

Mario llevaba varios años colaborando con el refugio de animales del pueblo. Llevaba comida, compraba medicinas cuando era necesario, y siempre que su trabajo le dejaba tiempo, ayudaba atendiendo él mismo a los animales.

Pero Goku, un setter inglés de dulce mirada, era especial para él: era el primer animal al que había salvado. Lo había encontrado dos semanas antes, vagando por las afueras del pueblo, sucio, flaco, agotado. Debía llevar varios días perdido.

¿Qué haces por aquí tú solo, precioso? —le dijo Mario cuando lo encontró, al tiempo que se inclinaba para acariciarlo. Y entonces vio que el perro llevaba collar y una chapa con su nombre.

El animal, habituado a la compañía de personas, se mostró confiado y se dejó acariciar, quizá intuyendo que aquel hombre iba a ser su salvador. Y en cuanto Mario vio que no le tenía miedo, lo subió a su camioneta y lo llevó al refugio.

Es raro que se haya perdido —dijo Manuel aquel día—, un perro como éste, que debe estar acostumbrado al campo...

Habrá que ver si está enfermo, y quizá por eso lo hayan abandonado —dijo Olga.

Pero si fuese así —añadió Manuel—,  no le habrían dejado el collar con la chapa. No sé... en todo caso, no será de por aquí, no conoce estos andurriales y por eso no ha sabido volver a su casa.

No sé cómo nadie puede tener la maldad de abandonar así a un animal. Y encima con este frío... —dijo Mario, acariciando el largo pelaje blanco y negro, que había perdido su lustre y estaba apelmazado.

Ahora, al cabo de quince días, gracias a los cuidados de Manuel y Olga, y al cariño que Mario le había mostrado, Goku había recuperado peso y estaba mucho más fuerte y alegre. Y así, con vitalidad y alegría, recibió a Mario cuando lo vio entrar.

¡Hola, precioso! —le dijo Mario, abrazándolo. Y dirigiéndose a Manuel añadió—: Me lo llevo a campear un rato.

Era la segunda vez, desde que Goku había empezado a mejorar, que Mario se lo llevaba a pasear por el campo. Estaba esperando a que se recuperase por completo para adoptarlo.

Cuando llevaban ya un rato caminando entre árboles y matorrales, Mario se sentó en una gran rama caída, y el perro se acercó a él.

Yo me encargaré de que nunca vuelvas a pasarlo mal, precioso —le dijo al animal, que lo miraba con devoción—. Y el canalla que te abandonó tampoco volverá a abandonar a ningún perro. También me he encargado de eso.

Goku lo miraba con la cabeza inclinada a un lado y un brillo en los ojos que parecía una interrogación.

Sí, precioso —continuó Mario—, después de encontrarte vi carteles con tu foto en las tiendas del pueblo. «Perro perdido», había puesto el canalla. Se ve que se arrepintió de haberte dejado. Tenías que haberle visto la cara cuando entré en su casa... Seguro que pasó más miedo que tú cuando te viste solo y perdido, y le está bien empleado.

Echaron de nuevo a andar, y al llegar a otra zona de vegetación espesa, Goku pareció alterarse. Empezó a olfatear el suelo, dando vueltas sobre un mismo punto. Mario se detuvo a su lado, mirándolo con una sonrisa casi inapreciable en la cara. Pero cuando el perro empezó a escarbar el suelo lo sujetó y lo apartó del sitio.

Deja eso, Goku. Ahí no hay nada que valga la pena —le dijo.

 

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sábado, 11 de noviembre de 2023

Un juego

En esta entrada les planteo un pequeño juego que espero les resulte interesante. Se trata de intentar descubrir qué tienen en común las tres frases que podrán leer a continuación y que he elaborado yo misma expresamente para este juego.  Es decir,  no pertenecen a ningún texto mayor de ninguna clase ni son de ningún autor conocido o desconocido. 

Por otra parte, si el juego les gusta, los invito a que prueben a crear ustedes mismos otras frases siguiendo la misma pauta (la que han de descubrir), y que las dejen aquí detrás, ya saben, en el saloncito de los comentarios, para deleite de todos nosotros.

Sin más, éstas son las frases que propongo:


El mar, afanoso y extenuado, alza su voz wagneriana hacia las nubes, pero ellas, en su kilométrica altivez, ignoran ese lamento que jamás podrá teñir de verde el cielo.

****

El lápiz, elegante clown en un circo de papel, dibuja en la pista extrañas formas geométricas, caóticas y kafkianas, que volando hacia delante van creando universos. 

****

El abanico, en un fracasado show,  azota con grave levedad kinésica el aire ardiente, hasta que la mano exhausta afloja su empeño y se rinde al enemigo.

 *

Estoy segura de que darán ustedes con la clave sin mucho esfuerzo. Espero sus comentarios, y gracias, como siempre, por jugar. 


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lunes, 23 de octubre de 2023

Onomaturgia II

Como dijimos en la entrada anterior, la onomaturgia es el concepto lingüístico que se refiere a la creación de palabras por parte de personas concretas. Es decir, palabras acuñadas por alguien en particular en un momento determinado.

Entre los ejemplos que mencionamos estaba la palabra "conspiranoia", que se relaciona estrechamente con otra de las palabras que, como ya dije, guardo en mi colección onomatúrgica.

Esa otra palabra es magufo, creada por Xoán M. Carreira en 1997, mediante la combinación de "mago" y "ufólogo", para referirse a los profesionales del ocultismo. Después su significado se ha ampliado y se usa para denominar a aquellas personas que propagan  pseudociencias y teorías conspiranoicas y a quienes creen en ellas.

Otra palabra que guarda relación con lo oculto, lo misterioso y lo mágico es numinoso, a la que le dedicamos una entrada en su momento.

El término "numinoso" fue creado por el teólogo y filósofo alemán Rudolf Otto (1869-1937) para  denominar la oposición entre lo terrenal y lo sobrenatural, ese  “misterium tremendum que inspira temor y veneración”. 

Y a mí es que eso de "misterium tremendum" me chifla, la verdad.

También me chifla una palabra muy simpática que acuñó don Miguel de Unamuno para referirse nada menos que al arte de hacer pajaritas de papel, al que él mismo era aficionado. A esta poética ocupación la denominó cocotología, a partir del francés cocotte, que significa justamente "pajarito", "pájaro joven". Unamuno dejó constancia de su creación en un ensayo titulado Apuntes para un tratado de cocotología (1902).

No sería justo hablar de onomaturgos, es decir, de creadores de palabras, y no mencionar a John Koenig, a quien también le dedicamos una entrada tiempo ha.

Como probablemente sepan ustedes, Koenig es el creador del Dictionary of Obscure Sorrows, en el que recoge numerosas palabras acuñadas por él mismo para denominar emociones, sensaciones y sentimientos que en la mayoría de los idiomas no tienen un término específico que las denomine.

Entre sus creaciones está, por ejemplo, la palabra agnosthesia, que denomina el "estado de no saber cómo nos sentimos respecto a algo", y está formada a partir del griego agnostos ("desconocido") y diathesis ("estado de ánimo"). Otro ejemplo es adomania, que es la sensación de que el futuro está llegando antes de tiempo.

No creo que las palabras de Koenig lleguen a ser de uso común en algún idioma como para entrar en los diccionarios generales, porque suelen ser complejas en su significado  y requerirían adaptaciones ortográficas,  pero como puro  ejercicio de creación  intelectual son admirables.

Por último, para terminar con unas risas, permítanme incluir aquí unas tontas palabras acuñadas por mí misma, como mero divertimento léxico-semántico.

Una de esas palabras tontas es pelibro, que se refiere a un libro que, por la razón que sea, resulta peligroso.

Otra, sumamente tonta, es cacturado, que denominaría a alguien que ha quedado atrapado en un cactus.

Igual de tonta es tabernícola, que no es otra cosa que un habitante de las tabernas.

Y por último tenemos el tonto término bibliotez, que sería un libro que es una idiotez.

Ya ven, la onomaturgia, que tiene un nombre tan serio y solemne, también se presta al juego, la broma y el esparcimiento.  


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domingo, 1 de octubre de 2023

Onomaturgia

Onomaturgia. Suena a algo solemne, trascendente, metafísico. Y en realidad lo es, porque, como quizá sepan ustedes, el término onomaturgia se refiere nada menos que a la creación de palabras, y más específicamente a las "palabras de autor". Es decir, neologismos creados conscientemente por alguien, por personas concretas y reconocidas como creadoras de las palabras en cuestión.  Son palabras con partida de nacimiento, como quien dice.

Claro que todos podemos crear palabras y hemos creado palabras alguna vez, pero para que se considere un caso de onomaturgia, es necesario que la palabra inventada se popularice, llegue a formar parte del habla común y quede constancia de ella en el diccionario, libros, prensa... 

Un caso clásico de onomaturgia es, por ejemplo, la palabra "perogrullada", creada por Francisco de Quevedo en 1622 e incluida en su obra Los sueños.

Como es sabido, la perogrullada es un dicho propio de Pero Grullo, personaje de la tradición oral que se caracterizaba por expresar de manera solemne lo que no eran más que obviedades.

Curiosamente, la palabra onomaturgia es en sí misma un ejemplo de onomaturgia, ya que sabemos quién la acuñó, cuándo y dónde. En efecto, el término es creación del filólogo italiano Bruno Migliorini, que la incluyó en su libro Parole de autore en 1975.

Para acuñar el término, Migliorini utilizó el prefijo griego onoma-  que significa "nombre" y el sufijo -urgia, que procede del griego érgon e indica oficio, obra, técnica, arte. Lo tenemos en siderurgia, liturgia, dramaturgia, taumaturgia...

Hace tiempo, cuando conocí la palabra onomaturgia, me resultó imponente, y sin pararme a pensarlo empecé a tomar nota de cada neologismo "con partida de nacimiento" que me salía al paso.

En esa colección mía figuran algunos muy populares, que todos usamos con frecuencia, aun sin ser conscientes de que se trata de casos de onomaturgia.  Uno de ellos es "mileurista", palabra que al parecer fue acuñada por una ciudadana, la señora Carolina Alguacil, que la utilizó en una carta que escribió al diario El País en agosto de 2005.

Otro ejemplo de onomaturgia también muy popular es "conspiranoia" (y de ahí "conspiranoico") que el diccionario define como la "tendencia a interpretar determinados acontecimientos como producto de una conspiración", y que es una fusión de "conspiración" y "paranoia". El autor de esta palabra es el sociólogo Enrique de Vicente, que la creó en 1989.

También utilizamos con frecuencia la palabra "meme" (y los propios memes, claro), que fue ideada en 1976 por  el científico británico Richard Dawkins en su libro El gen egoísta, combinando la forma de "gene" (gen) y el  término griego mímēma, que significa "cosa que se imita".

Tengo también en mi colección una palabra que me gusta mucho, tanto por su sonido como por su significado y por su origen. La palabra es  nostalgia.

Esta palabra tan espiritual, tan melancólica y emotiva se la debemos a un estudiante de medicina suizo llamado Johannes Hofer, que la acuñó en 1688. El joven científico había observado que las personas que estaban lejos de su patria, como los soldados o quienes trabajaban en el extranjero, sentían a veces un pesar, un trastorno psicológico tan intenso que podía llegar incluso a causar la muerte. Cuando Hofer escribió su tesis le dio a este trastorno el nombre de "nostalgia", utilizando las voces griegas nóstos (regreso al hogar) y algos (dolor). Por lo tanto, como nos dice Corominas, el término nostalgia significaría propiamente "deseo doloroso de regresar".

En fin, esto sólo es una muy pequeña muestra de este concepto lingüístico, la onomaturgia, que nos ofrece el origen delimitado y preciso de determinadas palabras. De esta manera esas palabras aparecen no como algo originado en el nebuloso pasado de los tiempos, en el infinito ayer de la humanidad, sino como creaciones de una mente individual en un momento concreto. Y esto  a su vez nos permite vislumbrar por un instante, un destello de los misteriosos mecanismos del lenguaje.

 (¿Continuará?)

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domingo, 3 de septiembre de 2023

De ollas y sopas

En mis viajes por los libros de este verano he encontrado varias joyas léxicas de esas que tanto me deleitan y regocijan. Ya saben ustedes, palabras que me llaman la atención de tal manera que me resulta imposible dejarlas pasar, leerlas y olvidarlas. 

Todo lo contrario: como quien no resiste la tentación de comprar un souvenir cuando hace turismo, yo "adquiero" esas palabras, me las llevo conmigo. Después intento saber de ellas todo lo que esté a mi alcance; a continuación las coloco en las estanterías de mi cabeza, y a partir de entonces espero la oportunidad de mostrarlas en alguna conversación. Esto no siempre es fácil, claro, pero no me arredro.

Y mientras sí o mientras no, las traigo aquí —qué mejor manera de disfrutarlas— con el deseo de que a ustedes también les resulten interesantes o curiosas.

Una de estas palabras es pampirolada, que no sé a ustedes, pero a mí me parece graciosísima.

Una pampirolada es una una tontería, una sandez, y también algo insustancial, una insignificancia, porque  originalmente la pampirolada es una exigua sopa hecha con agua, ajo y pan. Vamos, un aguachirle, o "aguachirri", como se dice por aquí. 

Lo cierto es que esta palabra estupenda sí que podemos emplearla a diario, pues a diario se oyen necedades, memeces y patochadas. Pampiroladas por doquier. 

Otra de las palabras que he adquirido este verano es cárcava, que suena algo siniestra, ¿no les parece? A mí me lo pareció desde el primer momento, antes de saber lo que significa, y miren ustedes por donde, resulta  que una cárcava es un hoyo para enterrar un cadáver.

Según nos explica nuestro viejo amigo Corominas,  cárcava es una variación de cárcavo, que a su vez es una alteración de cácavo, del latín caccabus, procedente del griego kákkabos, y que significa olla o cazuela. La relación parece clara: una olla es un recipiente cóncavo y un hoyo es una concavidad en la tierra.

Quizá se están preguntando ustedes, como me lo pregunté yo, si caccabus será el origen de cóncavo. Debería serlo, desde luego, para redondear la cosa, pero no lo es. Porque cóncavo deriva, qué desilusión, de concavus.

Y quizá a ustedes, como a mí, la olla les haya hecho pensar en la hoya, que es también una concavidad en la tierra. O sea, un hoyo. Lo curioso es que el diccionario señala que una hoya es específicamente un "hoyo para enterrar un cadáver". Es decir, que en última instancia, la olla y la hoya son la misma cosa.

Todo esto me hizo pensar que "olla" y "hoya" debían tener su origen en una misma palabra, es decir, que derivarían de un mismo término. Pero aquí tampoco acerté, porque sus orígenes son bien dispares, ya que olla deriva de olla, tal cual, mientras que hoya procede de fovea. 

En fin, ya ven ustedes que en este caso se me fue un poco la olla.

Sin embargo, esta palabra nos ofrece aún otro dato curioso. Como ya hemos dicho, la cárcava tuvo también la forma "cárcavo". Y resulta que de cárcavo se pasó a "cárcamo", de donde derivó "carcamal", es decir, aquel que, por decrépito y caduco, parece ir camino del cárcamo.

Así se ve cómo las palabras se mezclan entre sí, se combinan, se complementan y se enriquecen unas a otras,  cual si fuesen ingredientes de una sopa. Pero de una sopa con mucha sustancia. Nada de pampiroladas. 

 

pixabay.com pot


jueves, 27 de julio de 2023

Pensamientos greguerescos

(Divertimento veraniego)


La t es la l con pajarita

 *

La q es la p cuando se mira en el espejo

 *

La guitarra es un fusil que dispara balas musicales

 *

 Cuando el viento sopla los árboles le hacen cosquillas al cielo

El televisor es la jaula en la que habita la realidad domesticada 

A la misa del gallo van las gallinas de luto

*

Los bebés son personas de repuesto 

*

El calamar se defiende pintando acuarelas

Las dunas del desierto se desplazan a lomos de los camellos

*

Quizá el sentido de la vida consista en buscar el sentido de la vida

*

Un suspiro es el espíritu de un recuerdo 

*

Las vías del tren son las cremalleras del campo

 ***



httpswww.anipedia.netmundo-animalcamello



lunes, 26 de junio de 2023

Yo inventé los blogs

Juguetes del viento acaba de cumplir un año más, quince nada menos, y para celebrarlo he querido recordar esta entrada que se publicó originalmente el 2 de junio de 2011. También quiero manifestar mi más profunda gratitud a los lectores que me acompañaron en etapas anteriores y a los que siguen acompañándome hoy.


Yo inventé los blogs

Bueno, no es eso exactamente.
En realidad debería decir, para ajustarme más a la verdad, que yo deseé los blogs antes de que estos se inventaran.
Porque cuando yo era adolescente, preadolescente incluso, imaginaba -o deseaba- un lugar donde uno pudiera escribir cosas y otras personas pudieran leerlo.
Sí, claro, existían los periódicos, las revistas y los libros, pero eso era inaccesible para la gente normal y corriente y sobre todo para los niños.

Lo que yo anhelaba era un lugar, un medio, donde pudiera escribir cualquiera, por ejemplo yo, y que fuera público. Un sitio donde hablar de lo que a uno le interesaba o le gustaba; de lo que uno pensaba sobre cualquier asunto, o contar algo interesante que nos hubiera pasado; algo que fuera importante para nosotros…


Y pensaba y pensaba qué sitio podría ser ese, cómo se podría llevar a cabo lo que yo imaginaba. Pero no se me ocurría nada que no fuera lo que ya existía, y que, efectivamente, no estaba a mi alcance.

Por aquel entonces yo me conformaba –qué remedio- con escribir para mí misma: un diario para las cositas personales, y una libreta donde apuntaba otras cosas que sí me hubiera gustado "publicar". Por ejemplo, juegos de palabras que se me ocurrían; cuentecillos y sobre todo, errores de expresión encontrados en diferentes medios o curiosidades lingüísticas escuchadas por aquí y por allá.

Recuerdo, por ejemplo,  haber anotado una frase que oí en una película, en la que unos amigos iban a un restaurante y decía uno de ellos: “Vamos a ordenar una pizza”. Y  a continuación de la frase yo comentaba que deberían haber dicho “vamos a pedir una pizza”, y que sin duda se trataba de un error de traducción.
Ya se sabe: el repipi no se hace; nace.

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De manera que para dar rienda suelta a mi vocación de correctora repelente, de cansina notaria de lo cotidiano y de narradora pretenciosa, lo único que podía hacer era esperar a ser mayor, estudiar periodismo y, cuando trabajara en un periódico o una revista, escribir artículos sobre esas cosas.
O, directamente, hacerme escritora (risas).

Por supuesto, estamos hablando de la era paleozoica, de modo que los ordenadores no eran todavía, ni mucho menos, de uso doméstico, y de internet no conocíamos ni el nombre.

Durante un breve espacio de tiempo, pude en cierto modo dar satisfacción a esos anhelos míos de escribir cosas y que aparecieran en algún sitio. Fue cuando algún profesor del instituto, con mucha voluntad y pocos medios, puso en marcha una revista. Y allá que fui yo a contribuir con articulillos y comentarios.
La experiencia no duró mucho, pero sirvió para que me diera cuenta de una cosa: aquello no era lo que yo buscaba.
No. Seguía sin saber qué era, en qué consistía lo que yo soñaba, pero no era una revista de instituto.
Era otra cosa. Tenía que haber otra cosa.

Y ahí me quedé, en ese anhelo, en ese echar de menos algo que no sabía qué era pero que, estaba segura, tarde o temprano tendría que aparecer.

Hasta que un buen día, ya en el siglo XXI, y ya con internet en nuestras vidas como elemento cotidiano, oí hablar de los “diarios online”, de los weblogs y de los blogs.
 Al principio no sabía muy bien qué eran realmente, pero cuando lo comprendí y empecé a ver algunos me dije: ¡Tate! Ahí está. Eso era.

Y efectivamente, eso era.

Lo que hoy llamamos blogs tan alegremente, que consideramos algo de lo más normal y que está al alcance de cualquiera, es aquello con lo que yo soñaba, lo que yo esperaba, aunque no supiera ni cómo denominarlo.

Y es que como todos somos humanos y todos tenemos los mismos sueños y las mismas necesidades, no hay más que esperar –con paciencia, eso sí- a que alguien invente o dé forma a lo que otros solo podemos intuir vagamente.

Y siempre ocurre. Siempre hay alguien que, tarde o temprano, es capaz de hacer realidad lo que para otros no es más que una mera fantasía, una ilusión sin sustento.

Demos gracias por ello.


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