lunes, 25 de diciembre de 2017

Que hablen ellos (como es tradición)


Como saben ustedes, este blog, que ya tiene edad suficiente para eso, tiene sus propias tradiciones.  Una de ellas, apropiada para estos días en que un año termina y otro empieza,  consiste en invitar a unos amigos sabios a que  pasen por aquí y nos dejen unos pensamientos edificantes, algunas ideas interesantes sobre la vida, sus placeres y sus encrucijadas.

En anteriores ocasiones, los amigos que han venido nos han hablado, por ejemplo, sobre el papel fundamental que tienen las palabras en nuestra vida; o sobre la felicidad; o sobre los placeres sencillos, la confianza en el porvenir, etc.
Esta vez han venido algunos habituales, como Stevenson, Stefan Zweig  y Sándor Márai, además de Patrick Modiano, Tolstoi y Leon H. Vincent. Y todos ellos nos traen interesantes reflexiones sobre algo tan complejo y tan esencial para el ser humano como son las relaciones personales.

Ya sean relaciones de amistad, de amor, de familia, o los contactos casuales y fugaces que se establecen cada día, las personas estamos constantemente tratando con otras personas, relacionándonos unos con otros, en una cadena sin fin.
Y esta cadena, claro, a veces se enreda y cruje, se atranca y funciona mal.
Pero de una forma o de otra, siempre sigue en marcha. Porque, como nos dice Patrick Modiano, no podemos vivir aislados, o al menos no por mucho tiempo, porque si no, nos sentiríamos perdidos, como en un inmenso océano y sin rumbo:


En esa vida que, a veces, nos parece como un gran solar sin postes indicadores, 
en medio de todas las líneas de fuga y de los horizontes perdidos, nos gustaría dar con puntos de referencia, hacer algo así como un catastro para no tener ya esa impresión de navegar a la aventura. Y entonces creamos vínculos, intentamos 
que sean más estables los encuentros azarosos.

-Patrick Modiano. En el café de la juventud perdida (2007)-


Pero  por supuesto, no puede haber ninguna relación verdadera ni podemos ser felices si no nos apoyamos en sentimientos sinceros:


La verdad hacia el sentimiento, la verdad en una relación, la verdad 
hacia tu propio corazón y tus amigos, nunca simular o falsificar la emoción: 
ésa es la verdad que hace posible el amor y feliz a la humanidad.

Robert Louis Stevenson. “El Dorado” (1881)


Por su parte, Sándor Márai plantea que las relaciones entre las personas también están regidas por ciertas leyes; que algo tan serio como una relación importante no se forja de manera casual, sino que, aunque no nos demos cuenta, ese proceso tiene su camino y su momento, como lo tienen todos los elementos del universo aparentemente caótico en el que vivimos:


… a las personas no solamente las atan las palabras, los juramentos y las promesas […] Hay algo diferente, una ley más severa, más dura, que determina si dos personas 
están ligadas o no […] Dos personas no pueden encontrarse antes de estar maduras para su encuentro. Maduras no desde el punto de vista de sus inclinaciones y sus caprichos, 
sino en su fuero más íntimo, obedeciendo la ley irrevocable de sus destinos, de su estrella, de la misma manera que se encuentran dos astros en la infinitud del universo, 
con una exactitud perfectamente determinada, en el instante previsto, en el instante que pertenece a los dos, en la infinitud del espacio y del tiempo.

-Sándor Márai. La herencia de Eszter (1939)-


Y quizá esas leyes naturales que gobiernan las relaciones tengan algo que ver con la reflexión de Leon H. Vincent, que se refiere a la imposibilidad de que un número muy elevado de amigos puedan ser amigos verdaderos. Y no porque esas personas no sean buenos amigos en potencia, sino porque las relaciones verdaderas exigen cierto tiempo y dedicación; requieren que les prestemos un poco de atención, porque son como una planta delicada, que si la descuidamos se marchita. Y nos resultará imposible prestarles esos cuidados si el jardín es excesivamente grande.


Este particular genio ejemplificaba la desgracia de tener demasiada facilidad 
para establecer esas relaciones que quedan a medio camino entre el trato ocasional 
y la amistad. Por darle a la cuestión forma de paradoja, tenía tantos amigos 
que no tenía ningún amigo. Quizás esto sea injusto, pero la amistad conlleva 
un toque de celos y exclusividad.

Leon H. Vincent. El bibliótafo (1898)


Pero, como decíamos al principio, las relaciones son complicadas y no es difícil equivocarse. Porque los seres humanos somos complicados, y con frecuencia no somos conscientes de que las relaciones no siempre significan lo mismo para las dos partes; es decir, no siempre tienen la misma importancia o la misma trascendencia para unos y otros. Por eso hay que tener en cuenta los sentimientos ajenos cuando tomamos decisiones que afectan a otros, si no queremos que esa decisión se convierta en un quebranto para ellos:


Un adulto tiene que pensar, antes de inmiscuirse en un asunto, hasta dónde está dispuesto a llegar.  No se juega con los sentimientos ajenos. Lo admito, usted encandiló 
a esa buena gente llevado por los motivos más nobles y honrados, 
pero en nuestro mundo no importa si uno actúa con dureza o timidez, 
sino sólo lo que al final se consigue o se provoca.

Stefan Zweig. La impaciencia del corazón (1939)

  
Por último, Tolstoi nos muestra que la felicidad, la nuestra y la de los otros, no tiene más secreto que el amor. Porque el amor y la entrega que ofrecemos a otras personas produce a su vez amor hacia nosotros.
Sin duda amar es más fácil que lo contrario, seguramente porque estamos hechos para eso.


Parecía tan difícil vivir mal y tan fácil amarlos a todos y ser amada… 
Todos eran tan buenos y tan dulces conmigo […] “¿Por qué son todos 
tan buenos conmigo? ¿Qué he hecho para merecer un amor así?”, 
me preguntaba. […] Ahora me parecía claro lo que antes 
me había parecido confuso. Sólo ahora entendía por qué él solía decir 
que la felicidad consistía en vivir para el otro, y me sentía 
completamente de acuerdo con él.

Lev Tolstoi. La felicidad conyugal (1859)

 

Yo les deseo a todos ustedes un año lleno de relaciones felices, y espero que sigan haciéndome feliz a mí con su presencia. 
Muchas gracias por todo.


jueves, 14 de diciembre de 2017

Tres historias navideñas aproximadamente



En bicicleta por la ciudad 

A esa hora de la noche  la ciudad ya estaba desierta.
El muchacho pedaleaba por la interminable avenida bajo estrellas y guirnaldas de colores.
De pronto escuchó tras de sí, aún lejos, el ruido de una moto.
Se acercó a la acera todo lo que pudo, y de manera inconsciente aceleró el pedaleo.
La moto siguió acercándose, y justo en el momento en que llegaba a su altura el muchacho notó un roce en la espalda, como si el motorista le pasara la mano por encima de la cazadora.
En ese instante estuvo seguro de que quería tirarlo al suelo, pero la moto pasó de largo sin más.
El muchacho de la bicicleta pensó entonces que tal vez fuera un conocido que había intentado saludarlo. O algún sentimental imprudente que quería desearle una feliz Nochebuena.
Al llegar a su casa dejó la bicicleta en el patio y subió a su habitación.
Y entendió lo que había ocurrido al ver el desgarro que cruzaba la espalda de la cazadora. 


*** 

Fuensanta

A Fuensanta no le gustaba diciembre, porque las calles y los escaparates decorados hacían que se sintiera aún más sola. Pero no tenía más remedio que salir cada tarde para tirar la basura. Y a veces, de paso, iba a misa.

Salió del portal y al volver la esquina se detuvo un momento delante de un cartel que habían  pegado en la fachada. Era uno de esos carteles en los que se pide ayuda para encontrar a alguna persona desaparecida.
Fuensanta contempló la foto: era un hombre joven y de aspecto agresivo. Y entonces, hablando para sus adentros, como les hablaba a los santos de la iglesia, la anciana dijo:
-Todo el mundo tiene a alguien que lo eche de menos. Hasta un tipejo como tú, un ladrón cobarde y miserable, que se mete en las casas de mujeres indefensas para robarles su pobre paga de Navidad...

Fuensanta caminó unos pasos más hasta el contenedor y tiró la bolsa con su escasa basura diaria: unas mondas de patata, una cáscaras de huevo, unos huesos…

***


Los tiempos cambian

A Nicolás no le gustaban los cambios. Era muy tradicional y las novedades le causaban ansiedad. Pero sabía que los tiempos cambian y que hay que adaptarse, sobre todo si eres autónomo y tienes una empresa que sacar adelante.
De modo que aunque le costó desprenderse de su antiguo vehículo, al que le tenía mucho apego, no dejaba de reconocer que la nueva furgoneta de reparto, roja y blanca, era un primor.
Cuando se sentó al volante por primera vez se sintió raro, como aprisionado. Pero en seguida vio que los asientos eran más cómodos, y que en cuestión de estabilidad y seguridad no había comparación. Ahora sí que podría hacer sus entregas con toda  puntualidad sin temor a los vaivenes ni los derrapes.
Eso sí, lo que nunca podría superar la furgoneta era la estampa clásica del trineo y los renos recortados contra la luna.


Santa trineo luna

sábado, 2 de diciembre de 2017

¿Quién soy?


Hoy quiero proponerles a ustedes un nuevo juego, uno de esos entretenimientos literario-festivos con los que de vez en cuando nos deleitamos aquí. Bueno, yo me deleito, claro, y por eso espero que ustedes también.

Esta vez creo que la cosa les parecerá bastante sencilla. Al menos en cuanto al planteamiento, pero creo que en su resolución también.

Se trata de intentar identificar a tres personajes literarios, para lo cual tendrían ustedes que  leer los tres textos que les presento a continuación, uno para cada personaje. 
Son textos escritos por mí, planteados como si fuesen palabras de esos personajes, como si ellos hablasen de sí mismos. Por lo tanto, de lo que cuentan sobre su personalidad y sus circunstancias podrán ustedes inferir de qué personaje se trata.
Por supuesto son muy populares y  todos los conocemos, incluso aunque no hayamos leído las obras a las que pertencen.

Si les parece interesante el juego, espero sus respuestas, como de costumbre, en los comentarios. Yo no diré, claro está, si van acertando ustedes o no. Las soluciones las daré, también en los comentarios,   dentro de doce días, es decir, el miércoles 13 de diciembre.

Y sin más,  ésta es la información que cada personaje nos da sobre sí mismo: 


Personaje 1:

Yo soy una persona sencilla, del campo, que no se complica la vida. A mí que no me vengan con cuentos de poetas ni cosas de esas espirituales. Eso son tonterías de gente que no tiene nada que hacer. Conozco yo a uno que… bueno, yo creo que no está bien de la cabeza. Pero me cae bien, esa es la verdad. Tendrá sus rarezas, pero es buena persona. Y muy listo, ¿eh?,  al contrario que yo, que soy un tarugo, lo reconozco. El caso es que me gusta salir con él  por los campos, porque me habla de cosas que a mí nunca se me habrían pasado por la cabeza. Tengo que ir cuidando de él, eso también es verdad, porque con lo despistado que está y lo endeble, de cuerpo y de sesera, no sé cómo no se ha matado ya. Pero el caso es que él también me ayuda a mí, sin darse cuenta, porque creo que desde que me junto con él soy mejor persona. 

***
Personaje 2:

Mi padre era un científico adelantado a su época. Estaba al tanto de los últimos descubrimientos y trabajaba para perfeccionarlos. Por desgracia yo no heredé su inteligencia, y cuando vio que yo no era como él hubiera querido, como él había soñado, me rechazó sin miramientos. Es verdad que soy un manazas, pero eso no es culpa mía. 
Nunca superé el rechazo de mi padre, así que he sido siempre un infeliz. Y por eso en cuanto tuve ocasión me escapé de casa y me fui por esos mundos, lo más lejos posible. Necesitaba encontrarme a mí mismo, saber quién soy.

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 Personaje 3:

Algunos dicen que soy un niño mimado, un hijo de papá que no sabe lo que quiere. Un veleta. Un impredecible. Pero es que mi familia es muy rara. Mi padre murió, y mi madre se se volvió a casar, casi enseguida y además con un impresentable. No sólo no lo soporto sino que sospecho de él. Creo que él es el responsable de la muerte de mi padre, que lo planeó todo para quedarse con todo, incluida su esposa. Y con estos pensamientos me estoy volviendo loco. Creo que tengo una depresión, porque he pensado suicidarme, y además últimamente he tenido alucinaciones… Pero no me atrevo a contárselo a nadie, porque con la fama de descentrado que tengo nadie me creería…

***


Como siempre, los espero a ustedes  aquí detrás,  en el saloncito de los comentarios. ¡Gracias!



casa Mark Twain