domingo, 24 de junio de 2018

Resurrectos

Cuento

 
En aquel pueblo ocurría algo muy bonito y misterioso, y es que durante un día a la semana los muertos volvían a la vida.
Y lo mejor de todo es que no volvían corruptos y agusanados y con la ropa descompuesta,  como habría sido de esperar, sino todo lo contrario: como seres angelicales, limpios, bellos y elegantes. De hecho, algunos ganaban mucho con esta especie de resurrección semanal.

El caso es que cada domingo por la mañana aparecían en las calles los hermosos muertos vivientes, los dulces ángeles de ultratumba,  que paseaban por el pueblo rodeados de  un hálito de bondad y alegría. Y era digno de ver cómo los vecinos salían de sus casas a recibirlos emocionados, y cómo los muertos visitantes los abrazaban y se iban con sus familiares a pasar el día.
Después, al caer la medianoche, el prodigio llegaba a su fin, la magia ultraterrena se acababa y los plácidos difuntos simplemente desaparecían.

Cuando empezó a ocurrir esto nadie se explicaba a qué podría deberse,  y se hicieron muchas preguntas y se plantearon muchas teorías. Después, poco a poco todos se fueron acostumbrando al milagro y empezó a darles igual la causa. Por último, comprendieron cuál era el mecanismo que lo provocaba, aunque no su funcionamiento, pero seguía dándoles igual.

Como era algo tan fabuloso decidieron que había que guardar el secreto,  que aquella maravilla no se conociese más allá de las fronteras del pueblo. Porque si se supiera, todo el mundo querría ser enterrado allí y los jóvenes del lugar no darían abasto para seguir produciendo aquel prodigio.
Porque, en efecto, eran los jóvenes los que hacían posible ese asombroso y dominical regreso del más allá.

Las noches de los sábados los alumnos del instituto tenían poco que hacer y pocos sitios a donde ir para divertirse. En el pueblo había un cine, una cafetería y un pequeño restaurante. Así que el recorrido habitual era ir  a tomar un refresco a la cafetería, después a ver una película y después al restaurante a comer hamburguesas. Pero pasada la hora de la cena se quedaban sin lugares en los que seguir todos juntos, creando su mundo propio, ajeno al mundo de los adultos, al que aún no pertenecían, y al de la infancia, al que ya habían dejado de pertenecer.

Así que hubo un momento en que los más decididos empezaron a quedarse los sábados por la noche en las afueras del pueblo, en los alrededores del cementerio. Allí, arrebujados en la oscuridad y el silencio, encendieron sus primeros cigarrillos, probaron sus primeras bebidas alcohólicas, y empezaron a probarse unos a otros. Era la primera generación de jóvenes de aquel pueblo que tomaba aquellas costumbres, pero hasta en los lugares más apartados y más anclados en la tradición ocurren cosas nuevas alguna vez. 

Después de los primeros acercamientos tímidos, los más apasionados empezaron a apartarse de sus compañeros en busca de rincones más íntimos. Y como no hay nada más íntimo, silencioso y privado que un cementerio,  una pareja pionera comprendió que sólo al otro lado de la tapia podrían estar completamente solos. Y así fue durante un breve tiempo, hasta que otros cuantos, y después todos los demás, decidieron que aquello era una idea estupenda y la adoptaron también.

Dicen que lo contrario de la muerte es la vida, pero no es así. Lo  verdaderamente opuesto a la muerte es la pasión. Y si la muerte pone fin a la vida y la pasión, lo mismo ocurre al revés: la vida y la pasión ponen fin a la muerte. Así que cada vez que los jóvenes dejaban fluir la vida y la pasión por entre las tumbas, aquella energía vital y amorosa ponía fin a la muerte que allí reinaba: por cada pareja que se amaba en aquel camposanto un alma allí enterrada volvía a la vida, convertida por un día en  un bello zombi del amor. 


Pere Lachaise cemetery, Paris.



viernes, 15 de junio de 2018

Diez


En estos días Juguetes del viento cumple diez años.
Tal vez tendría que decir que no me parece posible, que no lo hubiera imaginado, etc. Pero lo cierto es que no me sorprende, porque este blog, creo que ya lo he dicho alguna vez, se convirtió muy pronto en parte natural de mi vida cotidiana y de mi persona.
 
Sin embargo, a pesar de esto,  he de decir que durante los últimos meses he pensado en varias ocasiones que quizá fuera hora de dejarlo. Y es que tenía la sensación de haber perdido, como el clásico, "la capacidad de pensar y hablar coherentemente sobre ninguna cosa". 
 
Supongo que esto ha sido una especie de resfriado anímico, causado por la falta de tiempo y el cansancio mental, que me ha tenido temporalmente acobardada. Pero como dijo el filósofo, “una mala tarde la tiene cualquiera”, y aunque no sé si podré pensar y escribir con coherencia, al menos tengo ganas de intentarlo. 
 
Además, cuando comenté con un par de amigos, por separado, esta idea de dejar el blog, los dos tuvieron reacciones semejantes al respecto, con palabras muy sabias que venían a decir, más o menos, “déjate de tonterías y ponte a escribir”.  Alentador, sin duda.
 

Bromas aparte, lo más alentador, y lo más emocionante, de todo lo relacionado con este blog es el hecho de que haya personas que me acompañan desde el principio, desde las primeras entradas; y que haya otras que lleven ya varios años viniendo a leer y a dejarme sus opiniones; y que sigan llegando de vez en cuando lectores nuevos, algunos de los cuales se convierten en habituales, para enorme satisfacción mía, o que se añaden al lindo mosaico de los seguidores.

Aunque no es la cantidad lo que me importa, ya lo saben ustedes porque siempre lo digo: es la calidad, humana e intelectual, de los lectores de Juguetes del viento lo que yo más aprecio y valoro.
 
En fin, el caso es que poquito a poco hemos llegado al décimo aniblogsario, y como esto es algo que, aunque no me parezca raro, sí lo considero digno de celebración, he pensado que para ello, además de seguir escribiendo nuevas entradas, me gustaría volver a publicar de vez en cuando algunas de las que han ido apareciendo en el blog a lo largo de todo este tiempo. No en la barra lateral, donde tenemos el gadget “Hoy recordamos”  desde el octavo aniversario,  sino aquí, en  primera línea de blog, esperando, por supuesto, que a quienes me acompañan desde hace más tiempo les apetezca recordar entradas que quizá en su momento les gustaron; y que a quienes me acompañan desde hace menos les agrade conocer algunos de los textos que han ido conformando la historia de Juguetes del viento.
 
Y como siempre, lo más importante es expresarles una vez más mi mayor agradecimiento a todos los lectores del blog. Porque ustedes inspiran, divierten, enseñan. Y porque es una alegría y una emoción verlos llegar cada vez con sus palabras y sus ideas, siempre generosas, amables e interesantes.
Y por esto, ya lo saben, yo los llevo a todos en el corazón.


domingo, 3 de junio de 2018

¿Quién soy? (Actualizado)



Quizá recuerden el juego que hicimos hace unos meses. Se trataba de que intentaran adivinar ustedes unos personajes literarios a partir de las pistas que yo les daba, en forma de una imaginaria descripción de sí mismos que hacían dichos personajes .

 Hoy les propongo una nueva edición de este juego, y para que resulte más emocionante, los comentarios serán invisibles, para que los jugadores no se influyan unos a otros en sus respuestas.

Así pues, espero que les apetezca jugar y  participen ustedes con la sagacidad y el salero que les son propios.

Son tres personajes literarios muy conocidos, y esto es lo que cada uno nos dice de sí mismo:


Personaje 1.  

Soy un hombre corriente, común, que tiene un trabajo común y corriente.  Un hombre que vive con su familia corriente en una vivienda común.
Mi jefe es un hombre desconsiderado y explotador, pero no puedo permitirme dejar el trabajo. Con mi sueldo ayudo a mantener la casa y la familia, y eso es muy importante para mí: no soportaría convertirme en un parásito. 

En fin, soy una persona normal, como tantas otras, y  sin embargo, desde hace unos días, me siento un bicho raro.  Ya no me gustan las mismas cosas que antes, tengo intereses nuevos… he cambiado. Mis padres y mi hermana lo han notado, y no saben qué hacer conmigo. Siguen tratándome bien, pero creo que ya no me quieren, y yo no quiero ser una carga para ellos. Prefiero desaparecer…

***

Personaje 2. 

Soy culto, educado, elegante. He vivido mucho, así que tengo mucha experiencia y conocimiento de la vida. Sí, soy bastante mayor, es verdad, pero aparento mucha menos edad de la que tengo.

Sin embargo, a pesar de todas estas cualidades, no tengo amigos, soy un solitario. Sé que la culpa es mía, porque mis costumbres y mis gustos no encajan con los de la mayoría de las personas.
Prefiero, por ejemplo, dormir durante el día y hacer más bien vida nocturna.  Las últimas horas del día, son más tranquilas y seguras. Por lo menos para mí.
También soy muy estricto y peculiar en cuanto a mi dieta, y sé que eso no favorece precisamente las reuniones sociales.

He tenido varias novias, pero nunca me han durado mucho, y quizá por eso tengo mala fama. Parece que nadie se fía de mí, y comprendo que vivir en una mansión y pertenecer a la aristocracia no me ayuda a caerle bien al pueblo llano.
Ahora estoy planeando hacer un viaje a Londres, para cambiar de aires y ver cómo anda el mundo últimamente. 


***

Personaje 3.  

Cualquiera podría pensar que soy una persona feliz, porque siempre estoy sonriendo, pero eso es sólo que tengo esa cara, risueña y expresiva. En realidad trabajo todo el día y todos los días. Y además tengo que compartir la casa con mis compañeros. O sea, que no tengo vida privada y ellos son las únicas personas con las que trato. Menos mal que por lo menos son todos muy agradables. Bueno, todos menos uno que está siempre protestando por todo. En fin, ya ven que mi vida no es precisamente un cuento de hadas.
Pero no puedo quejarme.

Bueno, en realidad también conozco a una joven, una muchacha encantadora. Es muy bonita, dulce, trabajadora… Nos llevamos muy bien y es  muy amable conmigo, pero sé que eso no significa nada, porque en realidad ella es muy amable con todo el mundo. No, no me hago ilusiones, yo no soy el tipo de hombre que gusta a las mujeres. Y además, siendo ella como es, estoy seguro de que cualquier día encontrará un príncipe azul, se enamorarán y serán felices,  comerán perdices y todo eso. Y no la volveré a ver.
Pero no puedo quejarme.
En serio, no puedo quejarme. 

*** 

Los comentarios serán visibles el próximo día 12, martes, y veremos cuántos aciertos ha tenido cada uno, y en qué personajes han pensado ustedes, que sin duda será lo más interesante. 
Hasta entonces, muchas gracias a todos.




La librería. Anton Piek, 1930