Hace unos meses un amigo me preguntó si yo llevaba un
registro de lecturas.
Al contrario que él, yo nunca he tenido esa costumbre, ni siquiera lo había pensado nunca. Tampoco, hasta
ese momento, se me había ocurrido qué utilidad podían tener esos listados de libros leídos, aparte del mero
recordatorio que suponen.
Sin embargo, a partir de entonces he ido pensando que tales listas pueden ser un aliciente, una
forma de motivarse, si se necesita, para leer más: ir añadiendo títulos a la lista puede crear el
deseo de aumentar el número de títulos leídos cada mes o cada año, o, en
cualquier caso, la intención de no leer menos que el año
anterior. Además, tengo la sensación de que el registro de los títulos puede
darnos una mayor conciencia de lo leído, lo cual me parece una razón excelente
y suficiente.
La cuestión es que después de aquella conversación mi
forma de ver el asunto cambió un poco, y sentí que en verdad me gustaría tener
anotados los libros que había leído en años anteriores. Me pareció que me
habría gustado saber concretamente no cuántos sino cuáles habían sido, ver
en qué orden los leí y cuánto hacía que los había leído.
Y entonces, como
casualmente era el mes de diciembre, decidí que a partir de enero anotaría los
libros que fuese leyendo durante este 2019, aunque sólo fuese por la curiosidad
de adoptar una nueva costumbre librera. Y además decidí hacer también un recuento
de los leídos durante 2018, intentando recordar
todos los que me fuese posible.
De modo que empecé anotando el que estaba leyendo en
esos días de finales de año, y fui haciendo memoria, y repasando mis
estantes y el cuaderno donde a veces tomo notas durante las lecturas. Así
conseguí recordar treinta títulos, y no creo que me faltasen muchos; uno o dos,
quizá, tres como máximo, porque, como ya he comentado aquí otras veces, soy una
lectora muy lenta y no creo que en un año llegue a leer muchos más de treinta
libros (sin contar, claro está, los que traduzco).
Así que ahora tengo una lista de lecturas ya cerrada y otra
en curso, que por ahora consta de sólo 16 títulos. Aunque teniendo en cuenta que
uno de ellos tiene 800 páginas, podría contarlo como cuatro, ¿no?
Bromas aparte, dándole vueltas a todo esto, pensé que quizá tuviera más sentido hacer estas listas al inicio de nuestra trayectoria como lectores,
porque así, al cabo del tiempo, se puede observar cómo han ido evolucionando
nuestros gustos, nuestros intereses y la complejidad y variedad de los libros y
los temas elegidos en cada momento, lo cual me parece interesante.
Pero después pensé que incluso ahora, cuando nuestros gustos y
criterios ya están formados, es muy posible que en cualquier momento nos
abramos a posibilidades nuevas, al descubrimiento de
culturas, estilos, géneros y autores a los que hasta ahora no hemos dedicado
nuestra atención. La literatura, como el arte en general, no tiene límites, y
nunca sabemos qué nuevos tesoros pueden atraernos cuando menos lo
esperemos.
Es obvio que yo, como sin duda también ustedes, recuerdo sin necesidad de listas ni de verlos físicamente, los libros que han sido más
importantes para mí: aquellos que me han revelado algo, que me han enseñado, o
emocionado, o consolado; los que me han hecho meditar o reír; los que me han hecho
compañía de esa forma única en que nos acompañan los libros; los que me han
llevado a pensar en personas concretas; los que me han servido de escudo protector…
en fin, los que de una manera u otra me han dado alegría y felicidad, emocional
o intelectual. Pero, como dije antes, no estaría mal saber en qué momento
concreto los leí, en qué año, y junto a cuáles otros. Porque quizá una lista de lecturas pueda ser también una especie de diario, en el que los títulos de los libros leídos nos traigan a la mente las circunstancias biográficas en que los leímos.
No sé si cuando, al cabo de un tiempo,
repase estas listas que he empezado a
hacer ahora, me alegraré de tenerlas, o si simplemente dará igual porque
recordaré, sin necesidad de leer los títulos, cuáles han tenido verdadero
sentido para mí y por qué.
Y tampoco sé si a mí este registro de lecturas me
servirá, como decíamos al principio, para leer más o para afianzar mejor las
lecturas.
Lo que sí sé es que, de momento, me resulta divertido y me hace pensar, y eso también
me parece razón suficiente.