lunes, 15 de junio de 2015

Séptimo aniblogsario


El próximo día 18 de junio, este blog cumple siete años.

Dicen que siete años, en términos blogueros, es mucho tiempo, pero a mí no me lo parece. En realidad no me parece ni mucho ni poco, porque desde el primer momento el blog se convirtió para mí en algo natural, algo que forma parte de mis hábitos, de mi forma de vida, y por lo tanto no lo considero como algo que perdura sino algo que simplemente es.

Pero es cierto que en siete años, y en uno sólo, da tiempo a que pasen muchas cosas en la vida de una persona, y a que haya cambios, circunstancias, azares y eventualidades de todo tipo, externos e interiores, que impidan al bloguero mantener su actividad o que lo lleven a decidir que es hora de dejarlo.

También dicen que muchos blogs quedan inactivos y abandonados por falta de motivación de sus autores, y que una de las razones de desmotivación es la ausencia de comentarios, lo que normalmente se interpreta como una constatación de que el blog no tiene lectores. No tiene por qué ser así, claro: hay muchos lectores que visitan determinados blogs de manera habitual aunque nunca dejen comentarios. Pero es verdad que el no recibir opiniones, el no saber si el blog gusta o no gusta, si lo que uno escribe interesa o no a alguien, puede hacer que el bloguero se sienta como un náufrago solitario que arroja sus mensajes al mar, sin saber si llegarán a alguien o si quedarán perdidos para siempre, flotando en el oleaje infinito. 

Además sucede que el fenómeno blog, en general, como forma de comunicación, está perdiendo vitalidad, y  en este proceso de debilitamiento  tiene mucho que ver el hecho de que muchos blogueros y lectores han acudido a la llamada de otras formas de comunicación, más dinámicas, más livianas,  y que requieren menos dedicación,  como Facebook y Twitter, que tan adecuadas resultan para la era de la inmediatez y la velocidad. 


Por todo esto quiero dedicar esta entrada de séptimo aniversario a los blogueros. A los que lo han sido y ya no lo son; a los que mantienen blogs muy visitados, y a los que, con independencia de los avatares personales y del número de visitas y comentarios, conservan la ilusión por su creación, disfrutan escribiendo y siguen lanzando sus mensajes al proceloso océano de la comunicación virtual.
Y, no hace falta decirlo, a los lectores, a todos: a los casuales y a los esporádicos que nos dedican unos minutos de su tiempo de vez en cuando; a los que comentan y a los que no; a aquellos que, habiendo sido fieles al blog durante largo tiempo, un día dejan de visitarnos y cuya retirada produce una gran sensación de ausencia. Y, cómo no, a los seguidores que permanecen con nosotros durante años y que siguen ofreciéndonos, de la manera más generosa, sus ideas, sus conocimientos, su inteligencia y su humor; su fidelidad, su cariño y su gratísima compañía.


A todos ustedes, ¡muchísimas gracias!







lunes, 1 de junio de 2015

El origen del origen


Hace mucho tiempo comentamos, en una entrada titulada FOXP2, que la ciencia, poco a poco, va descubriendo detalles y pistas que algún día podrían llevar a la solución de un enigma que a mí personalmente me fascina: el origen del lenguaje humano.
En aquella ocasión hablamos de un descubrimiento relacionado con el gen FOXP2, en el que reside la capacidad fisiológica de los seres humanos para hablar.

Tiempo después, en otra entrada hablamos del misterio insondable que es el origen del lenguaje como medio de expresión oral; es decir, de cómo nacieron las primeras palabras y  la comunicación mediante sonidos articulados y con significado. 

Recientemente el profesor Miyagawa, investigador del MIT (Massachusetts Institute of Technology), ha publicado una teoría que podría explicar precisamente cómo se originó el lenguaje humano, o, dicho de modo más casero, cuál fue el germen del primer idioma.


Según la teoría de Miyagawa, el lenguaje, la comunicación mediante sonidos con significado y frases con sintaxis, se habría originado a partir de dos formas de comunicación utilizadas por ciertos animales y que nuestros ancestros homínidos compartían con ellos. Esas dos formas de comunicación animal son la emisión continua de sonidos, como una melodía, propia de los pájaros; y la emisión de sonidos aislados con significados concretos, propia de los primates.

Los investigadores explican que todo lenguaje humano está compuesto por dos estructuras, que corresponden a esas dos formas de comunicación primaria: una estructura expresiva (la expresión de la afirmación, la interrogación, la negación, etc.);  y otra léxica (la expresión de los contenidos o significados). 
 De manera  que la estructura expresiva de nuestro lenguaje tendría su origen en el canto de los pájaros, así como suena;  y la estructura léxica en los gritos con que los monos expresan amenaza, alarma, etc. Es decir, el lenguaje humano es una combinación de melodía y significado,  y a esto lo han denominado Hipótesis de la integración.
Pero ¿cuándo y cómo se produjo en los humanos la fusión o integración de estos dos sistemas de comunicación?
Los expertos no dicen por ahora más que esta integración se produjo en algún momento y por alguna razón… Vaya, qué desilusión, seguimos sin saber.

Pero yo tengo mi propia teoría sobre la mitad de este asunto, es decir, sobre la razón por la que se produjo esa integración de estructuras como primer paso hacia la conversación. Mi teoría, claro está, no es nada científica, se fundamenta exclusivamente en el romanticismo. Podríamos denominarla Hipótesis del deseo, y consiste en que fue el puro deseo de relacionarse lo que hizo que esos dos sistemas de comunicación se fundieran en aquellos lejanos parientes nuestros, los primeros humanos. Por lo tanto fue la humana necesidad de comunicarnos con el prójimo lo que hizo evolucionar el cerebro y no al revés. Es decir, no es que el cerebro se modificara, nos hiciéramos más inteligentes y esto permitiera el surgimiento de lenguaje, sino que el deseo de comunicarnos es lo que hizo evolucionar el cerebro para darnos la capacidad de comunicación.
Lo cual es como decir que es el lenguaje lo que nos hace humanos y lo que nos hace inteligentes. 
No está nada mal para algo que empezó con pájaros y monos.