jueves, 18 de enero de 2018

De cómo Pascualito descubrió que necesitaba más palabras



Un día de primavera Pascualito iba caminando, de la mano de su madre, por un paseo en el que había grandes árboles a cada lado. Después de andar un trecho mirándose los zapatos, Pascualito levantó la vista un poco, y luego otro poco, y luego del todo, hasta ver las copas de los árboles, que le parecieron gigantes.
Y al fijarse en las ramas que se estiraban hacia arriba como si estuvieran sujetando el cielo, y al ver la enorme maraña de hojas que parecían nubes verdes, Pascualito tuvo una sensación muy rara.
Si hubiera conocido las palabras adecuadas habría podido decir que se sintió abrumado. O que esos árboles enredados con el cielo le hicieron sentirse aún más pequeño de lo que era. O podría haber dicho que tuvo una sensación de infinito, o que había sentido vértigo.

Pero como no conocía ninguna de esas palabras, y tampoco era capaz todavía de comprender sus emociones, no pudo decir nada de eso.  Sin embargo, intentó expresar lo que sentía preguntándole a su madre:
-Mamá, ¿el mundo no se acaba nunca?
A lo que su madre respondió que el mundo se acaba para cada persona al morir.

Pascualito tuvo entonces otra sensación rara,  como si no hubiera preguntado lo que quería. Como si lo que decía su pregunta no fuera suficiente para que su madre lo entendiera.  Porque eso de morir ya lo sabía. Lo que quería saber ahora era si alguna vez el mundo se acabaría del todo, para todos  al mismo tiempo. Quería saber si el mundo se termina como se termina una caja de galletas; si se va gastando poco a poco hasta que se apaga, como una vela,  o si duraría para siempre.
Pero claro, Pascualito, con seis años que tenía, no podía pensar esas cosas ni decirlas. No podía decirlas ni pensarlas, pero el caso es que eso era lo que sentía.

Y así fue como comprendió que necesitaba más palabras de las que sabía, que tendría que aprender muchas más para poder decirlo todo y que los demás lo entendieran bien.
Porque también comprendió, a su manera, que las palabras, a veces, no dicen lo que queremos que digan o lo que creemos estar diciendo; que las palabras, a veces, no significan lo mismo para todos. Y eso también le dio vértigo.



Aquí, otra historia de Pascualito

22 comentarios:

*entangled* dijo...

Esa compulsión por encontrar la palabra precisa para lo que se quiere expresar, —se dice que a veces, Flaubert dedicaba días a encontrar la palabra exacta, le mot juste— puede llegar a ser obsesiva. Pascualito lleva camino de convertirse en un escritor de precisión, pero seguro que no en un académico de la RAE :)

Saludos.

Macondo dijo...

Es una monada de entrada, llena al mismo tiempo de enjundia. Me ha encantado el prometedor Pascualito con su agobio por poder expresarse.

TORO SALVAJE dijo...

A Pascualito le tocó un alma de poeta.
La sufrirá y disfrutará hasta el final de sus días.
El relato es delicioso.
Te felicito.

Besos.

Sara dijo...

He podido sentir el vértigo de Pascualito en el texto que has retratado. Cuando las palabras acuden con aparente fluidez a nuestro cerebro, difícilmente podemos entender la mudez de quien no las posee. Y sin embargo, todos somos -en según qué circunstancias- "Pascualitos" sin poderlo remediar.

Precioso cuento.

Besos.

guille dijo...

Los que en algún momento de nuestra infancia descubrimos que nos faltaban palabras para decir con precisión lo que deseábamos trasmitir empezamos una búsqueda que no tiene final.

Pascualito va por buen camino.

Soros dijo...

Pascualito tenía mucha razón. Y, lo que es más, a veces, aunque se sepan muchas palabras, un texto provoca evocaciones muy distintas según la sensibilidad de las personas que lo lean. Pero creo que Pascualito lleva un camino inmejorable.
Saludos.

Ángeles dijo...


Pues sí, *entangled*, la búsqueda de la palabra exacta puede llegar a ser obsesiva, sobre todo por la satisfacción que produce encontrarla, ¿a que sí?

Oye, me has hecho imaginar a Pascualito como académico, pero tal cual, con sus seis añitos :D

Un saludo, y gracias.


Macondo, me ha gustado eso de “una monada con enjundia” . Me lo quedo.
Pascualito se alegraría al ver que aquí lo entendeis bien ;)

Gracias!


Toro, me encanta lo que dices, “le tocó un alma de poeta” :)
Y sin duda así será: para lo bueno y para lo malo; pero estoy segura de que merecerá la pena.

Muchas gracias!
Besos.


Sara, a mí me parece que aquí somos todos un poco “pascualitos”, por eso entendemos bien sus cuitas. Y ya lo hemos dicho otras veces: qué desvalidos nos sentimos cuando nos faltan las palabras.

Besos y gracias.


Así es, Guille, una búsqueda sin fin, pero satisfactoria en sí misma.
Yo también creo que va por buen camino, fíjate.

Gracias.


Eso es, Soros, justo lo que a Pascualito le da vértigo, que las palabras no siempre dicen lo mismo para todos. Y yo creo que no es para menos.
Así que sí, lleva buen camino… o malo, según cada cuál ;)

Saludos.

JuanRa Diablo dijo...

A mi me dijo un pajarito,(que además rima con Pascualito), que esta es una historia basada en hechos reales.
¡Y cómo me ha gustado! :)

Es lógico que hasta a los niños más pequeños se les presenten dudas que no alcanzan a comprender. Imagino que el saber plantearlas, o incluso el que los adultos les escuchen o sepan responderlas, serán siempre retos peliagudos.

Y al ir conociendo palabras, muchas más palabras, van llenando la mochila de armas contra las adversidades.

Conxita C. dijo...

Un lindo cuento Ángeles y lo que hace pensar ese Pascualito con su curiosidad y querer nombrar que promete y mucho. Me gusta su manera de afirmarse mediante la palabra. He recordado esa cita de George Steiner Lo que no se nombra, no existe y la relación tan estrecha entre el lenguaje y el pensamiento.

Pascualito ha aprendido que las palabras son muy importantes pero también lo que se hace con ellas y lo que provocan en otros.

Y lo bien que se siente uno cuando encuentra la palabra acertada que estaba buscando ;)

Besos

Ángeles dijo...


Yo creo, JuanRa, que de niños se nos plantean muchísimas cuestiones que nos dan vueltas por la cabeza y que, como no sabemos exponer, se quedan sin manifestar. Y por eso muchos adultos, que ya no se acuerdan del niño que fueron, creen que los niños no piensan en cosas trascendentales, y no los toman en serio cuando, a su modo, sí manifiestan sus pensamientos.

Y sin duda, cuantas más palabras conozcamos mejor pensaremos y mejor expresaremos nuestro pensamiento. Eso también lo sabe el pajarito ése que te cuenta cosas :D

Me alegro de que te haya gustado. Gracias!


Gracias, Conxita.

Sí, el lenguaje es pensamiento y viceversa. Necesitamos primero nombrar las cosas para poder pensar sobre ellas, y necesitamos el lenguaje para poder formar nuestros pensamientos.

Y en efecto, Pascualito se va dando cuenta poco a poco de todo lo que supone el lenguaje para el ser humano, aunque seguramente no sabría expresarlo ;)

Besos.

Chaly Vera dijo...

Fui un niño de silencios, siempre pensando y entendiendo que por ser niño nadie me daría la respuesta correcta y en ese entendido callaba siempre y hoy viejo ya, sigo callando mis preguntas.

Besos

Ángeles dijo...

Creo, Chaly, que muchos adultos se asombrarían al ver la capacidad de entendimiento que tienen los niños, si se molestaran en explicarles las cosas. Claro que para eso hace falta que los adultos las entiendan también, que esa es otra cuestión.

Espero que siempre hayas encontrado por ti mismo las respuestas a esas preguntas que callas.

Gracias.

Rick dijo...

Curiosa respuesta de la madre, y también un poco tenebrista. Pero sí, eso es lo que puede pasar si no se hace la pregunta correcta. Pascualito ya se ve que lo va aprendiendo a toda velocidad. Me ha venido a la memoria la razón por la que yo me puse a leer el "Cuaderno gris" de Pla: alguien, no recuerdo si un amigo o quién, me dijo que Pla era un prodigio de la adjetivación, y yo corrí a comprar el libro. Cuando llegué a la línea en la que un lugareño pasea y "el perro le seguía, optimista", esa coma y ese adjetivo final casi me arrancan una lágrima de emoción. No sé cuántas veces me quedé releyendo esa simple, esa humilde frase.

Ángeles dijo...

Sí, Rick, la respuesta de la madre es curiosa y algo fúnebre; parece que es una persona que no se anda con remilgos. Pero Pascualito no se asusta, porque “eso de morir” ya lo sabe, y además no creo que lo entienda realmente.

Me ha gustado lo que cuentas sobre tu experiencia literaria. Es muy bonito cuando las palabras nos conmueven de esa manera, y creo que siempre que eso ocurre es con esa clase de lenguaje, sencillo y preciso.

Thanks for sharing!

Kristalle dijo...

Los niños nos sorprenden mucho a veces
Un saludo.

Ángeles dijo...

Es verdad, Kristalle, basta con prestarles un poco de atención.

Gracias por tu visita!

MJ dijo...

¡Qué bien, otro cuento de Pascualito! Es un niño ingenioso, curioso e interesante al que se echa de menos.
Creo que a todos nos pasa, tengamos la edad que tengamos, que buscamos palabras que expresen concretamente lo que queremos decir o lo que pensamos para que el otro nos entienda perfectamente. Pero, a veces, no las encontramos. Hay muchas palabras en los diccionarios, como para conocerlas todas, pero todavía nos hacen falta más.
Gracias por traernos de nuevo a Pascualito :-)

Ángeles dijo...

Qué bien, MJ que te alegre este reencuentro con Pascualito.

Sí, siempre nos faltaran palabras, sobre todo para los pensamientos y sentimientos complejos, como esos que a veces tenemos y que nos hace sentir como niños ;)

Gracias a ti, como siempre.

f dijo...

pues si, este me lo perdí por vacaciones!

Ángeles dijo...

Pero, f, a quién se le ocurre irse de vacaciones! :D

Gracias por venir.

Eme dijo...

Qué buen cuento, Ángeles. Qué claridad de palabra tenés para expresar todos los sentimientos de Pascualito, no es fácil.

Me gustó la historia, y mucho mucho cómo está contada.

Besos.

Ángeles dijo...

Hola, Eme, me alegra verte por aquí.

Muchas gracias por tus palabras, eres muy amable :)

Besos.