lunes, 6 de enero de 2020

El viajero

Recordando la historia de Juguetes del viento, hoy recuperamos esta entrada que se publicó  originalmente el 26 de mayo de 2014. 

La primera vez que vi  a Manuel fue en una conferencia literaria.
La sala estaba llena, no había asientos libres y estábamos los dos de pie, como muchas otras personas. Pero era evidente que Manuel se encontraba muy incómodo.
Intentaba cambiar de postura cada poco tiempo, pero parecía no encontrarse bien de ninguna manera. Vi entonces su bastón e imaginé que le dolían las piernas.
En un par de ocasiones, cuando aplaudíamos las palabras del conferenciante,  nos miramos, y por encima de su gesto de dolor vi que sonreía y asentía con satisfacción.
Siempre he pensado que la literatura, las palabras bien elegidas y las ideas bien expresadas tienen poder curativo, y en esta ocasión me lo pareció más que nunca.
Cuando terminó la conferencia lo vi alejarse, una mano ocupada con el bastón, la otra con un libro. Y pensé que si por algún motivo ese hombre se viera obligado a dejar una mano libre, soltaría el bastón.
Unas semanas después lo volví a ver en otro acto literario. Reconocí al momento su andar inseguro, su nariz intrépida y su pelo recortado y peinado con precisión de ingeniería.
A la salida lo vi hablando con alguien a quien yo conocía, y así fue cómo supe su nombre y que amaba la literatura por encima de todo.
Y al rato, en su cafetería favorita, me hablaba de Italo Calvino, de Victor Hugo, de Melville, de Swift, de Walser; de Don Quijote, de La Cartuja de Parma, de Robinson Crusoe
Y hablaba de tal manera que fue como si yo no hubiera conocido hasta entonces nada de todo aquello. Y comprendí que aquel hombre tambaleante era un viajero que no necesitaba pies ni alas que lo llevaran. Que su nave eran los libros y su pasaje la imaginación.
Muchas veces más me volví a reunir con él en aquella cafetería, y siempre lo vi igual, con un libro entre las manos y el bastón a un lado, olvidado, innecesario cuando viajaba.  Y siempre me hablaba de los lugares que visitaba, de los personajes  con los que iba y de cómo se sentía parte de las historias que leía.
Hasta que un día desapareció. No volví a verlo en actos literarios ni en el café. Pregunté a los amigos pero nadie sabía nada cierto de él. Decían que se había marchado de viaje, unos creían que a algún país extranjero; otros, que a la morada definitiva.
Pero a mí me gusta pensar que ahora Manuel vive en un libro, que consiguió entrar en alguna de sus historias favoritas, que es uno más de sus personajes y que lleva el bastón solo porque resulta elegante.


11 comentarios:

Albada Dos dijo...

Qué mejor equipaje que los libros, ni qué lugar mejor para habitar que la literatura.

Muy bonito. Que los Reyes fueran magnánimos contigo. Un abrazo

Macondo dijo...

Precioso relato. Gracias por repescarlo, porque así he podido conocerlo.

TORO SALVAJE dijo...

Gracias a leer tanto he vivido mil vidas.
Estoy en deuda perpetua con los libros.
Ellos me han salvado tantas veces que se merecen todo mi agradecimiento.

Besos.

Beauséant dijo...

me encantaría ese final para mis días.. tengo cientos de libros donde podría perderme sin problema :)

Rick dijo...

"... Y pensé que si por algún motivo ese hombre se viera obligado a dejar una mano libre, soltaría el bastón".

Creo que es el mejor resumen, o la mejor definición de las personas como él. En esta vida cada uno suele necesitar algún tipo de muletas, físicas o intangibles, y si han de ser de ambos tipos puede haber "conflicto de intereses" más de una vez...

Bonita historia. No la conocía. Soy casi un recién llegado. Otra vez. Pero lo primero es lo primero: salud y suerte para estos nuevos años veinte.

Ángeles dijo...

Muchas gracias, Albada.
Sí que lo han sido, y seguro que contigo también.
Un abrazo.


Macondo, si te ha gustado el relato, entonces me alegro de haberlo recuperado.
Gracias!


Toro, no puedo decir más que comprendo y comparto tu agradadecimiento.
Besos.


Beauséant, veo que somos aquí una panda de románticos sin remedio. Qué bien! :)


Rick, qué alegría volver a verte por aquí.

Sí, esa era la idea de la frase que señalas: que los libros eran el verdadero 'apoyo' de este personaje.

Muchas gracias, y salud, suerte y toda clase de bondades para ti también en "estos nuevos años veinte".


José A. García dijo...

Si no es en un libro, al menos en este relato.

Saludos,

J.

Ángeles dijo...

Gracias, Jose A. García, es muy bonito lo que dices.

Saludos.

MJ dijo...

Un relato precioso.
Es bonito pensar que la literatura tiene poder curativo y es muy cierto que los libros son una gran compañía, que te permite viajar y vivir otras vidas, o al menos acompañar a los personajes en sus reflexiones o aventuras.

Conxita C. dijo...

Me encanta esa idea que Manuel está viviendo en algún libro, y sí espero que siga viajando por cada uno de esos universos a los que nos llevan los libros.

Estoy de acuerdo con el poder que tienen los libros y me ha gustado mucho la frase:

Aquel hombre tambaleante era un viajero que no necesitaba pies ni alas que lo llevaran. Que su nave eran los libros y su pasaje la imaginación

Muy bonita la manera de contar esta historia, muy tierna y entrañable.
Besos

Ángeles dijo...

Muchas gracias, MJ.

Yo estoy convencida de que sí, de que la literatura es una buena medicina para los males del alma, y un alivio para los del cuerpo, porque a veces nos saca de nosotros mismos y nos trasporta a lugares más felices.

Besos.

Qué bien, Conxita, me alegro mucho de que te haya gustado.
Muchas gracias, y besos.