sábado, 16 de noviembre de 2013

Juntos y revueltos

Hace poco vi, por esos mundos cibernéticos, una imagen curiosa en la que sobre unos libros apilados flotaba una pregunta: si tus dos libros favoritos se mezclaran, ¿qué resultado darían?
Al principio me pareció solo eso, una idea curiosa, un planteamiento divertido, pero después resultó que no podía dejar de darle vueltas a la cuestión. Primero porque elegir solo dos libros como favoritos me parece una dificultad insalvable,  y segundo porque ante mí empezaron a revolotear, como pajarillos enamorados, varios libros que parecían tener mucho interés en tomar parte en el juego.
Prestando un poco de atención pude distinguir, en medio de ese revuelo de cubiertas y páginas batientes, unos cuantos títulos concretos, que resultaron ser estos:
-Carta de una desconocida, de Stefan Zweig
-El último encuentro, de Sándor Márai
-Mister Vértigo, de Paul Auster
-La mecánica del corazón, de Mathias Malzieu
-El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare
-El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger
-La zona muerta, de Stephen King
-El castillo de los destinos cruzados, de Italo Calvino
-Flores azules, de Raymond Queneau
-La tienda de los suicidas, de Jean Toulé
Y pude ver también cómo esos títulos se iban eligiendo unos a otros por su cuenta, se iban uniendo entre sí, se emparejaban y se abrazaban en duetos de lo más variado y dispar.
Así, por ejemplo, el libro de  Malzieu se fundió con el de Auster dando lugar a La mecánica del vértigo, y el de Zweig se mezcló con el de King convirtiéndose en  Carta de la zona muerta.
Después el de Shakespeare se combinó con el de Calvino y el resultado fue El sueño de los destinos cruzados, mientras que la novela de Márai se juntó con la de Toulé y formaron El último de los suicidas. Por último, vi cómo el libro de Salinger se mezclaba con el de Queneau y de la mezcla resultó El guardián entre flores azules.
Este baile de títulos, esta cita a ciegas de las historias, me dieron que pensar, y me pregunté una vez más si no será verdad –como venimos sospechando- que los libros tienen vida propia, que tienen cierta autonomía y que son capaces de tomar decisiones.
Y también me pareció que era sorprendente la naturalidad y la facilidad con que se mezclaban unos con otros.
Entonces, inevitablemente me pregunté: si estos títulos mezclados correspondieran a libros de verdad, si alguien los hubiese escrito alguna vez, ¿qué historias nos contarían?
Y me fui imaginando algunas.
¿Y ustedes? ¿Han observado si sus libros se mezclan, si se funden unos con otros? Echen un vistazo, porque es muy probable.



Aquí, otro experimento

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Los amores de un bibliómano



Hay libros que, como algunas personas, nos llegan al corazón un buen día y ahí se quedan para siempre.
Y esos libros, al igual que las personas, hacen que algo cambie en nosotros, para bien, por lo que nos aportan y por el solo hecho de que antes no sabíamos de su existencia y ahora sí.
En mi caso  uno de esos libros es Los amores de un bibliómano (The Love Affairs of a Bibliomaniac, 1895), de Eugene Field, que ahora está disponible en español gracias a la editorial Periférica.
 
Yo lo leí por primera vez hace algo más de un año, en una edición original de 1896 que guardo como un tesoro.
Y mientras disfrutaba de esta obra encantadora pensaba en cuánto les gustaría a los lectores que conozco. Bueno, y a los lectores en general. Porque Los amores de un bibliómano es, entre otras cosas, un homenaje a los libros; un canto a la bibliomanía y a la biliofilia y una celebración de eso tan simple y tan difícil que es encontrarle un sentido, o más de uno,  a nuestra existencia.
Y es también un relato de amor a las personas, un reconocimiento del valor de la amistad y una extraordinaria muestra de gratitud del autor por la felicidad de la que disfrutó a través de los libros.

Dijo Oscar Wilde que si no podemos disfrutar de la lectura de un libro una y otra vez, entonces no habría merecido la pena leerlo la primera vez.
Siguiendo este pensamiento, yo puedo afirmar con total convicción que para mí mereció la pena leer este libro la primera vez, y la segunda, y todas las demás que han sido y serán.
 
Precisamente Eugene Field, por boca de su personaje, el viejo bibliómano, habla de esto mismo, de esos libros que se leen y se releen a lo largo de la vida; que están siempre a nuestro lado como los buenos amigos; que nos alegran,  que nos consuelan, que  nos esperan si nos olvidamos de ellos por un tiempo, que siempre tienen algo de provecho que decirnos y que no pretenden nada a cambio. Si acaso, la leve caricia de nuestra mano de vez en cuando.
Esos son los libros que más amamos y eso es lo que yo encuentro en Los amores de un bibliómano.

Cada vez que pienso en este libro o hablo de él, dos ideas surgen al instante: la ternura y el sentido del humor. Y si es cierto, como nos dicen, que Eugene Field puso su alma en la elaboración de esta obra, entonces no me cabe la menor duda de que fue un hombre bueno y generoso, modesto, apasionado, inteligente, divertido y sutilmente irónico; un romántico entrañable, un soñador sin remedio, atrapado  en “un placentero jardín” del que no desea escapar.  
Por ese jardín  paseo yo también en su compañía.
Si quieren venir ustedes ya verán qué hermoso es.
 
 

Eugene Field. Los amores de un bibliómano
Editorial Periférica, 2013