lunes, 4 de julio de 2016

Una vida perfecta (y II)

(Cuento)
(viene de aquí)


La primera vez que conseguí ese control, esa capacidad para dirigir el sueño según mi voluntad, sólo pude modificar un instante, un detalle mínimo, pero la sensación fue extraordinaria. Desperté maravillado por la experiencia y deseando volver a tener otro sueño de esa clase, otro sueño  cuyo desarrollo pudiera yo determinar, como el escritor que decide los pasos y el destino de sus personajes.

En las noches siguientes seguí probando mis habilidades, que seguían evolucionando y mejorando.
¿Imaginas cuál fue el siguiente paso? Descubrí que no sólo podía dirigir un sueño espontáneo, sino que podía soñar lo que quisiera. Que podía elegir qué soñar y con quién. 
Y todas las noches elegía soñar contigo.

En la vida cotidiana yo no era más que un monigote llevado de acá para allá por las manos invisibles de las circunstancias. Pero en el mundo de mis sueños mandaba yo. En mis sueños podía hacer realidad lo que en la realidad no eran más que sueños. Era como diseñar una existencia a mi capricho.
Por eso la vida que tenía cuando estaba despierto se me iba haciendo cada vez más insoportable. Ya no me interesaba nada, porque nada podía compararse a mis sueños.

Un día, al despertarme por la mañana,  pensé que si podía soñar  lo que quisiera y conducir el sueño a mi antojo, tal vez también podría reanudar un sueño, continuarlo donde hubiera quedado interrumpido al despertar. 
Al cabo de unos días comprobé que eso también me era posible.

Le conté a Simó todo lo que estaba consiguiendo,  y entonces él, con preocupación, dijo que me estaba obsesionando con los sueños, con las posibilidades que creía estar descubriendo, y que temía que todo eso me afectara de manera peligrosa.
Le dije que  la realidad me parecía mucho más peligrosa que los sueños, pero él insistió y me aconsejó que pasara más tiempo con los amigos, que buscara nuevos alicientes y que sólo durmiera para descansar; que ignorara los sueños, porque podrían llevarme a la locura, a no poder distinguir la realidad de la fantasía.
Le agradecí su desvelo, claro está, pero yo sabía que su temor no tenía fundamento. Qué podía haber de malo en los sueños si me permitían tener una vida perfecta, una vida contigo.
Por eso, a pesar de sus advertencias, yo seguí soñando, perfeccionando mi capacidad.  Y así finalmente conseguí lo único que  me faltaba: prolongar un sueño tanto como quisiera, hasta llegar, ya lo ves, a vivir en él de forma permanente, contigo, sin tener que despertar.

***

Alfredo Simó se sentó ante su escritorio y abrió el diario en el que meses atrás empezó a registrar  la evolución del caso de Daniel.
Durante ese tiempo Simó había intentado despertarlo en muchas ocasiones, porque pensaba que Daniel, de alguna manera, había quedado atrapado o perdido en un sueño y no podía encontrar el camino de regreso a la vigilia. Su empeño había sido  ayudarle a volver.

Pero un día Simó vio la cuestión de manera distinta, no con la mirada del hombre de ciencia sino con la del amigo. Entonces comprendió que la felicidad no tiene  rostro ni nombre, sino que se los damos nosotros cuando la hallamos, y que cada uno encuentra su felicidad donde tal vez nadie más la haya encontrado antes.

Simó cerró su diario. Fue a la habitación donde dormía Daniel, y después de comprobar los monitores que velaban por su vida física, salió de la habitación murmurando un «buenas noches» para su amigo.




19 comentarios:

Soros dijo...

Creo que este cuento tuyo es de los que más me han gustado o, a lo mejor, el que más.
Es tan bueno que merecería ser verdad. (Igual lo es y te lo tienes callado).
Enhorabuena.

Sara dijo...

Ya lo dijo Calderón: "La vida es sueño" (jejeje).

Me ha parecido, sencillamente, genial. Sobre todo, esa conclusión que apuntas sobre que cada cual entiende la felicidad de un modo diferente, y que Simó, al fin y a la postre, haya sabido comprenderlo así . ¿Me crees si te digo que me has puesto los pelos de punta?

Besitos.

Un paseante dijo...

Este tipo de situaciones resulta "inestable", por decirlo así: podemos verlo por el lado bueno (la situación que tú describes) o como una especie de catalepsia que aleja definitivamente al protagonista de la realidad, que lo coloca en el mundo de los no vivos. Pero ahí está la potestad del escritor, la de inclinar la balanza a un lado o al otro, y tú has decidido el camino de la ilusión, que se refuerza con esa idea sobre la felicidad. Quiénes somos nosotros para dictaminar sobre ese tipo de cosas...

Así que muy bien. Y que salga el sol por Antequera.

Anónimo dijo...

Menos mal que Simó es un buen amigo y no se deja llevar por la "profesionalidad"...
Sería magnífico poder llevar una existencia así: siempre soñando lo que se desea y con quién se desea. Lo malo es que habría que depender de alguien "despierto" que siguiera alimentando el chasis físico.
Claro que aquí entramos en contradicción con Freud, que enseña que los sueños se alimentan, inapeláblemente, de la vida despierta. Entonces...¡glup! ¡sería imposible soñar y esa mente estaría condenada al vacío total!
De todas maneras, y que no suene trágico, yo también me identifico con Daniel porque me voy a la cama con la expectativa de soñar cosas muy agradables que compensen el rollo diario.
carlos.

Macondo dijo...

Sensaciones encontradas. Da vértigo dejarlo durmiendo, muriendo sin vivir, pero es una responsabilidad tomar la decisión de despertarlo para interrumpirle una felicidad elegida por él.

*entangled* dijo...

El tema me resulta especialmente fascinante. Si realmente estamos viviendo en una simulación virtual que reside dentro de un super-ordenador. tal como sugieren algunos como Nick Bostrom, nuestra condición no es muy diferente de la de Daniel, excepto que no controlamos los acontecimientos.

Algunos futurólogos como Ray Kurzweil o Frank Tipler han sugerido que, cuando la realidad virtual alcance una calidad que la haga indistinguible de la realidad, habrá quienes decidan quedarse en el mundo virtual y no regresar.

Pero la verdadera originalidad de tu narración es la reacción de Simó, tan alejada de la moralina convencional que domina la narrativa fantástica.

Saludos.

Ángeles dijo...


Muchas gracias, Soros, no sabes qué alegría me da lo que dices.
(No, por ahora no es verdad lo que cuenta el cuento, pero estoy en ello :D)

Gracias. Un abrazo.


Sara, yo creo mucho en esa cita de Calderón, y sin embargo, curiosamente, en ningún momento durante la elaboración del relato, se me ha venido a la cabeza.

Muchas gracias por tus palabras, me alegra mucho que te haya gustado. Y lo de los pelos de punta es bueno, ¿no? :D

Besos.


Así es, Paseante, la situación tiene dos caminos y cada uno de nosotros se sentirá inclinado a llevar la historia por uno o por otro.
Y en cuanto a Simó, se ve que se preguntó eso mismo que dices: quién soy yo para decidir sobre la felicidad de este hombre.
Gracias.


Carlos, me parece muy interesantes todo lo que planteas. Yo también he pensado en que Daniel tiene suerte de tener un amigo que se ocupa de su mantenimiento físico, pero quizá si continuara el cuento encontraríamos que también hay una solución para eso. Y para las pegas freudianas también, ya que el cuento no es freudiano ;)

Y entonces, si te identificas con Daniel, puedo pensar que te ha gustado, ¿no? :D

Gracias por tus reflexiones.


Exacto, Macondo, el doctor Simó se vio en un brete, y las dos decisiones posibles dan un poco de vértigo, sí.

Gracias.


Qué bien, entangled, me alegra mucho que el tema te resulte interesante.
A mí me parece muy interesante todo lo comentas, y te agradezco los enlaces. Voy a ilustrarme con ellos inmediately.

Muchas gracias por tu valoración del relato.
Un abrazo.

*entangled* dijo...

Nota breve: Si se te ocurre revisar los enlaces que he incluído en mi comentario, ve a las versiones en inglés de Wikipedia.

Conxita C. dijo...

Oh qué bonito Ángeles, me quedo con esa parte de vivir la vida como uno quiera, si quiere soñando pues que sueñe, es feliz y eso es lo que cuenta.
Me ha gustado mucho, y casi me ha dado un poquitin de envidia, esa capacidad de soñar cuando quiere y con lo que quiere, pero como opción porque lo que importa en la vida es tener opciones y poder elegir.
Un saludo

MJ dijo...

Un cuento muy bonito e interesante. Es un dilema el de Simó pero ya había intentado la opción de despertarlo sin éxito. Menos mal que lo ve como amigo y decide dejarlo ser feliz a su manera.

Ángeles dijo...

Muchas gracias, Conxita, qué bien que te haya gustado :)

A mí también me da envidia (y más que un poquitín, je,je) ese dominio del mundo onírico. Pero ya ves que a veces no basta con tener opciones para elegir, sino que tenemos que contar con que quienes nos rodean no nos impidan llevar a cabo nuestras elecciones.

Saludos!


Gracias, MJ.
Sí, yo creo que Simó habría seguido intentando despertarlo si se hubiera limitado a seguir su faceta de científico. Pero se ve que es un hombre de mentalidad abierta y supo ver las cosas desde otra perspectiva.

Ángeles dijo...

Gracias de nuevo, entangled. Aunque no estoy segura de haberlo entendido todo, me parece muy interesante.
Y creo que ahora sí que entiendo mejor algunas otras cosas ;)

Por cierto, supongo que conoces Point Omega de Don de Lillo, que a mí me resultó muy compleja.
Y aunque no tenga relación con todo esto, aprovecho para decirte que El gran Meaulnes me ha gustado muchísimo :)

guille dijo...

El cuento magnifico

La posibilidad de vivir en sueños elegidos es preciosa, pero el no despertar y perder el roce de la vida no acaba de convencerme.

Cierto, cada uno debe elegir ser feliz como desee.

El doctor Simó actúa de forma correcta para mi. Coloca como prioridad lo que quiere el interesado, no lo que le pueda paracer a él.

JuanRa Diablo dijo...

¡Maravilloso!
Pero me parece a mi que Daniel, que fue investigando hasta dónde era capaz de llegar, no experimentó lo suficiente.
Pudo haber probado a tener un sueño con autonomía propia, capaz de seguir eternamente sin necesidad de estar ligado a un cuerpo vivo.

Y, ya de paso, pudo soñar que el doctor Simó soñara que todo había sido un sueño, para que a su amigo ni siquiera le remordiera la conciencia por haberle dejado vivir la vida soñando.

Ángeles dijo...

Muchas gracias, Guille :)

Yo creo que en realidad el protagonista de la historia comparte tu filosofía. Él no quiere perder tampoco "el roce de la vida", y por eso, más que hacer realidad sus sueños, hizo de los sueños su realidad. Y esa es para él la verdadera vida, la que ha elegido vivir.

Ya sabía yo que estarías de acuerdo con la actitud del doctor Simó :)


JuanRa, lo que propones es ya otro cuento, en el que el protagonista no es Daniel el soñador, sino el propio sueño. Pero yo a eso no me comprometo :D

¿Tú crees que a Simó le remuerde la conciencia? Yo creo que no.
Gracias!

Marisa C dijo...

Preciosa historia, no dejas de sorprenderme. Y qué gran gesto de amistad el de Simó. Abrazos.

Ángeles dijo...

Muchas gracias, Marisa, me alegra mucho que te haya gustado.
Abrazos.

Metalsaurio dijo...

Supongo que Daniel es la antítesis de Neo: Daniel opta por sumegirse en Matrix y Neo por salir de ella, jeje!

Tonterías aparte, me ha gustado mucho: Con varias realidades que elegir y pudiendo acomodar una de ellas para la satisfacción propia, era granda la tentación para Daniel :)

Me recuerda, en cierto modo, a esto que leí hace poco:

https://es.wikipedia.org/wiki/Cerebro_en_una_cubeta

Ángeles dijo...


Qué bien, Metalsaurio, me alegro mucho de que te haya gustado.

Gracias por el enlace. Me ha hecho pensar que esas cosas de "mad doctors" que vemos en las pelis de serie B cualquier día de estos se convierten en realidad, por el camino que vamos :D
Y no digo yo que estuviera mal, eh? :D

Gracias por venir.