lunes, 3 de mayo de 2021

Tesituras libreras

Hace tiempo me preguntaron si alguna vez había abandonado la lectura de un libro; si alguna vez había dejado un libro a medias porque no me gustase lo suficiente para seguir leyéndolo.

Quizá una respuesta afirmativa a esta pregunta sea algo obvio para muchas personas, pero, en aquella ocasión, yo respondí que no, que nunca había dejado un libro a medias. Y era cierto, hasta entonces yo había sido incapaz de no terminar un libro.

Pensaba, y así lo expliqué, que si dejaba el libro nunca sabría  si podría haber empezado a gustarme más adelante. De modo que seguía leyendo, esperando un momento en que me sorprendiera con un giro inesperado, con un personaje nuevo que aportase más interés, con un ritmo más ágil... O quizá que yo misma, por alguna razón, cambiase mi forma de percibir la narración y empezara a disfrutarla.

Es decir, que nunca dejaba de darle una nueva oportunidad al libro, concediéndole más  tiempo y confiando en que a la vuelta de cualquier página asomara el entusiasmo.

Además, ahora creo que también existía por mi parte cierto temor a reconocerme como una mala lectora, como alguien incapaz de apreciar las supuestas bondades del libro, y eso no me gustaba. Parece que no me atrevía a admitir que simplemente hay libros que no tienen mucho interés, en general, o que encajan con unas personas y con otras no, aun tratándose de obras consideradas «imprescindibles».

Lo curioso es que poco después de aquella ocasión  cambió por completo mi manera de pensar sobre este asunto. Tuve que admitir ante mí misma que siempre pasaba lo mismo: si al cabo de cierto número de páginas un libro no había llegado a interesarme de verdad,  terminaba el libro de la misma manera. Es decir, que no había sorpresa a la vuelta de ninguna página, que no aparecía el personaje que hacía nacer mi interés, que no llegaba el entusiasmo.

Desde entonces no tengo problemas en no terminar un libro cuando veo que no nos llevamos bien; nos despedimos con toda cordialidad y aquí no ha pasado nada.

Sin embargo, lo cierto es que rara vez me veo en esa tesitura. Supongo que he desarrollado con el tiempo una certera intuición que me dice de manera casi infalible qué libro me va a gustar y qué libro no. Y sé que también me he vuelto  suspicaz respecto a  ciertos tipos de obras que descarto de antemano y sin pesadumbre.

Sé, en fin, qué tipo de literatura me gusta, me ilustra, me estimula, me emociona o me divierte, y es ése un jardín tan amplio y variado que podría vivir en él durante varias vidas sin llegar a recorrerlo entero.  Qué maravillosa perspectiva. 



15 comentarios:

Macondo dijo...

Me sucedía lo mismo que a ti y por motivos parecidos. No dejaba jamás de leer un libro, aunque no me interesara. Ahora no tengo inconveniente en hacerlo, aunque no sucede con frecuencia.

TORO SALVAJE dijo...

Si no me gusta lo dejo.
Y el que no me guste puede ser debido a muchas cosas.
También es cierto que selecciono con bastante eficacia y por tanto lo que leo suele gustarme.
Por ejemplo a ti.

Besos.

Albada Dos dijo...

Yo sí, si no me atrapa, es que no puedo seguir. La lectura es un vicio solitario como la escritura, y mejor que sea grato.

Un abrazo

Rick dijo...

Yo en cuestión de libros soy bastante previsible, porque leo poco (releo, más bien): solo voy a los muy clásicos o a los que me falta por leer de los escritores que ya me gustaban, y casi nunca he dejado uno a la mitad.

Pero te entiendo perfectamente, porque en cuestión de música suelo dejar muchos discos después de la tercera o cuarta canción. Y efectivamente, he seguido tu mismo camino: de joven no me atrevía (y no veas la de tochos que me he comido). Luego ya con el paso de los años te vas sintiendo más liberado, menos "culpable", y ahora no siento remordimiento alguno. Como bien dices, nos despedimos amigablemente y aqueí no ha pasado nada.

La curiosidad por una obra es lógica, sobre todo si te la han sabido vender bien. Pero luego están los gustos, y cada aficionado tiene sus autores "predestinados", por decirlo así. Cada uno es cada uno.

javierfuzzy.blogspot.com dijo...

Pues aquí servidor, después de tragarse innumerables tochos de Derecho y Judicatura, miles de páginas sobre el apasionante mundo del petróleo y sus derivados (al final me dediqué a esa cosa tan extraña...), motores e inspecciones de barcos y sucedáneos semovientes navales, he de reconocer que quedé bien vacunado ante cualquier eventualidad como la planteada por la autora de la entrada. Me lo trago todo (hasta las etiquetas de los envases de leche semi-desnatada con calcio), me guste más o menos. Dejar de lado un libro lo encuentro pecaminoso, impropio de un ser que tuvo y aun considera a la letra impresa como su mejor compañera. Aquí, como en casi todo en la vida, hay algo de trampa, y esta consiste en que normalmente elijo previamente la lectura, con lo cual evito meterme en jardines en los que no haya también alguna sombra oscura.
Saludos,

Rodión dijo...

Qué buena alegoría la del jardín variado. De estilo inglés, supongo, y no me refiero a la nacionalidad literaria sino al jardín en sí, por aquella vieja confrontación entre el estilo francés y el inglés.

Yo he leído mucho desde crío, pero así como devoraba libros con pasión, también dejaba en el camino alguno que otro cuando no me atrapaba. Es verdad que en general cuesta hacerlo, hay cierta sensación de derrota, de insatisfacción con uno mismo que es independiente de la calidad del libro en sí. Aquellos libros que te regalaban en cumpleaños o amigos invisibles, detalles acompañados de buena intención pero tan alejados de tus intereses que pesaban como losas, sobre todo cuando tienes en mente otro que de verdad te interesa leer. Nunca he sido de atacar varios libros a la vez, así que... ''No empezaré ese otro hasta terminar con este''. Y luego toca desdecirse, dejar el anterior abandonado como perro vagabundo: ''no me mires con esa cubierta, que me rompes el corazón''. O lecturas truncadas por la llegada de ese otro libro que de repente llega a tus manos... Y llega el momento simbólico de quitarles el separador, el marcapáginas, para despedirse con mala conciencia: ''no eres tú, soy yo. Encontrarás a otro lector que te merezca más''.

De todas formas, hace años que no suelo dejar ningún libro sin terminar (sobre todo las novelas), por la misma razón que comentas: una mejor elección.

Ya puestos a sacar trapos sucios, incluso recuerdo casos muy excepcionales de libros que en su día abandoné a pesar de que me estaban gustando, cuando por algún motivo forzoso tenía que estar días o semanas sin poder retomarlo: en esos casos suelo comenzarlo desde el principio, pero en alguna ocasión pospuse hacerlo y pasé a otra cosa. Estoy pensando en 'It', de Stephen King, que agarré de adolescente. Recuerdo que leí más de la mitad y estaba enganchado (a pesar de no haberlo terminado, es curioso la cantidad de detalles que recuerdo), pero por alguna razón lo dejé aparcado y así hasta hoy.

MJ dijo...

¡Qué bonita imagen la de la literatura como un jardín inmenso donde vivir!

Es infinita la cantidad de propuestas literarias, clásicas y contemporáneas, que tenemos y, por razones obvias, no podemos leernos todo. Aún así yo no suelo dejar un libro sin terminar. He tenido tochos muy pesados y me los he tenido que leer por obligación académica o autoimpuesta. Pero sí me he dejado unos pocos sin terminar. La cosa empezó en el instituto con "La Celestina", aquello fue terrible, aborrecía tanto esa obra (y aún no sé muy bien por qué) que llegaba a malestar físico el tener que retomarla para hacer el trabajo de la clase de literatura, me ponía enferma literalmente. Nunca ha vuelto a ocurrirme con ningún otro y he leído cosas peores. Nunca lo terminé, me leí fragmentos y el final... Y lo sorprende es que mi profesor de literatura dijo que mi trabajo era uno de los mejores del curso y que se notaba que me había leído el libro... Y yo me sentí fatal... además porque recuerdo que él era un hombre inteligente y yo lo admiraba.

Lo peor es que mi remordimiento por no acabar los libros, aunque no me gusten, hace que tarde mucho y no me embarque en una nueva lectura hasta que haya terminado la anterior. Admiro a las personas que pueden leerse varios libros a la vez, pero yo no puedo. Sé que me estoy perdiendo mucho... Lo más sabio es hacer lo que haces tú, elegir bien las obras, ya conociendo tus propios gustos y así no encontrarse en ese brete... Y añado yo que no juzgar nunca un libro por la portada, por el título o por la publicidad o esa especie de vídeo que te salta en las redes sociales, que parece que es el trailer de una película...

Recuerdo perfectamente los pocos que me he dejado sin terminar: "La Celestina", "La Metamorfosis" de Ovidio (¡ay! pero si a mi me gusta la mitología, sigo sin saber por qué no me gusta este libro) y uno que se llama "El Amor" de una autora francesa que me pareció infumable... Los demás, hasta el momento, todos los he terminado. Suelen gustarme, por fortuna. Pero cuando tropiezo con uno que no me gusta se me alarga...

Tengo que replantearme mi postura y abandonarlo sin remordimiento. Estoy segura que esos libros encontrarán mejor lector que yo...

Anónimo dijo...

Caray, pues sí que es común este síndrome. Aunque yo los abandono me siento un poco mal, sí.
Y luego están los abandonos "inconfesables" entre los que El Quijote es paradigmático jeje
carlos

Ángeles dijo...


Entonces tenemos experiencias parecidas, Macondo.
Gracias


Parece entonces, Toro, que aprendemos de la experiencia, como debe ser.
Eres muy amable. Gracias :)
Y besos!


Exacto, Albada. Para mortificarse ya hay otras cosas :D

Abrazo!


Rick, me parece muy acertada tu previsibilidad: releer más que leer y apostando sobre seguro. Disfrute garantizado.

Es así, parece que al principio de nuestra trayectoria como lectores nos sentimos mal por dejar un libro sin terminar, pero luego nos libramos de esa culpabilidad o esa sensación de "incapacidad intelectual" que me asustaba a mí. Nos volvemos más prácticos, supongo, o más seguros.

Me ha gustado eso de "autores predestinados". Creo que es una verdad verdadera.
Y, en efecto, como dijo aquel, "ca cuá es ca cuá" :D

Gracias.


Vaya, javierfuzzy, tú sí que eres un lector que no se arredra ante nada. Yo me imagino teniendo que leer (y aprender!) algunas de esas cosas que tú te has "tragado", y casi me desmayo :D

Me he asustado un poco, por culpabilidad, al ver que dices que consideras "pecaminoso dejar de lado un libro", pero luego he visto que en realidad estamos de acuerdo, que seguimos la misma "técnica" para evitar en lo posible cometer ese pecado.

Me ha gustado también esa idea de los jardines con sombra o sin ella.

Saludos, y gracias por tu comentario.

Ángeles dijo...

Gracias, Rodión, me alegro de que te haya gustado la alegoría. Y en efecto, yo pensaba en un jardín inglés. De hecho creo que para mí las palabras "jardín" e "inglés" son sinónimos :D

Es verdad, los libros regalados son un compromiso, porque se corre el riesgo de que luego te pregunten si los has leído ya, si te han gustado... Me pasó a mí de pequeña con otra "pequeña", la de Dickens (La pequeña Dorrit). Seguramente mis tíos creyeron, por el título y la ilustración de la portada, que era un libro infantil. Como bien dices, detalles con buena intención, pero a veces, como en este caso, totalmente inadecuados a la edad del lector.

''no me mires con esa cubierta, que me rompes el corazón''; ''no eres tú, soy yo. Encontrarás a otro lector que te merezca más''.
Qué bueno, me han encantado estas frases de ruptura librera :D

No sé si sabes que para mí Stephen King es algo muy serio. Palabras mayores. Pero también tengo con él un asunto pendiente: empecé con La Torre Oscura antes de tiempo y me quedé en la primera entrega. Demasiado compleja para mi yo de entonces. Ahora la saga es uno de mis proyectos de lectura a largo plazo. Uno de los senderos aún por descubrir de ese jardín maravilloso.

Espero que tú retomes también algún día el sendero de It ;)

Muchas gracias por tu comentario.


Parece, MJ, que tu experiencia con La Celestina te dejó huella, eh? Aunque te salió bien la jugada, jeje.
Pero es otro ejemplo de eso de los "libros a destiempo" que hemos comentado por aquí otras veces: esas lecturas obligatorias del instituto que probablemente han apartado para siempre a muchas personas del camino de la lectura.

Precisamente yo recuerdo con mucho cariño Las metamorfosis de Ovidio, una lectura obligatoria que, al contrario, a mí me fascinó y me descubrió un mundo maravilloso.

En fin, hay que desprenderse de sentimientos de culpa, hay que dejar de sufrir absurdamente y perder el tiempo con lecturas que no nos satisfacen, porque no tiene ningún sentido, y menos aún habiendo tantos otros libros con los que disfrutar.

Gracias!


Así es, Carlos, parece que somos muchos los que hemos sentido esa desazón por abandonar un libro a medio leer, pero que después se nos ha pasado :D

Y es verdad, también existen esos "abandonos inconfesables" que dices. Yo diría que otro paradigmático es Rayuela...

Gracias.

JuanRa Diablo dijo...

Coincido contigo en esa evolución en la forma de verlo. Abandonar un libro me parecía un crimen, y no contemplaba la idea de dejarlo para otra ocasión (cuando ya llevaba mucho leído) porque sabía que si lo hacia jamás me apetecería retomarlo.

Tampoco era capaz de dejar de leer las notas del autor o traductor, y en ocasiones eran tan abundantes y tan extensas que páginas había en que era más la nota que el texto y se me hacía insufrible. Me sucedió, por ejemplo, con El nombre de la rosa, que teniendo un tema que me atraía lo abandoné por hartazgo.

Hasta que me di cuenta de que proseguir con un libro que no me estaba gustando era minar mi gusto por la lectura, y dejé de sentirme culpable por "mandar a la hoguera" a los aburridos.

También me ha ocurrido el postergar la lectura de algún libro por tener de él una idea preconcebida, y sorprenderme un día al descubrir que estaba equivocado y era mejor de lo que imaginaba.

Y otro tema interesante en esto de la lectura es que creo que todo libro necesita su momento, porque los gustos y las ganas de saber sobre un tema van cambiando a lo largo de la vida, y así un rechazado pude volver a ser deseado con sumo interés.

Y nada más, que me he enrollado más que Umberto Eco dando datos. :D

*entangled* dijo...

Yo he dejado muchas veces un libro a medio leer. Puede que haciéndolo me haya perdido unas potenciales virtudes literarias que empezaban en los capítulos siguientes, pero es el caso que tengo —cada vez más— la sensación algo agobiante de que no me queda ya tánto tiempo que perder en averiguar si el texto mejora más adelante o si sigue siendo un ladrillaco.

Debe ser por eso que los que imparten cursos de escritura creativa dicen siempre que hay que enganchar al lector en la primera página, en la primera línea si es posible; y que cada capítulo debe terminar en una incógnita, un punto de suspense (un cliffhanger, a ver cómo me lo traducirías, A.) para obligar al lector a iniciar el capítulo siguiente. Quizá para descubrir que el enigma no se resuelve, y que hemos perdido el tiempo.

Prefiero la lectura en seco, por el placer de leer un texto bien compuesto, y no tanto por conocer cómo acaba todo. Para eso ya están las sinopsis. Leyendo las sinopsis de muchos textos famosos, me he ahorrado el tener que leerlos. Sí, suena a falta de respeto. Pues que aprendan a escribir, nadie ha dicho que sea yo un lector fácil.

Saludos.

Ángeles dijo...

JuanRa, lo de las notas del autor o del traductor o del editor es otra cuestión peliaguda. Algunas veces, como dices, son tan exhaustivas que ocupan más que el propio texto; otras veces son una incomodidad porque van al final del libro todas juntas; otras veces son simplemente innecesarias o se alargan en detalles que se salen del asunto... En fin, algunas ediciones, en ese sentido, son demasiado académicas, más propias de ediciones críticas, y eso no es lo que busca el lector medio, claro está, así que también hay que aprender a ignorarlas.

Sí, sin duda los libros tienen su momento, ya lo hemos hablado aquí algunas veces; y es justamente por lo que dices.

PD: a pesar de lo dicho, no te metas mucho con don Umberto, eh? :D


Yo diría que no, entangled, que si has dejado un libro a medias no te has perdido esas posibles virtudes que, tal vez, hubieran estado a la vuelta de la página. Ya ves que a mí la experiencia me demostró que tendría que haberme fiado de mis impresiones en ese sentido.

Y desde luego, el tiempo es precioso, nos quede mucho o poco, para desaprovecharlo con un "ladrillaco" :D

Sobre lo de enganchar al lector en las primeras líneas también lo hemos hablado aquí (en otra entrada, I mean), y si bien es un arte encomiable el lograr eso, también puede llevarnos a una decepción. Alguna me he llevado yo con algún libro que empezaba divinamente pero que poco a poco se iba desinflando.

En cuanto a lo de terminar los capítulos con un cliffhanger (¿momento crucial?, ¿situación crítica?), pues supongo que, como dices, también puede resultar un fiasco. Así que estos recursos literarios, por muy bien elaborados que estén, no son necesariamente garantía de nada.

Me ha gustado eso de "la lectura en seco", porque es algo que a mí también me interesa. Muchas veces me ha dado igual saber qué va a pasar a continuación o cómo se va a resolver todo, o al menos no he tenido ninguna prisa por llegar a esa resolución, si la lectura en sí misma es placentera. Como diría Pessoa, "me estremezco si hablan bien", me deleito con la "ingeniería sintáctica".

Un saludo, y gracias, como siempre, por pasar por aquí.

Beauséant dijo...

Opino igual que tu, pero creo que nuestro pensamiento es un poco "de la vieja escuela". En mi caso los libros eran algo raro, ibas a la biblioteca, te lo prestaban o lo comprabas... si fallabas y no te gustaba el inicio no te quedaban muchas alternativas para buscar otro... ahora la cosa cambia, tenemos acceso inmediato a miles de libros, de series, de posibles parejas... Vivimos en la inmediatez, siempre estamos buscando algo mejor y nos cuesta comprometernos...

No sigo que sea malo o bueno, cada cosa tiene los suyo, pero he comprobado que cuánto más joven eres menos querencia le tomas a las cosas.

Creo que acabo de llamarte vieja, no era mi intención y espero que me entiendas :)

Un abrazo.

Ángeles dijo...

¡Jaja! No te preocupes, Beauséant, te entiendo, y además es que no es mi caso: yo desde pequeña he sido de tomarle mucho apego a las cosas, a los libros en particular.

Recuerdo, y creo que ya lo he comentado por aquí alguna vez, que dejé de sacar libros de la biblioteca porque después no quería devolverlos. Entiéndaseme: si me habían gustado, me costaba mucho despedirme de ellos, entregarlos, quedarme sin ellos. Así que un día decidí que solo leería libros que fuesen míos propios de mi propiedad :D

Pero estoy de acuerdo contigo en que, en general, la juventud es más desapegada, y sobre todo ahora, que, como dices, todo es inmediatez; todo es cambiante, efímero, "líquido", que dicen algunos.

Un abrazo, y gracias por tu coemntario.